Entrecomillo el titular de esta columna pues pertenece nada menos que a Federico More, periodista de fuste. Él lo usó, allá por los ’50, en una conferencia, para zanjar en un debate que, como verán, es de larga data. Ha cobrado actualidad en estos días a raíz de una iniciativa de Solidaridad Nacional para que sólo los colegiados puedan ejercer el periodismo y por la polémica suscitada en torno a la credencial otorgada por un diario a una señora de la farándula. Sobre esto último han escrito Augusto Álvarez Rodrich y Víctor Tipe Sánchez, en posiciones diametralmente opuestas. No voy a terciar; prefiero ceder la palabra al inmortal More:
“Ya las nueve hermanas hijas de la Mnemosina no inspiran a nadie. Y Apolo, el sumo cantor, tiene muy poco que hacer en este mundo sin música. Pero existe la Actualidad, la Décima Musa. Y existe el Público, sustituto poderoso y grosero sucesor del dios rubio y rítmico que protegió a los poetas. Y este hombre que no tiene ningún arte, que no es ni jardinero ni labrador, que sabe muchas cosas y todas las sabe mal… este hombre, señores, esclavo de la Actualidad y del Público… es el periodista
“Creo conocer el oficio periodístico. Pero aquí surge la duda: ¿existe un oficio periodístico? Creo que más que carrera más que profesión el periodismo es oficio. Y cuando se depura y ennoblece, cuando llega a las alturas un poco irrespirables de la imaginación, se convierte en arte.
“Algo misteriosamente seductor tiene que haber en el periodismo, cuando casi todos los hombres que tienen alguna ocupación intelectual se empeñan en haber sido periodistas alguna vez. Este oficio tan rudo, este arte tan difícil tiene adeptos innumerables. La desgracia está en que cualquiera puede ser periodista bajo su palabra de honor. El trabajo del periodista es rudo, su vida es dura, su remuneración casi siempre es escasa, su fama es frágil y dura horas… y, sin embargo, no hay quien no desee llamarse periodista.
“El periodista (…) no sólo tiene el derecho de cambiar de juicios y de opiniones, sino que tiene el deber de hacerlo. El minuto que pasa siempre es absolutamente distinto del minuto que pasó, y como el periodista no opina sino sobre el minuto que pasa, claro está que su opinión debe cambiar como cambian los minutos. Pero no hay que confundir opinión con línea, ni manera con conducta. El periodista cambia de opiniones dentro de una línea y de maneras dentro de una conducta.
“El periodista tiene que saber tipografía, fotograbados y todos los anexos (…) Un buen periodista puede ignorar las mañas de la publicidad pero no puede ignorar las medidas tipográficas.
“El periodismo es menos accesible que las profesiones liberales y académicas, por lo mismo que, para ejercerlo, se requiere vocación irresistible, fe profunda y entusiasmo siempre floreciente. Se es periodista como se es rubio. Unos cuantos años de universidad bastan ya para ser médico, abogado o ingeniero. Una vida no basta para ser periodista. Acaso el periodista valga muy poco, quizá no valga nada; pero es inimitable. Esclavo de las musas y del Arquero Apolo, siervo del público y de la actualidad”…