Por: Yohnny Campana, Economista Sénior Macroconsult
Gestión, 4 de marzo de 2020
En las últimas semanas el Perú viene enfrentando episodios de desastres naturales a causa de lluvias intensas que han generado inundaciones y huaicos. Los casos no son menores y las regiones más golpeadas vienen siendo Arequipa, Cusco, Tacna, Moquegua y Puno. Los datos dan cuenta de numerosas vidas perdidas e ingentes daños materiales, con viviendas, escuelas, postas, puentes, entre otros, destruidos.
En algunos casos, como Santa Teresa en La Convención-Cusco, poblaciones enteras han sido arrasadas por un aluvión de gran magnitud que movilizó grandes volúmenes de lodo y piedras después de que un bloque gigante de hielo se desprendiera del nevado Salkantay y provocara el desembalse de una laguna que alimenta el río Salkantay.
Los desastres naturales en el Perú no son inusuales. Más bien son un fenómeno que afecta permanentemente al país. De acuerdo a la Encuesta Nacional de Hogares, entre 2004 y 2018 entre 20 y 25% de la población reportó haber enfrentado algún desastre natural (considerando sequías, tormentas, plagas, inundaciones, etc.) cada año.
Dicha cifra puede estar sobredimensionada por errores de percepción, pero da cuenta de un fenómeno regular y de alta incidencia. Más aún, los datos sistemáticamente indican que los hogares más afectados estarían en el ámbito rural, principalmente en la sierra y mayormente en el sur del país. Es decir, exactamente donde hoy se observan los mayores problemas.
Hace una década, un estudio realizado por Cristina Rosemberg, Ricardo Fort y Manuel Glave de Grade (“Effects of Natural Disasters on Poverty Transitions and Consumption Growth: Evidence for Rural Perú”) mostraba que los desastres naturales tienen mayor incidencia entre hogares más vulnerables y que cuentan con menos mecanismos para hacerles frente.
Además, el mismo estudio encontró que un hogar expuesto a un desastre natural es hasta 21 veces más probable que sea pobre y se mantenga en esa condición (frente al estado alternativo de no ser pobre). Es decir, sumerge al hogar en una suerte de trampa de pobreza de la que luego no puede salir fácilmente. De allí la necesidad de establecer acciones de prevención que limiten los impactos y medidas de recuperación efectivas que permitan que el hogar retorne rápidamente a su estado inicial.
El Perú cuenta con un Sistema Nacional de Gestión de Desastres que tiene al Centro de Operaciones de Emergencia Nacional (COEN) como órgano encargado del monitoreo. Esto ha permitido que la respuesta del Estado durante la etapa de emergencia sea rápida. Sin embargo, es en la prevención y, a decir de la experiencia reciente del fenómeno de El Niño de 2017 en el norte del Perú, en la labor de recuperación donde están las mayores limitaciones y donde deben ponerse los mayores esfuerzos.