Uno de los anuncios del mensaje presidencial de fiestas patrias fue un plan de diversificación productiva previamente mencionada por el mismo presidente y cuya descripción general fue publicada el mismo 29 de julio en la página web del Ministerio de la Producción. Ésta es una iniciativa del ministro Piero Ghezzi, quien también ya había dado algunos adelantos días antes.
Si bien este documento tiene varios detalles interesantes, tiene otros que darían punto de inicio para profundas discusiones sobre la economía que tenemos y la economía que nos gustaría tener y de los supuestos sobre los cuales está construido este plan. Pero hay uno en especial que me parece preocupante.
La propuesta de gastar fuertes sumas de dinero -esto es, nuestro dinero, el de todos los peruanos- en promover “nuevos motores de crecimiento económico” tiene mucho sentido… Si es que se supiese cuáles deberían ser esos nuevos motores de crecimiento económico a ciencia cierta. Por supuesto que como concepto suena bastante romántico y hasta noble. Pero elegir qué actividad promover no es una tarea sencilla.
Y mucho menos cuando esa labor se le delega a un grupo compuesto por representantes del Ministerio de la Producción, la Presidencia del Consejo de Ministros, el Ministerio de Economía y Finanzas, el Ministerio de Comercio Exterior y Turismo, el Ministerio de Agricultura y Riego, el Ministerio de Energía y Minas, el Ministerio de Transporte y Comunicaciones y un representante de los gremios empresariales. O sea, básicamente casi todos los que podían incluir.
Si bien un comité así suena inclusivo y democrático, en la práctica es un riesgo enorme de que todo el plan no solo termine fracasando, sino que además bloquee el proceso de diversificación productiva que pretende promover. En el Perú tenemos varios excelentes ejemplos de cómo este sistema de corporativización no lleva a nada, por más que suene como buena idea.
Uno es el Consejo del Trabajo y Promoción del Empleo, creado para ser un espacio de diálogo y concertación entre los distintos grupos de presión vinculados a los temas laborales. Hay una serie de puntos que se supone que deben pasar por ahí antes de ser aprobados. No obstante, siendo sus miembros representantes de sindicatos y gremios empresariales, así como funcionarios del gobierno, no debería sorprender que en la práctica sirva para muy poco. Después de todo, cualquier alteración que se haga a la legislación laboral, sea cual sea, afectará negativamente a alguien. Por ejemplo, si se sube el salario mínimo, afecta directamente a los empresarios, quienes se opondrán. Si se trata de una simplificación de la regulación laboral, afectará negativamente a los sindicatos labores, quienes se opondrán. Cualquiera que haya seguido las discusiones alrededor de la problemática laboral peruana en los últimos años estará de acuerdo en que el Consejo del Trabajo no es particularmente efectivo y que es mas bien una carga. Esto es precisamente porque las decisiones técnicas sobre lo que le conviene al país no deberían ser producto de una negociación política, en la que gana el que puede ejercer más presión o el que tiene mejor llegada al presidente, no necesariamente el que tenga mejor argumentos. Debería ser producto de un análisis y de un diagnóstico serio, algo que por lo menos en los temas laborales no se está cumpliendo. Si no, no estaríamos a la cola de los rankings sobre sobrecostos generados a la economía desde la legislación del empleo.
En lo que al Plan de Diversificación Productiva se refiere, este consejo decidirá qué actividades promover. Si esto es resultado de una negociación política, es de suponer que las que beneficien a agricultores, que representan un sector importante del electorado, siempre ganen. Y si alguien se encuentra tentado a tachar de pesimista este temor, solo debe informarse acerca de la actitud que tiene el actual Ministerio de la Producción con los pescadores artesanales. Puede que haya muchas razones para invertir en ellos, todas ellas extra-económicas: Porque queremos aliviar su dura situación, porque queremos preservar un estilo de vida, porque nos preocupa el aspecto ambiental de la protección de un recurso vivo, etc, etc. Pero de eso se deberían estar preocupando otros ministerios: Quizás el del ambiente o la de desarrollo e inclusión social. No el de la producción. A menos, claro, que haya un objetivo político detrás de esa línea de acción.
De hecho, la situación se complica si es que consideramos los rumores de que el ministro de la producción desea tener una carrera en la política saltando luego al ministerio de economía.