Por Sergio Bolívar
Expreso, 31 de enero del 2022
El preciado activo intangible de Repsol, que es su reputación internacional, está seriamente afectado por la negligencia que ha tenido en el manejo de la crisis causada por el derrame de petróleo en Ventanilla. El daño reputacional a nivel nacional en la percepción de la población, autoridades y estamentos estatales es inmenso por informar sin haber actuado según sus propios principios de responsabilidad social y sostenibilidad.
Repsol ha venido ocupando los mejores lugares en reputación de marca. En el 2021 obtuvo en España el cuarto lugar según Merco y el tercer lugar según Brand Finance. Esto significa una calificación sobresaliente, más aún si se tiene en cuenta que el sector de gas y petróleo es muy controvertido desde la perspectiva de la conciencia ambiental y la presión por actuar con responsabilidad. Las marcas se construyen y se financian, en cambio la reputación se gestiona, sobretodo en los países en que la actuación de la empresa puede afectar seriamente a los ciudadanos.
Cuando sucedió Chernóbil en 1986 o Exxon-Valdez en 1989, se hablaba de la fatalidad o el imprevisto. En nuestra época, el conflicto socioambiental es un riesgo permanente e inevitable. En los casos más recientes se observa esta nueva característica, tal como ha ocurrido con el derrame de la British Petroleum en el Golfo de México en 2010, la liberación de material radiactivo en Fukushima, Japón en el 2011, o la ruptura de la presa de Fundão, de Samarco en Mina Gerais en Brasil causada por una fuga de residuos minerales en el 2015. Ahora, el derrame de petróleo en la Refinería La Pampilla de Ventanilla es un tragedia ambiental que debe ser investigada cuanto antes por los especialistas para determinar responsabilidades.
Los comunicados de prensa son contraproducentes cuando no dan confianza. Para la empresa, la urgencia debe estar en disponer de todos los elementos posibles para resolver el problema y remediar de inmediato el daño ecológico. Esto debe ejecutarse con mucha articulación con todas las partes interesadas. Le guste o no, Repsol tiene trabajar hombro a hombro con la Marina de Guerra, cumpliendo con su propio Informe de Sostenibilidad – Climate Change 2021, que dice: “…La empresa lleva a cabo la gestión de estos riesgos aumentando la transparencia y el compromiso con sus stakeholders. El diálogo permanente con los stakeholders es clave…” (traducción propia del documento en inglés).
Haciendo una rápida revisión del último Informe de Gestión Integrado de Repsol 2020 se encuentra que la palabra “riesgo” está escrita 71 veces, “gestión de incidentes” 19 y “emergencias” 3. El área de comunicaciones de la empresa en Perú ha mostrado que estos informes son puramente declarativos y que no se aplican los principios de actuación para la gestión de emergencias, lo cual ha afectado seriamente su reputación y sostenibilidad.
El gran desafío de Repsol será recuperar los niveles de confianza aceptables y limitar sus riesgos reputacionales, más allá del tiempo que implica una remediación completa y la evaluación ambiental por parte de agencias encargadas como la OEFA, el Gobierno y la propia empresa. Asimismo, debe afrontar el riesgo político creciente que proviene de autoridades y ONG oportunistas que se declaran defensores del medio ambiente. Corresponderá a la sociedad peruana aprobar la actuación de la empresa, lo que sólo se producirá si realiza una eficiente remediación ambiental y la comunica adecuadamente con transparencia.