Por: Diana Pardo
El Comercio, 18 de junio de 2021
Desde una de las autopistas de San Francisco se ve una valla enorme en la que se lee (en inglés): `Gracias, ciencia’. Es un aviso rojo con letras blancas ubicado en un lugar central para que sea visto por millones de personas. Y a pesar de sus cortas palabras, es lo suficientemente elocuente para interpretarlo como un agradecimiento a las farmacéuticas que inventaron la vacuna contra el COVID-19. La valla es patrocinada por Airbnb, la compañía dedicada al alquiler de residencias temporales.
Me llama la atención ese aviso por lo excepcional que es. Nos hemos quedado cortos en el análisis de cómo llegó esta vacuna en tan solo unos meses luego de aparecido el virus. Hace un par de semanas, Javier Marías, en el diario “El País” de España, refirió cómo los ciudadanos nos sentimos con el derecho a exigir la vacuna sin entrar a escudriñar sobre su procedencia, y cómo, además, nos enfocamos en los reproches y no en la proeza monumental que significa derrotar la plaga del coronavirus.
Pero ese aviso rojo recoge mi sentir. Cuando me vacuné, agradecí en silencio a la comunidad de científicos que, sin rostro, ni nombre ni protagonismo, han hecho posible el camino hacia una recuperación de la crisis de salud que la humanidad ha vivido en los últimos quince meses. En Colombia y a s o n más de 13 millones de personas vacunadas, lo que representa nuestra puerta de entrada para vivir de nuevo como nos gusta hacerlo: saludando al vecino, abrazando a los amigos, compartiendo con la gente.
Y es que más allá de las consecuencias que la pandemia ha conllevado en términos de pérdida de vidas, y de dejar de vernos con nuestros familiares y amigos más cercanos, también ha tenido un impacto en las relaciones informales que teníamos antes en nuestra interlocución con los demás en un día común. El vendedor de la cafetería que nos saludaba por nuestro nombre en las mañanas, el librero que nos recomendaba una última novela, los colegas de trabajo con quienes coincidíamos a la hora del café para comentar el partido de fútbol del día anterior. Relaciones que el virus borró y que, si bien no son parte fundamental de nuestra vida, la hacen mucho más amable.
El virus nos alejó de la familia, de los amigos, de la posibilidad de ir al lugar de trabajo, al cine o a la librería. Más allá del regalo invaluable que significa gozar de una buena salud, la vacuna también nos acerca a la oportunidad de recuperar todo eso. Por eso, yo también digo: “¡Gracias, ciencia!”.