Por: Rolando Arellano
El Comercio, 16 de agosto de 2021
¿Cuál debería ser la principal preocupación de las empresas para los meses que vienen? Esto es lo que nos preguntan cuando conversamos sobre la situación de los mercados peruanos. Sin dudar, contestamos que deben prepararse para los cambios en los precios, que suceden debido a la fragilidad psicológica de nuestra unidad monetaria en los consumidores peruanos.
¿Fragilidad psicológica del sol? Sí, porque hoy se están perdiendo dos grandes activos que los peruanos tenemos (o teníamos) relacionados con la confianza en nuestra unidad monetaria.
El primer activo perdido es el de la estabilidad del cambio, que luego de más de 20 años se rompe bruscamente. Recordemos que en el 2000, el dólar valía S/3,40; en el 2020, estaba en S/3,60; mientras que en ese mismo lapso, los pesos mexicanos y colombianos se devaluaron en casi 100%, y el chileno en cerca de 50%. Allí, quizá peor que el 15% de valor perdido en seis semanas (la moneda con la mayor devaluación de la zona, exceptuando, lógicamente, a Venezuela), es que se haya roto la barrera psicológica de los S/4. Como los comerciantes y las amas de casa saben bien, se nota poco si el kilo de arroz pasa de S/3,80 a S/3,90, pero si de S/3,99 sube a S/4, el alza es escandalosa… y a partir de allí los incrementos en el nuevo rango son más fáciles.
El otro activo en problemas es el cambio de tendencia del valor afectivo del sol, que durante estos 20 años de estabilidad (en gran parte, gracias al BCR con Julio Velarde) había recuperado la función para la cual existen las unidades monetarias: representar el valor que le dan los ciudadanos a su país. Así, luego de los años hiperinflacionarios en los que solo confiábamos en el dólar, en el siglo XXI, poco a poco pero crecientemente, los peruanos estuvimos dispuestos a dar y a recibir, a ahorrar, a prestar y a endeudarnos en nuestra moneda, a pesar de tener amplísima libertad de usar cualquier divisa. Lo grave hoy es que la desconfianza en la posición del nuevo gobierno ha afectado directamente la confianza en la moneda. Aquí, nuevamente, más que el monto de soles cambiados a dólares, lo trascendental es que cambió de dirección la tendencia del atractivo de nuestra moneda. De allí seguir bajando se hace cada vez más fácil.
¿Se ha hecho un daño irreparable? La situación es grave pero quizá no irreparable, pues sus causas dependen más de la percepción de los peruanos sobre sus autoridades que de temas estructurales del mercado. Una declaración clara, sin dobles interpretaciones, de una política económica que asegure el respeto a las libertades adquiridas ayudaría mucho. Pero debe ser rápida, para evitar que crezca el círculo de desconfianza y pérdida de valor de la moneda, que los peruanos recordamos amargamente.