Carlos E. Gálvez Pinillos
Expresidente de la SNMPE
Para Lampadia
Ya en oportunidades anteriores nos hemos referido a la anemia infantil y sus efectos sobre nuestro futuro como país. Es por supuesto común repetir que, en el Perú, no estamos siquiera controlando la anemia infantil que a nivel nacional excede el 42% de esa población, mientras que hay regiones en las que se acerca al 70% de la infancia.
Es muy loable resaltar que un grupo de empresas privadas esté pagando una campaña de tamizaje, para identificar a los niños con anemia.
Es muy interesante que el Estado haya, a lo largo de los años, creado programas de alimentación, tales como: El vaso de leche para las poblaciones más necesitadas, Qali Warma para la población escolar y las ollas comunes para la población más pobre.
Sin embargo, debemos resaltar que son programas no sólo costosos, que atacan las consecuencias y no la raíz del problema, sino que, no están necesariamente bien focalizados en los grupos más vulnerables y que cuentan con múltiples “filtraciones”.
Esto es típico de los actos de corrupción generados por grupos inmorales de “dirigentes” barriales, en los casos del vaso de leche o las ollas comunes, y de funcionarios corruptos en el caso de Qali Warma, lo que se refleja de varias formas: (i) En la calidad de lo que compran. (ii) En los precios que pagan por productos de dudosa calidad y, (iii) Finalmente, en las mermas que se producen a lo largo de la cadena de distribución y almacenamiento, hasta llegar a los estudiantes que queremos nutrir, quienes junto con sus padres rechazan muchos de los productos.
El otro lado de la ecuación para el cuidado de la anemia y desnutrición, es la construcción suficiente y adecuada de los sistemas de agua potable, plantas de potabilización (PTA) y redes de distribución de las mismas, al igual que la construcción de las redes de saneamiento o desagüe en nuestras poblaciones y la construcción, operación y mantenimiento de las plantas de tratamiento de aguas residuales (PTAR). Ciertamente, estos proyectos sí atacan la raíz del problema, pero aquí tenemos una larga discusión, sobre si estas debieran ser conducidas por municipalidades o por empresas privadas especializadas en este tipo de operaciones.
¿Alguien se ha puesto a pensar en lo costoso que nos resultan las empresas municipales, especialmente si no son capaces de resolver el problema?
¿Alguien ha pensado en los ahorros en los presupuestos de salud, si contáramos con servicios adecuados?
¿Quién ha permitido que los gobiernos locales construyan tonterías (monumentos o piscinas), antes de completar la construcción de obras de agua y saneamiento?
El presupuesto de salud para el año 2024 alcanza a S/ 29,487 millones, equivalente al 12.2% del presupuesto público total y, me parece que, debemos buscar formas inteligentes de mejorar la salud con soluciones que generen ahorros, con medidas preventivas y no correctivas, y así, concentrar nuestros esfuerzos en el tratamiento de enfermedades que resulten más difíciles de prevenir. Para eso sugiero aprender de experiencias internacionales, sin tener complejos.
Según explica Ed Conway en su libro “Material World a substantial story of our past and future” (Mundo material, una historia sustancial de nuestro pasado y futuro), hace pocos años, México decidió atender a las familias pobres con cemento para pavimentar los pisos de tierra de sus casas, con resultados extraordinarios.
Como efecto, las infecciones con parásitos intestinales se redujeron en 78%, el número de niños con diarreas cayó 50%, la anemia infantil se redujo en 80%.
Por supuesto, la feliz consecuencia fue, que los niños tuvieron mejor rendimiento escolar, las madres fueron más felices y menos depresivas. Y tal como él menciona, todo gracias a las muy baratas bolsas de cemento.
Conway nos enrostra, que quienes tenemos casas de concreto, con pisos y techos de “material noble”, perdemos la consciencia del cambio trascendental que significa pasar de pisos de tierra a pisos de cemento y su impacto.
Pues bien, en el Perú tenemos aproximadamente 2.5 millones de hogares con pisos de tierra, lo que significa cerca del 32% de hogares del país.
Pero si entramos en más detalle encontraremos, que tenemos departamentos como Huancavelica con 76.7% de hogares en esas condiciones, Apurímac con 69.7%, Cajamarca con 65.0%, Puno con 64.6%, Ayacucho con 62.4%, Amazonas con 62.1% y cuatro departamentos entre los que se cuentan Piura, Ancash, Cusco y Huánuco, con alrededor del 50.0% de viviendas en esas condiciones. Esto es, 10 departamentos de 25, con altísimo porcentaje de hogares con condiciones sumamente precarias y propicias para estas enfermedades diarreicas, parásitos intestinales, anemias y un sistema de salud incapaz de llegar a ellos y curarlos. (Fuente: INEI/ENAHO 2017).
Si diéramos el primer “pequeño gran paso” de facilitar pisos de cemento a los hogares más precarios, eliminando la existencia de hogares con piso de tierra, tendremos resuelto gran parte de los problemas de salud de nuestra población, generaríamos grandes ahorros al presupuesto nacional y estaríamos contribuyendo a mejorar las condiciones intelectuales de nuestro país para el futuro.
¡Demos este pequeño gran paso! Lampadia