Entrevista a Mabela Martínez
Por Ricardo Hinojosa Lizárraga
El Comercio, 21 de octubre, 2015
Hubo una época en la que Mabela Martínez no hacía lo que le gustaba. Vivía en Canadá y se aburría en su trabajo para una distribuidora de artículos de computación. Ya sabía lo que era hacer radio, tras su paso inicial por “Súper Jazz”. Y entonces volvió a Lima.
Por estos días, el proyecto de su vida, “Sonidos del mundo” cumple 20 años y no para de celebrarlo. La fiesta mayor es un concierto que tendrá a los chilenos de Chico Trujillo y su cumbia poderosa como invitados estelares. ¡A gozar!
¿Recuerdas cuál fue la primera canción que escuchaste? Qué lindo sería inventar que mi mamá me cantaba una canción de cuna. Pero no está tan lejos de eso, porque en mi casa mi madre cantaba y tocaba la guitarra. Fue el bolero “Perfidia” la primera canción que recuerdo haberle oído.
¿Ahí empezó tu romance con la música?
Era una melodía muy agradable, más al escucharla cantada por mi madre. Después enganché con la música de Earth, Wind & Fire, Stevie Wonder, Kenny Rogers. En esos años, si alguien viajaba a EE.UU. yo le encargaba un caset, y así inicié mi primera colección musical. También oía a Los Beatles o Traffic Sound, porque mis hermanos los escuchaban, y bandas afroamericanas que hacían un rock muy rico.
¿Alguna vez pensaste en dedicarte a la música como intérprete?
Quise tocar el piano en mi infancia, pero solo lo hacía cuando iba a la casa de una tía, muy esporádicamente.
En aquellos años, el ‘feeling’ hacia la música era distinto al de hoy.
Sí, en esa época los amigos se reunían a escuchar discos. Y siempre se describía lo que sonaba. Se decía: “Mira el solo de piano” o “Mira cómo va in crescendo la orquesta”. Era muy divertido, como un programa de radio en vivo. Y eso que eran puros hombres y yo la única mujer. Entonces, los discos no se prestaban, nos grabábamos casets. Grabar un caset era un acto de amor, un gesto de cariño, era decir “te estoy dando un pedacito de mí”.
¿Cómo se da la chispa que inicia el programa “Sonidos del mundo”?
En el 88 me fui a Vancouver y pude disfrutar una movida fuerte de todo el mundo: salsa, música irlandesa, fusión de música africana. Había festivales de jazz y world music. Trabajé como voluntaria durante cinco años en ellos y conocí a músicos importantes. Pude estar cerca de Ella Fitzgerald, Pat Metheny, Eddie Palmieri, Dizzy Gillespie, entre otros. Almorzando con Dizzy en un momento me dijo: “You are from Peru” y se le salió un arroz disparado de la boca. Inflaba los cachetes también al comer [risas].
¿Cómo fue ese trabajo?
Me tocaba desde acompañarlos a almorzar o arreglarles el camerino hasta llevarlos a comprar instrumentos usados. Era un trabajo interesante de mucho contacto con el músico y yo pedía estar en el ‘backstage’, donde estaban en estado más puro. Y ahora, cosas de la vida, yo también termino en el ‘backstage’, como productora.
Fue algo que, de algún modo, soñaste desde el colegio, ¿no?
Nunca sabía qué iba a hacer en ese teatro, pero desde chiquita era lo máximo entrar al auditorio del Santa Úrsula a escondidas, porque cuando no había shows no se permitía el ingreso a nadie.
¿Y qué hacías?
Caminaba por las maderas, olía las cortinas, tocaba el piano. Hasta que un día nos ampayó un guardián y nos dijo: “What’s the matter?” y salimos volando. Desde ahí el guardián se quedó para siempre con esa chapa: ‘Watsamara’ [risas].
¿Qué significa ser productora de los eventos de “Sonidos del mundo”?
Es duro y gratificante. Duro porque sufres en el proceso, el nivel de concentración, sin horarios, compartido con el temor por el rendimiento de la taquilla. Pero cuando ves al público aplaudiendo al artista, es lo máximo. “Sonidos del mundo” se ha vuelto una marca, una referencia.
Tras 20 años, ¿cuál es tu recuerdo más grato del programa?
Lo más lindo es hacer un concierto, cerrar el círculo, traer al artista y ponerlo frente al público. Hay también una anécdota con la sintonía. Una vez en una misa de difuntos hacía cola para comulgar, levanté la vista para recibir la hostia y el padre me dijo: “¡Qué bueno estuvo tu programa anoche!, el cuerpo de Cristo, amén”. Sorprendida, solo atiné a sonreír. Ahí supe que debía continuar con el programa para siempre.
¿Qué sensación te queda hacia el proyecto después de tanto tiempo?
Que cuando uno pone el pensamiento en una cosa con mucha pasión y ganas, se puede realizar. Yo lloraba en los baños de las oficinas, no quería estar allí, sabía que podía hacer otra cosa y qué rico ha sido lograrlo. No para ser famosa, sino para que más gente sea parte de un movimiento de no conformarse con lo que nos dan los medios. Alguien me dijo que yo era como una arqueóloga musical. Eso soy: una arqueóloga que busca la mejor música del mundo para que tú la escuches
La pregunta inevitable: ¿cuál es tu top five de artistas?
Astor Piazzolla, Sting, Antonio Carlos Jobim, esos tres van directo al corazón. Carlos Santana ha sido importantísimo en mi vida y el quinto, aunque temo olvidarme de algún otro, sería Pat Metheny.
Mabela Martínez Creadora de “Sonidos del mundo”
Creadora de “Sonidos del mundo”
Estudié en el colegio Santa Úrsula. En los años 80 trabajé un tiempo como aeromoza y luego me fui a vivir siete años a Canadá. En 1995 concebí “Sonidos del mundo” como un proyecto radial para compartir música de todo el planeta con poco espacio de difusión local. Ese proyecto se convirtió en un programa y también me llevó a la televisión y a la producción de espectáculos. Hoy el concepto se ha reformulado como Sonidos & Sabores, porque si hay algo que me gusta casi tanto como la música, es cocinar.