Por: Juan Miguel Cayo, Gerente general de Fenix
Gestión, 18 de setiembre de 2019
La industria minera es una de las bases sobre las que se f undamenta la economía global. Ya sea que produzca hierro para construir puentes y edificios, litio para las baterías de los celulares o cobre para transmitir electricidad, las operaciones mineras proveen de insumos que son vitales para el desarrollo del mundo moderno.
Esta industria, además, es muy intensiva en el uso de electricidad. En los EE.UU. se calcula que el sector minero representa el 11 % de todo el consumo industrial. En el Perú, la cifra es mucho más impresionante: se trata del 55 % de todo el consumo industrial y el 32 % de toda la demanda nacional de electricidad. El sector minero es pues –por lejos– el principal consumidor de electricidad del país y su consumo crece a un ritmo por sobre la media del resto. En efecto, mientras que entre el 2005 y el 2018 el consumo de energía del país se duplicó, la demanda minera casi se triplicó.
“Si no existiera la minería, el sector eléctrico no se hubiera podido desarrollar”, decía un connotado empresario minero nacional. Yo añadiría, “y viceversa”. La minería no puede florecer y desarrollarse ahí donde la industria eléctrica no ha logrado resolver en forma satisfactoria sus principales desafíos:
- confiabilidad, (ii) eficiencia y (iii) sostenibilidad. Sin duda, el desarrollo minero de las últimas dos décadas ha sido posible porque hubo un sector energético que acompañó tal crecimiento. De lo contrario, el suministro de electricidad se hubiera convertido en un cuello de botella para el desarrollo minero.
Nuestro país cuenta con todo lo necesario para que ambos sectores, electricidad y minería, crezcan simultáneamente en una especie de simbiosis bidireccional. La minería requiere de energía abundante, confiable y competitiva, pues la factura eléctrica es su principal costo de producción. Asimismo, la energía eléctrica requiere de una demanda estable e intensiva como la minera, la cual, a través de contratos de suministro de mediano/largo plazo, hace las veces de un offtaker que facilita el financiamiento de los proyectos eléctricos.
La naturaleza ha bendecido al Perú con inmensas riquezas minerales, pero también con abundantes recursos energéticos: recursos hídricos, gas natural y fuentes renovables, como vientos y radiación solar, de categoría mundial. Gracias al desarrollo de un sector eléctrico eficiente basado en hidroelectricidad y gas natural (a partir del 2004 con Camisea), el sector minero peruano pudo contar con tarifas de energía competitivas.
En la actualidad –a causa de una serie de factores que no explicaré aquí por razones de espacio– el sector eléctrico presenta un desalineamiento de precios respecto de sus valores de equilibrio de largo plazo. Y por ello, la minería peruana registra hoy los menores costos de energía –en términos reales– de las últimas dos décadas. Sin embargo, esta ventaja coyuntural que obtiene hoy la minería tiene como contracara un costo escondido: no existen incentivos para invertir en nueva generación eléctrica.
Conforme este ciclo de sobreoferta y precios bajos se vaya superando y los precios de la energía converjan al costo de expansión del sistema, esta simbiosis bidireccional entre minería y electricidad retornará a su balance natural; esto es, un equilibrio que brinde incentivos adecuados para que ambas industrias crezcan en forma armónica. Sin duda alguna, en el Perú el futuro del sector eléctrico está íntimamente ligado al desarrollo del sector minero… y viceversa.