Jimena de la Quintana
El Comercio – Día1, 04 de julio de 2016
Pedro Pablo Kuczynski ha dicho que el Perú requiere de una “revolución social”. Durante el discurso que dio el día en el que recibió la credencial que lo reconoce como presidente electo de la República dijo; “Nos falta un cambio, la revolución social… igualar las provincias con la capital”.
Frente a esto tenemos que uno de los principales enemigos de esta lucha es la corrupción; según la Encuesta Nacional sobre Corrupción en el Perú 2015 de Proética el 46% de los encuestados la considera el problema más importante del país, después de la delincuencia. La corrupción es un obstáculo para el crecimiento y el desarrollo, socava el sistema político, económico, social, etc. Pero, ¿a quién perjudica más? A los pobres.
Gustavo Yamada y Ricardo Montero en “Corrupción e inequidad en los servicios públicos en el Perú” señalan: “A medida que los gastos del hogar se incrementan, la proporción del presupuesto destinado a coimas se reduce, es decir, que los hogares con menores ingresos son los que exhiben una carga más grande por pago de coimas”.
La corrupción, además, desincentiva la iniciativa privada (el Informe Global de Competitividad la coloca como el segundo problema para hacer negocios en el Perú) y reduce los recursos públicos que se tienen. Día1 informó hace poco que Proética estima que los efectos económicos de la corrupción podrían ascender hasta el 5% del PBI, unos 33 mil millones de soles: más de 6 veces el presupuesto de todos los programas sociales para este año. El futuro gobierno pedirá facultades para legislar, entre otras cosas, en materia anticorrupción, pero no será fácil. Para llevar a cabo una revolución social, se requiere también de una coordinación estrecha con las regiones, donde también existen importantes niveles de corrupción. Hoy son cuatro los gobernantes regionales presos por este delito y, en el 2014, la ex premier Ana Jara, señaló que según la Procuraduría Anticorrupción, 22 de los 25 presidentes eran investigados por el Ministerio Público. Lograr una revolución social sin enfrentar el problema de la corrupción no es posible. La tarea del nuevo gobierno es inmensa, pero la de la sociedad también. Luchar contra ella implica cero tolerancias y, lamentablemente, en el Perú, ese no es hoy el escenario. ¿Los ciudadanos qué vamos a hacer?
Lampadia