El día de ayer este Diario informó que varios altos cargos de Cancillería estaban preocupados por la manera en que el presidente habría querido manejar la crisis diplomática surgida con Chile ante el caso de espionaje que recientemente saliese a la luz pública. Dijimos que estos altos cargos nos hicieron saber que la nota diplomática enviada por Chile como respuesta a la queja peruana era lo más conciliatoria posible, dentro de lo que se da en estos casos en el lenguaje diplomático. Y dijimos también que a ellos les preocupaba que el presidente estuviese contemplando opciones que les parecían claramente desproporcionadas y que podían estar motivadas por razones ajenas a los criterios diplomáticos.
Nos ratificamos en que esto fue lo que nos dijeron estas personas de Torre Tagle y si no pudimos revelar sus nombres, ni lo hacemos ahora, fue porque, por razones obvias, ellos hicieron sus declaraciones pidiendo no ser nombrados. No obstante, se trata en todos los casos –y han sido cuatro– de personas que ocupan cargos muy relevantes en Cancillería, o que la asesoran a alto nivel, y que han demostrado en sus trayectorias tener un compromiso con los intereses verdaderos del Perú.
Ante esto, el presidente ha respondido como suelen hacerlo los políticos en estas situaciones: trazando una línea de fuego entre patriotas y antipatriotas, y poniendo a este Diario entre los últimos. De hecho, fiel a su estilo, el presidente ha dicho que habríamos tomado esta posición por afán de lucro del grupo propietario de este Diario. Aludiendo a la nota que publicamos ayer, ha dicho: “…el Grupo El Comercio, de repente están pensando en su billetera […] pero primero está la dignidad del país, los intereses nacionales del país, que corresponden a todos los peruanos…”. Luego la bancada nacionalista, debidamente representada por el señor Daniel Abugattás, ha proclamado que ahora “todo el Perú” puede saber que este Diario “defiende los intereses chilenos”.
Pese a lo que parece creer el presidente, sin embargo, ni él tiene el monopolio del patriotismo, ni coinciden la mejor manera de defender los intereses de la patria con la más ruidosa y la menos ponderada. Los desplantes viscerales suelen funcionar bien en los teatros y en las plazas; no así en el campo de las relaciones internacionales, donde lo que lo que sirve de veras a los “intereses nacionales del país” es la gestión profesional, reflexiva y madura de las cosas. Es decir, todo lo contrario a un manejo como el que prometía con su actuación el vocero de la bancada gobiernista ayer, cuando –aparentemente sin ningún sentido de la ironía– gritaba muy en caliente frente a cámaras que se debe revisar “fríamente” los acuerdos comerciales con Chile.
Así, pues, el verdadero patriotismo es el de quienes se esfuerzan por ser responsables al cuidar los intereses de la patria. Personas, justamente, como esos miembros de nuestra Cancillería que se arriesgaron a hablar con un diario en los términos en que lo hicieron el miércoles con nosotros porque les preocupaba que hubiese una reacción irresponsable y desproporcionada luego de la nota de Chile; una reacción que deshiciera todo lo tan diligentemente avanzado en la relación con ese país desde La Haya.
Al fin y al cabo, fue también por patriotismo que los profesionales de Torre Tagle desplegaron durante tanto tiempo un esfuerzo sostenido y cuidadoso por llevar correctamente y a buen puerto ese asunto, y por trabajar la relación con nuestro vecino sureño luego de dada la sentencia de la corte favorable al país. Porque sabían que el Perú (la patria) gana de tener una buena relación con un vecino en el que viven más de 150.000 compatriotas y de cuyas cada vez más prósperas relaciones comerciales con nuestro país miles de familias peruanas obtienen enormes beneficios. Y eso para no hablar de lo que significan nuestras buenas relaciones con Chile en el marco mayor de la geopolítica del subcontinente, además de como plataforma para iniciativas del alcance de la Alianza del Pacífico.
Dicho de otra forma: los diplomáticos que pusieron tanto de su conocimiento y su trabajo durante ocho años para trabajar La Haya, igual que aquellos que nos hablaron el miércoles, saben bien que patriotismo no es solo ni principalmente el que aflora en las discordias, sino también el que se ejerce en los acuerdos y se acrecienta en las relaciones estables de mutuo beneficio.
Con nada de esto, desde luego, queremos implicar que el Perú no deba reclamar ni indignarse, como lo ha hecho, ante un caso de espionaje (por muy súbita y sospechosa que haya sido la forma en que este haya aparecido en la luz pública). Lo que queremos decir es que el país debe impedir que un hecho así sea utilizado para servir a uno de los partidos que existen en su seno, aunque sea el que ocupa el gobierno.
“Pónganse la bandera peruana”, nos arengaba ayer, con indignación moral, el señor Abugattás. Y en un sentido tenía razón: todos los peruanos tenemos que ponernos siempre la bandera nacional. Pero no para hacer de ella un fantoche con el cual manejar para nuestros propios intereses los sentimientos patrios de los demás. Para eso, mejor no ponerse la bandera; para eso, mejor déjenla ondear tranquila, señores de Gana Perú.