Fausto Salinas Lovón
Desde Cusco
Para Lampadia
Otra vez en setiembre, el sino de la política peruana nos muestra que la corrupción, el engaño y la traición son una constante.
En esta misma época, en setiembre de 2000, hace apenas 20 años, se conoció como actuaba “detrás de cámaras” el régimen de Alberto Fujimori para ocultar actos de corrupción, mantener el poder y controlar la justicia. Una traición puso a la luz lo que muchos creíamos que sucedía en los entretelones de un gobierno que había logrado valiosos avances económicos para el país, pero que estaba como tantos otros gobiernos peruanos, minado por la corrupción y el engaño.
Veinte años después, nuevamente en setiembre, una traición devela la forma como Martín Vizcarra “acomodaba la realidad”, “preparaba declaraciones” y “faltaba a la verdad” en busca de lo mismo de siempre: ocultar actos de corrupción, mantener el poder y controlar el curso de la justicia. Un gobierno que presumía de moralidad, mostraba que era precisamente de eso qué adolecía.
Está demás decir que a lo largo de estas dos décadas otros audios, videos, declaraciones de testigos, delaciones premiadas y confesiones, han mostrado lo mismo: corrupción y engaño detrás de la escena de la política oficial. Muchas otras traiciones han mostrado el “detrás de cámaras” del toledismo, aprismo, humalismo y de este mismo gobierno, para no hablar de gobernadores regionales, alcaldes, magistrados y fiscales.
- ¿La traición de Karem Roca Luque a Martín Vizcarra permitirá que muchos peruanos vean que la corrupción y el engaño no pertenecen a uno u otro bando de la política peruana sino a toda ella?
- ¿Las contrataciones de favor como la del patético señor Richard Swing, harán que muchos peruanos entiendan de una vez por todas que ver al “estado como botín” no es un atributo de algunos políticos sino de muchos de aquellos que quieren llegar al poder?
En “La corrupción que esconde el ruido anticorrupción I y II” (LAMPADIA 13.09.19 y 20.09.19) vimos que el problema de la corrupción era “más amplio, más antiguo y más serio” de lo que el relato maniqueo del presidente Vizcarra quería mostrar para enfrentar a sus opositores. Dimos evidencias de que el “play list oficial de la música anticorrupción esconde una corrupción mucho mayor y de mayor nivel” y que la verdadera lucha anti corrupción “no puede ser una bandera política de supervivencia” como lo fue hasta ayer, sino “una cruzada nacional, amplia, permanente y sin estridencias”.
Muchos peruanos no quisieron entenderlo. Estamos a tiempo de hacerlo.
El último caso de traición conocido ayer probablemente aparte a Martin Vizcarra del cargo, encumbre como presidente temporal al presidente del Congreso y nos ponga el 2021 en manos de algún falso moralizador cuyas radicales promesas sintonicen con el anhelo hipócrita de muchos ciudadanos que quieren combatir la corrupción en la política, sin combatirla previamente en casa.
La corrupción y el engaño seguirán siendo una constante de la política peruana mientras usemos el pronombre equivocado para entenderla: ellos en lugar de nosotros. Cuando entendamos que el problema está en “nosotros los peruanos” y no en “ellos los políticos”, habremos dado el primer paso necesario para comenzar en serio la solución de este problema. Reconocer que la corrupción está en el ADN nacional puede ser muy duro e injusto con muchos, pero es imperativo para enfrentar en serio este problema y no caer en el juego cínico de los políticos, a los cuales sólo la traición de sus allegados desnuda.
Entre tanto, se seguirá aplicando por necesidad aquello de que “quien avisa no es traidor”. Lampadia