Jaime de Althaus
Para Lampadia
Sorprende que, según Ipsos, la aprobación de Castillo se haya mantenido prácticamente igual (subió un punto) luego de las revelaciones de Karelim López.
Hay varias explicaciones concurrentes:
- La primera es que tuvo difusión la versión de que Karelim no se había reunido con Castillo y que no lo había sindicado como jefe de la mafia del Ministerio de Transportes y Comunicaciones, aunque luego se aclarara que sí lo había señalado como integrante de esa mafia. Pero no hubo indicaciones concretas o específicas de su participación.
- La segunda es que desde hace un par de meses cuando menos los precios de algunos alimentos, como el pollo, por ejemplo, vienen bajando, como consecuencia de la caída del precio del dólar. Eso sin duda ha aliviado la economía de las familias.
- Y la tercera es cambio del estilo presidencial. Se quitó el sombrero y bajó al terreno. Con chaleco y chicote acompañó un operativo policial en el que anunció además la participación de las fuerzas armadas en la seguridad ciudadana, a lo que se agregó la propuesta de armar a los serenos, prohibir dos personas en las motos lineales y potenciar las juntas vecinales. Algún asesor político le advirtió que el mayor problema para la población, según las encuestas, es el avance de la delincuencia. Y decidió responder con medidas mas efectistas que efectivas. Además, visita colegios y postas, en contacto con la gente, y ha dejado de lado el lenguaje radical y las alusiones a estatizaciones o a la asamblea constituyente, por ejemplo.
Quizá no sea casual que haberse quitado el sombrero coincida con una ligera subida de la aprobación en las zonas urbanas y los segmentos altos y medios, y una caída en las zonas rurales, en el segmento E y en el Sur. Estos sectores, que eran su bastión, pueden haber sentido que un Castillo sin sombrero les daba la espalda y se asimilaba a la clase política tradicional. En ese contexto, las revelaciones de corrupción aparecerían como una confirmación de la traición. La renovada alianza con Cerrón corroboraba el desvío de Castillo hacia el camino equivocado.
Ahora bien, tarde o temprano aparecerán nuevas revelaciones que comprometerán a Castillo. Bruno Pacheco y otros tendrán que acogerse a la colaboración eficaz para no caer presos. Y hablarán.
Al mismo tiempo, lamentablemente los precios van a volver a subir, y en algunos casos de manera alarmante, debido a los efectos de la guerra contra Ucrania en el precio del petróleo, el trigo y los fertilizantes, que importamos en gran proporción.
De modo que es probable que en uno o dos meses la popularidad de Castillo reanude su tendencia a la baja. Porque, de otro lado, si bien ha mejorado su estilo y sus mensajes, lo que no mejorará es la gestión, debido a que continúa el copamiento del Estado con personas no idóneas y eventualmente corruptas. La degradación de la calidad del Estado y de los servicios públicos seguirá su marcha ineluctable, así como la inversión pública, que ha retrocedido en los últimos cinco meses.
Y esa es la razón por la que el Congreso debió negar la confianza al gabinete. Eso era un imperativo moral, para contener la destrucción del Estado y la permanencia de ministros incalificables e inaceptables. Se impusieron la razón estratégica de no gastar la primera bala de plata y el intercambio de favores por las obras concedidas y, en algunos casos, la razón crematística detrás de esos intercambios.
Un argumento vinculado a la razón estratégica para dar el voto de confianza es que es mejor dejar que el gobierno se desmorone solo, por sus propios errores y sin que pueda escudarse en el Congreso como agente obstruccionista. Tiene sentido, pero es un argumento algo cínico porque el efecto secundario es el creciente deterioro del Estado.
Por eso, al mismo tiempo que Castillo mantiene su popularidad, el Congreso reduce en pequeña medida la suya: por no asumir claramente su papel fiscalizador y de control político debido a los enjuagues y los cálculos y, desde la otra orilla, en alguna medida también por las infundadas -como vemos- acusaciones de vacador y golpista. Estamos atrapados. Solo un liderazgo distinto que pudiera aparecer podría cortar este nudo gordiano. Lampadia