Un principio básico de la democracia es que todo hombre o mujer pueda decir lo que piense, sienta y crea libremente. Este principio es parte de la Declaración Universal de los Derechos Humanos. Conquistar y mantener este derecho y la libertad de los hombres, no ha sido ni es sencillo. La lucha contra la intolerancia es permanente. El reciente avance de ISIS en Siria e Iraq ha desenterrado el odio religioso. Miles de personas han sido asesinadas por los autodenominados combatientes islámicos, por el solo hecho de profesar otra fe. Crucificados, degollados o simplemente ultimados de un tiro en la cabeza, ISIS ha desatado la barbarie contra todo aquel que no siga la interpretación equivocada, antojadiza y violentista del Corán.
Los peligros del fanatismo religioso fueron entendidos y denunciados luego de que fuera asesinado en Ginebra el teólogo y médico español Miguel de Servet. La sentencia dictada en su contra por Calvino (quién se oponía a la intolerancia de la Iglesia Católica) en 1553 es un ejemplo de la más absoluta intolerancia:
“Contra Miguel Servet del Reino de Aragón, en España: Porque su libro (…) contraría a las Escrituras decir que Jesús Cristo es un hijo de David; y por decir que el bautismo de los pequeños infantes es una obra de la brujería, y por muchos otros puntos y artículos y execrables blasfemias con las que el libro está así dirigido contra Dios y la sagrada doctrina evangélica, para seducir y defraudar a los pobres ignorantes. Por estas y otras razones te condenamos, M. Servet, a que te aten y (…) te sujeten a una estaca y te quemen vivo, junto a tu libro manuscrito e impreso, hasta que tu cuerpo quede reducido a cenizas (…)”.
La ejecución de Servet condenó al calvinismo y lo dejó sin autoridad moral, horrorizó al mundo académico de entonces y sigue despertando indignación, pero dio inicio a la polémica y al desarrollo de doctrinas que llevaron a respetar la libertad religiosa y de pensamiento. Como señaló en su momento el teólogo Sebastián Castellio: “Matar a un hombre no es defender una doctrina, es matar a un hombre. Cuando los ginebrinos ejecutaron a Servet, no defendieron una doctrina, mataron a un hombre”. Stefan Zweig documenta este pasaje de la historia en su magnífico libro: “Castellio contra Calvino, Conciencia contra Violencia”.
El martirio de Servet serviría para que se desarrolle el principio de libertad de conciencia (opinión o expresión), que fue concebido por los filósofos de la Ilustración (Montesquieu, Voltaire y Rousseau) y que fue adoptado por los padres fundadores de los Estados Unidos y recogido en la Constitución que redactaron, así como luego por los revolucionarios franceses y por las naciones que se adhirieron a los fundamentos democráticos.
A pesar de que este principio luego se universalizaría, los diferentes totalitarismos del siglo XX, como el fascismo y el comunismo en Europa y el etnicismo (en Ruanda, África), llevaron la intolerancia a niveles indescriptibles. En el medio oriente, a fines de los años 70, tomó el poder la teocracia iraní que reinstauró las fatwa para castigar a los enemigos del Islam. Una de las más (tristemente) célebres fue la que se promulgó en febrero de 1989 contra el escritor musulmán Salman Rushdie por su novela “Los Versos Satánicos”.
El Ayatola Jomeini condenó al novelista por apóstata, a castigarse con la muerte. Se hizo un llamamiento paraque fuera ejecutado y se ofreció una recompensa de tres millones de dólares a quien le diera muerte. Rushdie vive escondido, hasta hoy, bajo protección británica.
Aunque, el gobierno iraní se comprometió a no seguir promoviendo este edicto, muchos grupos radicales sostienen que la fatwa solo puede ser revocada por la persona que la emitió, es decir, el propio Jomeini, quien fallecióa finales del año de su fatwa (1989). Por ello, actualmente, todavía la vida de Rushdie corre peligro.
En otro plano, en el de la lucha contra la corrupción, otro perseguido por sus ideas, es el escritor y periodista italiano Roberto Saviano. Pero a diferencia de Rushdie, no se lo condena por sus creencias religiosas, sino por decir la verdad.
Cuando en el 2006 publicó su célebre libro “Gomorra”, en el que revela la forma en la que operaba la Camorra, la mafia siciliana, los cabecillas mafiosos lo condenaron a muerte. En octubre del 2008, los servicios de inteligencia italianos detectaron que el clan de los Casalesi preparaba su asesinato. Saviano, tuvo que huir de Italia y hoy vive con un resguardo perpetuo. Eso no lo ha amilanado y sigue investigando. Este año sacó a la luz CeroCeroCero, un libro en el que denuncia los nexos de la camorra con los cárteles de la droga mexicanos (Ver en Lampadia (L): Carteles globalizan y controlan la venta de cocaína).
Estos ejemplos deben recordarnos que la libertad es una victoria de la humanidad que debemos defender todos los días. Desde nuestra propia sociedad hasta los confines más remotos del mundo global. Los hombres y mujeres, que queremos un siglo XXI de paz, no podemos ponernos de espaldas al fanatismo y totalitarismo, y menos aceptar que se relegue a las mujeres a una condición sub humana. Lampadia