Parece que el mundo del futuro sigue afirmando sus bases de desarrollo en el Asia. Lejos de nosotros y de nuestro entender, se siguen generando ejemplos de políticas de promoción de las inversiones que no alcanzamos a leer ni seguir. Acá todavía admiramos los ejemplos de occidente, especialmente de Europa, donde campea la crisis y el desempleo, especialmente el juvenil, el peor de todos.
En los últimos meses varios países de este continente han realizado una serie de anuncios para fomentar las inversiones. Los efectuados por el recientemente electo Primer Ministro de la Inda, Neranda Modi, nos lleva difundirlo.
Veamos tres ejemplos de estos anuncios:
En China:
Básicamente una reconocimiento a las reglas del mercado:
“(…) la transformación de un “gobierno imperativo y administrativo” a un ´gobierno por la ley´. El mercado desempeñaría un papel ´decisivo´ en la asignación de recursos”.
Y quizá lo más importante, se da libertad a las empresas para que actúen discrecionalmente en todo aquello que la ley no prohibe expresamente.
“(…) También implica un cambio en lo que se les permite hacer a los nuevos participantes: en lugar de obtener aprobaciones, las empresas pueden hacer lo que no está prohibido”.
Fuente Martin Wolf: La Lucha de China por una nueva economía.
En La India:
El recién elegido como Primer Ministro de India, Neranda Modi, ha prometido regresar a un crecimiento económico alto, compromentiéndose a seguir la máxima de: “no red tape, only red carpet” for investors (nada de papeleo, solo alfombra roja para los inversionistas).
Fuente Brahma Chellaney: India’s Shinzo Abe
Arabia Saudita:
“En Arabia Saudita, la empresa presenta el Estudio de Impacto Ambiental (EIA) y se aprueba automáticamente, porque se considera que lo que dice el estudio respeta la Ley”.
“Pero… si posteriormente se comprueba que no es así, los responsables van a la cárcel”.
Comentado por Eduardo Hochschild: Economist Summit – Lima
Estos tres ejemplos demuestran la confianza que se deposita en los empresarios y su reconocimiento como los motores del crecimiento. Lamentablemente, en el Perú sucede todo lo contrario. Todo es sospechoso, la inversión genera dudas, miedos y envidias. Los sistemas de control sobre las decisiones de los funcionarios públicos están hechos para amedrentarlos y acusarlos de todo tipo de eventuales colusiones con el inversionista.
La prédica anti-sistema ha ido acobardando a todos los políticos. En las campañas electorales todos se vuelven controlistas, denunciantes y en lugar de que las elecciones sean un proceso de aprendizaje cívico, terminan siendo un masivo proceso de deseducación.
Antes se admiraba a los maestros del Estado, se respetaba a los policías, había Señores Jueces. Las marchas eran para pedir una carretera, una represa, un canal de regadío, etc. Hoy son para oponerse al vuelo de una mosca, porque el ciudadano ya no confía en sus autoridades, porque nadie hace cumplir las reglas. Así, le tiene miedo a todo, o se deja llevar por embustes que a veces no caben en un libro de ciencia ficción.
Se ha desatado una suerte de “revolución cultural anti-inversión”. Los presidentes regionales y autoridades locales, con honrosas excepciones, se sienten cómodos viviendo de las inmensas transferencias de recursos públicos (generados oportunamente por el sector privado). Pero no saben en qué gastar y no entienden que las necesidades de los ciudadanos, aquellas que aún no hemos podido satisfacer, dependen fundamentalmente del sector privado, que no solo genera el 80% de la inversión, el 90% del empleo y de los recursos fiscales; también, a través del crecimiento económico, ha explicado alrededor del 80% de la reducción de la pobreza.
Y como dice Richard Webb, al haber reducido la desigualdad en paralelo al crecimiento, hemos probado en falta al famoso economista Kuznets que negaba esa posibilidad. También hemos puesto en entredicho a Thomas Piketty, como dice Gonzalo Zegarra Mulanovich (“La paradoja peruana que desmiente su regla”). Piketty, el nuevo gurú francés que ya ha sido ensalzado como el Marx del siglo XXI, por haber descrito la desigualdad de los países desarrollados con generalizaciones que no representan al mundo emergente, como lo afirman Rogoff, Sala i Martín, Gates, Rosling, Arellano, Carranza, Mendoza y con toda claridad: las cifras. Lampadia