Sebastiao Mendonça Ferreira
Perú21, 15 de agosto de 2016
Con la votación de lunes pasado en el Senado, 59 por el impeachment y 21 en contra, se selló la suerte de Dilma Rousseff. Aunque la última votación va a ser el 30 de agosto, ya se puede decir con seguridad que Dilma no regresa a la presidencia. El gobierno del Partido de los Trabajadores (PT) se acabó en medio de una profunda crisis económica y moral. En la crisis de 1930-31, el PBI brasileño cayó 5.4%. Ahora, el PBI ya cayó 7.2%, y aún puede caer más.
La crisis moral del PT no es menor. Su imagen ética está demolida. Hoy en Brasil, fuera de la base política del PT (20% a 25%), nadie cree que los líderes del partido sean honestos. Perdieron la ventaja ética y la imagen de héroes, que los llevó al poder. En tres años, el PT perdió 30 años de trabajo partidario y 13 años de uso propagandístico del presupuesto público.
Sus mecanismos de adoctrinamiento ideológico aún están instalados en el currículo escolar y en las universidades públicas, y van a seguir produciendo militantes petistas en las próximas décadas. Sin embargo, el tema de la libertad de pensamiento ya ha sido puesto en la agenda pública y son fuertes las corrientes que se oponen al adoctrinamiento en salón de clase.
Se abre en Brasil una nueva fase política y mental. El populismo está debilitado, el hartazgo con la corrupción en la política es generalizado, los movimientos sociales (liberales en su mayoría) se sienten victoriosos, y las instituciones de la república están fortalecidas. Sin embargo, el descrédito afecta a toda la aristocracia política, y pueden ocurrir sorpresas.
Los próximos años serán muy interesantes, y van a exigir repensar la política y la economía en el Brasil.
Lampadia