Por: Mirko Lauer
La República, 26 de julio de 2021
¿Dónde está el pueblo? ¿Cómo definirlo? Las preguntas le plantean un tema necesario a Pedro Castillo, quien a menudo recurre a la palabra para fundamentar sus actos, presentes o futuros. No parece pensar que el uso de la palabra puede llevarlo a algunas inocultables contradicciones.
Sin duda el pueblo como una casi totalidad se expresa en las elecciones, y Castillo se ha beneficiado de una estrecha mayoría. Pero políticamente esa cifra no es permanente ni absoluta. Puede aumentar como también reducirse, y en una democracia tiene competidores.
Así, el pueblo no es solo el que definió la presidencia. También está el pueblo que eligió al Congreso, cuya mayoría no está formal ni políticamente con Castillo. El Ejecutivo tiene que incluir a ese “otro pueblo” en sus cálculos y en sus actos, si no quiere chocar con él una y otra vez.
Luego está el pueblo tal como aparece retratado en las encuestas nacionales, diverso, mudable, y a veces contradictorio. Hay gobernantes que no escuchan a las encuestas, pero tarde o temprano la influencia de estas los alcanza, a veces por las vías más oblicuas.
Quien considera pueblo solo a las mayorías menos favorecidas (parece ser el caso de Castillo y parte de su gente) puede sorprenderse al ver que en asuntos claves las diversas clases sociales tienen puntos de vista notablemente parecidos. Como que constituyen un mismo pueblo.
Por ejemplo, la última encuesta IEP muestra cifras que confirman la aprobación de Castillo, pero que a la vez revelan amplias discrepancias con aspectos de lo que él ha venido postulando. Cifras que en cierto modo coinciden con opiniones presentes en el Congreso.
En consecuencia, la palabra pueblo como fundamento de la presidencia y su imagen está claramente llamada a desgastarse. Quizás pueda sobrevivir en cuanto gesto de estilo, algo así como en el socorrido eslogan de Acción Popular “el pueblo lo hizo”.
Vemos, pues, que la palabra es peligrosa. Abusar de ella puede poner en evidencia que el pueblo está en un lugar que no es el de los deseos del gobernante. Esto no le impide ser usada por los políticos, pero le quita buena parte de su eficacia. Lo mejor en esos casos es encontrar otra palabra, o varias.