Por: Juan Carlos Mandujano, Clients & Markets Partner at PwC Peru
América Economía, 27 de abril de 2018
Nos encontramos en un momento clave en la historia moderna del Perú ante la sucesión constitucional de Martín Vizcarra como Presidente de la República. Ésta, si bien en un entorno complejo y de alta especulación, finalmente fue recibida positivamente por los mercados financieros –el índice general de la BVL subió y el sol se fortaleció frente al dólar- y, lo más importante, obtuvo el respaldo de la mayoría de la población: según encuesta de CPI el 71.4% de los peruanos en ámbito urbano y rural se encuentra de acuerdo con este nuevo escenario.
De alguna manera se percibe cierto entusiasmo y la sensación de que todo será diferente. Sin embargo, creo que tras la euforia que se vivió con PPK y la famosa frase “de lujo”, ya deberíamos ser más cautelosos en nuestro pensar. Las demandas por solucionar todo tipo de problemática aparecerán y se multiplicarán día tras día. Cada región, sector económico o grupo de interés, cuenta con necesidades válidas y, probablemente, muy importantes. Por ello, este gobierno deberá definir claramente sus prioridades, ser explícito con ellas y trabajar en consecuencia con las mismas. Sacar adelante la reconstrucción del norte no será negociable y así lo ha hecho saber, positivamente, el presidente Vizcarra. Tampoco lo será la lucha contra la corrupción ni el respeto a las instituciones y todo indica que se respetará la independencia de poderes y el trabajo del Ministerio Público y el Poder Judicial.
Hoy, las poblaciones afectadas por el Fenómeno del Niño se sienten defraudadas por el sistema ante la inacción de la reconstrucción y exigen avances inmediatos, no es para menos. De la misma forma sucede con la percepción de corrupción de la clase política, la cual ha alcanzado nivel y ámbito gubernamental. La frase “que se vayan todos” aún resuena y tiene alguna acogida, aunque dista de ser una opinión mayoritaria. Por otro lado, la sensación de inseguridad se mantiene alta y, desde hace ya un tiempo, es considerada en todas las encuestas como el principal problema que enfrenta el país.
Si este Gobierno llega a enfrentar estos tres retos de manera exitosa se habrá ganado el apoyo de la población. Digamos que estos temas serán condición necesaria para recuperar la confianza de la sociedad hacia el sistema y hacia nuestras autoridades. Considero que pensar ambiciosamente en los otros grandes desafíos es imperante, pero a la vez es poco realista que las grandes reformas se lleven a cabo si los problemas de corto plazo no se resuelven adecuadamente.
Se dice que debemos llegar al 2021 con una tasa de crecimiento anual del PBI de 5%. Lograrlo con el piloto automático actual es imposible. La reactivación de la construcción y los grandes proyectos de infraestructura deberían ser el motor destacado de nuestro crecimiento. No obstante, será clave el planteamiento que este gobierno defina para destrabar los proyectos de infraestructura y sacar adelante los próximos proyectos mineros. Un ejemplo de muy corto plazo será Tía María. Si vemos que se logra cerrar los acuerdos pendientes y que se autorice ir adelante este 2018, el futuro podría ser alentador. No olvidemos que tenemos un 2018 electoral en términos de gobiernos regionales y locales. Con el corto plazo solucionado y una reactivación de los sectores señalados, se generarían las expectativas necesarias para que el Perú retome una senda de crecimiento, incluso mayor al planteado.
Ya con ese escenario, fiscalmente controlado y en un contexto de aprobación de la población, podríamos pensar en las reformas estructurales de largo plazo… Sin embargo, probablemente lo poco más de 3 años que quedan no nos alcancen para ver este panorama tan ansiado por quienes buscamos el desarrollo nacional. Ojalá se pueda plantar una semilla que nos permita generar el espacio político para que el próximo presidente siga adelante el camino planteado en este artículo. Soñar no cuesta nada.