Comentario de Lampadia:
Robinson y Acemoglu, en su libro: «Por qué fracasan las naciones: los orígenes del poder, la prosperidad y la pobreza», explican por qué las «instituciones extractivistas» son un impedimento del desarrollo integral. El término se refiere a naciones capturadas por élites poderosas, por vicios patrimonialistas y clientelistas; lo contrario de una economía moderna, democrática y regulada por el Estado de Derecho.
El libro es en esencia una invocación a la institucionalización de una economía de mercado en el Estado de Derecho.
En el Perú, increíblemente, no han faltado algunos aventureros de la izquierda tradicional que pretenden eregir a Robinson y Acemoglu como sus héroes por, supuestamente, criticar las industrias extractivas. Como explicamos líneas arriba, y se puede ler en la sigueinte entrevista de El Comercio a James Robinson, esa figura de la ‘propaganda’ izquierdista es solo una grosera manipulación.
El sector empresarial y la sociedad necesitan lo mismo para alcanzar el desarrollo: Estado de derecho, igualdad de oportunidades, servicios básicos.
Entrevista a James A. Robinson, Investigador, Profesor de la Universidad de Chicago
Por Juan Vargas Sánchez
(El Comercio – Portafolio, 13 de setiembre de 2015)
En “Por qué fracasan las naciones: los orígenes del poder, la prosperidad y la pobreza”, James Robinson y Daron Acemoglu sostienen que los países donde el poder ha sido tomado por una élite que solo busca su provecho particular (son extractivas) no producen sociedades desarrolladas. No importa si esos países están en el hemisferio norte o en el sur; si son protestantes, cristianos o árabes; no importa su raza; si tienen una institucionalidad inclusiva, tienen esperanza; si, por el contrario, tienen una institucionalidad extractiva, deben empezar a cambiarla. El Dr. Robinson llega al Perú esta semana invitado por la Asociación de Empresas Familiares del Perú. Antes, accedió a responder un cuestionario de este Diario enviado por e-mail.
Usted sostiene que para que un país inicie el camino hacia la prosperidad se requiere una institucionalidad inclusiva. ¿Cómo fomentar este tipo de institucionalidad?
Bueno, a nivel individual puedes votar por un candidato que te la ofrezca o, por lo menos, comportarte de una manera que sea coherente con ella, lo que significa no tolerar el clientelismo, apoyar al Estado de derecho y nivelar el campo de juego. Pero sé que es difícil para los individuos que actúan de forma independiente cambiar la sociedad, se requieren la acción colectiva y la organización. Esto tiene que suceder en el plano político, bajo la forma de partidos políticos, pero creo que también tiene que suceder en la sociedad, así como en la forma en la que los grupos y los movimientos sociales deben organizarse para exigir un cambio, así como instituciones más inclusivas.
Bueno, el actual gobierno peruano levantó la bandera de la inclusividad, pero no parece que haya avanzado mucho. ¿A qué cree que se debe?
No soy un experto en el Perú, pero mi impresión es que hay grandes elementos extractivos en las instituciones políticas que hacen que sea difícil, incluso para un gobierno bien intencionado, promover la inclusión. La democracia es de baja calidad y muy clientelista y el Estado es débil y muy ineficaz en la provisión de bienes y servicios públicos. El presidente, por ejemplo, no tiene en realidad un partido político, por lo que le es difícil gestionar al Congreso. Con un Estado débil, también es muy difícil poner en práctica políticas que promuevan la inclusión.
¿Por qué los pueblos terminan aceptando o no se rebelan contra estados que no son inclusivos?
Creo que hacen ambas cosas dependiendo de las circunstancias. ¿Por qué tenemos más aceptación que rebelión? Creo que es porque existe una conexión profunda entre la naturaleza del Estado y la naturaleza de la sociedad. Los países con instituciones políticas extractivas tienen estados débiles y los estados débiles conducen a sociedades fragmentadas. Creo que esto se observa precisamente en el Perú. La gente se centra en cuestiones parroquiales, como la forma de extraer rentas de las empresas mineras para su propio beneficio, y no son capaces de unificarse con personas de otros lugares, con el fin de llegar a una interpretación más amplia de los problemas que enfrenta la sociedad o para formular una crítica adecuada. Los estados débiles crean dichas sociedades, y una sociedad así es, por supuesto, muy fácil de manejar políticamente porque no ofrece una verdadera amenaza. Por esto, incluso con instituciones extractivas, las rebeliones son raras, pues es difícil para la sociedad movilizarse colectivamente.
En el Perú, la respuesta mayoritaria de las personas parece haber sido vivir al margen del Estado. Hay un desinterés por la política, por el Estado en general.
En el Congo, en África, tienen lo que ellos llamaban el artículo 15 de la Constitución (en realidad no existe) que se traduce como “valerse por sí mismo”, tal vez tienen un artículo así en la Constitución peruana.
Sería nuestro artículo 207, ¿cómo lo derogamos?
Cuando el Estado hace un mal trabajo en la prestación de servicios, las personas se resisten a pagar impuestos y eso las lleva a desarrollar formas alternativas para proveerse de bienes públicos. Entiendo, por ejemplo, que una cantidad masiva de seguridad en Lima es privada porque el Estado no lo hace. Así que la gente se desengancha naturalmente del Estado. Esa situación, tal vez, los hace menos críticos y, posiblemente, ayuda a las instituciones extractivas a persistir. Es un concepto básico de la ciencia política que solo los ciudadanos que pagan impuestos obligan al Estado a rendir cuentas. Esa es la razón por la cual tienes tantos regímenes no democráticos en los países con una gran cantidad de recursos naturales que el gobierno puede gravar.
¿Las empresas prefieren una cultura “extractiva” e “inclusiva”?
No estoy seguro de qué tan bien funcione la analogía. Las empresas deben procurar maximizar los retornos a sus dueños y es una idea fundamental en economía que tal comportamiento puede, en las circunstancias adecuadas, promover el bienestar general. Las circunstancias adecuadas implican una gran cantidad de bienes y servicios públicos, el Estado de derecho, etc., y estas son cosas que las empresas no pueden realmente proporcionar, el Estado tiene que brindarlas. Se podría decir que una empresa que aboga por un monopolio o trata de lograr que el Estado elimine a sus competidores está actuando “extractivamente”, pero en una sociedad con instituciones débiles, si usted no juega ese juego, entonces alguien más lo hará y estará fuera del negocio. Así que mi impresión es que los empresarios se ven atrapados en una trampa de la que es difícil salir sin una sólida organización colectiva o, más probablemente, con la ayuda del Estado.
¿Le parece que las empresas familiares son más propensas a tener una cultura más “extractiva” que “inclusiva”?
No. Creo que el hecho de que en el Perú las empresas familiares sean importantes es probablemente una respuesta a las debilidades institucionales. Si usted tiene un gobierno corrupto y un Estado débil, con instituciones legales en las que no se puede confiar o que no van a cumplir los contratos, ¿en quién se puede confiar, excepto en su familia? Creo que si nos fijamos en el gran auge económico que se inició en China en la década de los 80 podrá observar que todo estaba basado en esto, el Estado no proporcionó el marco legislativo ni corporativo para las empresas, tuvieron que hacer cumplir los contratos de manera informal y utilizando la reputación y la confianza de la familia que es fundamental.
¿Entonces, el predominio de empresas familiares es consecuencia de un tipo de institucionalidad?
Sí, absolutamente.
¿Debe el sector empresarial estar interesado en tener un Estado más inclusivo?
Absolutamente. El sector empresarial tiene un enorme interés en los bienes y servicios públicos que solo el Estado puede proveer y necesita del Estado de derecho y de sistemas eficaces para el cumplimiento de los contratos. También necesita gente educada con la cual trabajar. Lo complicado es que cualquier empresario individual siempre puede beneficiarse de desviarse, tratando de obtener favores del gobierno, un monopolio, un contrato o favor, pero una vez que todo el sector empresarial actúa así se obtiene un resultado terrible para el sector en su conjunto. Es lo que los economistas llaman el dilema del prisionero. Es fundamental, por tanto, que el sector empresarial actúe colectivamente. Si esto se puede organizar, sin duda puede promover grandes movimientos hacia instituciones más inclusivas, que es exactamente lo que ocurrió en la India en la década de 1980, por ejemplo, con una gran recompensa en términos de crecimiento económico.