Por: Jaime de Althaus, Periodista y antropólogo
El Comercio, 15 de febrero de 2019
Ha sido una buena decisión designar como primer ministro a Salvador del Solar, un hombre con visión clara de las cosas, capacidad de comunicación, compromiso genuino y vocación de diálogo.
Propone pasar a una nueva etapa. Pasar de la concentración en la lucha contra la corrupción –que supuso confrontación– a una nueva etapa que, sin dejar dicha lucha, se vaya centrando en conseguir mejoras para la población, ordenar el país y abordar las reformas necesarias de cara al bicentenario, lo que requiere –ha reconocido– tender puentes para retomar el diálogo en el Congreso.
Para ese fin encuentra un Parlamento muy desmadrado en iniciativas populistas, pero mucho menos opositor y más dispuesto a una tarea propositiva, que él podría encauzar. En ese sentido, no debería dejarse copar por la intelligentsia antifujimorista, que sin duda querrá devolverlo a la ruta de la confrontación.
Usó inteligentemente la metáfora de La Pampa: “establecer orden para que haya desarrollo”. En la primera etapa, con el referéndum y la reforma del sistema judicial, se habría empezado a poner orden, a implantar el imperio de la ley. Se trataría de consolidar ese proceso, y pasar a la agenda de desarrollo, de productividad. Pero ello supone formalizar. “Nuestro país tiene múltiples oportunidades pero no tenemos una buena relación con la ley, de ahí el grado de informalidad, ilegalidad, criminalidad. Tenemos un emprendedurismo sin civismo. El concepto de ciudadanía cambia cuando tributo. 72% de informalidad es una sociedad sin contrato social”, explicó.
Para crecer –añadió– necesitamos más empleo formal porque este ofrece condiciones dignas de trabajo y las empresas formales son más productivas porque tienen acceso al crédito y a la tecnología. “No crecemos más porque no hemos encontrado la manera de reducir la informalidad”. Agregó que la solución incluye la reforma laboral pero también los aspectos tributarios, de productividad y otros cambios.
Y tiene razón. El gobierno y el Congreso no pueden seguir soslayando cobardemente esos temas. La experiencia de la manera como un gobierno como el de Toledo, que tenía apenas 8% de aprobación, se atrevió y logró aprobar la resistida reforma de la cédula viva –y el TLC con EE.UU.–, como recordó ayer Gianfranco Castagnola, debería servir de guía, convocando además a los gremios de micro y pequeños empresarios.
Pero la metáfora de La Pampa debería aplicarse a todas las decisiones gubernamentales. Pues el gobierno siembra la pampa cuando cede ante los transportistas ordenando a Petro-Perú bajar el precio del diésel, lo que constituye una injerencia inconstitucional en la libertad empresarial, como ha señalado AFIN, o cuando revisa los contratos de peajes, que son ley, o cuando le entrega todo a la comunidad que saboteó el oleoducto, o cuando permite el delito continuado del bloqueo a Las Bambas, o retrocede en la posibilidad de contratos de gestión privada para mejorar el desastre de las empresas municipales de agua.
Esperemos que en todo eso también se abra una nueva etapa de modo que la metáfora de La Pampa modele todas las acciones del Estado. Salvador del Solar tiene las condiciones para explicar decisiones complejas y dirigir una conversación nacional que nos permita entender las implicancias de las cosas. Amén.