El Comercio, 24 de Marzo de 2017
Arnold Toynbee sostenía que las grandes civilizaciones surgieron como respuesta a un reto geográfico difícil de vencer. Es la teoría del reto y la respuesta. Por eso los incas aparecieron en los Andes agrestes y no en las planicies argentinas, y las culturas prehispánicas más avanzadas florecieron en los desiertos de la costa y no en la Amazonía, represando, encauzando y derivando los ríos por medio de complejos sistemas hidráulicos, y los egipcios prosperaron dominando el Nilo y no en el África subsahariana.
El país está ahora en una encrucijada de esa magnitud: de la respuesta que sepa dar al gran desafío de la reconstrucción dependerá si damos el salto a un país nuevo, formal, urbanísticamente ordenado e hidrológicamente controlado y aprovechado. No solo eso: el presente reto tiene el potencial de llevarnos a transformar la política y el Estado. En realidad, no habrá manera de domesticar la naturaleza y ordenar las ciudades sin gobiernos locales y regionales profesionales y honestos, sin un Estado central mucho más eficiente e incluso sin un sistema judicial y policial de otra calidad.
La primera prueba la estamos pasando aceptablemente bien. El gobierno se está organizando mejor de lo que hubiésemos previsto, el COEN ha sido una sorpresa, los ministros y el propio presidente se han reconectado con el pueblo mojándose los zapatos en un verdadero bautizo político, y Fuerza Popular decide no ir al Congreso para que la interpelación a Vizcarra se caiga. Pese a algunas disonancias, hay un espíritu de unidad y solidaridad nacional.
Pero eso acabará cuando acabe la emergencia. El asunto es cómo transformar la mística de estos días en organización racional y eficiente y en capacidad de colaboración política ya para la construcción nacional. Cómo prolongar la unidad para esos fines.
La manera de hacerlo es proponer y discutir un gran proyecto que aglutine, cautive y movilice a todos. Qué queremos hacer. Ese proyecto debería ser lo más ambicioso posible, en el sentido de ir de una vez por todas a la raíz de los problemas. No debería haber temor al costo: a diferencia del 83, tenemos ahora reservas internacionales cuantiosas y mínimo endeudamiento externo. Tenemos capacidad financiera suficiente para emitir bonos y conseguir préstamos.
La definición de ese gran proyecto debe unir a las fuerzas políticas. Es el gran acuerdo político, indispensable para decisiones de envergadura ciclópea como trasladar a decenas o centenas de miles de familias que ocupan los cauces y zonas inundables a ciudades aledañas con todos sus servicios, a fin de poder encauzar y amansar quebradas y ríos y acondicionar las cuencas.
Esta crisis es una gran oportunidad no solo para pasar a un nuevo nivel de civilización en todos los órdenes, sino para consolidar al gobierno y darle la oportunidad a la oposición de desarrollar un papel plenamente constructivo en beneficio de sí misma y del país. Aprender a convivir.