Gastón Acurio Jaramillo. Chef, escritor, empresario, y uno de los más importantes promotores de la gastronomía peruana en el mundo.
Entrevista realizada por Danilo Arbilla.
Que Gastón Acurio tiene olfato, quién lo puede negar. Pero quizás esa virtud no solo le sirva para aquilatar el aroma que sube de ollas y cacerolas, lo que ciertamente lo ha hecho famoso como cocinero y ha llevado a que su buque insignia –Astrid & Gastón– sea considerado el restaurante N0 1 de Latinoamérica y el N0 15 en el mundo y que también ha hecho que casi 9 de cada 10 peruanos sepan quién es él –¿ salvo Mario Vargas Llosa, habrá algún otro peruano que puede alardear de ello?– y que, además, 1 de cada 4 esté dispuesto a votarlo como presidente de la República. Pero ya ha dicho que no será candidato.
¿Será lo que le dicta su olfato político? En un Perú tan embarullado como el de hoy, ¿para qué ir a disputarle votos a Keiko, Alan y eventualmente a Nadine en el 2016? ¿Para qué seguirles la corriente a quienes “lo lanzan al ruedo prematuramente”? Esto en el campo de lo supuesto: lo que dice Gastón es que tiene otras prioridades y otras cosas por hacer para lo cual no le ayudaría en nada ocupar cargos políticos. No habla, eso sí, de lo que hará después, en un futuro ya no tan inmediato.
De todas formas, para el 2016 los candidatos pueden estar tranquilos. Aunque quizás no tanto: en una entrevista que Gastón concedió a La República, en la flamante Casa Moreyra, no descartó la aparición de una “figura política nueva”, que pueda pugnar por la presidencia en el 2016. Lo dio como un hecho, si no seguro como bastante probable, tanto como que el movimiento de “los cocineros” asuma o se oficialice como partido político en algún momento. El que sigue es un resumen de la entrevista.
Mientras en la prensa limeña se anuncia la inauguración de Casa Moreyra, nuevo asiento de ?Astrid y Gastón?, una encuesta política dice que un 23% de los peruanos lo elegirían presidente, pese a que usted ha anunciado que no va a ser candidato. ¿Usted mantiene su posición?
GA: Sí, la mantengo, y por una razón muy fácil de explicar. Yo soy un miembro activo y permanente de todas estas cosas que están sucediendo en el Perú alrededor de la gastronomía y que son muy importantes para el país. Importantes porque hablan de un nuevo país, orgulloso de su cultura, pero que quiere presentarse al mundo con una faz moderna, innovadora e integradora de una sociedad que ha estado distanciada por razones históricas, sociales, económicas y raciales. Hoy hay una generación de jóvenes que se sienten libres y que quieren realizar sus sueños, lo que muchos de ellos creen conseguirlo como cocineros; a través de la cocina. Si yo cediera a la tentación de creer que como político o desde el gobierno podría hacer más cosas por ese proceso, me estaría equivocando, y quizás lo truncaría. Desde el gobierno le quitaría legitimidad a un movimiento que está legitimado por la sociedad. Se comenzaría a hablar de ambiciones personales, de favoritismos, de privilegios, de influencias e intereses políticos. En concreto, como le dije, se cortaría un proceso que en este momento todavía requiere unos años para seguir avanzando y para consolidarse. El lado bueno de esta historia es que ese 23% es un mensaje, es una voz que nos dice que los cocineros vamos por buen camino. Que nos hemos ganado el respeto de la gente y que este respeto lo podemos usar para reclamar al poder político y a los poderes públicos que nos respalden en este proceso innovador. Perderíamos mucha fuerza aspirando al poder. Creo que sería un error mío pretender lograr eso desde un cargo político.
Usted habla de “este momento”, el que se prolongaría más allá del 2016, año en que serán las elecciones. ¿Y después? Usted es muy joven.
Después no sé. Yo no sé lo que va a pasar después. Es probable que en ese después nuestra clase política, y ojalá sea así, se vaya alineando a la velocidad de esta corriente que se genera en el pueblo para integrarse, avanzar, trabajar y crear riqueza, afirmando al mismo tiempo su identidad y su soberanía. Una corriente de un pueblo que quiere trabajar y no quiere caridad.
Y dado que no va a ser candidato, ¿qué candidato le gusta para el 2016?
Me gustaría un nombre nuevo, pero que sea un hombre político. Un político capaz de afrontar su función, sin esas maletas que hoy carga la clase política y que han hecho que el pueblo peruano descrea de ella. Un hombre que ayude a la clase política a refrescarse. Que enfrente los desafíos que plantea el Perú de hoy y que no pierda el tiempo en la retórica del pasado. Que asuma que con eso ya no seduce a nadie y que lo que efectivamente seduce a la gente son los hechos, son las acciones. Que se olvide de la figura del balcón, de los ataques bajos, de las ironías aprovechándose de determinadas circunstancias para mofarse de sus adversarios políticos. Que se dé cuenta de que esa forma de actuar puede generar risa y hasta despertar simpatía en la gente por un minuto, pero que tras ello lo que la gente ve es un gran vacío. Una figura nueva a la que todos podamos apoyar y que ayude a estrenar un nuevo tiempo para la política. Una figura que surja de la clase política sí, pero que asuma la responsabilidad de acompasarla a ese nuevo ritmo que hoy le impone el peruano de a pie. A los que deseamos un Estado que se ocupe solo de facilitar las cosas para los que queremos trabajar y que ayude para que todos puedan incorporarse a ese nuevo modelo por el que estamos trabajando. Pero si hoy miramos el menú electoral, ese plato, ese hombre nuevo, no figura.
Pero puede aparecer.
Pero no va a ser Gastón Acurio.
No. No va a ser Gastón. Pero yo siento que hay por ahí gente que se está preparando. Que es posible que comience a aparecer dentro de unos meses y comiencen a participar activamente.
Gente que no reniega de la política ni condena a los políticos.
Así es. Así como un cocinero se entrena y sigue entrenándose toda su vida para ser un buen cocinero y como tal ayudar a su país a avanzar, pero dentro del sistema, los ciudadanos tenemos el derecho a exigir a nuestros políticos que se entrenen para mejor cumplir sus funciones. Para un cocinero el camino correcto no es político. El camino correcto es hacer bien lo que tiene que hacer como lo tiene que hacer bien cada uno desde sus territorios, como lo tienen que hacer bien los médicos, los arquitectos y todos, para alcanzar los objetivos colectivos. Como lo tienen que hacer los políticos, cuya tarea es trabajar y bregar por el bienestar de la gente y que como premio logra algo inmensamente grande que es el reconocimiento y la confianza de esa gente.
Llegado el caso ¿usted fundaría un partido político?
Si se quiere, los cocineros somos un partido político. Somos un movimiento férreamente unido por principios y valores en los que creemos todos. Un movimiento que está conformado por personas que se dedican, desde diferentes posiciones económicas, culturales y sociales, a una misma tarea, pero a las que las une un sueño. De alguna forma somos un partido político.
En ese caso se trata de un partido que trasciende las propias fronteras del Perú, quizás como lo fue en el pasado el APRA.
Sin duda, América Latina ha estado dormida, por utilizar la palabra más dulce. Cuando en el pasado en nuestro continente se luchó para dejar de ser colonia, no se dio el paso de crear una patria nueva. Se cedió o se sometió a directivas, formas y culturas foráneas, y esto se ha mantenido hasta hace muy poco. Pero ahora se ha iniciado un rescate de nuestra identidad y eso, en el Perú, se ha puesto en marcha hace unos 20 años y desde la cocina. Perú era uno de los países menos orgullosos de su cultura, y ha pasado a ser el país más orgulloso de sí mismo, hoy día. Y esto tiene que ser un movimiento latinoamericano. Los cocineros lo estamos haciendo, estamos unidos en un movimiento libertario en torno a todas esas cosas comunes, pero ciertamente aún restan muchos comensales, por decirlo así, que no han comprendido de lo que se trata. Sería un paso atrás frenar esto. ¿Cuál sería el peor escenario que podría llevar a nuestros pueblos al pasado? Sería que nuestros pueblos pierdan la confianza en sí mismos, que se sientan avergonzados de su herencia cultural, de sus características multiculturales y multirraciales. Que volvamos a convertirnos en gente temerosa que no quiere salir de su país porque teme que se le reconozca, que se le señale, que se le discrimine. Eso no va a pasar más. Cuando miramos al pasado no es para retornar al pasado, sino para en función de ese pasado ir hacia delante.
Se dice que comer es el primero y el último de los placeres y el primero y el último de los amores, ¿es por ello que siente que los cocineros o la cocina es un buen lugar desde donde impulsar un movimiento para ese cambio?
Sí, pero sin confundirse, sin dejarse llevar por esa parte glamorosa que envuelve la profesión, sin creerse una estrella. El cocinero es un medio. Y felizmente esto se ha visto y mucho, por una gran camada de cocineros jóvenes, que entienden y asumen que el cocinero es una pieza más para el logro de esos objetivos. Una pieza como lo son los productores, los pescadores, los campesinos que trabajan la tierra o quienes se ocupan del medio ambiente. Lo importante es que el cocinero desde ese mundo propio, donde juega la fantasía, la creación se transforme en un nexo entre todos esos mundos que coexisten y a partir de ahí se pueda crear un nuevo mundo, un mundo real, que sea aglutinador de todas esas actividades y de todos esos mundos que mueren si no se les conecta, si no se les expande, si no se les reconoce.
En fin, la cuestión es formar una nueva familia, consciente de lo que es, de cuáles sus fuerzas y muy unida en sus principios, valores y fines, que pueda conducir o ayudar en el avance de nuestras sociedades y que a la vez constituyan un freno para poderes del pasado que ya no caben.
Publicado en La República, 19 de marzo 2014