Carlos E. Gálvez Pinillos
Expresidente de la SNMPE
Para Lampadia
Llevamos ya tantos años de engaños y embustes de la izquierda, tanto encubierta como abiertamente, tras el progresismo en América Latina, que ya es tiempo que un “Liberal Libertario” como Milei, pueda demostrar que las propuestas de la teoría económica funcionan, incluyendo el comportamiento humano, tal como lo demostró Gary Becker.
Grupos que, aupados tras el socialismo del siglo XXI, han tomado el poder para enriquecerse, engañando y embaucando a quienes, por sus extremas necesidades, han sido llevados a una condición mendicante y dependiente de un Estado copado por vividores. Primero se rodean de partidarios y amigos en el aparato del Estado, los llenan de privilegios, destruyen la carrera pública del servicio civil y multiplican los “cargos de confianza”, para luego, con esa excusa, convertirse en una agencia de empleos para sus allegados.
Por eso les gusta tanto tener empresas públicas, evitan la competencia que una economía de mercado exige, pero sobre todo, se convierten en generadores de gasto corriente (planillas) del sector público.
Estos, obviamente, son incapaces de generar un plan de desarrollo de largo plazo, definir y diseñar la obra pública requerida para sacar a nuestros pueblos de la miseria en la que se encuentran y, por supuesto, de ejecutar tal obra pública. Baste no más con revisar los constantes informes sobre los ínfimos niveles de ejecución de obra pública a nivel nacional. Claramente, la prensa concentra la mirada en los porcentajes de ejecución de las inversiones, pero ¿Alguien está evaluando la pertinencia de las obras? ¿Alguien está evaluando la calidad de la ingeniería de esos proyectos? ¿Alguien está evaluando la calidad de la obra ejecutada?
Ciertamente, nadie está controlando esa calidad, por eso tantos caminos destruidos, tantos puentes caídos, tantos pueblos sin obras de agua y desagüe o muy mal ejecutados.
Claro, si contratamos sin tener la menor precaución de contar con profesionales de calidad, los resultados no se dejarán esperar.
Si no exigimos que los proyectos iniciados por las autoridades subnacionales sean completados por sus sucesores.
Si no integramos la gestión pública y obligamos a que los gobiernos regionales y locales puedan ser fiscalizados y sancionados por el Congreso, nadie asumirá sus responsabilidades sino hasta que, pasados muchos años, la fiscalía los denuncie. Pero eso ya no servirá para nada, “ya se habrá pasado la misa de una”.
En el Perú, tanto como en Argentina, será necesario reducir dramáticamente el aparato del Estado, el número de ministerios e integrar funciones. Debemos hacer que los ministros sean promotores del desarrollo de los sectores a su cargo. Para eso es indispensable eliminar las posibilidades de “peloteo” de un sector a otro. Tampoco es admisible que la gestión de salud y la de educación estén a cargo de los gobiernos regionales, con mínima o ninguna injerencia del gobierno central respecto a sus actividades, contrataciones y cumplimiento de objetivos.
En el Perú, sufrimos del mismo mal argentino, pues hemos acumulado y rotado burócratas, que hoy no tienen funciones, otros que, a duras penas tienen escritorio y “realizan” funciones redundantes. Claro, muy difícil que un congreso de 130 representantes, pero rodeado de cinco mil empleados (si, 5,000 empleados), pueda resolver este problema, pues es evidente que, por su indolencia, este tema de gestión pública elemental les pueda preocupar.
Visitar algunos ministerios, gobernaciones regionales o municipalidades provinciales y distritales, se vuelve una experiencia alucinante. Múltiples empleados que no responden a una lógica integral de gobierno, pero eso sí, celosos del feudo que tienen a cargo, con sus minucias y, claro, en un ambiente tugurizado sin gente de excelencia. En ese ambiente, es normal que se desarrolle un tremendo caldo de cultivo para la corrupción y surjan las mafias, así como la posibilidad de coimas para los arreglos por exigencias absurdas.
En corto, debemos simplificar el aparato del Estado, esa costra burocrática debe ser reemplazada por gente proba y calificada, para desarrollarse dentro de una lógica de carrera civil pública, que sería permanente en función a méritos y logros debidamente evaluados.
No tengo duda que será un esfuerzo titánico, pero los peruanos al igual que los argentinos, merecemos un sector público pequeño pero poderoso por su ordenamiento, eficacia, cumplimiento ético y eliminación de cruces e interferencias en la propia gestión del Estado.
Debemos de estar muy atentos a los cambios que hará Milei a partir del 10 de diciembre, de los obstáculos que la “casta” le pondrá desde el Congreso y los gobiernos de las provincias, porque esas serán lecciones que tendremos que aplicar en el Perú, cuando logremos elegir un gobierno liberal libertario. Debemos observar qué funciona y qué mejorar de su propuesta, para ir pensando en cómo hacerlo.
Por otro lado, abrir el país a la inversión privada nacional y extranjera, atraer grandes capitales con proyectos ambiciosos. Nuestros países lo necesitan y tenemos el potencial para ejecutarlos, lo único que hace falta es GENERAR CONFIANZA y mostrar las oportunidades de inversión, relacionamiento internacional, ventajas competitivas y posibilidades de crear sinergias. Grandes capitales internacionales están deseosos de invertir en Argentina y seguro que también en el Perú. Siendo así, tendríamos todo para “comernos al mundo”, pero eso requiere visión, decisión y liderazgo.
Dios quiera que, no sólo Argentina, sino que Chile y Ecuador se enrumben, como ya ocurre con Uruguay, que Colombia despierte del absurdo de estar en manos de un nefasto Petro. Que finalmente triunfe la ejecución de unas elecciones claras y transparentes, sin censura de candidatos en Venezuela y que Brasil abra los ojos a las oportunidades de vivir sin la diabólica corrupción que ha manejado ese país durante tantos años y con eso ¡cambiamos nuestro destino!
Tenemos que lograr, que nuestra juventud se enamore de su futuro en nuestro continente, que se conviertan en la fuerza transformadora de nuestros países y, que aquellos jóvenes de gran potencial, que emigraron desilusionados, vuelvan para desarrollar todo nuestro potencial. Lampadia
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