La captura del capo del cartel de Sinaloa, “Chapo Guzmán”, pone en evidencia lo extendido que se halla el negocio de la droga en el mundo y la capacidad económica que genera. Como demuestra el reciente libro de Roberto Saviano, un kilo de droga puede pasar de costar mil a 182 mil euros, dependiendo del año y del lugar en que se venda. La inmensa fortuna que genera corrompe, pero sobre todo deja un reguero de muerte y destrucción en todo el planeta.
Puede que su apodo venga de “chaparro”, pero Joaquín «El Chapo» Guzmán, ha levantado un negocio criminal de un tamaño colosal. Detenido, por las autoridades mexicanas el 22 de febrero último en un modesto hotel, Guzmán figura entre los diez hombres más ricos del mundo según la lista elaborada por Forbes. Su organización (el Cartel de Sinaloa), de acuerdo a la DEA, tendría presencia en unos 50 países ubicados en los cinco continentes. Esta organización supera con creces a la urdida por el mítico Pablo Escobar.
Uno de esos países es el Perú. A partir del 2000, los cárteles mexicanos comenzaron a fijarse en nuestro país, como principal fuente de cocaína. Con el plan Colombia en marcha (que debió incluir a Perú y Bolivia), el país de la cumbia, se había convertido en un proveedor de alto riesgo. La presencia de estas organizaciones en nuestro país, empezó a sentirse inmediatamente.
A lo largo de la primera década del siglo XXI, año a año, el número de hectáreas cultivadas con hoja de coca creció vertiginosamente. De 38 mil hectáreas registradas en el año 2000, se llegó a 61 mil en el 2010. Pero lo que es peor, además, la productividad fue en aumento. Sí antes se producía una tonelada de hoja por hectárea se pasó a 2 y luego a casi 3.
Otro aspecto que varió sustancialmente, fue que el Perú de ser un productor de hoja y pasta básica pasó a ser un elaborador de cocaína. En la actualidad, el Perú es el principal productor de cocaína del mundo. De acuerdo a UNODC, el Perú fabrica unas 325 toneladas de cocaína al año, muy por encima de Colombia que llega a 270.
A pesar de esta realidad, en el Perú, todavía se hace muy poco para golpear al narcotráfico. Una prueba de ello son las estadísticas de incautación de cocaína. Solo 24 toneladas de las 325 se confiscaron el 2011 (ver mapa 1). Si se tiene en cuenta que entre 5 y 6 toneladas se quedan en el país para consumo interno, en realidad 190 estarían saliendo de nuestras fronteras.
Carteles como los de Sinaloa, se encargan de adquirir y exportar esta droga a todo el orbe. Son estas organizaciones las que conformaron un mercado mundial de cocaína. Con la globalización, el tráfico de drogas también se ha hecho mundial. Como señala The Economist: “En los últimos años la policía ha incautado la droga en casi todos los países del mundo (ver mapa 1). A pesar de su popularidad muestra signos de que su consumo empieza disminuir en algunos países ricos, aunque los mercados emergentes como Brasil están desarrollando un gusto por la droga cada vez mayor”.
En su último libro, Roberto Saviano (autor del extraordinario Gomorra), llamado Cero-Cero-Cero (término que se utiliza para denominar a la cocaína de mayor calidad), asegura que “La coca no te adormece como la heroína. ‘Es la droga performativa’, la que permite hacerlo todo, superar la timidez, comunicarte con los demás. Es la respuesta a la sociedad líquida de Zygmunt Bauman, a la falta de límites, a la sociedad competitiva. Al llegar al cerebro la coca estimula dos neurotransmisores clave: la dopamina y la noradrenalina. El primero te convierte en el centro de la fiesta, en un ser más ingenioso. El segundo te pone más alerta, te das cuenta de todo. Con la coca todo son luces y brillos hasta que se corta la electricidad y llega la penumbra”.
Este efecto es el que lleva a que millones de personas en el mundo busquen consumirla. Los cárteles y las organizaciones delictivas de cinco continentes están allí para proveerla y recoger y lavar las multimillonarias ganancias que dejan. A su paso queda un reguero de muerte. En México, solo en los últimos cinco años murieron 80 mil personas. Y, además, corrompen de la peor forma a funcionarios e instituciones públicas y privadas. Jueces, fiscales, policías y la banca privada están seriamente comprometidas en con el narcotráfico en muchos lugares del planeta. Lampadia.