Por: Tomás Unger, divulgador científico
El Comercio, 17 de marzo de 2020
El virus del COVID-19 que está esparciéndose por el mundo y ha llegado al Perú hasta hace unos meses era totalmente desconocido. Sin embargo, la familia a la que pertenece, los coronavirus, era conocida. Este nuevo miembro está siendo estudiado a una velocidad y escala global sin precedentes. En los humanos, los coronavirus generalmente afectan las vías respiratorias: nariz, garganta y pulmones.
Si bien la situación y los conocimientos sobre el virus están cambiando cada día, y muchos aspectos siguen sin ser comprendidos, al momento de escribir estas líneas –unos días antes de su publicación– ya sabemos algunas cosas.
—Origen incierto—
Este coronavirus surgió en el mercado de la ciudad de Wuhan (China). Ahí se vendían –y sacrificaba en el punto de venta–animales de varias especies que normalmente pueden portar los coronavirus sin ser afectados ni tener síntomas visibles.
Los ancestros de este coronavirus probablemente se encuentran en alguna población de murciélagos, que son una especie que coexiste con diversos tipos de coronavirus. Se cree que el virus puede haber infectado primero a otra especie silvestre, posiblemente un armadillo, o una civeta, un mamífero que fue el puente para la transmisión hace casi 20 años del virus del SARS, otro coronavirus.
Hay varias razones por las que el comercio de animales silvestres no debería existir, incluyendo cuestiones de ética y de protección ambiental, pero la posible transmisión de patógenos peligrosos es una razón fundamental. Algunos virus y microbios que coexisten con especies silvestres pueden, en ciertos casos, ser transmitidos a los humanos; en algunos son inocuos, pero en otros son graves.
Parecería que el sida y el ébola, patógenos que también saltaron de especies silvestres, claramente no fueron recordatorio suficiente del grave peligro que presenta ese comercio. China parece haber aprendido la lección: ha prohibido toda venta de animales vivos y silvestres. Al menos por ahora.
—Evolución rápida—
Hasta ahora no se ha podido identificar la especie precisa que sirvió de puente para el virus. Sin embargo, se cree que hasta hace poco había solo una variedad del coronavirus, que habría mutado poco antes o después de la transmisión inicial a personas en el mercado.
Poco después de la primera infección en Wuhan se identificaron dos variantes del coronavirus que causan el COVID-19: el tipo L, que representa un 70% de las infecciones identificadas globalmente y es la cepa más agresiva (más fácilmente transmisible), y el tipo S, con un 30% de los casos. Los estudios iniciales indican que una persona podría infectarse con ambas variedades en secuencia, una cepa primero y luego la otra.
Cabe notar que los coronavirus tienden a mutar naturalmente, pero esto normalmente no causa mayores diferencias en sus síntomas y tratamientos. Por esta razón, las mutaciones del que causa el COVID-19 que seguramente ocurrirán no deberían cambiar el impacto de la enfermedad. La mayor dificultad que esto presenta es para el desarrollo de vacunas: para que una vacuna sea efectiva, tendrá que servir contra todas las variedades que estén circulando en ese momento. Esta dificultad se ve con las vacunas contra la influenza, que tienen que ser actualizadas cada año para ser efectivas en reducir la mortandad.
—Parecido y distinto—
El COVID-19 tiene algunas semejanzas con la influenza, para la cual existen vacunas bastante efectivas y cuyo tratamiento no cambia de año a año. Algunos años, una variante más virulenta de la influenza surge, lo que precipita medidas de contención (cuarentenas y otras medidas de aislamiento social). Eso pasó con el H1N1, que afectó a los jóvenes en el 2009.
El COVID-19 está demostrando ser mucho más letal que la influenza para ciertos grupos, en particular los adultos mayores de 65 y que ya sufren otras condiciones médicas. La influenza tiene una tasa de mortandad entre 0,1 y 0,7% (entre 1 y 7 muertes por mil enfermos) dependiendo de la variante. El COVID-19 tiene una tasa promedio cerca del 3%, pero depende mucho de la edad. Entre mayores de 80 con otras condiciones médicas la mortandad puede llegar a 40%, mientras que entre niños la tasa es casi cero.
Por ello es una prioridad global para su contención la protección de la población adulta mayor. Por razones hasta ahora desconocidas, el virus parece no afectar a los adultos menores de 40 años, adolescentes y niños; el mayor peligro que estos representan es su transmisión al estar en contacto próximo con adultos mayores.
—Lo que viene—
Como estamos viendo en las noticias, una de las medidas principales es el aislamiento de personas enfermas y posibles portadores del virus. Esto se debe a que las personas infectadas que sobreviven, que son mayoría, desarrollan resistencia y eliminan el virus. En teoría, si todo el mundo permaneciese aislado desde este momento, en tres o cuatro semanas el virus podría dejar de circular y hasta desaparecer.
Ciertamente es imposible poner en cuarentena a todo el mundo al mismo tiempo. Sin embargo, es posible limitar situaciones que aumenten la posibilidad de contagio; por esto, en muchos sitios se están evitando congregaciones masivas, como conciertos o viajes en crucero (donde miles de pasajeros y tripulación interactúan constantemente en un espacio reducido).
Otra línea de acción crucial es la prevención de la transmisión. Esto incluye un cambio de hábitos, como no dar la mano al saludar, lavarse las manos con frecuencia y después de tocar superficies que podrían estar expuestas a personas infectadas, no tocarse la cara con las manos, y cubrir la tos o estornudo con el brazo o un pañuelo desechable. Todas estas medidas ayudan a contener y prevenir la transmisión del virus, pero una vez que este aparece en la población humana es difícil erradicarlo del todo. La varicela tomó décadas en ser eliminada y la polio recién está siendo erradicada.
La solución a largo plazo para acabar con el COVID-19 es una vacuna, pero puede tomar fácilmente más de un año desarrollarla. Para prevenir el surgimiento de nuevos virus, lo más efectivo será terminar con la cacería y comercio de animales silvestres.