Por Timothy Garton Ash
El País de España, 27 de octubre, 2015
Comentario de Lampadia
Polonia es efectivamente un gran ejemplo de reconversión y modernización de una economía, después de décadas de sometimiento al empobrecedor socialismo. Así lo publicamos en Lampadia en junio del 2014, ver: Polonia la nueva estrella europea. Es una lástima que los casos más exitosos de reformas económicas con gran impacto social, como los casos de Polonia y Chile, entren a procesos regresivos por la falta de compromiso de sus líderes para continuar la obra de la creación del bienestar general, creyendo que pueden haber pausas o finales.
El país representa el mayor éxito de la Europa poscomunista y la principal potencia de la región situada entre una Alemania desbordada y una Rusia desenfrenada. Aunque la victoria del partido de Kaczynski es preocupante, todavía hay esperanza
El putinismo polaco!”, “¡la revolución cultural polaca!”, “¡la orbanización del Vístula!” (esto último, en referencia al húngaro Victor Orban). Oigo los lamentos de mis amigos polacos y pienso: un momento, vamos a ver qué pasa y qué se puede hacer. Polonia ha vivido momentos peores, y siempre habrá otras elecciones. No obstante, todos estamos de acuerdo en que lo que ha sucedido es importante. Polonia es el mayor éxito de la Europa poscomunista y la principal potencia de la región situada entre una Alemania desbordada y una Rusia desenfrenada. Con España e Italia luchando para terminar de salir de la crisis de la eurozona y el Reino Unido apartado hasta que se celebre el referéndum sobre la UE, Europa necesita a Polonia más que nunca.
El Partido Ley y Justicia (PiS) ha vencido por varias razones. La primera, el argumento más irresistible que existe en política: “Ha llegado la hora del cambio”. El Gobierno de la Plataforma Cívica, que ha servido bien al país durante ocho años, con un crecimiento medio del 4% anual, estaba claramente agotado. Para muchos votantes polacos representaba a una clase política remota y arrogante que lleva un cuarto de siglo, desde la caída del comunismo, dándoles lecciones mientras ocupa cómodos sillones (y caros restaurantes) en Varsovia. Este sentimiento se palpó ya hace unos meses cuando el presidente de la nación, el sólido y paternal Bronislaw Komorowski, sufrió una derrota inesperada a manos del candidato del PiS, el joven y desconocido Andrezj Duda, que hizo una campaña a la norteamericana.
Ahora el PiS ha vuelto a hacer la mejor campaña y contra la sensata y profesional primera ministra de la Plataforma Cívica, Ewa Kopacz, ha presentado a una candidata también sensata y profesional, Beata Szydlo, en lugar del verdadero líder del PiS, Jaroslaw Kaczynski, que a muchos les resulta anticuado y desagradable. Según los sondeos a pie de urna, el PiS fue el partido más votado incluso en el grupo entre 18 y 25 años, que se repartió entre ellos y diversos partidos alternativos.
El PiS representa a un amplio segmento de la sociedad polaca: los habitantes patriotas y católicos de los pueblos y las ciudades pequeñas, sobre todo en el este y el sureste del país, las partes más pobres, que no se sienten beneficiadas por la transición a la economía de mercado. El PiS promete un Estado fuerte y la protección contra los fríos vientos del liberalismo económico y social. Es de extrema derecha en cuestiones culturales, religión, moral sexual (nada de abortos ni fecundación in vitro), xenofobia (nada de refugiados musulmanes) y nacionalismo, pero casi de izquierdas en sus promesas económicas y sociales a los pobres y desfavorecidos (una mezcla muy similar a la que ofrece Orban en Hungría). Simplificando mucho, existen dos Polonias, y el domingo ganó esta.
Ahora el PiS formará Gobierno, el primer Gobierno monopartidista desde que Polonia recobró su libertad hace 25 años. ¿Cumplirá todas sus promesas populistas: unas generosas prestaciones sociales imposibles de financiar, la rebaja de la edad de jubilación y el castigo a los malvados bancos y supermercados multinacionales? Un economista calcula que, en ese caso, el crecimiento anual del país podría disminuir en un 0,5%. ¿O dejará sin cumplir varias de ellas, como suele hacer la mayoría de los Gobiernos? ¿Elaborarán la política exterior unos nacionalistas irresponsables? ¿O se encargarán de hacerlo unos patriotas sensatos —que también hay unos cuantos en el partido—, conscientes de que, para ser verdaderamente independiente, Polonia necesita mantener una posición fuerte en Europa, aunque eso signifique colaborar con el exprimer ministro de la Plataforma Cívica Donald Tusk, hoy en Bruselas?
¿Y qué pueden hacer los demás? He aquí cuatro propuestas rápidas.
En primer lugar, los partidos polacos que van del centro a la izquierda deben aclararse las ideas, porque han estado sumidos en el caos y han dejado que el PiS y otros partidos alternativos de protesta recogieran sus posibles votos.
En segundo lugar, muchos de los jóvenes polacos llenos de energía y talento que dejaron su país para disfrutar de las libertades en países como Reino Unido e Irlanda deberían volver ahora para ayudar a consolidar una Polaca moderna, liberal y europea. Personalmente, me encanta tenerlos como alumnos en Oxford, y más en una Inglaterra euroescéptica, pero creo que debo gritar: “¡Agnieszka, Pawel, vuestro país os necesita!”.
Tercero, al margen de los sentimientos que nos despierten los demagogos más radicales del PiS, todos los políticos y amigos de Polonia en otros países deben entablar un diálogo constructivo con ellos. Con todos sus defectos, la Unión Europea es el mejor experimento mundial de socialización política. En esas reuniones interminables en las que pasan más tiempo con sus colegas de la UE que con sus propias familias, los nuevos ministros aprenden que, para defender los intereses nacionales en la Europa del siglo XXI, lo mejor son la negociación y los acuerdos, no las grandilocuencias decimonónicas. El PiS subraya su deseo de reforzar la especial relación de Polonia con Estados Unidos: pues bien, el presidente Obama debería decir a la nueva primera ministra polaca, en su primera conversación telefónica, lo que ya le ha dicho a Cameron: si queréis ser amigos nuestros, comprometeos plenamente con la UE.
Por último, hay que entender el verdadero significado de la orbanización. No quiere decir que un partido gobierne durante años con una mayoría holgada: eso sucede también en Reino Unido o España. La orbanización consiste en que ese partido dominante abuse de su poder para erosionar las bases de la democracia constitucional liberal, que, en teoría, son un requisito para pertenecer a la UE. Por ejemplo, cuando da un poder desmesurado al Ejecutivo, designa intereses empresariales, hace mal uso de los servicios de seguridad y debilita la independencia de los tribunales, el banco central y los medios de comunicación, para asegurarse de que las siguientes elecciones no sean libres ni limpias. El PiS tiene un proyecto constitucional que incluye ciertos elementos de este tipo, y, si logra unos cuantos aliados parlamentarios, podría sacarlo adelante. La UE no se ha mostrado firme ante la orbanización de Hungría; esta vez tiene que serlo más, apoyar a las fuerzas independientes polacas que defienden los valores liberales, constitucionales y europeos.
Si conseguimos estas cuatro cosas, es posible que en 2020 volvamos la vista atrás y digamos: “Fueron unos años extraños y difíciles en los que Polonia anduvo con paso de cangrejo, para atrás y de lado, pero, al final, incluso dio algún paso adelante”.