Hace unos días, Antonio Zapata escribió en La República el artículo La estatura de la izquierda a raíz de la conformación del llamado Frente Amplio de Izquierdas (FRENAIZ), un nuevo intento de unir las izquierdas, que incluye a los más radicales, evitando así la aparición de la tan necesaria izquierda moderna, que lamentablemente no se ve aún en el horizonte.
Zapata escribe: “Al despuntar los años mil novecientos, nació la izquierda precisamente en los sectores modernos de la producción. El anarco – sindicalismo surgió entre los obreros textiles y algunos intelectuales comprometidos con causas sociales completaron su primera definición programática. Desde entonces, entre las izquierdas siempre estuvo presente la preocupación por el campesinado rural…”
Qué curioso, estas últimas palabras de Zapata, “…siempre estuvo presente la preocupación por el campesinado rural…”, son solo eso, palabras, pues si fueran consecuentes apoyarían un programa de desarrollo rural como el de Sierra Productiva. Peor aún, muchos de sus miembros, se oponen a su profundización.
Sierra Productiva (SP) no hace otra cosa que llevar técnicas modernas a los minifundios alto andinos. La aplicación del programa SP trae a los campesinos desde el siglo XVI a mediados del siglo XX. Les permite aumentar su productividad, sus ingresos, su calidad de vida, y su autoestima.
Los Yachachiq, campesinos, como ellos, ayudan a poner en funcionamiento las diversas técnicas, eliminándose la resistencia al cambio, pues la difusión del programa va de campesino a campesino y por imitación “si él puede, yo también”. Con SP se instalan riego por aspersión, pastos cultivados, hortalizas a campo abierto, engordes de cuyes y ganado mayor, gallinas ponedoras, técnicas de transformación y aprovechamiento de energía solar, entre otros.
Por ejemplo, en el caso de los pastos, el minifundio que se incorpora al programa abandona los pastos naturales que, con la lluvia, dan solo 5 centímetros al año, los reemplaza por cuatro variedades de pastos cultivados, dos gramíneas y dos leguminosas, que dan cinco cortes de un metro por año, cosechando cinco metros en 12 meses. Cien veces más pastos de mayor calidad. Como podrá entenderse, este inmenso salto de productividad desata una cadena de otras actividades productivas que generan un verdadero salto cualitativo en la vida de las familias campesinas.
Todo esto trae consigo el ingreso de los campesinos minifundistas y alto andinos al mercado y también a la ciudadanía. Aparecen seres orgullosos de sus tradiciones y de sus nuevas capacidades, constituyéndose, quién sabe, en los ciudadanos más sanos del país, llenos de un optimismo que había sido suprimido por centurias.
Nadie puede decir, y menos aún pueden hacerlo los políticos, que desconocen la existencia de este programa, que viene siendo difundido a lo largo de varios años en innumerables entrevistas periodísticas, especiales, y presentaciones en todo tipo de foros, que además ha merecido un importante premio internacional por parte de la BBC y Shell, y para mayor abundancia, abarca ya a casi 60,000 familias en más de 15 regiones del país.
¿Cómo entender entonces que los líderes de las izquierdas no se hayan volcado a apoyar y promover este proyecto? Máxime si su creador y principal promotor, Carlos Paredes Gonzales, proviene de las canteras de la misma izquierda. Él fue un conspicuo dirigente del PUM, junto con el finado Javier Diez Canseco, quién llegó a denostar de Paredes en un debate con el autor de este artículo en Cajamarca hace pocos años.
Caben dos respuestas, la primera, si los campesinos progresan, dejarán de ser fuerzas dispuestas a medidas de lucha y confrontación, perderán su calidad de “rehenes y clientes políticos”, y la segunda, que a pesar de que Zapata coincida con Jaime de Althaus sobre el valor del capitalismo, los golpes de pecho sobre el campesinado, no son auténticos, sólo son poses electoreras, como lo demuestran los miembros de FRENAIZ.
Los ciudadanos esperamos coherencia de parte de los líderes políticos, mientras no la expresen seguirá profundizándose su desprestigio. Más bien, obstinados en el error, las cúpulas de FRENAIZ ya anunciaron su oposición a la ley del Servicio Civil, un programa de gobierno basado en la “Gran transformación”, una inexistente y absurda alternativa a la economía de mercado, limitaciones al desarrollo de la minería y de la inversión privada, entre otras propuestas regresivas, ya superadas por la historia de la humanidad y las experiencias exitosas en la superación de la pobreza por parte de muchos países y millones de personas en todas las regiones del planeta.