Por: Mijael Garrido Lecca
Expreso, 20 de octubre de 2019
Expreso, 20 de octubre de 2019
Por primera vez en la Historia de nuestra joven república será mi generación la que defina el destino en el proceso electoral que -tras la disolución inconstitucional del Congreso- el señor Vizcarra ha convocado. Cuando hablo de mi generación me refiero a todos aquellos que nacimos mientras caía el muro de Berlín y que cobramos conciencia cívica cuando aparecía el muro de Facebook.
Por más fácil que resulte encajar a toda esta generación de peruanos en un cajón homogéneo en sus principios, esta tarea resulta imposible. Y es allí en donde reside la posibilidad de que la república y la democracia se abran paso.
Nosotros nunca hemos visto al país retroceder. Esto -claro- no significa que no hayamos visto al Perú en condiciones desgarradoras. No significa que en nuestra primera clase del colegio -chicos- no nos hayan explicado qué hacer cuando reviente una bomba, ni que nos hubiéremos cuestionado por qué todas las ventanas estaban parchadas -como con curitas- con equices de cinta adhesiva.
Nosotros no supimos lo que pasaba más allá de nuestras fronteras y redujimos nuestros mundos infantiles al colegio, la casa o el barrio. Algo, sin embargo, pasó mientras se nos engrosaba la voz y no hemos logrado verlo.
Un día se rompió, ¡Plus ultra!, la frontera de Uranio15 y aparecieron Nickelodeon y Cartoon Network. Los celulares dejaron de ser esos costosísimos aparatos que algunos señores tenían para pasar a venderse en las esquinas y en las calles. Cambió el uniforme con el que íbamos al colegio, cambió la forma en cómo estudiamos: los trabajos se entregan en Times New Roman 12; una página. Y también empezó a levantarse ese mentón que cada vez que mirábamos a la bandera nos devolvía el gesto sin orgullo, sin pudor. Cambiaron nuestras miradas cuando esos señores con pañuelos rojos secuestraron al Perú en el 96.
El Perú empezó a sonar con la voz de Juan Diego y la sazón de Gastón conquistó al mundo entero. Nuestros comandos demostraron que cualquiera que alce sus armas contra la república pagará las consecuencias y ejecutaron la mejor operación de rescate de la Historia ese 22 de abril -“Mary está enferma”-. Ñol se fue al Newcastle y Pizarro a Alemania. Farfán y Guerrero, mocosos, empezaron a sonar. Que vamos Sudáfrica, qué vamos a Alemania, que vamos a Brasil. No fue pues, casi casi. Pero que fuimos a Rusia, fuimos. Y ese flaco genio nos dijo que pensemos un poco. Y quebró un hechizo de casi 40 años. ¿Y el resto?
Siete millones de peruanos salieron de la pobreza extrema. El Perú se convirtió en un país competitivo en el mundo. Nuestras reservas de cobre mostraron ser enormes. Nuestra capacidad agroindustrial inconmensurable. Y, sobre todo, nuestros empresarios, los más chiquitos, demostraron que en este país somos chamba y que quien comienza en carretilla y le mete punche acaba con varios locales. Se pudo. Se hizo. Gol. Nos contrataron. Pedimos matrimonio. Nos dijeron que sí. Aceptamos. Fuimos al altar. Extrañamos al abuelo. Pero… ¿por qué todo esto pasó justo ahora que nos tocó vivir y no antes; no después?
Una vez que Fujimori hubo ganado las elecciones del 90, aplicó el plan económico que Vargas Llosa había armado: Shock. Y que Dios nos ayude. La cosa es que nos ayudó. Pasamos las siete plagas y ahí detrasito llegó el progreso y la Economía de mercado. La libertad. La posibilidad de decidir qué hacer con nuestro esfuerzo hecho dinero sin que un grupo de crápulas lo planifiquen centralmente en un sótano burocrático que se convertía en colas y penurias. Pudimos formar empresas y condecorar a esos héroes anónimos que hacen patria pagando planillas. ¡Ese es el Perú! No el de los que lavan banderas.
Esos somos nosotros: los hijos de la libertad. Los que fuimos los primeros en ser ciudadanos del mundo e hijos del tiempo sin memoria a la vez. Los que fuimos al Mundial, los que vivimos a la marca de los Añaños estampada en el pecho de Messi. Los que le clavamos 3-0 a Chile en semis. Somos los que heredamos las condiciones perfectas para que nuestros hijos vean a este país en el primer mundo. Bueno: ahora nos toca a nosotros. Toda esa libertad que ha permitido que los peruanos hagamos del nuestro un mejor país está en riesgo.
La izquierda plantea la necesidad de una asamblea constituyente. El Perú no es un país de izquierda. La izquierda nunca ha ganado una elección. Por eso tienen que penetrar el poder por la puerta chica. La señora Mendoza se ha aliado con Vladimir Cerrón. Cerrón estuvo en Caracas con Maduro hace dos meses. Los comunistas necesitan de la pobreza. Y creen que la única forma de crecer es quitarles a unos y darles a otros. No han entendido que podemos, con libertad, crecer todos juntos. Hoy nos toca defender la libertad de cada uno de nosotros y de los que vendrán después. Y para eso debemos recordarle al señor Vizcarra que la Constitución está para proteger a los individuos del poder monolítico del Estado, no al revés. ¡Ni un paso atrás!