Iam Bremmer, Presidente de Eurasia Group
El Comercio, 16 de Abril de 2017
Parece existir un consenso de que Marine Le Pen, candidata del partido de extrema derecha Frente Nacional, avanzará a una segunda vuelta en Francia antes de perder por un amplio margen contra un oponente más convencional. Eso fue lo que le sucedió a su padre en el 2002. No tan rápido. Le Pen tiene verdaderas chances de convertirse en la próxima presidenta de Francia. Si lo hace, podría causarle mucho más daño del que pretende a la economía francesa y a su rol en Europa.
Sus probabilidades de ganar son más altas de lo que la mayoría piensa. En primer lugar, Le Pen forma parte de un grupo profundamente defectuoso de candidatos. Benoît Hamon y Jean-Luc Mélenchon han dividido a los votantes de izquierda. Francois Fillon, candidato del partido de centroderecha Les Republicains, ha sido gravemente dañado por cargos de corrupción. El candidato de centro Emmanuel Macron aún no ha sido puesto a prueba y no tiene una base de apoyo sólida. Le Pen podría no tener el apoyo de la mayoría, pero sus votantes parecen mucho más motivados que los de cualquiera de sus rivales. En noviembre pasado, Donald Trump ganó el apoyo de solo el 26% de votantes estadounidenses. Dado el tibio apoyo a Hillary Clinton y la decisión de millones de estadounidenses de quedarse en casa, el apasionado 26% de Trump demostró ser suficiente para la victoria.
Además, al igual que Trump y los que promovieron el ‘brexit’, Le Pen ya ha demostrado gran habilidad para hablar directamente a las ansiedades de millones de votantes sobre empleo, estancamiento económico, inmigración y seguridad. En todos estos temas, es más probable que los titulares entre hoy y el día de las elecciones impulsen a Le Pen antes que a cualquiera de sus oponentes, en particular si ocurre otro ataque terrorista en el corazón de Europa o si hay más violencia entre la policía y los jóvenes enojados que viven en los suburbios de las ciudades francesas.
El apoyo hacia Macron –su probable oponente en segunda vuelta– podría disminuir entre los electores de centroderecha a medida que Le Pen utilice en su contra el rol que ha tenido en el impopular gobierno de François Hollande. Esto aumenta las chances de la candidata. Macron también es vulnerable en otros aspectos. Todavía tiene que enfrentar escándalos similares a los que han plagado a Francois Fillon –y el escrutinio que viene con ellos–. Pero esto podría cambiar. Así como Hillary Clinton enfrentó vergonzosas filtraciones de información de origen incierto, Macron podría enfrentar desafíos similares. También es posible que el apoyo a su candidatura disminuya incluso antes de lo previsto y que Fillon –en profunda desventaja– avance finalmente a la segunda vuelta. En ese caso, podría ser que los votantes de la izquierda decidan quedarse en casa.
Si Le Pen se sobrepone, el daño que infligirá a la economía francesa y a su lugar en Europa no necesariamente será a través de medios políticos. No puede celebrar un referéndum sobre la permanencia de Francia en la Unión Europea (UE) o en la eurozona, ya que el artículo 11 de la Constitución francesa solo permite referendos sobre cuestiones que no requieren un cambio constitucional. El artículo 88 consagra el lugar de Francia en la UE. Su partido tampoco obtendrá suficientes miembros en las elecciones legislativas de junio como para formar un gobierno del Frente Nacional. Obligada a formar un gobierno con otro partido, probablemente de centroderecha, Le Pen prácticamente no tendrá influencia sobre la política interna, en particular sobre cualquier movimiento para alterar la Constitución para abandonar la UE o el euro.
Sin embargo, si ella gana, la incertidumbre y el malestar que seguirán a su elección bien podrían enviar ondas de choque a través de los mercados financieros. Si los directores de las reservas mundiales, que probablemente tienen 700.000 millones de euros de deuda pública francesa, deciden vender en gran escala, podrían sobrepasar la capacidad de expansión cuantitativa del Banco Central Europeo para contrarrestar el movimiento, lo que provocaría un fuerte pico del rendimiento de los bonos del gobierno francés. En ese caso, no está claro de dónde vendría el alivio.
Por otro lado, las agencias calificadoras podrían decidir que cualquier intento de reestimar la deuda francesa –como Le Pen se ha comprometido a hacer– constituiría un ‘default’, con una crisis de confianza en los cuatro “bancos de importancia sistémica global”, lo cual desencadenaría una reacción en cadena en todos los bancos franceses. Ante ese escenario, también podríamos ver una fuga de capitales, ya que los inversionistas franceses intentarán trasladar activos fuera del país.
No podemos predecir cómo respondería Le Pen a estas presiones siendo presidenta. Ella quizá tampoco lo sepa. Pero una emergencia que obligue a una salida descoordinada del euro crearía un caos para Francia, Europa y más allá.