Germán Serkovic González
Para Lampadia
Con una significativa mayoría de 78 votos a favor y 21 en contra, el Congreso aprobó -por insistencia- la Ley N° 32003 publicada el viernes pasado en referencia a la necesaria precisión del uso del lenguaje inclusivo. Al modificar el numeral tercero del artículo cuarto de la Ley N° 28983, Ley de Igualdad de oportunidades entre mujeres y hombres, el texto que nos ocupa señala que “el uso de lenguaje inclusivo no implica el desdoblamiento del lenguaje para referirse a mujeres y hombres. Se entiende como desdoblamiento del lenguaje la mención por separado del género masculino y del género femenino en el mensaje cuando exista un término genérico que ya incluya a ambos”.
De igual modo, se dispone que las entidades del Estado adecuarán sus planes, políticas, normas, directivas o guías y el Ministerio de Educación, el contenido de los textos escolares, a lo dispuesto en el dispositivo bajo comentario.
Algunas entidades del Estado, y en especial el Ministerio de Trabajo se habían empeñado desde hace un tiempo en hacer especial hincapié en el uso de expresiones reiterativas que en lugar de simplificar la lectura de las normas administrativas, terminaban haciéndola más compleja, dificultando su comprensión por el público en general. Así, leíamos en sendos Decretos y Resoluciones los términos los/las trabajadores/as y los/las empleadores/as, situación que no contaba con mayor sentido, salvo el de dejar tranquilos a aquellos grupos que consideran que el lenguaje es una construcción impuesta por una sociedad “hétero machista patriarcal” con un propósito eminentemente opresor. El lector interesado en el tema, podrá constatar que el Código del Trabajo de la República Bolivariana de Venezuela es un perfecto ejemplo de lo dicho. Se trata de un texto de muy cansina lectura, lleno de duplicidades innecesarias en atención a una supuesta inclusión, pero que a fin de cuentas -de eliminarse las reiteraciones- podría decir lo mismo, sin perder un ápice de sentido, en mucho menos páginas y con menor cantidad de palabras.
No es propósito de estas líneas entrar a un debate lingüístico o sociológico que terminaría tocando cuestiones de género, siempre debatibles, pero es adecuado que por Ley se disponga el correcto uso del lenguaje. Por lo demás, la propia Real Academia Española (RAE) no ve con buenos ojos el uso del lenguaje inclusivo, y hay que tener en cuenta que entre sus integrantes cuenta con ocho distinguidas damas, que son miembros de la institución, no “miembras”.
Hace buen tiempo, se debatía si las normas jurídicas -los Códigos en buena cuenta- debían ser redactadas en términos sólo asequibles a los abogados -que por una deformación profesional tendemos a hablar y escribir “en difícil”- o, por el contrario, deberían ser escritas en base a locuciones usuales de tal modo que sean entendidas por cualquier lector curioso. Obviamente, el camino seguido fue el segundo, y es que las normas deben tener un fin didáctico, enseñar en pocas palabras, el derecho. En tal orientación, no hay nada mejor que la simplicidad y el rechazo de cualquier desdoblamiento inútil del lenguaje.
Es natural que algunas ramas del derecho sean de lectura más sencilla o, diríamos mejor, menos complicada que otras. Por su propia esencia, el derecho civil, que regula a la persona desde antes de nacer -los derechos del concebido- hasta después de su fallecimiento -el régimen sucesorio- y el derecho laboral, que rige el contrato de trabajo y los derechos y obligaciones de las partes, sean los más interesados en ser comprendidos por todos. Es realmente imposible que una persona se mantenga al margen de las normas civiles, y muy poco probable que en el transcurso de su vida no tenga un acercamiento al derecho laboral, ya sea como trabajador o como empleador. Por otro lado, si uno tiene mucha suerte y vive con honradez, es factible que no recurra para nada al derecho penal, lo que en nuestro medio viendo la podredumbre del sistema, sería realmente una bendición.
En suma, el Congreso ha actuado muy bien en esta oportunidad y hay que saludar tal acontecimiento. Por supuesto que sería muchísimo mejor que hubiera prohibido expresamente desvaríos tales como el uso del todes o todxs en lugar del todos o del cuerpa en lugar del cuerpo, por ejemplo…pero quizá eso sería pedir demasiado. Lampadia