Por: Eduardo Posada Carbó, Diario “El Tiempo” de Colombia, GDA
El Comercio, 13 de octubre de 2018
“La capacidad de prestar atención es como los músculos, que se atrofi an por la falta de uso”. Eso es lo que, según Rafael Behr, está produciendo Twitter: la atrofi a de una de las facultades más importantes para sostener un debate efectivo para la democracia: la de refl exionar. Behr, columnista de “The Guardian”, decidió apagar su Twitter durante un mes y, tras el descanso, produjo un interesante ensayo que sirve de advertencia.
Hay toda una forma de entender la política que choca con este medio que, desde el 2006, ha transformado el debate público. Es posible observar algunos de sus resultados: los titulares que le hacen eco a un tuit que se vuelve viral y el tuit como fuente de noticia. Y con bastante frecuencia, la noticia es un intercambio de insultos que caben en hasta 280 caracteres.
Aquella forma de entender la política, asociada a la democracia, exige discusiones razonadas sobre los temas que interesan a la sociedad. En una versión que alcanzó a estar de moda en los años de la invención de Twitter, se la bautizó ‘democracia deliberativa’. Twitter está causando su entierro: es un medio que impide la deliberación.
Por el contrario, Twitter estimula la reacción inmediata y emotiva y esta reacción suele ir acompañada de malas maneras. “Twitter –dice Behr– es el lugar donde se congrega la rabia, y provoca más rabia en ciclos casi perpetuos”. Cualquiera sea el asunto, la “furia” parece ser “endémica”, de la mano de esa plataforma natural para los radicales, en uno u otro lado del espectro ideológico. Pero Twitter vuelve también “radicales a los de centro”.
Behr dedica especial atención a dos tipos de usuarios de Twitter: los políticos y los periodistas. Aunque existe la ilusión de que Internet hace posible la participación igualitaria de todos en el debate público, lo cierto es que la agenda sigue siendo generalmente determinada por políticos y periodistas, responsables de mantener los niveles de la discusión. Los tuits de los unos reciben eco en los titulares de la prensa que manejan los otros.
Los ojos mundiales están en el presidente de Estados Unidos, Donald Trump, a quien Behr señala como el líder de la (no tan nueva) tendencia de usar Twitter para gobernar. Pero su abuso se ha vuelto casi universal hasta en lugares tan emblemáticos como Gran Bretaña, donde lo que los políticos dicen en Twitter suele tener más eco que lo que dicen en el Parlamento.
El problema se encuentra en la misma naturaleza del medio, que limita las posibilidades de una discusión razonada y razonable. Y, como no hay espacio para los argumentos, proliferan los agravios, los únicos que parecen recibir la atención de la prensa.
Twitter se ha convertido por ello en un medio “polarizante” por excelencia. Según Behr, Twitter promociona el fanatismo, es la “herramienta perfecta para los populistas y para incubar a los aspirantes al despotismo” y “puede radicalizar a cualquiera”. Sus efectos son nefastos, individual y colectivamente.
Aun si los usuarios aprenden a utilizar el medio sin insultar, sería físicamente imposible sostener un debate razonable en Twitter. La toma de decisiones en un mundo cada vez más complejo exige discusiones mejor informadas y refl exivas. Pero estamos frente a una enorme paradoja: nunca antes, quizás, tuvimos más gente con tan altos niveles de educación, con acceso a extraordinarios instrumentos tecnológicos, y, sin embargo, el debate público es cada vez más primitivo.
–Glosado y editado–