Pablo Bustamante Pardo
Director de Lampadia
Los peruanos estamos hartos de Castillo, de sus juntas con Cerrón y Perú Libre, de su corrupción, de su incapacidad, del odio y división que siembra entre los peruanos, de sus ataques a la prensa, de sus amenazas e insultos -como los proferidos en Essalud-, de las hordas de delincuentes que ostentan puestos públicos, de la falta de empleo y del empobrecimiento de los ciudadanos más vulnerables.
Así lo recoge la última encuesta de Datum desarrollada entre el 27 de octubre y el 1 de noviembre pasados.
Por ejemplo, podemos verificar que el 77% de los peruanos siente hoy día molestia, cólera, indignación, tristeza, pena, frustración, decepción y engaño. Sentimientos muy negativos que marcan la destrucción de nuestro futuro.
Y otro 7% manifiesta incertidumbre, preocupación, vergüenza, desesperación y angustia. En total el 84% de los peruanos tienen sentimientos muy dolorosos sobre nuestra realidad.
En este drama de múltiples crisis: social, económica, política, educativa y de salud, se agravan todos los días nuestros problemas, se malogra la economía, se generaliza y profundiza la corrupción y la inseguridad.
Los más de 300,000 jóvenes que llegan a la edad de trabajar, se ven en figuritas para conseguir buenos empleos.
El Perú está perdiendo años preciosos para posicionarse exitosamente en el mundo de la ‘cuarta revolución industrial’, que va a marcar una terrible diferencia entre los países tecnologizados y los que se queden atrás, como estamos haciendo ahora. Si seguimos por este camino, vamos a condenar a nuestros pobres a vivir en los arrabales de la globalización.
Por todo ello, el pueblo al que pretendía representar Castillo, le dice:
¡Basta! Que se vaya. ¡Fuera!
Así ha gritado el pueblo el sábado en la marcha contra Castillo, en Lima, Arequipa, Trujillo, Chiclayo, Cusco y en muchas ciudades del país.
Sin embargo, las encuestas muestran que todavía un 25 a 30% de la población, especialmente en algunas regiones, apoyan la presencia de Castillo. No nos engañemos, ellos no son torpes ni malintencionados. Muchos de ellos no tienen suficiente información sobre el daño que se está haciendo, otros están muy frustrados con todo lo que pasa año tras año y no tienen a donde mirar.
Pero, sobre todo, no tienen idea de qué puede pasar después de Castillo. Ven un vacío muy peligroso o un caos generalizado.
Nuestra clase dirigente ha cometido un inmenso error al no salir al frente para mostrar las fortalezas del Perú. Mostrar el futuro de bienestar general que podemos alcanzar si se gobierna moderadamente bien, y si desterramos la corrupción de las más altas esferas de gobierno.
Nuestro país puede ser muy exitoso para todos, especialmente para los más pobres, que necesitan buenos servicios de educación y salud, mejores infraestructuras, más inversión y empleo, especialmente en las regiones, donde está nuestra riqueza, aquella que los miserables enemigos de la riqueza pretenden destruir para gobernar a una población exánime.
Solo recordemos cómo en algo más de diez años, pudimos bajar la pobreza de 60 a 20% de la población. Los que dejaron de ser pobres no son marcianos, son peruanos que accedieron, después de muchas décadas, a una economía de mercado pujante. Solo teníamos que continuar ese proceso y exigir el acompañamiento de un Estado eficiente, efectivo y honesto.
Ahora tenemos que voltear al Congreso y apoyarlo, ya sea para ir adelante con la suspensión o con la vacancia de Castillo. Lampadia