Pablo Bustamante Pardo
Expresidente de IPAE
Director de Lampadia
El comercio mundial es la principal avenida para el crecimiento de la economía global. Especialmente para los países más pequeños que pueden ofertar productos atractivos a los países más ricos.
Este es precisamente el caso del Perú,
un país capaz de ofrecer diversos y excelentes productos, a muy buenos precios al resto del mundo, como son nuestras frutas y hortalizas, nuestros peces, minerales y maderas, así como servicios de turismo en todas sus modalidades, más cultura de un pasado esplendoroso y cultura viva con nuestras danzas y trajes, y con nuestra exitosa gastronomía.
La apertura comercial favorece todo ello, pero el proteccionismo y las guerras comerciales, lo debilitan.
Lamentablemente, como podemos leer en el informe de The Economist, la suerte contraria a nuestros intereses parece echada. Ya sea con Trump o con Harris, EEUU, el líder de la economía global, estará de regreso a épocas restrictivas y empobrecedoras. Lo más increíble es que el daño también los alcanzará a ellos.
Como puede verse en el siguiente post de The Economist, EEUU atraviesa por una excelente situación económica. Sin embargo, hasta los propios políticos estadounidenses exudan lo contrario y están dispuestos a alterar los balances de su éxito.
Increíblemente, lo mismo sucede con buena parte del mundo académico en EEUU.
El Perú debiera liderar un movimiento global pro-comercio-internacional. Hay suficiente evidencia sobre los beneficios del comercio. Lamentablemente ya no tenemos como canciller a Javier González-Olaechea, que en mi opinión hubiera tenido el tamaño suficiente para plantearlo.
Gracias a Dios, los TLC y Apec son una base institucional formidable para que sigamos aprovechando el comercio internacional para traer riqueza a nuestras costas. Pero para aprovecharla en toda su extensión, tenemos que combatir con valentía y fundamento a los enemigos internos del comercio.
EEUU
Lo que las elecciones significan para el comercio mundial
The Economist
6 de octubre de 2024
Traducido y glosado por Lampadia
En la década de 1990 , los candidatos presidenciales se pelearon por el grado en que EEUU debería abrirse al comercio con otros países.
Hoy, el debate gira en torno de cuánto debería cerrarse.
Donald Trump es el más radical de los dos candidatos, con una visión de aranceles que haría retroceder casi un siglo la estrategia económica.
Kamala Harris es menos extremista, pero aún ve un mundo en el que EEUU se beneficia más con un proteccionismo suave, que incluya subsidios para industrias favorecidas.
Para Trump, la dirección que debe tomar es absolutamente clara.
En su primer mandato en la Casa Blanca se autodenominó “hombre arancelario”, argumentando que los gravámenes a países extranjeros eran una forma de maximizar el poder económico estadounidense. Empezó con aranceles a las lavadoras y los paneles solares, luego pasó al acero y al aluminio, antes de finalmente meterse en una guerra comercial con China.
Y eso puede haber sido un mero preludio de lo que haría en un segundo mandato.
Trump ha prometido aplicar un arancel a todas las importaciones de EEUU.
En una etapa anterior de la campaña dijo que ese arancel universal podría ser del 10%; recientemente ha aumentado la apuesta al 20%. Pero sus declaraciones más duras se centran en China, amenazando con aranceles de hasta el 60% a los productos fabricados en ese país. También ha propuesto despojar a China de su estatus de nación más favorecida, una decisión que afectaría a los cimientos de la ya debilitada Organización Mundial del Comercio.
Desde una perspectiva legal, Trump debería tener un camino bastante fácil para imponer aranceles más altos a China. Podría considerar que China está violando el acuerdo comercial firmado durante su primer mandato (las importaciones chinas desde Estados Unidos han estado muy por debajo de los objetivos poco realistas) y luego aumentar los aranceles como castigo.
Sin embargo, el camino hacia un arancel universal es más complicado. Algunos expertos creen que Trump podría declarar que el déficit comercial de Estados Unidos es una emergencia nacional, lo que le permitiría invocar la Ley de Poderes Económicos de Emergencia Internacional, que le daría la autoridad para implementar su deseado impuesto general. Las empresas probablemente impugnarían eso en los tribunales y bien podrían terminar revocando exitosamente el arancel. Pero el proceso legal llevaría meses, lo que le daría a Trump mucho tiempo para sumir al sistema comercial global en el caos.
Muchos republicanos siguen siendo escépticos (y con razón) sobre los efectos económicos de los aranceles. Sin embargo, Trump tendrá un argumento que les resultará atractivo: los aranceles ayudarían a financiar las reducciones impositivas que desean. Estados Unidos importa bienes por un valor de unos 3 billones de dólares al año, por lo que un arancel del 10% generaría, en teoría, unos 300,000 millones de dólares de ingresos federales. El problema es que los aranceles afectarían el crecimiento estadounidense, especialmente si otros países tomaran represalias. Las políticas comerciales de Trump llevarían a la economía por un camino polémico y riesgoso.
Las opiniones de Harris sobre el comercio, como sobre muchos otros temas, son más confusas. Ciertamente, no es una defensora del libre comercio. Cuando Trump renegoció el acuerdo comercial de Estados Unidos con México y Canadá en 2020, ella fue uno de los diez senadores que votaron en contra, argumentando que era especialmente débil en sus protecciones ambientales. Y, al igual que Biden, Harris no muestra ningún entusiasmo por las negociaciones comerciales tradicionales. Al mismo tiempo, definitivamente no es una «mujer de aranceles». A menudo describe la idea de aranceles universales de Trump como un impuesto nacional a las ventas, y la ha convertido en el punto central de su crítica a los planes económicos de Trump, citando estimaciones de que aumentaría los precios para la familia típica en unos 4,000 dólares por año.
En cuanto a lo que haría, las posiciones de Harris parecen basarse en gran medida en el enfoque del presidente Joe Biden sobre el comercio en dos frentes.
En primer lugar, está pidiendo subsidios para fortalecer la capacidad manufacturera del país. En su plataforma lo ha llamado el crédito fiscal “América hacia adelante”, diciendo que destinaría decenas de miles de millones de dólares para ayudar a Estados Unidos a tener éxito en las industrias del futuro, incluida la energía limpia, potencialmente similar a los subsidios industriales de la Ley de Reducción de la Inflación de Biden que han preocupado a otros países.
El segundo frente es la voluntad de adoptar medidas comerciales punitivas contra China “cuando infrinja las reglas”, como dice ella. Esto implica que seguiría apoyando los aranceles a China, similares a los aumentos implementados recientemente por la Casa Blanca contra los vehículos eléctricos y semiconductores chinos, entre otras cosas. En su opinión, la diferencia es que sus aranceles son estratégicos, mientras que los de Trump reflejan una estrategia descontrolada. Muchos economistas son menos optimistas: un poco de proteccionismo es mejor que mucho, pero sigue siendo perjudicial para el crecimiento.
Todo esto debería dejar al mundo con una visión bastante desalentadora de hacia dónde se dirige EEUU en materia de comercio. Con Trump, Estados Unidos construiría sus muros arancelarios. Harris no está tan de acuerdo con los muros, pero no está dispuesta a construir puentes. Lampadia