Un artículo reciente en este mismo Diario (“Un Juntos productivo”, de Jaime de Althaus) sugiere la idea de reemplazar el programa Juntos por un programa productivo al estilo de la iniciativa privada Sierra Productiva.
Aunque la preocupación central de construir capacidades (“no dar pescado sino enseñar a pescar”) es correcta, es importante no confundir el objetivo de un programa de transferencias condicionadas que busca romper la transmisión intergeneracional de la pobreza mejorando las oportunidades de educación y salud de los niños, con un programa de generación de ingresos.
En Juntos las transferencias están condicionadas a la asistencia a la escuela y al monitoreo de salud y nutrición de los niños. Dejemos que Juntos siga haciendo su tarea y perfeccionemos su gestión allí donde se requiera (por ejemplo, mejorando los sistemas de rendición de cuentas para evitar que los gestores locales impongan sus pareceres a las madres que son parte del programa).
Dicho esto, el espacio para la inclusión económica de los pobres rurales debe ser profundizado con otras intervenciones complementarias a Juntos. El proyecto Mi Chacra Emprendedora-Haku Wiñay, que ejecuta Foncodes desde el Midis viene promoviendo el mismo paquete de tecnologías que promueve Sierra Productiva (tecnologías para la recuperación y manejo de recursos naturales; sistemas sencillos de riego tecnificado presurizado a nivel familiar; tecnologías para el manejo de cultivos, crianza de animales menores, cultivo de hortalizas; manejo de pasturas y agroforestería).
Lo hace además aprovechando el modelo de capacitación campesino a campesino (Yachachiq) que tan buenos resultados ha dado. Lo hace, sin embargo, con algunas diferencias sustantivas. Entre otras, incluye un componente de promoción de pequeños emprendimientos a partir de concursos de proyectos que promueven la inserción de los más pobres a la economía de mercado.
Incluye además un programa de fomento de las capacidades financieras, lo que permite articular las transferencias de Juntos a una dinámica de microahorro e inversión. Así se puede decir que Haku Wiñay hace lo mismo y más.
El proyecto viene trabajando en 86 distritos en 13 regiones del país con un presupuesto de S/.113 millones, que permitirá desplegar la intervención en zonas donde ya Juntos viene operando, hasta alcanzar 180.000 beneficiarios al 2016.
Dos elementos adicionales del programa Haku Wiñay merecen ser destacados:
Primero, no solo importa qué se hace sino cómo se hace. Para ello, el programa se articula a los espacios locales a través de comités locales de asignación de recursos (CLAR) para maximizar la transparencia en la asignación de recursos y para empoderar a los más pobres, quienes deciden sobre los emprendimientos en los que les interesa participar. Este tipo de estrategia es crucial para construir mercados en lugar de optar por opciones verticales o paternalistas donde el Estado, o algún iluminado, saben lo que le conviene a cada productor.
Segundo, con la supervisión de la Dirección General de Seguimiento y Evaluación del Midis se ha construido una línea de base e identificado grupos de control para evaluar la intervención para que no sean las anécdotas (o interpretaciones mal informadas), sino la evidencia la que determine si el programa cumple o no sus objetivos.
Publicado en El Comercio, 18 de diciembre de 2013