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La respuesta de Suecia al covid 19

La respuesta de Suecia al covid 19

Compartimos un reciente artículo publicado por The Economist en el que se desmitifican varios rumores sobre la estrategia sanitaria de Suecia para enfrentar el coronavirus, en particular aquellos que enarbolan la supuesta exposición hacia el virus que acometió con su población para generar una suerte de “inmunidad de rebaño”, sin emprender acciones concretas como cuarentenas estrictas o la promoción del uso de mascarillas y/o artículos de prevención.

Como se desprende del análisis de The Economist, en contra de esta creencia, la base de la estrategia sueca se centró más bien en desarrollar “la convivencia con el virus”, sopesando cuidadosamente los costos y beneficios económicos y sanitarios, pero además psicológicos de las cuarentenas generales y focalizadas, algo que muy pocos países han considerado al respecto. Cabe destacar por ejemplo cómo el gobierno ha sido muy enfático con el tema de las escuelas, las cuales nunca cerraron pues entendieron no sólo la baja incidencia del covid en los menores de edad, sino también las pérdidas irremediables de largo plazo que se generan en los niños el cortar la educación presencial, algo que se exacerba en países de bajo nivel de desarrollo como el nuestro (ver Lampadia: El cierre de escuelas puede ser devastador, El perjudicial cierre de las escuelas). Otro tema a destacar es el correspondiente al aislamiento de contagiados, acometidos en tiempos cortos pero suficientes para una recuperación certera sin vulnerar la salud mental de las personas. Ello por supuesto acompañado del seguimiento de contactos, algo que en nuestro país nunca se incorporó y que le ha permitido a Suecia, entre otras cosas, amortiguar la aparición de una segunda ola a diferencia de lo que sucede en buena parte de Europa.

Si bien consideramos que la estrategia de Suecia no ha sido del todo exitosa – a diferencia de Corea del Sur, China o Taiwán por ejemplo que han prácticamente parado en seco el contagio y las muertes sin resentir tanto sus economías – sí rescatamos su idea de no persistir en medidas de corte salomónica ya sea a través de encierros totales o de medidas absurdas como la prohibición expresa de no dejar salir a los ancianos a algún espacio recreativo o hacer deporte (ver Lampadia: Cuarentena abusiva), algo que se ha probado que es insostenible para la salud mental de las personas dada la duración que parece tendrá todavía la pandemia. Y muestra además la absurda dicotomía de salud vs economía que mantuvo el gobierno hasta casi el tercer mes de iniciado el brote, lo cual significó la quiebra de miles de empresas y de desempleados en nuestro país. Grave error que no debemos volver a cometer jamás. Lampadia

Tierra de los sin máscara
Las verdaderas lecciones del enfoque sueco del covid-19

Suecia es considerada campeona de la libertad. De hecho, es el hogar del pragmatismo.

The Economist
10 de octubre, 2020
Traducida y comentada por Lampadia

Lo mejor de usar un país pequeño para respaldar su argumento es que es poco probable que sus oponentes sepan lo que realmente está sucediendo allí. Quizás por eso Suecia, con 10.3 millones de habitantes, se ha convertido en un ejemplo muy citado en el debate sobre cómo lidiar con el covid-19. Los suecos amantes de la libertad supuestamente están siguiendo una estrategia de bloqueo liviana sin máscaras que creará inmunidad colectiva sin quebrar la economía. El éxito de Suecia, se dice, es una reprimenda permanente a los aguafiestas de izquierda que aman mandar a la gente y cerrar todo.

Suecia, de hecho, contiene lecciones, pero se trata menos de libertad que de utilizar compensaciones para generar una cohesión social duradera. El país es un modelo extraño para los fanáticos del gobierno pequeño. La última vez que persiguió el individualismo con uñas y dientes rojos, la política social estaba en manos peludas de hombres que iban a trabajar en lanchas. En la actualidad, Suecia es un faro progresista y ocupa el séptimo lugar en la clasificación de gasto social de la OCDE, incluso por delante de Alemania.

Los fanáticos de Suecia tienen razón al señalar que, en la primera fase de la enfermedad, el gobierno tuvo un toque ligero. Aunque prohibió los grupos grandes y emitió muchos consejos de salud, rechazó las cuarentenas generales. Pero ese no fue un enfoque particularmente exitoso. Suecia tiene una tasa de mortalidad de alrededor de 60 por 100,000, diez veces la de Finlandia y Noruega, que sí se encerraron. La libertad de los suecos no perdonó la economía, a pesar de que muchas muertes se produjeron entre personas mayores que ya no trabajaban. La producción solo en el segundo trimestre se contrajo un 8.3%, también peor que en los demás países nórdicos. Una gran cantidad de casos es perjudicial para la economía.

Una réplica es que, a diferencia de Gran Bretaña, Francia y España, Suecia no ha visto una segunda ola. Sin embargo, incluso si se deja de lado el hecho de que los casos en el condado de Estocolmo se cuadriplicaron aproximadamente en septiembre (en términos absolutos, siguen siendo bajos), la nueva estrategia de Suecia para la segunda fase converge con la de Alemania. Contrariamente a algunas afirmaciones, esto no depende de la inmunidad colectiva: Suecia todavía tiene una gran población de personas susceptibles. Más bien, implica pruebas a gran escala y rastreo de contactos para identificar y suprimir los brotes de manera temprana. Esto va acompañado de un mensaje claro y coherente que es sostenible porque da autonomía a las personas. Esos son los componentes básicos de estrategias exitosas contra el covid-19 en todas partes.

La lección de la nueva política sueca no es que sea libertaria, sino que el gobierno sopesa las compensaciones de cada restricción. Por ejemplo, cuando alguien da positivo, toda su familia debe entrar en cuarentena, pero los escolares están exentos porque, según reconoce el gobierno, los beneficios de encerrarlos se ven abrumados por el daño duradero a su educación. Asimismo, la cuarentena dura de cinco a siete días, en comparación con dos semanas en otros lugares. El riesgo de propagar el covid-19 en esa segunda semana es pequeño y se está reduciendo, pero el daño a la salud mental del aislamiento prolongado está aumentando.

Suecia es una sociedad de alta confianza, donde la gente sigue las reglas. Y, sin embargo, su enfoque se basa en la idea de que, como el covid-19 estará aquí durante mucho tiempo, pedir demasiado a la gente reducirá el cumplimiento y, por lo tanto, propagará la enfermedad. Las sociedades de baja confianza pueden necesitar un equilibrio diferente entre coerción y autocontrol, pero también necesitan reglas sostenibles.

¿Y las máscaras? Los fanáticos de Suecia aprovechan las multitudes sin máscaras en Estocolmo como prueba de su libertad. Pero esa no es la base de su política. Los expertos gubernamentales argumentan que la evidencia de que las máscaras ayudan es débil y que sus otras medidas funcionan bien. En esto, Suecia está fuera de sintonía con otros países. Si la enfermedad vuelve allí, es probable que eso cambie. Después de todo, su política se basa en evidencia y pragmatismo, no en principios ciegos. Lampadia




El Perú post-crisis política

El Perú post-crisis política

Tras haber sido víctimas de una terrible crisis política, que amenazaba con vacar al presidente y, como consecuencia, sufrir un probable cambio total del gabinete en plena crisis sanitaria y recesión económica, The Economist nos presenta sus principales reflexiones en torno a la situación de nuestro país de cara al desempeño en el futuro inmediato del gobierno, así como los retos que le depararían al próximo a elegirse las elecciones del 2021.

El balance que hace el popular medio británico es sombrío. En primer lugar porque, como bien destaca, Vizcarra no solo ya arrastra desastrosos resultados en materia económica y sanitaria a nivel mundial – ver Lampadia: El Perú lidera crisis económica mundial, Perú entre los peores países frente al covid 19– sino porque ha agudizado la confrontación con el Congreso y su vinculación en supuestos delitos de encubrimiento y obstrucción a la justicia por el caso Richard Swing, lo ha debilitado aún más lo cual inhibe tener buenos prospectos en los próximos meses en todos los frentes.

Este escenario descrito refuerza nuestra tesis de que la única manera que tiene Vizcarra y el Ejecutivo de poder salir de este entrampamiento político es gestar una agenda conjunta de propuestas audaces con el Legislativo que apuntalen las libertades económicas en el corto plazo, permitiendo la recuperación que necesitamos (ver Lampadia: Un populismo de las libertades económicas). Aquí caben resaltar medidas que apunten a eximir temporalmente a las pymes – que son las más afectadas por la crisis – de cargas tributarias, laborales y municipales a fin de que puedan recuperarse y contratar personal rápidamente. Acomodar a un buen premier que represente los mejores valores de los peruanos y tenga capacidad política para mejorar las relaciones con el Legislativo también ayudaría a este cometido de construcción de propuestas (ver Lampadia: Pero esta crisis requiere equilibrios).

Por otra parte, cabe también mencionar las preocupaciones de The Economist respecto a lo que pasará el próximo año en 2021, con las elecciones presidenciales y congresales. Releva el hecho que a la fecha tengamos pocos partidos fuertes – que si quiera hayan determinado sus candidatos presidenciales – además de un prácticamente nulo atractivo por parte de la población hacia líderes concretos con las capacidades que necesita nuestro país para relanzarlo en el período de reconstrucción post-pandemia.

A este problema queremos agregar otro que es que no existe un mecanismo que permita que el Congreso se elija con el presidente, con lo cual se sientan las bases para no lograr una gobernabilidad adecuada y persistir en estos conflictos entre Ejecutivo-Legislativo que tanto nos han golpeado en los últimos 2-3 años. En ese sentido, reafirmamos nuestra propuesta de aprobación de la elección del Congreso junto con la segunda vuelta. Asimismo, el canje del voto preferencial por un sistema de elección basado en distritos electorales pequeños, uni o binominales (ver Lampadia: Elegir el Congreso junto con la segunda vuelta), lo cual puede ayudar a minimizar la multiplicidad de propuestas al interior de los partidos, fortaleciéndolos e incentivando a una mejor deliberación por parte de la población sobre los planes de gobierno.

Que las reflexiones que hacen los buenos medios internacionales en el plano político y económico acerca de nuestro país nos ayuden a darnos cuenta de qué es lo que hay que hacer en el plazo inmediato. A continuación, presentamos el análisis de The Economist. Lampadia

Cojeando en Lima
Martín Vizcarra sobrevive a una votación de juicio político

Pero la política de Perú seguirá siendo caótica

The Economist
24 de setiembre, 2020
Traducida y comentada por Lampadia

LIMA. A primera vista, la votación de juicio político del 18 de septiembre parecía una gran victoria para el presidente de Perú, Martín Vizcarra. Solo 32 de 130 congresistas votaron a favor de removerlo bajo sospecha de que había obstruido una investigación de corrupción. Pero el presidente debe su supervivencia a la incompetencia de sus enemigos más que a la fuerza o el entusiasmo de sus partidarios. Un congresista, Daniel Urresti, lo describió como el “muerto viviente” antes de abstenerse.

Perú necesita un presidente vigoroso más de lo habitual. El país tiene el mayor número de muertes registradas por covid-19 como porcentaje de su población. El gobierno espera que la economía se contraiga un 12% este año, lo que sería la contracción más severa en América Latina. Pero los peruanos tendrán que esperar meses para un gobierno en pleno funcionamiento y es posible que ni siquiera entonces lo consigan. El país debe celebrar elecciones generales en abril y tomar posesión de un nuevo presidente en julio. La saga de la acusación sugiere que el sistema político bien puede fallar en producir estabilidad.

Hasta hace poco, el país ha prosperado a pesar de su política caótica. El crecimiento anual del PBI promedió el 4.5% en la década a partir de 2009, entre los más rápidos de la región. El Banco Central ha mantenido baja la inflación y el Ministerio de Economía y Finanzas ha controlado los déficits presupuestarios. La tasa oficial de pobreza se redujo del 42% en 2007 al 20% el año pasado.

Pero la pandemia está demostrando que la política importa. Una de las razones del alto número de casos es que muchos peruanos tienen trabajos informales mal remunerados; si no trabajan, no comen. Muchos también viven apiñados. Muchos desconfían de los políticos que les dicen que cierren y, por lo tanto, ignoran las reglas. Alonso Segura, exministro de Economía, duda de la predicción del gobierno de que la economía crecerá un 10% el próximo año, recuperando gran parte de sus pérdidas. “No solo faltan las condiciones para las reformas favorables al crecimiento, sino que el sistema político se ha convertido en una fuente de perturbaciones y contrarreformas”, dice Segura.

El inesperado ascenso de Vizcarra a la presidencia en marzo de 2018 fue consecuencia de una crisis que comenzó hace 30 años, con el ascenso al poder de Alberto Fujimori. Era un líder eficaz, pero despótico y corrupto. Está cumpliendo una sentencia de prisión por abuso de derechos humanos y corrupción. Dos de sus sucesores están bajo arresto domiciliario. Otro pronto será juzgado. Un cuarto, Alan García, se suicidó el año pasado para evitar ser arrestado. Vizcarra reemplazó a Pedro Pablo Kuczynski, uno de los ex presidentes confinados en casa, que renunció para evitar un juicio político por acusaciones de corrupción, perjurio y compra de votos en el Congreso.

Vizcarra prometió limpiar la corrupción, por ejemplo, eliminando la inmunidad de los legisladores frente al enjuiciamiento. Pero su mandato ha sido más notable por su grandilocuencia que por su reforma. Al principio se enfrentó con el Congreso, que estaba dominado por el partido Fuerza Popular, dirigido por la hija de Fujimori, Keiko. Intentó sacar a Vizcarra. Contraatacó proponiendo celebrar unas elecciones generales un año antes, en abril de 2020, en las que no se presentaría. Cuando el Congreso lo rechazó, lo cerró y convocó una nueva elección solo para la legislatura, que se celebró en enero de este año.

La pandemia golpeó poco después de que el nuevo Congreso asumiera el cargo. Al principio, Vizcarra ganó elogios y popularidad al imponer un bloqueo rápido y estricto y al brindar apoyo a los ingresos de las personas por valor del 12% del PBI. Pero el gobierno tuvo problemas para entregar efectivo a las personas que lo necesitaban (en parte porque carece de información sobre ellos) y perjudicó la economía al cerrar las minas. Los índices de aprobación de Vizcarra siguen siendo altos. Pero chocó con el nuevo Congreso, a pesar de que la molesta Fuerza Popular es una presencia muy disminuida.

Ahora está envuelto en un escándalo. En mayo surgió la noticia de que el Ministerio de Cultura había pagado desde 2018 US$ 51,000 a un extravagante cantante de folk que se hace llamar Richard Swing para dar charlas motivacionales a los trabajadores del gobierno. Swing había hecho campaña a favor de Vizcarra cuando era candidato a vicepresidente en 2016. Los enemigos congresistas de Vizcarra sugirieron que el presidente o sus principales asesores habían iniciado los pagos a Swing como una recompensa tardía. El 10 de septiembre de este año, el congresista que lidera la investigación dijo que tenía una grabación de Vizcarra planeando estrategias con sus ayudantes sobre cómo manejarlo. Luego, el Congreso programó una votación de acusación.

Vizcarra admitió que la grabación, hecha en secreto por una secretaria, era genuina y se disculpó, pero dijo que no había cometido ningún delito. Las torpezas de los líderes del Congreso lo ayudaron. El portavoz, Manuel Merino, llamó a los principales generales de las fuerzas armadas sobre el juicio político, para “tranquilizarlos”, dijo. La administración afirmó que estaba tramando un golpe. El 12 de septiembre apareció el primer ministro, flanqueado por los generales, para denunciar a Merino. Muchos legisladores decidieron que deshacerse del presidente en un momento de crisis haría al país más daño que bien.

Hay pocas razones para esperar que la calidad del gobierno mejore después de las elecciones presidenciales y parlamentarias del próximo año. Ninguno de los 24 partidos registrados ha elegido candidato presidencial. (Los candidatos deben unirse a uno para fines de septiembre). El único candidato con un apoyo de dos dígitos hasta ahora es George Forsyth, un ex portero de fútbol que ahora es el alcalde de La Victoria, un distrito animoso de Lima. Su competidor más cercano es “ninguno de los anteriores”. Está coqueteando con Restauración Nacional, un partido evangélico que nunca ha gobernado.

En Perú eso no es obstáculo para ganar altos cargos. García es el único presidente desde 1990 que ganó como candidato de un partido que había gobernado antes. Sin el respaldo de partidos fuertes, los presidentes carecen de apoyo en el Congreso y de diputados talentosos para dirigir sus administraciones. Las elecciones de enero hicieron poco por fortalecer el sistema de partidos. Produjo un Congreso fragmentado, con nueve partidos, a pesar de un umbral de entrada del 5% de los votos. Aunque Acción Popular, un partido de centro derecha, es el más grande del Congreso, solo el 6% de los peruanos lo respalda, según una encuesta de Ipsos. Más del 60% de los votantes se autodenominan independientes. Restauración Nacional no se encontraba entre los 11 partidos por los que preguntó la encuestadora.

El próximo presidente de Perú tendrá escasos recursos para hacer frente a una economía aún herida por la pandemia y el aumento de la pobreza. Las reservas de divisas se han agotado por el costo de las medidas para limitar el declive de la economía. La deuda pública pasará del 27% del PBI el año pasado al 35% en 2020, según el Ministerio de Economía y Finanzas. Perú necesita reformas económicas, como reglas más claras para fomentar la inversión en obras públicas e industrias tan vitales como la minería. Es poco probable que Vizcarra avance mucho en el poco tiempo que le queda. La preocupación es que su sucesor no logre mucho más. Lampadia




Urge reformar la OMS

Urge reformar la OMS

Durante todo el transcurso de la crisis sanitaria, la OMS ha sido duramente criticada por diversos medios internacionales por sus contradicciones en torno a sus advertencias sobre las formas de contagio del coronavirus, los posibles tratamientos a la enfermedad, así como por sus muchas veces pesimistas proyecciones en el devenir del mundo para superar la pandemia.

Sin embargo, pocos se han enfocado en los aciertos de la organización para articular todos los frentes en el combate a la pandemia, ya sea a través de la constante difusión de investigaciones relacionadas, el aseguramiento de suministro de medicamentos en los países y por supuesto, su protagonismo en lo que sería el plan de provisión más grande de vacunas a nivel global en el 2021: el COVAX. Todo ello a la luz de las fuertes limitaciones que presenta, como el retiro total de EEUU, su principal fuente de financiamiento, que se suma a un problema estructural de insuficiente financiamiento que limita bastante su accionar.

Un reciente artículo de The Economist que compartimos líneas abajo extiende un breve análisis del desempeño de la OMS en la presente pandemia, arrojando resultados netos positivos, a la vez que llama a una reforma de la organización de cara a enfrentar la problemática de la salud pública global en los próximos años, ahora que se conocen con mayor certeza sus debilidades y fortalezas pues ha sido llevada al límite con la crisis.

A diferencia de la opinión de varios líderes políticos, consideramos que de ninguna manera se puede abandonar la cooperación internacional y el multilateralismo, y peor aún en el tema sanitario. El Perú es un país con grandes brechas sociales y en particular la salud, es de las más graves como ha dejado dilucidar la pandemia. Necesitamos del mayor apoyo posible y organizaciones como la OMS que velan por las mejores prácticas sanitarias globales y coordinan el apoyo hacia los países menos desarrollados como el nuestro son fundamentales. Por ende, consideramos que debe fortalecerse de cara al futuro, en caso azoten otros brotes mundiales, en tanto estos son siempre una posibilidad latente.

Covid-19 y más allá
El mundo necesita una mejor Organización Mundial de la Salud (OMS)

La OMS lo ha hecho bien contra el covid-19. Pero necesita más músculo y más dinero

The Economist
12 de septiembre, 2020
Traducida y comentada por Lampadia

La sede de vidrio y metal de la Organización Mundial de la Salud (OMS), la agencia de salud de la ONU, contrasta marcadamente con su entorno bucólico en las colinas alrededor de Ginebra. Los únicos toques de color son las banderas de sus 194 estados miembros. Por ahora, la bandera estadounidense aún ondea junto al resto. Pero si el presidente Donald Trump se sale con la suya, para julio de 2021 desaparecerá. EEUU es el mayor donante. Una décima parte de su personal es estadounidense. Su influencia corre a través de la agencia, hasta las tazas de mantequilla de maní en la máquina expendedora del personal.

Es un momento extraño para cortar los lazos con el organismo de salud pública más importante del mundo. Hay una pandemia. Mara Pillinger, investigadora de políticas de salud en la Universidad de Georgetown en Washington, DC, dice que la OMS ha hecho un “trabajo bastante notable” al lidiar con el covid-19, dadas las limitaciones incorporadas en su forma de funcionamiento. No obstante, las amenazas gemelas del trumpismo y el coronavirus han iluminado tanto las fortalezas como las debilidades de la agencia y han planteado preguntas sobre su futuro.

El trabajo de emergencia de la OMS se rige por un marco legal conocido como Reglamento Sanitario Internacional, cuya versión actual está en vigor desde 2005. En él se detalla cómo deben manejarse las emergencias de salud pública. Establecen las reglas sobre cómo deben comportarse las naciones. Y restringen a la OMS. Los estados miembros están obligados a informar los brotes de enfermedades tan pronto como puedan, pero si no lo hacen, o se demoran como lo hizo China con el covid-19, la organización no tiene forma de obligarlos.

Antes del 2005 las reglas eran diferentes. Gro Harlem Brundtland, una ex primera ministra noruega que lideró la OMS de 1998 a 2003, criticó a China por no informar de un brote de SARS con prontitud en 2003. Esos días se han ido, dice; los estados miembros ahora han limitado lo que el jefe de la OMS puede hacer y decir. Tedros Adhanom, el actual director general, no ha criticado abiertamente a China. Pero tampoco ha arremetido contra EEUU, señala Jeremy Hunt, exsecretario de salud británico. Ese tacto es crucial. Los organismos de las Naciones Unidas funcionan por consenso, dice: “Ese es el precio que se paga por conseguir que todos los países del mundo se sientan alrededor de la mesa”.

Por lo general, el trabajo de la OMS es identificar las mejores medidas de salud pública, compartir esa información y ofrecer apoyo técnico a los miembros que lo necesiten. Es el foro principal donde los países cooperan en asuntos de salud. El trabajo práctico de la salud pública no es su trabajo. Sin embargo, cuando otros fracasen, intervendrá. Ha proporcionado servicios de salud mental en Siria y ha transportado ambulancias por avión a Irak. Fracasó en su respuesta a un brote de ébola en África occidental en 2014 que mató a más de 11,000 personas. Pero cuando la enfermedad afectó al este de la República Democrática del Congo en 2018, desempeñó un papel de liderazgo en su control. Cuando otros pensaron que era demasiado peligroso enviar personal al campo, la OMS se quedó. Dos miembros del personal fueron asesinados por rebeldes, que a menudo atacaban las clínicas. Tedros visitó el Congo 14 veces, mostrando un valor inusual para alguien en su posición.

Qué es la OMS

La OMS fue fundamental en la erradicación de la viruela, una enfermedad que mató a casi 300 millones de personas en el siglo XX. Casi ha ayudado a erradicar la poliomielitis, que en la década de 1980 paralizaba a 350,000 personas en 125 países cada año. La enfermedad ahora se encuentra en solo tres países. La OMS recibe información de los países sobre los brotes, organiza programas de vacunación y, a menudo, actúa como una especie de agencia de aprobación de vacunas.

Un problema para la OMS, argumenta el Dr. Pillinger, es que gran parte de su trabajo es invisible. Coopera estrechamente con los gobiernos y les permite atribuirse el mérito de sus esfuerzos. Cuando las cosas van mal, por supuesto, se convierte en un chivo expiatorio conveniente, como se ha dado cuenta Trump.

Su respuesta al covid-19 ha sido objeto de un intenso escrutinio, como debería. El Dr. Brundtland cree que la OMS declaró el brote como una emergencia de salud pública demasiado tarde. Eso podría deberse a que China, una vez más, ocultó información sobre un nuevo brote. La OMS, dice, “ocultó y esperó y no debería haberlo hecho, de acuerdo con el Reglamento Sanitario Internacional”.

Algunos dicen que la OMS fue demasiada lenta para emitir una guía sobre el uso de la dexametasona, un medicamento que puede tratar a algunos de los pacientes más enfermos. Otros la han criticado por arrastrar los pies antes de promover el uso de máscaras de tela en autobuses y tiendas. Inicialmente no contaba con la evidencia en la que basar dicha orientación, explica Maria Van Kerkhove, epidemióloga de la OMS. Necesitaba saber si habría máscaras disponibles y qué decía la ciencia sobre la eficacia del uso generalizado del tipo de tela. Pidió a los investigadores de la Universidad de Stanford que investigaran. Sobre la base de su investigación en junio, cambió su consejo para decir que tales máscaras deben usarse en público donde el distanciamiento físico es imposible.

Pero, en general, la organización ha respondido rápidamente al covid-19. Al comienzo del brote, los funcionarios trabajaron con empresas de tecnología y redes sociales para alentarlas a promover información precisa. Acuñó la frase “infodemia” para describir la rápida propagación de información errónea sobre el nuevo virus.

Ha ayudado a coordinar los esfuerzos mundiales para encontrar tratamientos y vacunas. Está trabajando con empresas farmacéuticas para salvaguardar el suministro de medicamentos. Ahora es un actor clave en COVAX, un plan para distribuir 2 mil millones de dosis de una vacuna covid-19 en 2021. La OMS se apresuró a digerir la investigación producida a gran velocidad y explicar lo que significa. Detrás de escena, a los estados miembros se les dice con regularidad qué piensa la OMS sobre si sus medidas no son lo suficientemente agresivas o completas.

Por la OMS las campanas suenan

Sus esfuerzos serán analizados más a fondo. En mayo, la Asamblea Mundial de la Salud, el foro de toma de decisiones de la OMS, solicitó una evaluación independiente completa de la respuesta de la agencia a la pandemia, así como la de los países individuales. Se publicará el próximo año. Cualesquiera que sean sus conclusiones, muchas de las debilidades de la OMS ya son evidentes. El mes pasado, funcionarios de los ministerios de salud de Alemania y Francia hicieron circular un documento que decía que la agencia no cuenta con fondos suficientes, que los estados miembros tienen un mandato excesivo crónico y que su diseño es débil.

El dinero es el problema más inmediato. El presupuesto de la OMS es de US$ 2,500 millones al año (aproximadamente lo que EEUU gasta en atención médica para una ciudad pequeña típica). “Es una cifra triste”, dice Howard Koh, profesor de la Escuela de Salud Pública de Harvard Chan y ex subsecretario de salud en la administración Obama. Con esto “esperamos que resuelvan las pandemias del mundo”. En situaciones de emergencia, la OMS a menudo tiene que acudir a sus patrocinadores para obtener más efectivo. En medio del brote de ébola en el Congo en 2018-19, se agotó.

Su trabajo se hace más difícil porque solo el 20% de sus US$ 2,500 millones en financiamiento está garantizado y viene sin condiciones. Mucho de eso proviene de una pequeña cantidad de grandes donantes (ver cuadro). Es como un país dependiente del petróleo, argumenta el Dr. Tedros, demasiado dependiente de una única fuente de ingresos, EEUU. Otros países grandes, como China y Francia, aportan cantidades insignificantes. El otro 80% viene en forma de alrededor de 3,000 contribuciones voluntarias e impredecibles destinadas a proyectos específicos. Casi la mitad son por menos de US$ 500,000. Son desordenados, difíciles de administrar y fragmentan la organización, dice el jefe de la OMS.

Desde que asumió el cargo en 2017, el Dr. Tedros ha tratado de asegurar las finanzas de la agencia. Creó la Fundación OMS para crear una fuente de dinero más confiable. Está tratando de persuadir a los estados miembros para que otorguen más fondos incondicionales. Incluso antes de la pandemia, había puesto la salud en la agenda política. El personal de una gran organización benéfica de salud dice que, bajo su mando, la OMS ha pasado de discutir su trabajo con los ministros de salud a hablar con los jefes de estado.

El Dr. Tedros es el primer director general elegido mediante votación secreta de todos los estados miembros, lo que le otorga una mayor independencia, dice. Un grupo más pequeño de países, la junta ejecutiva de la OMS, solía controlar estas elecciones. Las reformas que ha implementado hasta ahora han sido ambiciosas, pero los estados miembros deben impulsarlas más.

Más allá de las pandemias, el trabajo de promover políticas basadas en la ciencia, fortalecer los sistemas de salud y ampliar el acceso a la atención no es glamoroso. Pero es vital. El historial de la agencia sobre el covid-19 está lejos de ser perfecto, pero hacía tiempo que advirtió sobre la posibilidad de una pandemia de tal escala. En 2018 se habló de la “Enfermedad X”, una enfermedad causada por un patógeno nunca antes visto en humanos que causaría la próxima pandemia y causaría estragos. El Dr. Tedros estableció una nueva división para prepararse para ello. Muchos países no escucharon.

El mundo no tiene mejor idea que hace un año si un brote tan grave como el covid-19 es un evento único en un siglo o volverá a ocurrir mañana. Mientras tanto, están surgiendo nuevas demandas sobre la OMS. Un nuevo brote de ébola en el Congo requiere atención. Los países más pobres necesitarán apoyo para lidiar con el covid-19 junto con enfermedades existentes como la diabetes y el sarampión. La OMS tendrá que distribuir aún más sus ya limitados recursos.

El Dr. Tedros ha tratado de convencer a la administración Trump de que EEUU debería seguir siendo parte de la OMS, pero dice que estableció condiciones “completamente inaceptables” para hacerlo (no especificó cuáles eran). Joe Biden ha prometido que EEUU se reuniría con la OMS de inmediato, en caso de que ganara la presidencia. De cualquier manera, la posibilidad de que el principal donante de la organización se retire ha hecho que otros países se den cuenta de que deberían hacer más para reforzarla. Un panel interno está estudiando reformas al Reglamento Sanitario Internacional. La OMS puede necesitar el poder para investigar los brotes de manera más independiente y establecer un sistema que les permita emitir advertencias sobre emergencias de salud pública antes. Hace un año, los riesgos de un sistema de salud mundial débil eran difíciles de calcular. Hoy en día, los costos de las fallas se miden en trillones de dólares y la pérdida hasta ahora de alrededor de 900,000 vidas a causa del covid-19. Lampadia




El legado de Shinzo Abe

El legado de Shinzo Abe

Recientemente Japón perdió a quien probablemente fuera su mejor gobernante y reformador en varias décadas, Shinzo Abe, tras el anuncio de su dimisión del cargo de primer ministro el pasado 28 de agosto.

Y mejor gobernante porque, después de sus 4 mandatos comprendidos entre 2012-2020, tuvo resultados no solo en el ámbito económico – mantuvo a flote y en positivo a una economía que presentaba un estancamiento y deflación persistente desde los 90 – sino también en el social y político-institucional. En estos ámbitos, reformó el mercado laboral, favoreciendo la entrada de mujeres y de población extranjera, apuntalando la productividad y aplacó pugnas políticas, reduciendo la volatilidad en el cambio de las carteras ministeriales, algo de lo cual nuestro país puede y debe aprender.

Un reciente artículo de The Economist que compartimos líneas abajo relata todos estos logros a detalle y elogia además el buen desempeño de Abe en la política exterior, en un contexto en el que los nacionalismos han empezado a estar de moda en buena parte del mundo occidental, y cuyas implicancias se han visto en la discontinuidad de una vorágine de tratados multilaterales que involucran a EEUU, como el TPP en el cual Japón tomó la batuta.

 

A la luz de estas reflexiones, podemos decir que necesitamos un Shinzo Abe en el Perú, un presidente que sepa relanzar nuestro país en medio de estos turbulentos vientos de la desglobalización y que además pueda identificar oportunidades para emprender reformas a partir de problemas como la presente pandemia y la guerra comercial EEUU-China, que seguirá escalando si Trump permanece en el poder. De esa manera podremos sentar las bases para alcanzar el nivel de desarrollo que nuestro país necesita. Shinzo Abe probó que esto es posible. Lampadia

Un reformador se despide
El legado de Shinzo Abe es más impresionante de lo que sugiere su silenciosa salida

No solo reformó la economía y las relaciones exteriores, sino que también allanó el camino para futuras reformas

The Economist
3 de setiembre, 2020
Traducida y comentada por Lampadia

El récord se batió a finales de agosto. Luego, solo cuatro días después, el batidor de récords dijo que él también lo estaba. Después de cumplir el período continuo más largo de cualquier primer ministro japonés (así como el período más largo en el cargo en general), Shinzo Abe anunció su renuncia el 28 de agosto.

Abe culpó de la abrupta decisión, más de un año antes de que las reglas de su Partido Liberal Democrático (PDL) lo hubieran obligado a dimitir, a una vieja dolencia digestiva. Pero muchos han considerado su partida como una admisión de derrota. La economía, en la que ha trabajado duro para revivir después de décadas de apatía, se está desmayando nuevamente debido al covid-19. Su campaña para revisar la constitución pacifista de Japón para dar a las fuerzas armadas un fundamento legal adecuado no ha ido a ninguna parte. Su canto del cisne planeado, los Juegos Olímpicos de Tokio que se suponía que iban a tener lugar este verano, puede que nunca suceda. Su índice de aprobación es terrible.

Es un momento sombrío. Con las depredaciones del coronavirus, la creciente pugnacidad de China y la población cada vez más reducida y envejecida de Japón, el sucesor de Abe, que será elegido el 14 de septiembre por los diputados del PDL, tendrá que trabajar muy duro. Pero todos estos problemas se han hecho más manejables gracias a los ocho años de Abe en el cargo. El primer ministro saliente ha hecho un trabajo mucho mejor de lo que comúnmente se reconoce. Antes de que golpeara el covid-19, Abenomics estaba logrando, aunque lentamente, resucitar la economía. Japón, algo así como un alhelí en los asuntos globales desde la Segunda Guerra Mundial, estaba desempeñando un papel inusualmente destacado y constructivo en Asia y en todo el mundo. Y Abe estaba impulsando reformas difíciles que los primeros ministros de corta duración y menos hábiles habían evitado durante décadas. Deja un legado mucho más impresionante de lo que sugiere su salida silenciosa.

Se suponía que Abenomics acabaría con la deflación y estimularía el crecimiento mediante un gasto generoso, una política monetaria radical y reformas estructurales. Abe nunca alcanzó su propio y ambicioso objetivo de aumentar la inflación al 2% anual, pero al menos la hizo positiva. Antes de que asumiera el cargo, los precios habían estado cayendo durante cuatro años seguidos; han aumentado en todos menos uno de los siete años transcurridos desde entonces. Durante su mandato, la economía disfrutó de una recuperación de 71 meses, apenas dos meses antes del récord de posguerra. Y la productividad ha aumentado más rápidamente en Japón que en EEUU.

Para poner la economía en movimiento, Abe adoptó políticas que antes se consideraban política o culturalmente imposibles. Como parte de la Asociación Transpacífica (TPP), un gran acuerdo comercial regional, acordó recortar los aranceles y aumentar las cuotas de importación de productos agrícolas, a pesar de que los agricultores mimados son algunos de los partidarios más leales del PDL. Las mujeres japonesas ingresaron a la fuerza laboral en masa, ayudadas por la guardería gratuita y otros subsidios para el cuidado infantil. Ahora tienen más probabilidades de trabajar que sus homólogos estadounidenses. Y hay más del doble de trabajadores extranjeros en Japón que cuando Abe asumió el cargo, a pesar de una supuesta fobia nacional a la inmigración.

El gobierno corporativo también ha mejorado dramáticamente. Casi todas las grandes empresas que cotizan en bolsa tienen al menos un director independiente, en comparación con menos del 40% en 2012. Eso, a su vez, ha ampliado el atractivo de Japón para los inversores extranjeros. Esta misma semana, Warren Buffett se amontonó en los conglomerados japoneses. El principal índice bursátil se ha más que duplicado bajo la dirección de Abe, habiendo apenas cambiado durante la década anterior.

También ha habido errores, por supuesto, sobre todo en la decisión de aumentar el impuesto a las ventas dos veces, lo que en ambas ocasiones ha llevado a la economía a una breve recesión. Pero las sombrías advertencias de los expertos – que la escala del endeudamiento del gobierno provocaría aumentos inasequibles en la tasa de interés que tenía que pagar o, por el contrario, que la adopción por parte del banco central de tasas de interés negativas dañaría fatalmente a los grandes bancos – fueron simplemente erróneas.

Abe confundió aún más las expectativas con su diplomacia vigorosa y hábil. Como nieto de uno de los arquitectos de la maquinaria de guerra imperial de Japón y un nacionalista declarado él mismo, se esperaba que desencadenara peligrosas disputas con China al tiempo que alejaba a los aliados de Japón. Es cierto que se ha encerrado en una disputa histórica sin sentido con Corea del Sur. En su mayor parte, sin embargo, ha logrado reunir a gobiernos de ideas afines en la región para contrarrestar el poderío militar y económico de China sin provocar indebidamente la ira de China. Cuando EEUU se retiró del TPP, fue Abe quien mantuvo vivo el proyecto. También fortaleció la cooperación militar con otras democracias como Australia e India. Se ha mantenido amistoso con el presidente Donald Trump, pero también, notablemente, se mantiene en buenos términos con Xi Jinping, el presidente de China, que tenía previsto visitar Japón en abril hasta que intervino el covid-19.

La constitución puede permanecer sin cambios, pero Abe, no obstante, ha hecho de Japón una fuerza más creíble en el escenario mundial. Ha aumentado el gasto en las fuerzas armadas y ha impulsado cambios legales que les permiten participar en pactos de defensa conjunta y misiones de mantenimiento de la paz. A pesar de la constante insistencia de China, se ha mantenido firme en una disputa territorial sobre algunas islas diminutas en el Mar de China Oriental.

Abe deja muchos problemas urgentes a su sucesor. La disminución de la población de Japón hace que sea aún más importante incorporar a la fuerza laboral al mayor número posible de personas y aumentar su productividad. Aunque hay más mujeres trabajando, la cultura corporativa sigue siendo demasiado sexista para aprovechar al máximo sus habilidades: la mayoría tiene trabajos sin futuro. La rígida división entre trabajadores asalariados y trabajadores a tiempo parcial también hace que el mercado laboral sea ineficiente. Muy poco, especialmente del trabajo del gobierno, es digital. Y Japón ha avanzado poco en la ecologización de su combinación energética.

Aunque Abe deja muchos asuntos pendientes, también deja a su sucesor las herramientas para completar el trabajo. Quizás su logro más importante y menos reconocido es haber hecho que Japón sea más gobernable. Se las arregló para sofocar, al menos por ahora, la maniobra de facciones dentro del PDL, que condenó a los primeros ministros anteriores a períodos breves y turbulentos en el cargo. Y trajo a la burocracia, que solía dirigir el espectáculo mientras los políticos rotaban, más firmemente bajo el control de sus jefes electos. La economía de Japón, en particular, todavía necesita mucha ayuda. Pero si el próximo primer ministro se las arregla para hacer algo, será gracias en gran parte al trabajo preliminar establecido por Abe. Lampadia




La nueva realidad de la robótica

La nueva realidad de la robótica

La robótica sigue desarrollándose de a pocos, pero certeramente y un ecosistema que parecía asomarse sólo en las películas de ciencia ficción empieza a cobrar forma en la realidad, con especial énfasis en EEUU. Tal es así que hoy en día sus mercados ya incorporan la venta de robots que se erigen y transportan en la tierra con 4 extremidades y con 2 en algunos casos, tratando de emular algunas de las actividades humanas.

Con estas nuevas características los especialistas del sector empiezan a proyectar ocupaciones que podrían desarrollar estos robots en un futuro no muy lejano, las cuales comprenden desde la distribución de mercancías, la automatización de tareas en fábricas hasta el comportamiento autónomo bajo determinados contextos.

Toda esta realidad la describe a detalle un reciente artículo publicado por The Economist que compartimos líneas abajo.

Estos prometedores avances en la robótica consolidarán un proceso que ya veníamos advirtiendo en nuestras anteriores publicaciones en torno a la 4ta Revolución Industrial: un creciente re-alocamiento de empleos desde los sectores primarios y secundarios hacia los terciarios, principalmente servicios de mayor complejidad (ver Lampadia: Automatización demandará nuevos empleos y habilidades).

No debemos ceder a los análisis simplistas de los fatalistas quienes enuncian que los robots provocarán eventualmente una crisis del desempleo de grandes magnitudes. Por el contrario, si bien producirá un desplazamiento de la mano de obra, que será bastante progresivo y no en “saltos” como usualmente se advierte, también suscitará la creación de empleos que demanden desarrollar nuevas habilidades, más innovadoras que a la larga apuntalarán el crecimiento económico. Ello solo puede darnos mejores visos de que el mundo científico todavía tiene mucho por explorar para generar más desarrollo puesto que aún no se han explorado todas las tecnologías disponibles plenamente. Lampadia

Robótica
Los robots que caminan están llegando al mercado

Podrán ir donde la gente pueda, pero los bots existentes no pueden

The Economist
25 de agosto, 2020
Traducida y comentada por Lampadia

Pueden parecer cursi, pero un par de robots que aparecieron recientemente en la Planta de Transmisión Van Dyke de Ford Motor Company, en Detroit, son máquinas de trabajo prácticas. De hecho, pueden apuntar al futuro de la automatización. Poner robots en fábricas no es una idea nueva; unos 2.4 millones de ellos ya están funcionando en plantas de todo el mundo. Pero la mayoría de ellos son poco más que brazos gigantes, atornillados firmemente al suelo, que sueldan y pintan cosas. Aquellos pocos que tienen la movilidad para administrar tareas como entregar componentes lo hacen deslizándose sobre ruedas. Los nuevos dispositivos de Van Dyke son tipos de bestias bastante diferentes. Pueden caminar.

Este par de cuadrúpedos de color amarillo brillante se parecen un poco a perros, lo que llevó a uno a ser apodado Fluffy y al otro Spot (este último apodo es también el nombre oficial que le da a este modelo de robot la firma que los fabrica, Boston Dynamics, una subsidiaria de SoftBank). Sin embargo, la pareja no está allí para divertir a los trabajadores humanos de la fábrica, sino para realizar una tarea importante que Ford espera que le ahorre una tonelada de dinero. Con escáneres láser montados en la espalda, Fluffy y Spot pueden corretear por la planta de 200,000 metros cuadrados recolectando datos. Estos datos se utilizarán para construir un modelo informático detallado de toda la operación de fabricación. Este tipo de modelo se llama gemelo digital y los ingenieros de Ford lo usarán para averiguar cómo reorganizar la línea de producción para producir una nueva caja de cambios.

Con el paso de los años, los planes de fábrica se vuelven obsoletos a medida que se mueven las cosas y se introducen nuevos equipos. Examinar la planta de transmisión a mano llevaría semanas y costaría unos US$ 300,000. Ford reconoce que Fluffy y Spot, que pueden subir escaleras y arrastrarse a áreas difíciles de alcanzar, reducirán el tiempo requerido a la mitad y completarán el trabajo por “una fracción del costo”. Aunque Ford alquila los robots, Boston Dynamics los ha puesto a la venta por 75,000 dólares cada uno. A ese precio, pronto se pagarían por sí mismos realizando tareas como la que se estaba realizando en Van Dyke.

La gama Spot es la primera de los robots andadores de Boston Dynamics que se comercializa. Están empezando a aparecer más máquinas de este tipo de otras empresas y grupos de investigación. Algunos también son cuadrúpedos. Otros son bípedos. El tipo de dos piernas puede ser más ágil y, si está equipado también con brazos, se adapta mejor a tareas como levantar objetos u operar controles. Lo que todas estas máquinas tienen en común es que representan, perdone el juego de palabras, un gran paso adelante en la locomoción de los robots.

Cuatro piernas bien, dos piernas mejor

Si los robots van a ir a donde van las personas, deben poder moverse de la misma forma que las personas. Las ruedas son inútiles para navegar por gran parte del mundo; pregúntele a cualquiera que use una silla de ruedas, dice Aaron Ames, experto en robótica del Instituto de Tecnología de California (Caltech). “Ahora podemos hacer que los robots caminen realmente bien”, dice. Sin embargo, estos robots pueden parecer un poco extraños. Cuando un torso con dos piernas unidas sale del laboratorio del Dr. Ames, causa un poco de sensación en el campus de Caltech. Pero esto es algo a lo que la gente tendrá que acostumbrarse, porque vendrán muchos más.

Sigue habiendo problemas y se necesitan mejoras. “Pero una vez que lleguemos allí, tendremos millones de robots andantes en entornos humanos”, dice Jonathan Hurst, cofundador de Agility Robotics, una empresa con sede en Albany, Oregon. Acaba de lanzar Digit, un robot bípedo de dos brazos que parece un avestruz. En la actualidad, Digit cuesta 250,000 dólares. Pero son los primeros días. A medida que se pongan a trabajar más robots andantes, su desarrollo se acelerará y sus volúmenes de producción aumentarán, lo que reducirá el costo de una máquina como Digit a decenas de miles de dólares.

Este proceso es similar al surgimiento de drones voladores. Alguna vez costaron millones y tenían usos limitados, hasta que los investigadores descubrieron cómo hacer que los aviones pequeños se desplazaran utilizando múltiples rotores coordinados.

¿Qué cambió? “Ahora entendemos las matemáticas de la locomoción en un grado mucho mayor”, explica el Dr. Ames. Los robots que caminan de la vieja escuela, como Asimo, un androide famoso presentado en 2000 por Honda, un fabricante de automóviles japonés, tienen pasos forzados. Caminan arrastrando los pies, colocando un pie adelante, verificando su equilibrio, moviendo el otro pie, volviendo a verificar su equilibrio, etc. “Cuando caminas, no haces eso”, dice. “Tus pies simplemente están bajando y agarrándote”.

¡Dé un paseo!

Los biomecánicos describen a veces la forma en que los humanos caminan como una caída controlada. Dar un paso implica balancear una pierna hacia afuera y colocarla hacia abajo con pequeñas correcciones subconscientes para mantener la estabilidad a medida que la masa del cuerpo por encima de ella se desplaza hacia adelante. Cada pierna funciona como un resorte. Estos movimientos son predecibles y, en los últimos años, los investigadores han descubierto cómo modelarlos matemáticamente. Junto con mejores actuadores para operar las extremidades de un robot y sensores que pueden medir las cosas con mayor precisión, estos modelos han hecho posible recrear este estilo de caminar en robots. No requiere ningún aprendizaje automático sofisticado o inteligencia artificial para hacerlo, solo una buena computación pasada de moda, agrega el Dr. Ames.

Es fácil concluir, como muchos lo hacen, que estos nuevos robots andantes simplemente imitan la naturaleza. Pero ese no es el caso. Un cuadrúpedo, al ser una plataforma estable, es un buen punto de partida para diseñar un robot andante. Después de coordinar las cuatro extremidades, conseguir un buen equilibrio y adaptar un sistema de visión que le permite al robot averiguar dónde poner los pies, los diseñadores de Spot terminaron con un problema. Michael Perry, jefe de desarrollo comercial de Boston Dynamics, dice que no es sorprendente porque la naturaleza ha estado desarrollando diseños eficientes durante mucho tiempo.

Los brazos también pueden realizar otras tareas útiles, como mover cajas en un almacén. Digit puede transportar hasta 20 kg. Es probable que la distribución y entrega de mercancías sea una aplicación importante para los robots andantes, reconoce el Dr. Hurst, especialmente ahora que el comercio electrónico ha experimentado un auge como resultado de las restricciones impuestas a raíz del covid-19. Algunos centros de distribución automatizados están configurados para sistemas robóticos convencionales fijos y con ruedas, pero estos generalmente se han construido de esta manera desde cero. La mayoría de los almacenes están diseñados pensando en las personas. Los robots con patas, que se mueven de manera similar a los trabajadores humanos, encajarían perfectamente.

Con un mayor desarrollo, los robots andantes realizarán tareas más complejas, como las entregas a domicilio. Ford está trabajando en esto con un robot Digit que viaja en la parte trasera de una camioneta. Aunque los robots con ruedas ya realizan algunas entregas, llegar a muchos hogares es complicado y puede implicar subir escalones o escaleras. “Las piernas son la forma en que le gustaría llegar a la mayoría de las puertas de entrada para entregar un paquete”, observa el Dr. Hurst.

Queda por ver exactamente cómo se podría hacer esto. A menos que estén en una misión preprogramada, la mayoría de los robots móviles requieren que un operador proporcione instrucciones básicas para, por ejemplo, proceder a cierto punto. Luego, el robot camina allí solo, evitando obstáculos y subiendo o bajando escalones y escaleras en el camino. Esto significa que un robot ambulante que realiza entregas puerta a puerta puede necesitar algún tipo de mapa digital del vecindario, para saber de antemano los caminos que puede atravesar y los macizos de flores que debe evitar. Eso podría implicar un gran esfuerzo de adquisición de datos, muy parecido a los que se utilizan para crear mapas digitales para automóviles sin conductor. De manera similar, en una fábrica o un almacén, un ser humano tendría que mostrarle las cuerdas a un robot ambulante antes de que lo dejara libre para trabajar por sí solo.

Autodeterminación

Un robot completamente autónomo que podría caminar en un entorno desconocido y decidir por sí mismo lo que tenía que hacer queda muy lejos. Una de las tareas más difíciles para un dispositivo de este tipo sería cuidar de forma autónoma a alguien en casa. El robot tendría que ser capaz de tomar numerosas decisiones complejas, como administrar el medicamento correcto, decidir si dejar entrar o no a extraños en la casa o saber cuándo sacar al perro a pasear. Sin embargo, muchos especialistas en robótica creen que algún día llegarán allí, o al menos se acercarán a esto.

Mientras tanto, la nueva generación de robots que se está desarrollando seguirá desarrollando las capacidades de las máquinas. En Boston Dynamics, Perry reconoce que, además de la topografía, Spot encontrará muchas funciones en la inspección y el mantenimiento. Dichos robots pueden, por ejemplo, entrar en entornos peligrosos como subestaciones eléctricas sin tener que desconectarlos de la red, como es necesario cada vez que entra un ingeniero humano.

En lugar de simplemente buscar problemas, el siguiente truco de Spot será tomar medidas para resolverlos, como activar un interruptor o abrir una válvula. Hará esto con un solo brazo manipulador que lo hace parecer menos un perro y más un Braquiosaurio de cuello largo. Un prototipo de esta configuración ya está circulando por las oficinas de la empresa, abriendo y cerrando puertas.

Esta versión de Spot debería salir a la venta el próximo año. En cuanto a Atlas, el humanoide de Boston Dynamics, es actualmente demasiado caro para generar una versión comercial. Pero las lecciones que se aprendan ayudarán a proporcionar la ingeniería necesaria para que vengan otros robots, dice Perry.

Es posible que algunos de estos robots andantes del futuro no se desplieguen en este mundo. En Caltech, el Dr. Ames cree que los robots con patas tendrán ventajas en la exploración planetaria, por ejemplo, para sortear terrenos difíciles y entrar en cuevas. Mientras tanto, en la Tierra, él y algunos colegas de otras instituciones están utilizando el nuevo conocimiento de la locomoción robótica para desarrollar prótesis ligeras para quienes no pueden caminar con facilidad y exoesqueletos motorizados para quienes no pueden caminar en absoluto. En un mundo no hecho para ruedas, esto plantea la tentadora perspectiva de que los robots andantes algún día ayudarán a librar al mundo de las sillas de ruedas. Lampadia




Los sistemas de identificación digital

Los sistemas de identificación digital

Una de las limitantes que enfrentó y sigue enfrentando el gobierno en la pandemia es la carencia de un sistema de identificación digital que pudiese integrar y actualizar información en tiempo real de varios importantes ámbitos de la población peruana que incluyan por ejemplo la salud, la ocupación, la disponibilidad de una cuenta bancaria, el hogar de residencia, por mencionar los más importantes.

El costo de no tener información completa, y en muchos casos totalmente desfasada, ha sido duro y se ha visto en todos los servicios provistos por el estado durante la emergencia desde una lenta y aún errática entrega de bonos y una falta de atención hospitalaria oportuna hasta una prácticamente inexistente aplicación de un sistema de rastreo de contactos que evitase mayores contagios.

Afortunadamente ya se han empezado a plantear iniciativas al respecto como la “cuenta DNI” que apuntaría a generar cuentas bancarias para toda la población identificada en RENIEC, asegurando un mecanismo de percepción de subsidios de ayuda a partir de la información actualizada del DNI.

Pero hacen falta muchas más medidas dada la tremenda reducción de tiempos en procedimientos burocráticos que implicaría digitalizar toda la información del ciudadano de manera centralizada. A continuación, compartimos un reciente artículo publicado por The Economist que aborda cómo algunos países – sin ser necesariamente del primer mundo – han construido sus sistemas de identificación digital y los beneficios que han logrado con él.

Si bien consideramos, al igual que The Economist, que estos sistemas pueden ser peligrosos en manos de un régimen autocrático, creemos que sí es posible generar mecanismos para salvaguardar la privacidad de las personas para que no sea usada para malos fines. El tremendo costo de no generar estos sistemas, como hemos visto en el Perú con la pandemia, imprime la necesidad de avanzar en la digitalización. Lampadia

Hora de la prueba
Covid-19 refuerza el caso de las tarjetas de identificación digitales

Con garantías de privacidad y seguridad, hacen que el gobierno funcione mejor

The Economist
5 de setiembre, 2020
Traducida y comentada por Lampadia

La pandemia ha tenido pocos rayos de luz. Una es que una gran variedad de actividades humanas se ha movido en línea con mucha más fluidez de lo que casi nadie esperaba. Las empresas han dejado que su personal administrativo trabaje desde casa durante medio año. La gente asiste a clases de yoga de forma remota. Los británicos aparecen en los tribunales de forma digital; los neoyorquinos se están casando en línea.

Sin embargo, a medida que migran al mundo virtual, muchas personas descubren que no tienen los documentos adecuados para demostrar su identidad. Las empresas utilizan las tarjetas de crédito, en efecto, como una prueba aproximada de que las personas son quienes dicen. Los gobiernos no pueden hacer eso. En lugar de simplemente intercambiar bienes por dinero, regalan dinero y emiten órdenes, por lo que necesitan saber más sobre sus “clientes” que, por ejemplo, un supermercado. En países sin un sistema de identidades digitales seguras, el cierre de oficinas gubernamentales tradicionales y el cambio de servicios públicos en línea han causado estragos. Los divorcios y las adopciones se han topado con una pared de ladrillos virtual. El sistema de Italia para distribuir los pagos de emergencia colapsó y luego exigió trámites que los solicitantes no podían obtener porque las oficinas gubernamentales estaban cerradas. En EEUU, el estado de Washington pagó 650 millones de dólares en seguro de desempleo a los estafadores que presentaron solicitudes utilizando identidades robadas.

No se produjo tal estrago en Estonia, un pequeño estado báltico donde todos los ciudadanos tienen una identidad electrónica. Más que una simple tarjeta de identidad, vincula los registros de todos los estonios. Entonces, cuando el gobierno creó un sistema de licencias para los trabajadores afectados por la pandemia, ya sabía dónde trabajaban y cómo pagarles. Nadie en Estonia tenía que hacer cola en la acera para reclamar beneficios, como lo hacía la gente en otros lugares.

Otros países, como Gran Bretaña y EEUU, se han resistido durante mucho tiempo a introducir un sistema de identidad nacional. Algunos temen que al gobierno le resulte demasiado fácil espiar a la gente, o que sea demasiado fácil de piratear, o que simplemente burócratas incompetentes lo estropeen. Los sentimientos se disparan. Boris Johnson, el primer ministro de Gran Bretaña, una vez prometió que si tenía que llevar una tarjeta de identificación y un funcionario mandón exigía verla, se la “comería físicamente”.

Sin embargo, la pandemia ha fortalecido el caso de una identificación digital. No solo facilitaría y agilizaría el acceso a los servicios gubernamentales de forma remota. También haría que los sistemas de seguimiento y localización fueran más eficaces. Si, en una emergencia como la pandemia, los datos de salud estuvieran vinculados a los datos del trabajo, los gobiernos podrían detectar rápidamente cuándo un grupo de pacientes con covid trabajaba en la misma fábrica.

Las preocupaciones sobre la privacidad y la seguridad se pueden disipar, aunque de manera imperfecta. Los estonios, que se enteraron de una sana sospecha sobre Big Brother [referencia al ‘gran hermano’ de Orwell] durante cinco décadas bajo la bota soviética, están ampliamente tranquilos por una ley de protección de datos y salvaguardas contra la piratería continuamente actualizadas que incluyen la autenticación de dos factores. Del mismo modo, se pueden aprobar leyes para evitar que la policía exija ver las tarjetas de identificación de las personas. Los regímenes autocráticos abusarán de los sistemas de identidad, por supuesto, pero los gobiernos democráticos pueden verse limitados. El sistema de Estonia registra cada vez que se visualiza un dato, y es un delito que cualquiera, incluidos los funcionarios, acceda a información privada sin una buena causa. Ese es un buen modelo.

Crear un sistema de identificación digital es difícil y costoso. Sin embargo, India, un país gigantesco y en gran parte pobre, lo ha logrado. Su sistema biométrico “Aadhaar” ha creado identidades digitales para 1,300 millones de personas. Tiene fallas: muchos indios que no pudieron registrarse han sufrido gravemente por no poder acceder a los servicios. Pero ha simplificado los servicios gubernamentales y ha reducido enormemente el fraude. Si los indios rurales pueden demostrar quiénes son en línea, es escandaloso que muchos británicos y estadounidenses no puedan.

Los sistemas de identificación digital se pueden introducir gradualmente, basándose en plataformas preexistentes. No tienen por qué ser obligatorios. Si son razonablemente seguros y reducen la molestia de tratar con el Estado, la gente se inscribirá voluntariamente. Lampadia




La macroeconomía en tiempos del covid

La macroeconomía en tiempos del covid

La profunda recesión que asola nuestro mundo producto de la pandemia está generando una disrupción en la manera de hacer política macroeconómica, un hecho que ya había empezado con las políticas monetarias no convencionales emprendidas para paliar la crisis financiera del 2008, pero que ahora se ha complementado con el nuevo protagonismo que tiene la política fiscal. De hecho, ahora que los bancos centrales se encuentran trabajando muy de cerca con los tesoros de los países, se ha perdido hasta cierto punto la distinción entre política monetaria y fiscal.

Un reciente y extenso artículo de The Economist que compartimos líneas abajo incide en las tres principales líneas de pensamiento que discuten sobre cuál debiera ser el enfoque más adecuado para reducir la volatilidad  del ciclo económico, ahora que queda más claro el panorama de que únicamente manipulando las tasas de interés de referencia en un contexto de tasa negativas, resulta insuficiente.

Evaluar este bagaje de políticas y analizar las implicancias de cada una de ellas en el mediano plazo resulta fundamental para las autoridades monetarias y fiscales tanto para países desarrollados como en vías de desarrollo como el nuestro. La eficacia de algunas, como la persistente compra de deuda y provisión de recursos por parte de los bancos centrales para seguir financiando los déficits fiscales de los gobiernos, descansa sobre supuestos altamente sensibles en los que ligeros cambios en el entorno financiero internacional puede desembocar en una terrible crisis si no se toman en cuenta.

Al respecto, reafirmamos nuestra idea de que no se puede relegar a los bancos centrales a ser simples fuentes de financiamiento permanentes de los gobiernos de turno porque sabemos de las tentaciones populistas que subyacen a ellos, lo cual puede llevar a sobreendeudar las economías fuera del equilibrio deseable. Al fin y al cabo, cuando las economías retomen progresivamente a su crecimiento potencial con la masificación de las vacunas, debe ser un imperativo reducir estos planes expansivos desde el lado estatal y permitir que el sector privado impulse la reactivación, brindando mayores exenciones fiscales y liberalizando los mercados laborales a través de la flexibilidad de la contratación y el despido.

Que la coyuntura actual no tuerza la finalidad de las autoridades monetarias de cuidar el valor de la moneda, pues ha sido gracias a esta independencia – que ha trascendido los ciclos politicos – que se ha generado estabilidad macroeconómica en los países. Veamos el análisis de The Economist que aborda estas discusiones a detalle. Lampadia

Empezar de nuevo
La pandemia del covid-19 está obligando a repensar la macroeconomía

Todavía no está claro a dónde conducirá

The Economist
25 de julio, 2020
Traducida y comentada por Lampadia

En la forma en que se conoce hoy, la macroeconomía comenzó en 1936 con la publicación de “La teoría general del empleo, el interés y el dinero” de John Maynard Keynes. Su historia posterior se puede dividir en tres eras. La era de la política guiada por las ideas de Keynes comenzó en la década de 1940. En la década de 1970 había encontrado problemas que no podía resolver y, por lo tanto, en la década de 1980, comenzó la era monetarista, más comúnmente asociada con el trabajo de Milton Friedman. En las décadas de 1990 y 2000, los economistas combinaron ideas de ambos enfoques. Pero ahora, en los restos dejados por la pandemia de coronavirus, está comenzando una nueva era. ¿Qué contiene?

La idea central de la economía de Keynes es la gestión del ciclo económico: cómo luchar contra las recesiones y garantizar que la mayor cantidad de personas que quieren trabajo puedan obtenerlo. Por extensión, esta idea clave se convirtió en el objetivo final de la política económica. A diferencia de otras formas de teoría económica a principios del siglo XX, el keynesianismo preveía un papel importante para el Estado en el logro de ese fin. La experiencia de la Gran Depresión había convencido a los protokeynesianos de que la economía no era un organismo de corrección natural. Se suponía que los gobiernos debían tener grandes déficits (es decir, gastar más de lo que recibían en impuestos) durante las recesiones para apuntalar la economía, con la expectativa de que pagarían la deuda acumulada durante los buenos tiempos.

El paradigma keynesiano se derrumbó en la década de 1970. La persistentemente alta inflación y el alto desempleo de esa década (“estanflación”) desconcertaron a los economistas convencionales, quienes pensaron que las dos variables casi siempre se movían en direcciones opuestas. Esto a su vez convenció a los formuladores de políticas de que ya no era posible “salir de una recesión”, como admitió James Callaghan, entonces primer ministro de Gran Bretaña, en 1976. Una idea central de la crítica de Friedman al keynesianismo era que si los formuladores de políticas trataban de estimular sin abordar las deficiencias estructurales subyacentes, aumentarían la inflación sin reducir el desempleo. Y la alta inflación podría persistir, simplemente porque era lo que la gente esperaba.

Los formuladores de políticas buscaron algo nuevo. Las ideas monetaristas de la década de 1980 inspiraron a Paul Volcker, entonces presidente de la Reserva Federal, a aplastar la inflación al restringir la oferta monetaria, a pesar de que hacerlo también produjo una recesión que disparó el desempleo. El hecho de que Volcker hubiera sabido que esto probablemente sucedería reveló que algo más había cambiado. Muchos monetaristas argumentaron que los formuladores de políticas antes que ellos se habían centrado demasiado en la igualdad de ingresos y riqueza en detrimento de la eficiencia económica. En su lugar, debían centrarse en lo básico, como una inflación baja y estable, que a largo plazo crearía las condiciones en las que aumentaría el nivel de vida.

Suena como un susurro

En los años 1990 y 2000 surgió una síntesis del Keynesianismo y el Friedmanismo. Con el tiempo, recomendó un régimen político poco conocido como “metas flexibles de inflación”. El objetivo central de la política era lograr una inflación baja y estable, aunque hubo espacio, durante las recesiones, para poner el empleo primero, incluso si la inflación era incómodamente alta. La herramienta principal de la gestión económica era la subida y bajada de las tasas de interés a corto plazo, que, según se descubrió, eran determinantes más confiables del consumo y la inversión que la oferta monetaria. La independencia de los bancos centrales de los gobiernos aseguró que no caerían en las trampas inflacionarias de las que advirtió Friedman. La política fiscal, como una forma de gestionar el ciclo económico, se dejó de lado, en parte porque se consideró que estaba demasiado sujeta a la influencia política. El trabajo de la política fiscal era mantener bajas las deudas públicas y redistribuir los ingresos en la medida y en la forma en que los políticos lo consideraran conveniente.

Ahora parece que este paradigma económico dominante ha alcanzado su límite. Primero comenzó a tambalearse después de la crisis financiera mundial de 2007-09, ya que los formuladores de políticas se enfrentaron a dos grandes problemas. La primera fue que el nivel de demanda en la economía, en general, el deseo agregado de gastar en relación con el deseo agregado de ahorrar, parecía haberse reducido permanentemente por la crisis. Para combatir la recesión, los bancos centrales redujeron las tasas de interés y lanzaron una flexibilización cuantitativa (QE, o imprimir dinero para comprar bonos). Pero incluso con una política monetaria extraordinaria, la recuperación de la crisis fue lenta y prolongada. El crecimiento del PBI fue débil. Eventualmente, los mercados laborales se dispararon, pero la inflación permaneció apagada (ver gráfico 1). A fines de la década de 2010 fueron simultáneamente las nuevas décadas de 1970 y anti-1970: una vez más, la inflación y el desempleo no se comportaron como se esperaba, aunque esta vez ambos fueron sorprendentemente bajos.

Esto puso en duda la sabiduría recibida sobre cómo gestionar la economía. Los bancos centrales enfrentaron una situación en la que la tasa de interés necesaria para generar suficiente demanda estaba por debajo de cero. Ese era un punto que no podían alcanzar fácilmente, ya que si los bancos intentaran cobrar tasas de interés negativas, sus clientes podrían simplemente retirar su efectivo y guardarlo debajo del colchón. QE era un instrumento político alternativo, pero se discutió su eficacia. Tales disputas provocaron un replanteamiento. Según un documento de trabajo publicado en julio por Michael Woodford y Yinxi Xie, de la Universidad de Columbia, “los acontecimientos del período transcurrido desde la crisis financiera de 2008 han requerido una reevaluación significativa de la sabiduría convencional previa, según la cual la política de tasas de interés sola debería ser suficiente para mantener la estabilidad macroeconómica “.

El segundo problema posterior a la crisis financiera relacionado con la distribución. Si bien las preocupaciones sobre los costos de la globalización y la automatización ayudaron a impulsar la política populista, los economistas preguntaron en qué intereses había estado trabajando últimamente el capitalismo. Un aparente aumento en la desigualdad estadounidense después de 1980 se convirtió en el centro de mucha investigación económica. A algunos les preocupaba que las grandes empresas se hubieran vuelto demasiado poderosas; otros, que una sociedad globalizada era demasiado aguda o que la movilidad social estaba disminuyendo.

Algunos argumentaron que el crecimiento económico estructuralmente débil y la mala distribución del botín de la actividad económica estaban relacionados. Los ricos tienen una mayor tendencia a ahorrar en lugar de gastar, por lo que si su participación en el ingreso aumenta, entonces el ahorro general aumenta. Mientras tanto, en la prensa, los bancos centrales enfrentaron acusaciones de que las bajas tasas de interés y el QE aumentaban la desigualdad al aumentar los precios de la vivienda y la renta variable.

Sin embargo, también estaba quedando claro cuánto estímulo económico podría beneficiar a los pobres, si provocaba que el desempleo bajara lo suficiente como para que aumenten los salarios de las personas de bajos ingresos. Justo antes de la pandemia, una proporción cada vez mayor del PBI en todo el mundo rico se estaba acumulando para los trabajadores en forma de sueldos y salarios. Los beneficios fueron mayores para los trabajadores con salarios bajos. “Estamos escuchando fuerte y claro que esta larga recuperación ahora está beneficiando a las comunidades de ingresos bajos y moderados en mayor medida de lo que se ha sentido durante décadas”, dijo Jerome Powell, presidente de la FED, en julio de 2019. La creciente creencia en el poder redistributivo de una economía en auge se sumó a la importancia de encontrar nuevas herramientas para reemplazar las tasas de interés para administrar el ciclo económico.

Tablas que comienzan a girar

Entonces el coronavirus golpeó. Las cadenas de suministro y la producción se han interrumpido, y todo lo demás igual debería haber causado que los precios subieran, ya que las materias primas y los productos terminados eran más difíciles de conseguir. Pero el mayor impacto de la pandemia ha sido en el lado de la demanda, causando que las expectativas de inflación y tasas de interés futuras caigan aún más. El deseo de invertir se ha desplomado, mientras que las personas de todo el mundo rico ahora ahorran gran parte de sus ingresos.

La pandemia también ha expuesto y acentuado las desigualdades en el sistema económico. Las personas con empleos de cuello blanco pueden trabajar desde casa, pero los trabajadores “esenciales” (los conductores de reparto, los limpiadores de basura) deben seguir trabajando y, por lo tanto, corren un mayor riesgo de contraer covid-19, todo el tiempo por un salario bajo. Aquellos en industrias como la hostelería (desproporcionadamente joven, femenina y de piel negra o marrón) han soportado la peor parte de la pérdida de empleos.

Incluso antes de covid-19, los encargados de formular políticas comenzaban a concentrarse una vez más en el mayor efecto de la caída y el auge del ciclo económico en los pobres. Pero dado que la economía se ha visto afectada por una crisis que afecta más a los más pobres, ha surgido un nuevo sentido de urgencia. Eso está detrás del cambio en la macroeconomía. Diseñar nuevas formas de volver al pleno empleo es, una vez más, la máxima prioridad para los economistas.

¿Pero cómo hacerlo? Algunos argumentan que el covid-19 ha demostrado temores erróneos de que los responsables políticos no pueden luchar contra las recesiones. En lo que va de año, los países ricos han anunciado un estímulo fiscal por valor de unos $ 4.2 trillones, suficiente para llevar sus déficits a casi el 17% del PBI, mientras que los balances de los bancos centrales han crecido en un 10% del PBI. Este enorme estímulo ha calmado los mercados, impedido el colapso de las empresas y protegido los ingresos de los hogares. La acción política reciente “ofrece una reprimenda de la idea de que los responsables políticos pueden quedarse sin munición”, argumenta Erik Nielsen, de Unicredit, un banco.

Sin embargo, aunque nadie duda de que los encargados de formular políticas hayan encontrado un montón de palancas, sigue habiendo desacuerdo sobre cuál debería continuar tirando, quién debería tirar y cuáles serán los efectos. Los economistas y los encargados de formular políticas se pueden dividir en tres escuelas de pensamiento, de menos a más radicales: una que requiere meramente mayor coraje; uno que mira a la política fiscal; y una que dice que la solución son las tasas de interés negativas.

No hace mucho, los banqueros centrales siguieron este credo e insistieron en que todavía tenían las herramientas para hacer su trabajo. En 2013, Japón, que tiene más experiencia que cualquier otro país con condiciones de bajo crecimiento y inflación ultrabaja, nombró a un banquero central “whatever-it-takes”, Kuroda Haruhiko, para dirigir el Banco de Japón (BOJ). Logró avivar un auge del empleo, pero aumentó la inflación en menos de lo prometido. Justo antes de la pandemia, Ben Bernanke, ex presidente de la Reserva Federal, argumentó en un discurso ante la Asociación Económica Americana que el potencial para la compra de activos significaba que la política monetaria por sí sola probablemente sería suficiente para combatir una recesión.

Pero en los últimos años, la mayoría de los banqueros centrales se han inclinado a exhortar a los gobiernos a usar sus presupuestos para impulsar el crecimiento. Christine Lagarde abrió su mandato como presidenta del Banco Central Europeo con un llamado al estímulo fiscal. Powell advirtió recientemente al Congreso que no retire prematuramente su respuesta fiscal a la pandemia. En mayo, Philip Lowe, gobernador del Banco de la Reserva de Australia (RBA), dijo al parlamento australiano que “la política fiscal tendrá que desempeñar un papel más importante en la gestión del ciclo económico que en el pasado”.

Parado en las líneas de bienestar

Eso coloca a la mayoría de los banqueros centrales en la segunda escuela de pensamiento, que se basa en la política fiscal. Los adherentes dudan de que las compras de activos del banco central puedan ofrecer un estímulo ilimitado, o ven esas compras como peligrosas o injustas, tal vez, por ejemplo, porque comprar deuda corporativa mantiene vivas a las empresas que deberían fracasar. Es mejor que el gobierno aumente el gasto o reduzca los impuestos, con déficits presupuestarios que absorben el exceso de ahorro creado por el sector privado. Puede significar tener grandes déficits durante un período prolongado, algo que ha sugerido Larry Summers, de la Universidad de Harvard.

Esta visión no elimina el papel de los bancos centrales, pero los relega. Se convierten en facilitadores del estímulo fiscal, cuyo trabajo principal es mantener baratos los préstamos públicos a largo plazo a medida que aumentan los déficits presupuestarios. Pueden hacerlo comprando bonos directamente o fijando tasas de interés a largo plazo cercanas a cero, como lo hacen actualmente el BOJ y el RBA. Como resultado del covid-19 “la línea fina entre la política monetaria y la gestión de la deuda pública se ha vuelto borrosa”, según un informe del Banco de Pagos Internacionales (BIS), un club de bancos centrales.

No todos están contentos con esto. En junio, Paul Tucker, ex vicegobernador del Banco de Inglaterra, dijo que, en respuesta a las vastas compras de bonos gubernamentales del banco, la pregunta era si el banco “ahora ha vuelto a ser el brazo operativo del Tesoro”. Pero aquellos influenciados por la escuela keynesiana, como Adair Turner, un ex regulador financiero británico, quieren que el financiamiento monetario del estímulo fiscal se convierta en una política establecida, una idea conocida como el “helicóptero monetario”.

Los enormes programas de estímulo fiscal significan que las proporciones de deuda pública en relación del PBI están aumentando (ver gráfico 2). Sin embargo, estos ya no alarman de manera confiable a los economistas. Esto se debe a que las bajas tasas de interés actuales permiten a los gobiernos pagar deudas públicas mucho más altas (ver gráfico 3). Si las tasas de interés permanecen más bajas que el crecimiento económico nominal, es decir, antes de ajustarse a la inflación, entonces una economía puede salir de la deuda sin necesidad de tener un superávit presupuestario, un punto enfatizado por Olivier Blanchard del Instituto Peterson de Economía Internacional, un think tank. Otra forma de argumentar es decir que los bancos centrales pueden continuar financiando a los gobiernos siempre y cuando la inflación siga siendo baja, porque es en última instancia la perspectiva de la inflación lo que obliga a los encargados de formular políticas a elevar las tasas a niveles que encarecen la deuda.

Para algunos, la idea de dar el golpe fiscal al máximo y de cooptar al banco central para ese fin, se asemeja a la “teoría monetaria moderna” (MMT). Esta es una teoría económica heterodoxa que exige que los países que pueden imprimir su propia moneda (como EEUU y Gran Bretaña) ignoren las relaciones deuda / PBI , confíen en el banco central para respaldar la deuda pública y continúen ejecutando el gasto deficitario a menos y hasta que el desempleo y la inflación vuelvan a la normalidad.

Y de hecho hay una semejanza entre esta escuela de pensamiento y el MMT. Cuando las tasas de interés son cero, no hay distinción entre la emisión de deuda, que de otro modo incurriría en costos de intereses, y la impresión de dinero, que los libros de texto suponen que no incurre en costos de intereses. A una tasa de interés cero, “no importa si financia con dinero o con deuda”, dijo Blanchard en un seminario web reciente.

Pero la comparación termina ahí. Mientras que quienes abogan por la MMT quieren que el banco central fije las tasas de interés en cero permanentemente, otros economistas convencionales abogan por una política fiscal expansiva precisamente porque quieren que las tasas de interés suban. Esto, a su vez, permite que la política monetaria recupere la tracción.

La tercera escuela de pensamiento, que se centra en las tasas de interés negativas, es la más radical. Le preocupa cómo las tasas de interés se mantendrán por debajo de las tasas de crecimiento económico, como estipuló Blanchard. Sus defensores ven el estímulo fiscal, ya sea financiado por deuda o por la creación de dinero del banco central, con cierta sospecha, ya que ambos dejan facturas para el futuro.

Un efecto secundario del QE es que deja al banco central incapaz de aumentar las tasas de interés sin pagar intereses sobre la enorme cantidad de dinero electrónico que los bancos han estacionado con él. Cuanto más dinero imprima para comprar bonos del gobierno, más dinero se depositará en él. Si las tasas a corto plazo aumentan, también lo hará la factura del “interés sobre las reservas” del banco central. En otras palabras, un banco central que crea dinero para financiar el estímulo está, en términos económicos, haciendo algo sorprendentemente similar a un gobierno que emite deuda a tasa flotante. Y los bancos centrales son, en última instancia, parte del gobierno.

Entonces no hay almuerzos gratis. “Cuanto mayor sea el QE pendiente como parte de la deuda total del gobierno, más expuesto estará el gobierno a las fluctuaciones en las tasas de interés a corto plazo”, explicó Gertjan Vlieghe, del Banco de Inglaterra, en un discurso reciente. Otra preocupación es que en las próximas décadas los gobiernos enfrentarán aún más presión sobre sus presupuestos por el gasto en pensiones y salud asociado con el envejecimiento de la población, las inversiones para combatir el cambio climático y cualquier otra catástrofe en el molde de covid-19. La mejor manera de estimular las economías de manera continua no es, por lo tanto, crear facturas interminables que pagar cuando las tasas vuelvan a subir. Es tomar tasas de interés negativas.

Esperando una promoción

Algunas tasas de interés ya son marginalmente negativas. La tasa de política del Banco Nacional Suizo es de -0.75%, mientras que algunas tasas en la zona euro, Japón y Suecia también están en números rojos. Pero los gustos de Kenneth Rogoff de la Universidad de Harvard y Willem Buiter, el ex economista jefe de Citigroup, un banco, prevén tasas de interés de -3% o menos, una propuesta mucho más radical. Para estimular el gasto y el endeudamiento, estas tasas tendrían que extenderse por toda la economía: a los mercados financieros, a los cargos por intereses sobre los préstamos bancarios, y también a los depósitos en los bancos, que tendrían que reducirse con el tiempo. Esto desalentaría el ahorro (en una economía deprimida, después de todo, el ahorro fundamental es el problema fundamental), aunque es fácil imaginar que las tasas de interés negativas provoquen una reacción populista.

Muchas personas también desearían sacar su dinero de los bancos y meterlo debajo del colchón. Hacer efectivas estas propuestas, por lo tanto, requeriría una reforma radical. Existen varias ideas sobre cómo hacer esto, pero el método de fuerza bruta consiste en abolir al menos los billetes de alta denominación, lo que hace que mantener grandes cantidades de efectivo físico sea costoso y poco práctico. Rogoff sugiere que eventualmente el efectivo podría existir solo como “monedas pesadas”.

Las tasas negativas también plantean problemas para los bancos y el sistema financiero. En un artículo publicado en 2018, Markus Brunnermeier y Yann Koby, de la Universidad de Princeton, sostienen que existe una “tasa de interés de reversión” por debajo de la cual los recortes de tasas de interés en realidad disuaden a los préstamos bancarios, perjudicando la economía en lugar de impulsarla. Por debajo de una cierta tasa de interés, que según la experiencia debe ser negativa, los bancos podrían no estar dispuestos a pasar recortes de las tasas de interés a sus depositantes, por temor a incitar a los clientes molestos a trasladar sus depósitos a un banco rival. Las tasas de interés profundamente negativas podrían aplastar las ganancias de los bancos, incluso en una economía sin efectivo.

Toma lo que es de ellas

Sin embargo, varios factores podrían hacer que la economía sea más hospitalaria a tasas negativas. El efectivo está en declive, otra tendencia que la pandemia ha acelerado. Los bancos se están volviendo menos importantes para las finanzas, con cada vez más intermediación en los mercados de capitales. Los mercados de capitales, señala Buiter, no se ven afectados por el argumento de la “tasa de inversión”. Mientras tanto, los banqueros centrales están jugando con la idea de crear sus propias monedas digitales que podrían actuar como cuentas de depósito para el público, permitiendo que el banco central pague o cobre intereses sobre depósitos directamente, en lugar de hacerlo a través del sistema bancario. La campaña de Joe Biden para la Casa Blanca incluye ideas similares, lo que permitiría a la FED servir directamente a aquellos que no tienen una cuenta bancaria privada.

Los encargados de la formulación de políticas ahora tienen que sopesar los riesgos para elegir en el mundo poscovid: intervención generalizada del banco central en los mercados de activos, aumentos continuos en la deuda pública o una sacudida del sistema financiero. Sin embargo, un número creciente de economistas teme que incluso estos cambios radicales no sean suficientes. Sostienen que existen problemas más profundos que solo pueden resolverse mediante una reforma estructural.

Un nuevo paper de Atif Mian de la Universidad de Princeton, Ludwig Straub de la Universidad de Harvard y Amir Sufi de la Universidad de Chicago amplía la idea de que la desigualdad socava la demanda de la economía. De la misma manera que la desigualdad crea una necesidad de estímulo, argumentan, el estímulo eventualmente crea más desigualdad. Esto se debe a que deja a las economías más endeudadas, ya sea porque las bajas tasas de interés alientan a los hogares o las empresas a endeudarse, o porque el gobierno ha tenido déficit. Tanto el endeudamiento público como el privado transfieren ingresos a los inversores ricos que poseen la deuda, lo que deprime aún más la demanda y las tasas de interés.

Las tendencias seculares de las últimas décadas, de mayor desigualdad, mayores ratios de deuda a PBI y menores tasas de interés, se refuerzan mutuamente. Los autores sostienen que escapar de la trampa “requiere la consideración de políticas macroeconómicas menos estándar, como las que se centran en la redistribución o las que reducen las fuentes estructurales de alta desigualdad”. Una de estas “fuentes estructurales de alta desigualdad” podría ser la falta de competitividad. Las grandes empresas con mercados cautivos no necesitan invertir tanto como lo harían si se enfrentaran a una mayor competencia.

Todas estas nuevas ideas ahora competirán por el espacio en un entorno político en el que el cambio de repente parece mucho más posible. ¿Quién podría haber imaginado, hace solo seis meses, que decenas de millones de trabajadores en toda Europa recibirían sus salarios pagados por esquemas de licencia financiados por el gobierno, o que siete de cada diez perdedores de empleo estadounidenses en la recesión ganarían más con el seguro de desempleo pagos de lo que habían hecho en el trabajo? Debido a los rescates masivos, “el papel del estado en la economía probablemente será considerablemente mayor”, dice el BIS.

Hablando sobre una revolución

Muchos economistas quieren precisamente esta intervención estatal, pero presenta riesgos claros. Los gobiernos que ya tienen grandes deudas podrían decidir que preocuparse por los déficits es para los débiles y que la independencia del banco central no importa. Eso podría desencadenar una alta inflación y proporcionar un doloroso recordatorio de los beneficios del antiguo régimen. Las reformas del sector financiero podrían ser contraproducentes. Una mayor redistribución podría sacar a la economía de un caos de la manera en que lo describen Sufi, Stansbury y sus respectivos colegas, pero los altos impuestos podrían desalentar igualmente el empleo, la empresa y la innovación.

El replanteamiento de la economía es una oportunidad. Ahora existe un consenso creciente de que los mercados laborales ajustados podrían dar a los trabajadores más poder de negociación sin la necesidad de una gran expansión de la redistribución. Una reevaluación equilibrada de la deuda pública podría conducir a la inversión pública ecológica necesaria para combatir el cambio climático. Y los gobiernos podrían desencadenar una nueva era de finanzas, que implique más innovación, una intermediación financiera más barata y, tal vez, una política monetaria que no esté limitada por la presencia de efectivo físico. Lo que está claro es que el viejo paradigma económico parece cansado. De una forma u otra, el cambio está llegando. Lampadia




El ascenso de Joe Biden en EEUU

El ascenso de Joe Biden en EEUU

En pleno desplome de las preferencias electorales de Donald Trump, vale la pena indagar qué implicaría para nuestra región un posible ascenso del demócrata Joe Biden a la presidencia de EEUU, de concretarse su victoria en noviembre de este año.

Al respecto The Economist presenta unas breves reflexiones (ver artículo líneas abajo) y muestra cómo, haciendo un balance en el ámbito económico y de relacionamiento exterior, América Latina tiene más de ganar que perder frente a si Trump permanece en el poder. Ello porque el background de Biden inducen a que su política ayude al re alocamiento de industrias estadounidenses de China hacia esta parte del mundo, además de tener un claro sesgo a favor de la inmigración latinoamericana. Ver en Lampadia: Atraer inversionesCrisis y oportunidades.

Asimismo, ahondaría en explorar nuevas políticas para concretar la salida de Maduro del poder en Venezuela que, como se ha venido demostrando con la administración Trump, han quedado en sólo discurso y poca implementación hasta el momento.

Aunque aún no está todo dicho pues el descubrimiento de una vacuna en EEUU en los próximos meses – así como su rápida distribución – podría ayudar a Trump a remontar su baja aprobación, vale la pena ponerse en todos los escenarios posibles. Veamos el análisis de The Economist. Lampadia

Cómo Joe Biden podría cambiar la política hacia América Latina

Menos confrontación, más cooperación

The Economist
8 de agosto, 2020
Traducida y comentada por Lampadia

“Por primera vez en la historia, realmente se puede imaginar un hemisferio occidental que sea seguro, democrático y de clase media, desde el norte de Canadá hasta el sur de Chile, y en todas partes”. Así lo dijo Joe Biden en un discurso en la Universidad de Harvard en 2014. Mucho ha cambiado desde entonces, sobre todo la destrucción de vidas y medios de subsistencia provocada por la pandemia. Aun así, si Biden fuera elegido presidente de los EEUU en noviembre, para muchos latinoamericanos ofrecería una visión tranquilizadora y familiar en comparación con el sonido impredecible y la furia de Donald Trump.

Trump ganó en 2016 en parte porque prometió construir un muro para mantener alejados a los inmigrantes latinoamericanos, declarando que México “no era nuestro amigo”. Sin embargo, ha desarrollado relaciones relativamente buenas con los gobiernos más importantes de la región. Jair Bolsonaro, presidente de Brasil, utilizó el éxito de Trump como modelo para su propia campaña en 2018. Ha alineado estrechamente la política exterior de Brasil, normalmente independiente, con las opiniones de la administración Trump. Andrés Manuel López Obrador, en su único viaje al extranjero en 21 meses como líder de México, el mes pasado fue a Washington y elogió la “amabilidad y respeto” de Trump. Para mantener la frontera abierta al comercio, el gobierno de México ha colaborado cerrándola a los solicitantes de asilo.

Desconfiados de las amenazas de Trump de aranceles y sanciones, muchos gobiernos se han alineado “por necesidad y especialmente por miedo”, dice un funcionario latinoamericano. Los latinoamericanos comunes no están impresionados: el porcentaje que expresa una opinión favorable de EEUU cayó de los altos 60 en 2015 a alrededor de 45 en 2017, según el Pew Research Center.

La política latinoamericana de Trump se ha centrado en un intento fallido (hasta ahora) de derrocar lo que John Bolton, su ex asesor de seguridad nacional, llamó “la troika de la tiranía”: las dictaduras de izquierda en Venezuela, Cuba y Nicaragua. En sus memorias recientes, Bolton culpó al fracaso de la expulsión de Nicolás Maduro en Venezuela, a pesar de las drásticas sanciones, a la falta de constancia de Trump y a la tardanza dentro de la administración. Igual de importante, la administración subestimó la dificultad de apartar al ejército de Maduro. Sus críticos dicen que sus políticas latinoamericanas se basan en la necesidad del presidente de ganar Florida, hogar de grandes diásporas cubanas y venezolanas, en noviembre. “La política doméstica siempre figura en la política hacia América Latina, pero nunca antes en este grado”, dice Michael Shifter de Inter-American Dialogue, un think tank en Washington.

Si ganara Biden, sus prioridades serían la economía estadounidense y el trato con China. Pero América Latina podría no estar al final de su lista de tareas pendientes. Conoce la región mucho mejor que los presidentes recientes. En el segundo mandato de Barack Obama, el vicepresidente Biden asumió la responsabilidad de las Américas. “Le dedicó tiempo, se propuso conocerlo y conversó con mucha gente de la región”, dice el funcionario latinoamericano.

Juan González, quien asesoró a Biden sobre América Latina en ese entonces, enfatiza que la región y el mundo no son como eran en 2016. “Los desafíos son mucho mayores”, dice. Pero cree que hay oportunidades para EEUU en la región, no solo amenazas que manejar. Las empresas estadounidenses que traen cadenas de suministro de China podrían beneficiar a México y América Central [y ¿por qué no Perú?]. Biden ha apoyado durante mucho tiempo la reforma migratoria. Como presidente, es probable que reanude su política anterior en Centroamérica, con un programa de ayuda destinado a combatir la corrupción y disuadir la migración a través del desarrollo económico.

Sobre Venezuela, González dice que las sanciones deberían ser parte de una política más amplia que incluiría la búsqueda de negociaciones para elecciones libres. Una presidencia de Biden volvería a la política de Obama hacia Cuba, que consideraba que el compromiso era más probable que debilitara el régimen comunista que la intensificación de las sanciones de Trump. Presionaría a Bolsonaro por su incapacidad para proteger el Amazonas.

Un problema inmediato se refiere al liderazgo del Banco Interamericano de Desarrollo (BID). Rompiendo con un entendimiento de 60 años de que su presidente es latinoamericano, la administración Trump quiere el puesto para Mauricio Claver-Carone, un funcionario del Consejo de Seguridad Nacional y arquitecto de su política hacia Venezuela. Puede que lo consiga en una reunión de los gobernadores del banco el próximo mes. Una administración de Biden probablemente lo obligaría a optar por una figura menos polarizante. Para hacer eso, Biden debe ganar. Lampadia




Gastemos mucho más en las vacunas

Gastemos mucho más en las vacunas

En contra de lo que debiera ser la prioridad en materia de gasto público a nivel mundial en plena pandemia – la búsqueda y compra masiva de una vacuna contra el covid 19 – sigue estando fuertemente relegado frente a otros esfuerzos como son los paliativos a la recesión y préstamos a las empresas.

En un reciente artículo de The Economist que compartimos líneas abajo, el popular medio británico da indicios de lo terrible que puede ser esto si se pretende preveer más muertes por covid en los próximos meses pues aún hay mucho entredicho – inclusive para las vacunas más avanzadas – de la eficacia de estas ya sea en cantidad de dosis, en diferentes grupos etarios, entre otros factores, sin contar los problemas de certificación y distribución que subyacen a la propia masificación universal. Como hemos comentado anteriormente, esto último es crítico para países del tercer mundo que sin la cooperación internacional seguirían décadas desprovistos de varias vacunas que hoy consideramos comunes (ver Lampadia: Filantropía en tiempos de pandemia).

En ese sentido, consideramos que estas advertencias deben volcar a los hacedores de política a reformular sus presupuestos propendiendo mayores recursos para estoquear a sus países de candidatas a vacunas en la mayor cantidad posible, no solo de aquellas que están teniendo éxito en las últimas fases, sino también de las que aún están en las primeras fases de evaluación. La necesidad es apremiante dados los riesgos advertidos por The Economist.

Esperemos pues que estas reflexiones calen en el comando vacuna de nuestro país y llame la atención al gobierno a seguir acrecentando recursos en este cometido ya que solo con ello saldremos permanentemente de la crisis sanitaria y económica de la que somos víctimas. Lampadia

Una dosis mayor
El mundo no está gastando lo suficiente en una vacuna contra el coronavirus

Mucho mejor gastar demasiado

The Economist
8 de agosto, 2020
Traducida y comentada por Lampadia

Considere el siguiente experimento mental. Si no come una pizza dentro de una hora, morirá de hambre. ¿Qué hace? La mayoría de las personas pediría inmediatamente una pizza, y no solo una Margherita, sino muchas, de varios salones diferentes. Con el fin de maximizar las posibilidades de que al menos una pizzería obtenga lo que necesita a tiempo, no le importaría que parte de la pizza se desperdicie.

El mundo tiene hambre de una vacuna contra el covid-19. Hasta ahora, se han registrado alrededor de 700,000 muertes por la enfermedad, y el total está aumentando a un ritmo de aproximadamente 40,000 por semana. Si también incluye muertes no registradas, los números reales son mucho más altos. Mientras tanto, la economía mundial está experimentando su contracción más aguda desde la Gran Depresión, de quizás el 8% del PBI en la primera mitad de 2020.

Ante esta catástrofe, es probable que los científicos produzcan una vacuna mucho más rápido de lo que casi cualquier persona podría haber predicho al comienzo de la pandemia. Sin embargo, los esfuerzos mundiales para fabricar y distribuir vacunas no están a la altura. Se han dedicado unos US$ 10,000 millones a la causa, el equivalente a pedir una pizza, en lugar de las varias que se necesitan.

Las cifras son confusas, pero en un cálculo aproximado, el mundo ha comprado alrededor de 4 mil millones de dosis de vacunas covid-19 para su entrega a fines del próximo año, lo que en teoría es suficiente para darle una dosis a la mitad del planeta. En la práctica, sin embargo, muchas menos personas obtendrán protección contra la enfermedad. Algunas de las vacunas en producción no obtendrán la aprobación reglamentaria, y un candidato potencial que alcance un ensayo clínico a gran escala, como lo han hecho varios, aún tiene un 20% de posibilidades de fracaso. Otros serán aprobados, pero pueden no proporcionar protección total. Puede que no sean adecuados para las personas mayores, por ejemplo, o pueden evitar que las personas mueran por covid-19 pero que no se lo pasen a otros. Otras vacunas requerirán más de una dosis para ser efectivas. Debido a estas contingencias, incluso aquellos países, como Gran Bretaña y EEUU, que han comprado más de dos dosis para cada uno de sus ciudadanos aún no han comprado lo suficiente.

En lugar de ver las vacunas no probadas como una extravagancia, el mundo necesita pensar en ellas como una póliza de seguro. La investigación sugiere que, si se están desarrollando diez o más vacunas, hay un 90% de posibilidades de encontrar una que funcione. Una vez que uno de estos candidatos demuestre ser efectivo, será necesario distribuir miles de millones de dosis rápidamente. Pero es imposible saber de antemano qué candidato tendrá éxito. Por lo tanto, los gobiernos deberían ayudar a las empresas farmacéuticas a producir grandes cantidades de una variedad de vacunas diferentes, idealmente, sumando decenas de miles de millones de dosis en total, mucho antes de que se otorgue o no la aprobación regulatoria. Por lo tanto, la vacuna ganadora podría comenzar a llegar rápidamente a las personas, incluso si las dosis de vacunas fallidas pudieran desecharse sin usar.

Eso puede parecer deliberadamente e innecesariamente lujoso. Sin embargo, incluso aumentar diez veces el financiamiento de vacunas a US$ 100,000 millones o más, en línea con las propuestas más ambiciosas, palidece en comparación con los US$ 7 trillones que los gobiernos de todo el mundo han gastado o prometido desde que comenzó la pandemia para preservar los ingresos y el empleo. La verdadera extravagancia sería esperar hasta que emerja un candidato a vacuna exitoso antes de apresurarse a impulsar la producción. En términos de la producción económica que se ahorra, por no hablar de vidas, tendría sentido que el mundo gastara hasta US$ 200,000 millones en presentar una vacuna eficaz de covid-19 en solo una semana.

Para algunos, la perspectiva de una inversión tan fuerte aumenta el temor al “nacionalismo de las vacunas”, en el que los países ricos gastan más que los pobres en un intento de arrinconar el mercado para sus ciudadanos. El mundo en su conjunto puede obtener el mayor beneficio de los suministros limitados de vacunas al agrupar recursos y asignar dosis en función de las necesidades: los trabajadores de la salud primero, las personas vulnerables después, y así sucesivamente. Alrededor de 80 países están interesados en tal acuerdo. Desafortunadamente, sin embargo, es probable que los políticos en algunos países con capacidad de fabricación pongan a su propia gente primero. Una forma de minimizar la disputa internacional sobre quién recibe las vacunas y cuándo es maximizar los suministros por adelantado y difundir la capacidad de fabricación. Las vacunas para los países más pobres tendrían que ser subsidiadas, tal vez a través de GAVI, la alianza que ya paga otras vacunas allí.

La idea de sobreproducir deliberadamente algo no es fácil para los políticos, especialmente en un mundo donde hay tantos reclamos sobre fondos públicos. Frente a una gran capacidad de fabricación que resulta inútil, los políticos corren el riesgo de ser acusados de malgastar dinero, como lo fue el gobierno británico cuando los hospitales de emergencia que había construido al principio de la pandemia no eran necesarios. Sin embargo, los políticos deben ser racionales. Usted compra un seguro antes de saber lo que sucederá, no después. Lampadia




El trasfondo político de la crisis chilena

El trasfondo político de la crisis chilena

Desde que brotó la pandemia del covid 19, un importante proceso político de nuestra región que venía programado para abril de este año se aplazó para octubre: el referéndum que modificaría la constitución chilena (ver Lampadia: ¿Una nueva constitución en Chile?).

Ahora, con la crisis encima, nuestro vecino del sur se encuentra ensimismado en discusiones políticas absurdas que no solo no contribuyen a mejorar la gestión de gobierno en lo económico y sanitario – fragmentando más al país – sino que amenazan con acrecentar permanentemente la cuota de poder del Estado en su economía (ver Lampadia: La política en bancarrota).

Guardando las distancias, el Perú se encuentra pasando por algo similar, siendo víctima de un desbordado populismo por parte del Congreso que amenaza con generar un quiebre en nuestro modelo económico hacia las elecciones de abril del 2021 (ver Lampadia: Un peligroso populismo se cierne en el Perú).

Estos riesgos de cambio de régimen de desarrollo pueden seguir sucediendo en toda la región, a propósito del cambio que han sufrido las políticas – de un enfoque liberal hacia un mayor intervencionismo en los mercados – que ha suscitado la misma pandemia, por lo que debemos estar alertas de cómo evolucionarán y si es que se harán inmutables en el mediano plazo. Algo que sería nefasto para las economías, cuando más libertades económicas deben darse para gatillar la recuperación en los próximos años.

Veamos el análisis que hace The Economist a la crisis chilena y cómo se ve proyectado el futuro político de Chile si el presidente Piñera, así como buena parte de los partidos liberales de este país, siguen cediendo a las presunciones de las izquierdas más radicales. Lampadia

El covid-19 acelera los cambios en el modelo de economía de mercado de Chile

Bajo la presión de la crisis de salud, el país puede volverse más socialdemócrata.

The Economist
18 de julio, 2020
Traducida y comentada por Lampadia

En una esquina de la calle en El Bosque, un barrio pobre de Santiago, Dixa Contreras sirve porotos con riendas (“frijoles con riendas”: es decir, sopa de frijoles y espagueti) de una olla grande. Un muchacho toma suficiente para una familia de cuatro, enferma en casa con covid-19. Contreras y seis ayudantes ofrecen 250 comidas gratis al día, y pan fresco cada dos días para la noche una vez (té). Vecinos, tiendas, puestos en el mercado semanal de productos y EPES, una organización benéfica, proporcionan la comida.

Las cocinas de sopa como estas han aparecido en todo Chile desde que se produjo la pandemia en marzo. Fueron vistas por última vez durante una recesión a principios de la década de 1980, cuando Augusto Pinochet, un dictador, gobernó el país. Ayudada por las políticas pro mercado que introdujo Pinochet, la economía creció rápidamente en los años posteriores a su partida en 1990, aunque últimamente el ritmo se ha desacelerado. Le dieron al sector privado un papel importante en la provisión de pensiones, educación y atención médica. La tasa de pobreza de Chile cayó del 45% a mediados de la década de 1980 al 8.6% en 2017, según la encuesta socioeconómica bianual del gobierno. En los años posteriores a Pinochet, Chile ganó una reputación de buena gestión económica, niveles relativamente bajos de corrupción e instituciones estables.

Incluso antes del covid-19 su reputación sufrió un golpe. Las pensiones, que los chilenos ahorran para sí mismos, fueron más bajas de lo que muchos esperaban cuando se introdujo el plan en 1980. Los chilenos acomodados obtuvieron una mejor atención médica y educación que los pobres. Las manifestaciones masivas y a veces violentas contra la desigualdad comenzaron en octubre pasado y se disiparon solo con el inicio de la pandemia. Obligaron a Sebastián Piñera, el presidente de centroderecha, a prometer más gasto social y un referéndum, que se celebrará en octubre, sobre si se debe reescribir la constitución, que se basa en la que Pinochet dejó el país. “Existe un consenso de que el estado necesita brindar más y mejores servicios públicos de calidad”, dice Rodrigo Vergara, ex presidente del Banco Central. La pandemia y la intervención del gobierno que ha provocado pueden acelerar una evolución hacia la socialdemocracia que ya estaba en marcha.

El historial del gobierno en el manejo de la pandemia ha sido mixto. Como parte de su población, los 321,205 casos confirmados de Chile y las 7,186 muertes se encuentran entre las más altas del mundo. En lugar de bloquear a todo el país, el gobierno simplemente cerró los epicentros del covid-19. Comenzó a hablar de un regreso a una “nueva normalidad” a mediados de abril, antes de que la enfermedad alcanzara su punto máximo. El gobierno impuso un bloqueo total de la capital, donde vive un tercio de la población, solo el 15 de mayo. “Es una historia de arrogancia”, dice Eduardo Engel, director de Espacio Público, un think tank

El gobierno mitigó esas fallas haciendo muchas pruebas (una razón por la cual su carga de trabajo se ve tan grande). Ha aumentado la cantidad de ventiladores y camas de cuidados intensivos. El cierre de la capital, seguido de un endurecimiento de las restricciones en las áreas en cuarentena, finalmente ha llevado a una disminución en el número de casos nuevos a nivel nacional.

El gobierno espera que el PBI se contraiga un 6.5% este año. Esa es la mayor disminución desde la recesión en 1982-83 (aunque es más pequeña que el promedio regional esperado). La tasa de desempleo promedio de marzo a mayo alcanzó el 11.2%, su nivel más alto desde que comenzó la actual forma de calcularlo en 2010. Es probable que la tasa de pobreza alcance el 15% este año, dice Dante Contreras, economista de la Universidad de Chile.

Los vecindarios densos, las casas estrechas y la necesidad de tomar el transporte público fomentan la propagación del covid 19 entre los pobres. El ministro de salud, Jaime Mañalich, admitió en mayo que no sabía cuánta pobreza y hacinamiento hay en partes de Santiago, lo que hace que el gobierno parezca despistado. Renunció.

El gobierno ha sido torpe en proteger a los chilenos de los estragos económicos del covid-19. Ha actuado lentamente. Sus medidas, aunque grandes, no han satisfecho la necesidad. Su baja reacción podría causar una reacción violenta que se equivoca en la dirección opuesta.

El primer paquete para proteger el empleo, las pequeñas empresas y los hogares pobres, presentado en marzo, tiene un valor de US$ 17,000 millones, casi el 7% del PBI. (Algunos se otorgan en forma de préstamos y, por lo tanto, no se cuentan como gastos presupuestarios). Incluye un plan de baja, que permite a los trabajadores obtener un seguro de desempleo mientras mantienen formalmente sus trabajos, además de efectivo y cajas de alimentos para los más pobres. Pero el apoyo que brindaron a las familias fue menor que la línea oficial de pobreza. Las protestas estallaron en barrios pobres. Los activistas proyectaron la palabra hambre en la torre de Telefónica en Santiago. Bajo presión, el gobierno llegó a un acuerdo con los partidos de oposición el 14 de junio para gastar US$ 12,000 millones adicionales en dos años.

Siguió con un paquete de US$ 1,500 millones para la clase media, que incluye aplazamientos de pagos de hipotecas y préstamos sin intereses. Los chilenos de clase media estaban enojados porque gran parte de la ayuda consistía en préstamos. Para calmarlos, el 14 de julio el gobierno ofreció nuevamente un refuerzo tardío: una entrega única de US$ 632 a los trabajadores formales cuyos ingresos han disminuido.

Los gobiernos posteriores a Pinochet en su mayoría han mantenido bajos los déficits presupuestarios. Este año, el gobierno espera que el déficit alcance el 9.6% del PBI, el nivel más alto en casi 50 años. Su gasto es pasar del 24% del PBI en 2019 a alrededor del 30% este año.

Si Piñera se salía con la suya, el gasto podría retroceder. Pero su mandato finaliza a principios de 2022. Las protestas y la pandemia lo han debilitado. El papel del gobierno será determinado por su sucesor y, si los chilenos lo respaldan, por una asamblea constitucional. Es probable que cambie. Los llamados a un estado más activo por parte de la izquierda ahora se hacen eco de los políticos de la derecha, como Joaquín Lavín, el alcalde de un próspero distrito de Santiago, que puede convertirse en el próximo presidente. En su apoyo a los beneficios sociales, como las viviendas de bajos ingresos, suenan más como demócratas cristianos europeos que como liberales del laissez-faire.

Existe un amplio acuerdo de que los ingresos fiscales deben aumentar del 20% del PBI. Ya, en respuesta a las protestas del año pasado, el gobierno aumentó la tasa impositiva para los ingresos más altos. El nuevo ministro de salud, Enrique Paris, un tecnócrata, favorece un límite a las ganancias de las aseguradoras de salud privadas, aunque esta no es una política del gobierno.

La ira popular inspira ideas más radicales. La rebelión contra la primera versión del paquete de ayuda de la clase media llevó a una propuesta en el Congreso para permitir a los chilenos retirar el 10% de sus ahorros de pensiones para ayudarlos a superar la pandemia. Eso reduciría los beneficios futuros, que los chilenos ya consideran demasiado bajos o, lo que es más probable, obligaría al gobierno a cerrar el hoyo, a un costo de al menos US$ 16,500 millones. De cualquier manera, si se aprueba el proyecto de ley, se debilitaría una institución central del modelo chileno. [El retiro de 10% fue aprobado por ambas cámaras y promulgado por el presidente]. Algunos miembros de la coalición de Piñera se unieron a la oposición para respaldarla. El dinero extra para los trabajadores formales era una forma de recuperarlos. También lo fue la promesa de Piñera de “cirugía mayor” para el sistema de pensiones. No está trabajando. El 15 de julio, la cámara baja del Congreso aprobó el proyecto de ley y lo envió al Senado.

Tal radicalismo plantea un riesgo. La mayoría de los chilenos está de acuerdo en que el estado debería actuar para reducir la desigualdad y elevar a los necesitados. Pero su enojo podría crear apoyo para las políticas populistas que harían al país más pobre. El éxito de la reinvención de Chile “dependerá de si el sistema político es capaz de establecer límites”, dice Vergara. El próximo grupo de líderes tendrá que hacerlo mejor que los actuales. Lampadia




Un peligroso populismo se cierne en el Perú

Un peligroso populismo se cierne en el Perú

Primero fue NY Times (ver Lampadia: Perú entre los peores países frente al covid 19) y ahora The Economist se suma a las críticas del terrible desempeño económico y sanitario del Perú de cara a la pandemia del covid 19 (ver artículo líneas abajo).  Con un breve, pero muy certero análisis de varios de los problemas estructurales de nuestro país – altos índices de informalidad, baja inclusión financiera y precariedad de nuestro sistema de salud – el popular medio británico analiza lo limitada que fue la estrategia del gobierno en todos los frentes para paliar la crisis.

Sin embargo, hace también una crítica a la estricta cuarentena que impuso Vizcarra en marzo dejando sin aval a sectores que no debieron parar en un primer momento por encontrarse aislados como la minería y que, como hemos advertido en anteriores oportunidades, a nuestros competidores Chile, Canadá y a Australia les ha permitido exhibir tasas de crecimiento mayores, sin saltos abruptos de contagios en las zonas de operación minera en meses pasados (ver Lampadia: Economía y minería en tiempos del COVID-19).

Más importante aún es la advertencia que se hace de cara al futuro político inmediato, en particular, de cómo el populismo del Congreso, y la inacción del Ejecutivo frente a sus propuestas, sienta las bases para un quiebre en el modelo económico que puede terminar desembocando en la elección de un régimen anti-mercado en los comicios de abril 2021.

A esto hay que agregar que Vizcarra parece no dar cuenta de que mantener al ex premier Zevallos y al ex ministro de salud Zamora como asesores del gobierno, no proyecta ninguna buena señal hacia el país, pues fueron justamente estos actores políticos los que en buena cuenta –  lejos de convocar a los sectores del empresariado y la sociedad civil que querían ayudar a lidiar con los problemas – persistieron en la estrategia de enfrentar la crisis únicamente desde el lado estatal. Este peligroso enfoque alimenta el espíritu del Congreso, el cual se circunscribe en la idea que sea sólo el sector público el que tome las riendas de la crisis, interviniendo diversos mercados de la economía (créditos, peajes, pensiones, medicamentos, alimentos, etc.) y recortando así más las libertades individuales.

Esperamos que las advertencias de The Economist cambien de parecer al presidente y lo conduzcan a cambiar su accionar convocando a todos los sectores del país y paliando las propuestas populistas del Congreso, pues solo así podremos tener mejores visos en el desempeño futuro de nuestro país en esta dura crisis. Lampadia

Perú se dirige hacia un nuevo populismo peligroso

A menos que el gobierno pueda controlar la pandemia y revivir la economía

The Economist
25 de julio, 2020
Traducida y comentada por Lampadia

En marzo, cuando el covid-19 apareció por primera vez en Perú, la respuesta del gobierno pareció ejemplar. El presidente Martín Vizcarra impuso un bloqueo rápido. Aprovechando la sólida posición fiscal de Perú, su equipo económico lanzó el paquete de ayuda más ambicioso en América Latina, con un valor del 12% del PBI. Cuatro meses después, el resultado es decepcionante. Con más de 350,000 casos y al menos 13,000 muertes, Perú ha sufrido gravemente por la pandemia. En abril su economía se contrajo en un 40% en comparación con el año anterior.

¿Qué salió mal? El covid-19 expuso las debilidades que el fuerte crecimiento económico en este siglo había ocultado. Incluso para los estándares latinoamericanos, el sistema de salud de Perú es frágil. El gasto total en atención de salud por persona es solo dos tercios del promedio regional; el sistema está fragmentado entre público y privado y entre autoridades nacionales y regionales; y solo había 276 camas de cuidados intensivos para 33 millones de personas en marzo. Alrededor del 70% de la fuerza laboral trabaja en la economía informal, muchos viven en densos barrios marginales y viajan en autobuses superpoblados.

Por todas estas razones, el gobierno optó por uno de los bloqueos más estrictos del mundo. Se extendió al cierre de la mayoría de las minas grandes, aunque muchas están aisladas de forma natural. Todo esto equivalía a un coma inducido para la economía. El gobierno hizo todo lo posible para compensar. Ha garantizado créditos de emergencia del Banco Central por un valor del 8% del PBI a las empresas. El banco los subastó, lo que redujo las tasas de interés. María Antonieta Alva, ministra de economía, señala que, además de las grandes empresas, 156,000 pequeñas y microempresas obtuvieron créditos por un valor de US$ 515 millones.

El gobierno también dio un pago de emergencia de US$ 220 a más de 6.5 millones de hogares. Sin embargo, era difícil llevar el dinero a las personas: solo el 40% de los peruanos tienen cuentas bancarias. Algunos de los pagos se realizaron a través de teléfonos móviles, pero tuvieron que recaudarse del banco estatal, que tiene menos de 1,000 cajeros automáticos.

El bloqueo ralentizó la propagación de la enfermedad y el gobierno ha ampliado las instalaciones de salud. Pero el virus no ha sido derrotado y a medida que Perú se abre nuevamente, los casos están aumentando. En Arequipa, la segunda ciudad, los pacientes mueren en tiendas de campaña en la calle. Habiendo sido demasiado estricto, las restricciones de salud de Perú ahora parecen demasiado laxas.

Vizcarra es mejor en el gran gesto que en el seguimiento, negociación o delegación. La información oficial a menudo se ha confundido. El 15 de julio reorganizó su gabinete, despidió al ministro de salud y trajo a Pedro Cateriano, un político experimentado, como primer ministro. “Tendremos un mejor liderazgo político de este gabinete”, dice Carolina Trivelli, una ex ministra. Pero agrega que el problema subyacente es la fragilidad del estado y su falta de conexiones o incluso conocimiento de los ciudadanos.

Al menos la recuperación económica puede ser más rápida que en otros lugares, gracias en parte a la inyección de crédito. Las minas ahora están operando nuevamente, y el consumo de electricidad está volviendo a la normalidad. Alva ha asignado un 1% extra del PBI para obras públicas. Si todo va bien, la economía puede terminar el año habiéndose contraído en menos del 10% y podría compensar gran parte de eso en 2021.

Pero esto depende en parte de la confianza empresarial, que está siendo minada por una legislatura empeñada en medidas populistas antes de las elecciones generales que se celebrarán en abril. En septiembre, Vizcarra disolvió el congreso elegido en 2016, que estaba dominado por los partidarios de Keiko Fujimori, hija de un ex presidente autocrático. Fue obstructivo y tenía muchos miembros corruptos. Su reemplazo es igual de malo. Muchos de los nuevos congresistas tanto en la derecha como en la izquierda están inspirados en un crudo anticapitalismo. El Congreso ha suspendido los peajes en los contratos de construcción de carreteras; ha permitido a los pensionistas retirar hasta el 25% de sus fondos privados de pensiones y amenaza con reembolsar las contribuciones de algunos trabajadores al sistema estatal de reparto, que lo llevaría a la bancarrota. Quiere imponer controles de precios y congelar los pagos de los préstamos, aunque los bancos ya han ofrecido períodos de gracia a muchos deudores.

La crisis ha expuesto deficiencias en las políticas económicas de Perú, así como en su Estado. Hay demasiados monopolios de facto. Pero necesitan una regulación inteligente, no persecución. “Por primera vez en 20 años, el populismo está ganando fuerza hasta el punto de que podría gobernar el país después de las elecciones”, teme Carlos Basombrío, un consultor político. Prevenir eso requerirá un liderazgo más efectivo de Vizcarra. Lampadia




El cierre de escuelas puede ser devastador

El cierre de escuelas puede ser devastador

A pesar del levantamiento de la cuarentena y el reinicio casi pleno de actividades económicas, el cierre de escuelas continúa en nuestro país, y si bien el mes pasado el MINEDU emitió una norma que establece los protocolos para el reinicio de las instituciones educativas en zonas rurales sin conectividad de internet y casos de covid 19, esta no es vinculante pues queda a criterio de las DRE autorizar el retorno.

Probablemente, al igual que muchos otros gobiernos de la región, se tiene la creencia que, gracias al dictado de clases a distancia, como está sucediendo con la estrategia pedagógica Aprendo en Casa, los muchachos podrán empalmar sin ningún problema cognitivo el próximo año sus clases presenciales.

Pero la realidad es que este desfase de hasta un año de paro educativo presencial, como parece será el caso por la suspensión del año escolar, no solo destruirá capital humano, que de por si ya es deficiente en un país de tercer mundo como el nuestro, sino que exacerbará las desigualdades ya existentes sobretodo en los primeros años de escolaridad (ver Lampadia: El prejudicial cierre de escuelas). La educación a distancia nunca se comparará a la presencial no solo por las obvias carencias de infraestructura y equipamiento digital en los hogares más remotos y pobres, sino porque hasta hoy en día, en ningún país del mundo – ni en los más avanzados como Corea del Sur en este ámbito – la educación a distancia tiene mejores resultados en los aprendizajes que la presencial.

Cabe resaltar que hay muchos otros efectos colaterales, a su vez, que no hemos nombrado y que aflorarán tanto en el corto como en el largo plazo, con especial énfasis en los países de bajos ingresos. Un reciente artículo de The Economist que compartimos líneas abajo incide en varios de ellos, a destacar, aumento del embarazo adolescente e incremento del trabajo y abuso infantil en el corto, y pérdida de salarios futuros e incremento en la deserción escolar en el mediano-largo.

Así como las pésimas cifras de crecimiento del PBI y de empleo en Lima de los últimos meses volcó al gobierno a levantar la cuarentena rápidamente, las advertencias de The Economist deberían dirigirlo a diseñar e implementar a la brevedad un plan de reinicio de colegios, considerando aforos máximos y redistribución de mobiliario en las aulas, así como protocolos sanitarios que permitan prever los contagios. No podemos despojar a nuestros chicos de la mejor arma para salir adelante en sus vidas como es la educación. Lampadia

Aprende hoy, gana mañana
El cierre de escuelas en países pobres podría ser devastador

Y los gobiernos están confundiendo su respuesta

The Economist
18 de julio, 2020
Traducida y comentada por Lampadia

De los 1,500 millones de niños obligados a abandonar la escuela por cierres de seguridad en todo el mundo, 700 millones se encuentran en países en desarrollo. Al igual que los alumnos de los países ricos, su educación está sufriendo. Pero las consecuencias en los lugares pobres serán mucho peores. Antes de la pandemia, había más niños en la escuela que nunca, según Robert Jenkins, jefe de educación de Unicef, el fondo para niños de las Naciones Unidas. Después de esto, casi 10 millones de niños en 40 países podrían nunca volver a la educación formal, estima Save the Children, una organización benéfica.

El impacto económico de la pandemia ha obligado a muchos a abandonar sus estudios a favor del trabajo. Entre 2000 y 2020, el número de niños en el trabajo en todo el mundo cayó en un 40%, principalmente porque más iban a la escuela. El covid-19 está deshaciendo ese progreso. En la República Democrática del Congo, un número creciente está ayudando a sus padres en las minas, dice Stephanie Shumsky del Pact, un grupo de ayuda. Otros están siendo reclutados en milicias. En Jordania, los jóvenes refugiados sirios trabajan en granjas.

Los expertos están más preocupados por el efecto en las niñas. En los pocos lugares que han reabierto las escuelas, como Vietnam y Costa de Marfil, los maestros dicen que las niñas están notablemente ausentes. Algunas se casan o están siendo casadas. Snehalaya, una ONG india, dice que su línea directa de emergencia ha sido inundada con informes de esto desde que las escuelas cerraron en marzo. Entregar una hija a un nuevo esposo significa una boca menos para alimentar. Con las escuelas cerradas, las hijas ociosas pueden entablar un romance o ser víctimas de asalto sexual. Los padres que trabajan obligados a dejar a sus hijas en casa todo el día solos preferirían casarlas antes que arriesgarse a la vergüenza del sexo premarital, dice Girish Kulkarni, fundadora de Snehalaya.

Otras están quedando embarazadas, algunas después de ser violadas por familiares o vecinos mientras estaban en cuarentena en su hogar, dice Alice Albright de Global Partnership for Education, un grupo paraguas con sede en Washington, DC. Mientras las escuelas están cerradas, las niñas ya no están en contacto con maestros que podrían ayudarlas en tales circunstancias. Durante la crisis del ébola en Sierra Leona en 2014, cuando también se cerraron las escuelas, los embarazos adolescentes aumentaron entre un 11% y un 65%, según una variedad de estudios. Extrapolando a partir de estos datos, los investigadores de Save the Children creen que podrían aumentar en un 25% como resultado de covid-19.

El daño económico de los niños que abandonan la escuela será enorme. El Banco Mundial estima que, si las escuelas permanecen cerradas durante cinco meses, los alumnos perderán US$ 10 trillones de ganancias futuras en el dinero de hoy. Eso podría aumentar si covid-19 no se frena y las escuelas permanecen cerradas por más tiempo.

A muchos gobiernos les resulta difícil lograr que los niños aprendan nuevamente. Los países más pobres enfrentan desventajas obvias al enseñar lecciones de forma remota. En algunos lugares, el acceso a Internet es irregular. En la capital indonesia, Yakarta, el 87% de los niños pueden conectarse en línea, dice Nadia Fairuza, del Centro de Estudios de Política de Indonesia, un think tank, pero en Papua, la provincia más grande de Indonesia, la cifra es inferior al 30%.

Por lo tanto, la pandemia está ampliando la brecha preexistente entre la cantidad de niños ricos y pobres que aprenden. Una encuesta realizada el mes pasado por Datafolha, un encuestador, reveló que mientras el 74% de los alumnos en Brasil participan en algún tipo de aprendizaje a distancia, a menudo a través de WhatsApp, que se reduce a solo el 52% en el pobre norte amazónico.

Se les pide a muchos padres y estudiantes que hagan lo imposible. Francis Aruo, un padre de 32 años y padre de cinco hijos de Rumuruti, un pequeño pueblo en el centro de Kenia, recibió la orden del director de sus hijos de comprar una computadora. Le costaría más del triple de sus ahorros. Incluso si pudiera pagar la computadora, una conexión a Internet confiable no es fácilmente accesible en Rumuruti. Aruo puede permitirse el lujo de tener suficientes datos para ejecutar WhatsApp en su teléfono; no puede permitirse el lujo de descargar lecciones.

Algunos gobiernos han fallado incluso en tratar de ayudar a los niños a aprender desde casa (ver mapa). Otros han tardado en ponerse en marcha. El gobierno de Ghana solo lanzó su programa de radio a distancia el 15 de junio, tres meses después del cierre de las escuelas.

Reabrir las escuelas también es difícil. En junio, solo alrededor de la mitad de los países pobres dijeron que tenían un plan para hacerlo, según una encuesta de la ONU y el Banco Mundial. El distanciamiento social es complicado cuando 50 o 60 alumnos a menudo se agrupan en una sola clase. En África subsahariana, menos del 30% de las escuelas tienen instalaciones para lavarse las manos.

Los gobiernos están abriendo muchas otras cosas antes de las escuelas. En Kenia, los juerguistas pueden ir al pub por una cerveza y un poco de nyama choma (carne a la parrilla), pero el gobierno dice que las escuelas permanecerán cerradas hasta 2021. En Pakistán, el gobierno ha permitido que se abran madrassas, dirigidas por poderosos grupos religiosos, pero no instituciones mainstreams. Las fábricas de ropa abrieron en Bangladesh hace más de dos meses, pero las escuelas permanecen cerradas. Los escolares y sus padres carecen de la influencia política de los propietarios de las fábricas, o de hecho, de los sindicatos de docentes, que generalmente se resisten al regreso al trabajo.

Poner en marcha las escuelas requerirá dinero, lo cual es escaso. Solo el 8% de los países más pobres informan que están reclutando nuevos maestros para ayudar con la reapertura, en comparación con casi el 40% de los ricos, según la misma encuesta realizada por la ONU y el Banco Mundial. Los gobiernos con problemas de liquidez están más preocupados por impulsar sus sistemas de salud ya sobrecargados. En el nuevo presupuesto de Bangladesh, anunciado el mes pasado, la cantidad asignada a la educación no se modificó como parte del PBI.

Aún así, algunos gobiernos están haciendo progresos. Los ministerios de educación en Dominica, Granada, Santa Lucía y San Vicente y las Granadinas en el Caribe oriental están trabajando con proveedores privados de telecomunicaciones para implementar Internet gratis para estudiantes y distribuir dispositivos móviles a los más pobres. Ruanda espera que una oferta de almuerzos gratis lleve a los niños a la escuela. Mozambique está dando a las niñas productos sanitarios. Incluso repartir bocadillos o lápices puede marcar la diferencia.

Aprendizaje de la vieja escuela

La experiencia ayuda. Sierra Leona usó la programación de radio durante el brote de ébola del país en 2014. Fue fácil reiniciarlo, dice David Moinina Sengeh, ministro de educación del país. La preparación para la reapertura de las escuelas comenzó incluso antes de que cerraran. Sengeh reclutó a un ejército de conductores de autobuses para transportar a los niños, cuyas familias se habían mudado durante el encierro, de regreso a las aldeas y pueblos donde estaban sus escuelas.

También se apresuró a revocar una ley que prohíbe que las niñas embarazadas vayan a la escuela, ofreciendo incentivos a las madres adolescentes para que regresen a sus estudios y agregando clases de educación sexual a las lecciones transmitidas por radio para reducir la probabilidad de que las niñas queden embarazadas. Sengeh ve la pandemia como una oportunidad para garantizar que todos, en todas partes, reciban una buena educación. El covid-19 le ha dado al gobierno el “empuje” que necesita para que esto suceda, dice. Otros podrían aprender de él. Lampadia