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Día ocho

Por: Richard Webb
El Comercio, 23 de Abril del 2023

“La urbanización masiva –un traslado domiciliario gigantesco, pero también de los valores y la cultura asociadas a la forma de vida humana– es quizás el cambio más grande y sorpresivo desde la creación del hombre”.

Dios se tomó seis días para crear el mundo y el hombre. Cumplido el proyecto, descansó un séptimo día para admirar su obra. Según los arqueólogos, todo eso ocurrió hace 200 mil años, y más si incluimos en la categoría de “hombre” a varias especies que se aproximaban al ‘Homo sapiens’ y cuya antigüedad puede pasar el millón de años.

En todo ese tiempo de evolución genética la humanidad vivió como el resto de la vida animal, con la nariz en la tierra y aprovechando la vida silvestre para sobrevivir. Solo en los últimos “segundos” de esa larguísima etapa formativa –hace seis o siete milenios– trasladó una muy pequeña fracción de su población a lo que fueron los primeros centros urbanos, como nuestro Caral, cuyos habitantes se liberaban así de su esclavitud a la tierra.

Pero, repentinamente y sin darnos cuenta –prácticamente desde el día de ayer–, el mundo ha dado un giro extraordinario. Como si estuviera siguiendo a un flautista de Hamelín, la población mundial entera se encuentra marchando repentina y masivamente desde el campo a los centros urbanos. A la fecha, la población urbana, que hace dos siglos era apenas el 7% de la población mundial, ya sobrepasa la rural, y se proyecta que en tres décadas el 70% de la población mundial se encontrará viviendo en ciudades. Lamentablemente, la percepción general –incluso de muchos especialistas de las ciencias sociales– tiende a lamentar esa tendencia, con referencias a diversos aspectos negativos como son los típicos problemas urbanos de salubridad, trabajo informal y vivienda precaria, además de una imagen romántica de la vida rural, pero sin comprender las poderosas ventajas que trae la ciudad.

Lo que está faltando primero es una comprensión de la extraordinaria productividad que crea la vida urbana, a pesar de la evidente y estrecha relación que la ciudad ha tenido con el rápido desarrollo de muchos países durante el último siglo, primero en Europa y luego en países como China e India. Felizmente, la evolución productiva asociada a las nuevas tecnologías cibernéticas nos provee de un instrumento didáctico para comprender y apreciar la lógica de la urbanización. Así, es fácil comprender y apreciar las enormes economías asociadas al concepto de la “economía plataforma”, asociada a tecnologías muy conocidas como Netflix, Uber, Airbnb, Google y Facebook. Lo que es menos comprendido es que, aun sin las ayudas modernas de Internet y de computadoras, la esencia de una ciudad es su función como plataforma, acercando los múltiples actores en un proceso productivo, no solo los productores directos, sino también la diversidad de posibles clientes y competidores, todo eso al alcance de la vista y/o comunicación.

Una de las intuiciones más acertadas de Adam Smith se refirió al grado de especialización de la mano de obra que puede ser mucho mayor en una ciudad donde coexisten muchos fabricantes de algún producto. Hoy, las ventajas productivas de la ciudad empiezan a ser mejor comprendidas por economistas y especialistas de negocios, aunque su explicación se vuelve difícil por tratarse de mecanismos no bien conocidos ni explicados en los textos tradicionales. Se recurre, por ejemplo, a términos como el del escritor Pankaj Ghemawat en un análisis titulado “Mundo 3.0″. El economista Richard Florida se ha sumado al esfuerzo por entender las bondades urbanas, enfatizando el papel central de la creatividad en la economía moderna, mientras que los autores Stian Westlake y Jonathan Haskel nos abren los ojos en cuanto al capital intangible. Las ventajas de la urbanización han sido estudiadas desde algún tiempo, pero su análisis ha aumentado en los últimos años, impulsado especialmente por entidades internacionales que buscan estimular una mejor gestión pública urbana.

A pesar de los nuevos estudios sigue existiendo un déficit de atención y de conocimiento. La urbanización masiva –un traslado domiciliario gigantesco, pero también de los valores y la cultura asociadas a la forma de vida humana– es quizás el cambio más grande y sorpresivo desde la creación del hombre. Sugiero que lo entendamos como la obra del día ocho de la creación.




“En el Perú hay tanto por hacer, pero hay una miopía bien grande”

Entrevista a Maite Vizcarra
Perú21, 13 de Abril del 2023
Por: Mijail Palacios Yabar

Vivió en Noruega, pero volvió al país, y hoy conduce los programas de televisión ‘Pensando en el Perú’ y ‘Diálogo abierto’ vía TV Perú. Perú21 entrevistó a Maite Vizcarra, experta en tecnología y comunicadora.

Oslo está frente a fiordos, que son especies de ‘islas’ cubiertas por vegetación. Ella vivió contemplando los fiordos, en esa ciudad donde no hay edificios de 14 pisos, de unos 300 mil habitantes y capital de Noruega, país que tiene una población de 5 millones. Pero hoy vive en el piso 14 de un edificio en Miraflores, desde donde se divisa la isla El Frontón, una suerte de ‘fiordo’ árido. En Oslo, los ciudadanos van a los fiordos, a sus playas; en Lima, aquella isla parece abandonada. “Deberíamos vivir de cara al mar, pero vivimos de espaldas”, me dice mientras miramos el horizonte.

Maite Vizcarra vivió en Noruega desde 2015. Antes estudió Economía y Derecho, y se ha especializado en tecnología, luego de seguir programación y estudios en digitalización. Pero toda su vida quiso ser periodista, reportera de guerra. Dice que colecciona saberes, y hoy todos los agrupa, de alguna forma, en su trabajo en la televisión: conduce los programas Pensando en el Perú y Diálogo abierto, vía TV Perú.

Su esposo fue un noruego que vivió en el Perú, donde no solo se enamoró del caos y el ruido. Ella renunció a su trabajo, vendió su departamento y partieron a la quietud de Oslo para casarse, pero un cáncer se lo llevó a los nueve meses. Ella no lo sabía y, desde entonces, de a pocos vuelve al Perú.

-¿Cuánto tiempo después de casarte te enteraste del cáncer de tu esposo?

Quince días. Fue bien duro. Pero lo he ido superando.

-¿No pensaste quedarte allá?

Estaba en ese plan. Al comienzo me tuve que quedar porque había temas patrimoniales. Aprendí noruego, estuve trabajando allá en temas de tecnología. Pero en esos países si no tienes un núcleo familiar cercano, es bien solitario. El noruego típico es gente súper estructurada, le gusta mucho estar solo, y yo me acostumbré. Pero, como todo está hecho, no necesitas pensar. Tienen todo lo del libre mercado, pero el gran papá es el Estado. Entonces, he estado en ese plan: mitad tranquilidad y volvía al caos (del Perú). Pero hace seis meses falleció mi mamá. Mi papá quedó viudo, es un señor grande, y no me podía ir. Entonces, he vuelto. Lo maravilloso del Perú es que hay tanto por hacer, y el Perú es un país muy estratégico en varios sentidos y yo creo que la gente todavía no se da cuenta.

Maite Vizcarra, experta en tecnología y comunicadora (Fotos: Eduardo Cavero).

-¿Qué implica pensar en el Perú?

En el Perú se consumen muy pocos libros y lo que básicamente consume la gente es medios de comunicación, como diarios o televisión. Entonces, su primer contacto con un contenido que le permita desarrollar ideas o una línea argumental son esos medios. Desde hace muchos años nos hemos acostumbrado a quedarnos en el arbolito o la ramita, y pensamos que la ramita es todo, pero la ramita está en un árbol y el árbol está en un bosque; no vemos más allá de eso. Hay una miopía bien grande.

-Y, para muchos, el primer contacto con la información son las redes sociales.

El consumo de las redes sociales en el Perú es uno de los más altos de la región después de Brasil. Y no solo se consume, se participa. Hay más celulares que personas. La creación de contenidos es tremenda, la gente quiere participar en las narrativas; eso está muy bien. Hay que asumir que las personas no solo consumen, también producen y por ello hay que integrarlas a la narración.

-¿El Perú es un país particularmente difícil?

Es un país muy peculiar. Por ejemplo, está el hecho de que no exista Estado; somos una sociedad donde nos han dejado huérfanos. Mientras en Noruega el Estado te protege, acá nuestro papá (el Estado) nos tira una patada. Ese hacernos solos nos ha hecho muy resilientes. El Perú es un país de gente que sabe cómo buscarse la vida, un país de emprendedores, una sociedad que resiste y resiste. Pero, al mismo tiempo, la resistencia te puede llevar a acostumbrarte a esa situación y que sientas que ese es tu destino, porque así lo viste a tu papá, a tu abuelito y a todo tu entorno. Hay que ver cómo encauzamos ese ímpetu.

Vamos a la tecnología. ¿Qué rumbo tomaremos con la inteligencia artificial?

Existe temor; hay un tema ético relevante. Pero creo que la inteligencia artificial nos facilitará muchísimo la vida y puede ayudarnos a equiparar entre los que están más abajo con los que están más arriba.

Maite Vizcarra, experta en tecnología y comunicadora (Fotos: Eduardo Cavero).

-Hay quienes dicen, a modo de broma, que prefieren la inteligencia artificial a la estupidez natural.

Seguramente (risas), porque la máquina en promedio tendría que ser como un humano lógico. ¿Cuánta gente lógica hay en el mundo? Muy poca, ¿no? La inteligencia artificial hay que leerla con otras variantes: lo climático y lo demográfico. Nos estamos acercando a realidades distópicas en que vivimos en guetos y con poca naturaleza, pero estamos a tiempo de que no pase. Para el Perú hay muchas oportunidades globales. Noruega ya hizo un primer plan para empezar a cosechar en el fondo marino, porque han previsto que esto se convertirá en desierto. Y han desarrollado una relación con el Instituto de la Papa y quieren llevar especies nativas del Perú para cosecharlas en el subsuelo marino. ¡Y la papa es oriunda del Perú! No nos hemos creído que tenemos muchas cosas valiosas por estar pensando solo en el arbolito.

-Vamos a tu presente: la televisión.

Me siento honrada de que hayan pensado en mí para buscar espacios donde, justamente, podamos conversar y tender puentes entre distintas posiciones, incluso, muy enfrentadas.

-Y de alguna forma estos programas te arraigan al Perú.

Sí, pero con mi mochila noruega (sonríe).

Maite Vizcarra, experta en tecnología y comunicadora (Fotos: Eduardo Cavero).

AUTOFICHA:
– “Mi nombre es María Teresa, pero me gusta que me digan Maite. Y soy Vizcarra Alarcón. Nací en Lima, mi mamá nació en Pacasmayo y mi papá en Arequipa. Tengo 46 años. Estudié Economía en Barcelona, donde también hice la maestría. En el Perú estudié Derecho”.

– “En periodismo empecé escribiendo columnas en El Comercio, todas muy técnicas, vinculadas con tecnología. En TV Perú tuve otro programa que se llamó Umbrales, dedicado al tema de ciencia y tecnología. Estuvimos siete años. Era un programa de nicho, grabado”.

– “Ahora el reto es un programa diario, en vivo. De lunes a viernes, estoy en Diálogo abierto, de 10 a 11 p.m. Y Pensando en el Perú va los domingos a las 9 de la noche. Tengo un proyecto editorial que este año debe concretarse, una compilación de los artículos que he estado publicando estos años”.




Precauciones frente a una “nueva era”

Alejandro Deustua
10 de abril de 2023
Para Lampadia 

Mientras la Unión Europea prepara una nueva ley que regule el desarrollo y uso de la inteligencia artificial, Italia ha suspendido el uso de la aplicación ChatGPT porque ésta no respeta la protección de datos de los consumidores que “recoge” masivamente. Otros países europeos estudian la posibilidad de seguir el paso de las autoridades italianas.

Y, al tanto de los riesgos de la rápida evolución de la inteligencia artificial, más de un millar de expertos (de Berkely, Harvard, Oxford, Cambridge, etc.), altos ejecutivos de empresas tecnológicas (Tesla, Google, etc.) y analistas especializados norteamericanos y europeos han solicitado a los creadores de ese tipo de este tipo de artificio la suspensión de mayores avances en el sector por al menos seis meses.

Temerosos de que la sociedad no esté preparada para asimilar una tecnología que compita con seres humanos, sobrepase sus capacidades, sustituya masivamente empleos, vulnere incrementalmente identidades, elimine privacidades, genere mayor desinformación y, en fin, que “arriesgue la pérdida de control de nuestra civilización”, los expertos reclaman protocolos de seguridad y otras garantías antes de proseguir con la innovación arrasadora.

Esa preocupación no es unánime entre los empresarios del ramo (Gates) o los desarrolladores del sector que consideran que una suspensión del negocio no inhibe el desafío tecnológico y que, en todo caso, éste irá creando sus propias seguridades.

Este necesario y crucial debate sobre instrumentos capaces de suplantar la creatividad humana, establecer nuevas formas de producción económica y generar renovados mecanismos de convivencia social se produce hoy sólo entre los actores dominantes del sector.

Si éstos pudieran controlar el mercado y normarlo estaríamos frente el advenimiento de nuevas formas de oligopolio de inmensa capacidad de acumulación asimétrica y excluyente. Y potencialmente también frente a una nueva oligarquía sin otra base de legitimidad que la de los productores menores y los usuarios privilegiados (los que puedan adquirir los nuevos productos y sepan utilizarlos).

Ese peligro ha sido advertido por líderes de opinión tan sistémicos como Martin Wolf, el principal editorialista económico del Financial Times, quien ha señalado, a propósito de la crisis financiera de 2008 y sus secuencias, los serios problemas del capitalismo y la democracia contemporáneos creados por la acumulación asimétrica extrema y por la pérdida de legitimidad de las instituciones. En lugar de generar bienestar colectivo suficiente, los gobiernos y élites que forman parte de ese entorno generan inestabilidad económica y emergencia antidemocrática (La Crisis del Capitalismo Democrático).

A diferencia de la revolución industrial que logró expandir la producción y el consumo generando bienestar expresado en clases medias crecientes, la era actual (la de la crisis financiera a la que añadimos la de la “nueva” inteligencia artificial contemporánea como diferente de la inicial revolución digital), no se caracteriza por el cumplimiento de esos roles. Es decir, erosiona la generación de bienestar y de oportunidades a contrapelo de las expectativas generales mientras emergen gobiernos cada vez menos representativos.

De otro lado, si el incremento de la productividad que genera bienestar es una consecuencia de la innovación tecnológica, Krugman afirma que esa correlación no es fuerte en el corto plazo. En efecto, en Estados Unidos el boom de inteligencia artificial de la década de los 90 del siglo pasado parece haber generado menor bienestar que el largo proceso de electrificación que llegó a su pico en los años 20 de ese siglo. Krugman explica el hecho recordando que las ganancias de productividad de una revolución tecnológica toman tiempo en madurar mientras la sociedad la incorpora y se adapta a ella.

Si el economista tiene razón, el lapso de adaptación referido podría emplearse para generar garantías de seguridad tecnológica y atenuar los efectos dañinos de la nueva era tecnológica (la de la “realidad virtual”).   

En el proceso, autoridades de países como el Perú cuyas economías son vulnerables y tomadoras de precios y sus mercados tecnológicos son esencialmente receptores menguados de estos desarrollos, deberían prepararse para intervenir en el debate. Su propósito debiera ser la generación de sus propias leyes de orientación y cautela del ingreso a la “nueva era” en cuya organización no participa.  Ese debate debería plantearse también en el ámbito multilateral. [Lamentablemente, esto nos encuentra con un Estado que ha alejado de la función pública a los ciudadanos más preparados].

De lo contrario, de poco serviría la pausa propuesta en las sociedades desarrolladas para atenuar los riesgos sociales y económicos de la adaptación a la nueva tecnología que se importaría sin prevenciones de ninguna especie.

Pero aún si se adoptasen estos resguardos y mientras se espera, en el largo plazo, las ganancias de productividad de esa tecnología, las sociedades meramente consumidoras de esos desarrollos, como la nuestra, deberán prepararse para nuevas formas de inserción externa generadas por la nueva tecnología. En tanto la nueva integración tendrá un fuerte índice de dependencia, ésta debe ser prevenida o compensada mediante un intenso desarrollo nacional. Lampadia




Cincuenta años de los teléfonos celulares

Por: Maite Vizcarra
El Comercio, 6 de Abril del 2023

“Han pasado 50 años desde que se produjo la primera llamada desde un teléfono celular y, con ella, la reestructuración de nuestras vidas”.

Podría ser que el sentimiento de pánico sea uno, que le es esquivo. Pero, en honor a la verdad, tal vez no. Piense unos minutos: ¿no sintió alguna vez esa sensación de vacío, una cierta turbación mental (¿y ahora qué hago?, ¿mi cuenta en el banco?, ¿mis fotos y videos?) ante la remota posibilidad de haber perdido los últimos movimientos de su vida incrustados en ese artefacto pequeño que tiene ahí cerca de su mano?

Sí, alguna vez hemos sentido pánico ante la posibilidad de haber perdido nuestro teléfono celular, porque en el fondo estábamos perdiendo nuestras vidas.

No es exagerada la comparación, porque es innegable que ese aparato se ha vuelto vital en nuestras rutinas diarias, básicamente porque nos facilita muchas cosas relacionadas con el mejor uso de nuestro tiempo y, por qué no decirlo, de nuestro espacio. De cierta forma, tener un teléfono celular no solo nos sirve para hablar vía una llamada de voz, sino que, además, nos da facilidades que casi nos permiten ser ubicuos.

Y, en ese sentido, es relevante destacar que, gracias a los avances tecnológicos, el acceso a teléfonos celulares en el Perú se ha incrementado considerablemente, al punto de que hoy la tenencia de celulares a nivel nacional es mayor al número de habitantes: existen 1,3 teléfonos celulares por persona.

No es poca cosa que estos teléfonos sean hoy enormemente accesibles, pues sus beneficios ya están reconocidos como claves para facilitar una mejor calidad de vida y, también, para la superación de la pobreza. En ese sentido, que un celular haya dejado de ser un privilegio o un lujo es parte de lo que hay que celebrar ahora que estos dispositivos acaban de cumplir 50 años de haber producido su primera llamada a nivel global.

Para decirlo en simple, hoy tener un teléfono celular –particularmente los llamados smartphone– equivale a tener una computadora y de ahí que su acceso sea crítico, al punto de que sea el eje central de nuestras comunicaciones, nuestro acceso a la información y al entretenimiento. A tal punto llega la relevancia de tener un teléfono celular que su ausencia define una nueva forma de ser pobre: el pobre digital.

Los pobres digitales son personas que cuentan con un celular, de tal modo que pueden recibir información y comunicarse. Sin embargo, sea por falta de educación, porque no saben acceder a contenidos, por un reducido nivel de alfabetismo digital o por ser muy mayores, tienen un uso limitado de medios digitales. Y si existe una pobreza digital, existe una extrema pobreza digital: en este caso, se trata de personas que no pueden acceder –por restricciones de cobertura o de dinero– a un teléfono celular y que, por ello, truncan su alfabetización digital.

De acuerdo con datos facilitados por el experto Luis Montes en una charla que sostuvimos recientemente en TV Perú –”Diálogo abierto”–, en el Perú la cobertura a servicios digitales y superiores como ver videos, crear contenidos y compartirlos es posible debido a que las redes de comunicación celular lo permiten –casi todo el Perú tiene servicios que corren bajo la banda de 3G en adelante, o sea que podemos ver videos y escuchar música en tiempo real–. Sin embargo, todavía hay una porción de peruanos que aún sigue en los tiempos de la banda 2G; es decir, en la época de los 90, con limitados servicios digitales –envío de mensajes de texto, básicamente–.

Han pasado 50 años desde que se produjo la primera llamada desde un teléfono celular y, con ella, la reestructuración de nuestras vidas. Y aunque en el país se avanzó grandemente en cobertura y asequibilidad –precio–, tener un teléfono celular ya es insuficiente si no podemos usarlo de manera adecuada. Pues, aunque tengamos un smartphone, si solo lo usamos para recibir llamadas o enviar mensajes de texto porque no sabemos cómo sacarle el máximo provecho al adminículo, es como vivir en la época de los 90 y con su reducida banda 2G.




La inteligencia artificial

Fernando Ortega San Martín
Chair del Nodo Perú de The Millennium Project
Para Lampadia

Todos los días recibimos noticias sobre los últimos avances en inteligencia artificial (IA) y nos sentimos abrumados solamente de pensar en los cambios que traerá en nuestro trabajo, en los negocios, los estilos de vida e incluso en la salud y educación.

Desde el 2011, cuando se inicia esta “cuarta revolución tecnológica” (4RT), ya se vislumbraba que las próximas dos décadas tendrían como característica principal el violento cambio tecnológico dado el dinamismo que ya traía la ciencia, tecnología e innovación desde el cambio de siglo.

Hoy vemos que la IA se ha despuntado sobre las otras tres corrientes tecnológicas principales:

Biotecnología (edición de genes, biología sintética),
energías renovables y tecnologías vinculadas al cambio climático,
y las infotecnologías (blockchain, internet de las cosas, etc.).

La ciencia ficción ha contribuido mucho al temor creciente por la IA. De hecho, el mayor miedo es la capacidad de la IA de substituir el trabajo humano; lo cual, para países como el Perú con un exceso de mano de obra, resultaría desastroso. Hay voces optimistas que señalan que “históricamente todas las revoluciones tecnológicas han creado más empleo que el que destruyen”. No les falta algo de razón, pero olvidan que la historia no tiene por qué repetirse, especialmente cuando en los países generadores de tecnología (EE.UU., Unión Europea, Japón, Corea del Sur, Israel, entre otros), uno de sus principales problemas es el envejecimiento de la población, que generará en el mediano y largo plazo déficits de mano de obra que justamente las nuevas tecnologías podrán paliar porque ya no dependerán del trabajo humano.

Por otro lado, la IA ya está generando innumerables ventajas competitivas cuando se inserta en cadenas de valor globales, que van desde la investigación y desarrollo que se ejecuta en laboratorios (de empresas y universidades) hasta los consumidores finales. Desde la búsqueda de promisorios genes o moléculas que se encuentran en la Naturaleza, hasta el conocimiento a detalle de los gustos y preferencias de los potenciales consumidores.

Estamos viviendo tiempos históricos importantes en la evolución humana.

Posiblemente antes que termine este 2023 se confirme que se ha vencido el primer hito tecnológico de la IA, el test de Alan Turing, quien en 1950 estableció condiciones para medir si la IA ya podía exhibir capacidades similares al de la mente humana que pudieran engañar a un jurado humano. Hay varios candidatos, entre ellos ChatGPT, que señalan que ya lo han logrado, pero aún al día de hoy no tenemos la confirmación del mundo académico. Esta posibilidad ha motivado incluso que más de un millar de científicos y empresarios hayan firmado una carta abierta pidiendo una moratoria global de seis meses para que se establezcan regulaciones mínimas para evitar que la IA se desarrolle descontroladamente.

El ingreso de la IA a los eslabones de las cadenas de valor producirá cambios drásticos en la producción agrícola, minera, manufacturera, y en los sistemas logísticos, así como en la forma en que se prestarán los bienes y servicios finales a los consumidores. Porque las “recomendaciones” de la IA, que siempre estará en constante mejora, se transformarán, poco a poco y sin mayores cambios, en las “decisiones” de las Altas Direcciones. No olvidemos que ya existen empresas donde el CEO es una IA.

Justamente el mayor riesgo de la IA es su grado de fiabilidad. Como suele suceder en los artefactos creados por el hombre, no toda las IAs serán similares en términos operativos, porque sus algoritmos van a diferir significativamente, especialmente en el manejo de la complejidad y la incertidumbre. Y esas diferencias se reflejarán en sus precios. Las inversiones en IA serán muy grandes y veremos si todas resultan rentables.

Esto nos lleva a pensar que en el Perú debemos desarrollar nuestras propias IAs vinculadas con las cadenas de valor más representativas de nuestro comercio exterior. Tenemos excelentes matemáticos que suelen obtener reconocimiento internacional, y ese es un recurso escaso en el mundo, el cual no aprovechamos como país. Desarrollar algoritmos para IA será un gran desafío para ellos, pero confío en que estén a la altura del reto. ¿Por qué no pensamos en crear un Instituto Peruano de IA como una alianza entre el Sector Privado y la Academia? Así tendríamos nuestros propios desarrollos en minería, agroexportación, textiles, entre otros sectores.  Estamos a tiempo, no vaya a ser que después nos lamentemos de no haberlo hecho. Lampadia




Independencia y medios de comunicación

Por: Martín Santivañez
Diario Correo, 30 de Marzo del 2023

Preciosa pieza la que escribió Jean Anouilh (“Becket o el honor de Dios”) en la que narra la historia de la lucha entre el rey de Inglaterra con su viejo amigo Thomas Becket. Enrique II, el rey de Inglaterra, quería, basándose en su antigua amistad, que Becket, arzobispo de Canterbury, se sometiese totalmente a la monarquía sin dejar para la Iglesia un rescoldo de independencia. Becket se opuso a tal sometimiento. Cuando los dos se reunieron en Francia, en tierra neutral, no lograron un acuerdo.

Thomas Becket, arzobispo primado de Canterbury, a pesar de su simpatía y amistad por Enrique II de la casa Plantagenet, no dudó en mantener la independencia de la Iglesia en nombre del “honor de Dios”. Al llegar al trono Enrique II convirtió a Becket en su mano derecha, nombrándolo canciller de Inglaterra. Y cuando, llegado el momento, el Rey tuvo que enfrentarse a la jerarquía eclesiástica por los impuestos con que buscaba gravarla, decidió nombrar a Becket para la sede primada de Canterbury transformándolo en la cabeza de la iglesia de Inglaterra, pensando que con esto lograría ventaja sobre la Iglesia. Sucedió al revés. El cargo convirtió a Becket en el más ardoroso guardián de los derechos de la Iglesia y no dudó en enfrentarse una y otra vez al Rey con el argumento de que su obligación como Prelado era “velar por el honor de Dios”. De hecho, cuando el rey le comunicó a Becket su nombramiento este respondió: “si me designan arzobispo, ya no podré ser vuestro amigo”. Primero la conciencia, después la amistad.

Se echa en falta esta independencia cuando hablamos del periodismo peruano, tan matizado por el interés económico que se disfraza de autonomía y libertad. No, amigos, la libertad no tiene precio.




La radiodifusión peruana y su dilema

Por: Maite Vizcarra
El Comercio, 30 de Marzo del 2023

“Y es que nadie puede negar que con Internet y su digitalización la producción de contenidos dejó de ser lo que era, enfrentándonos a un sinfín de opciones que compiten por nuestra atención”.

Nuestro más reciente orgullo nacional en el ámbito de la música es una joven de “veintipocos” años llamada Milena Warthon, que se coronó como la ganadora indiscutible del Festival de Viña del Mar, y en la categoría de folclor. Aun así, cuando uno escucha sus canciones, no siente que esté ante una ejecución musical vernacular, tal y como la conocemos, sino que su propuesta musical es en sí misma un producto mestizo en el que mezcla tendencias, instrumentos e incluso aproximaciones actuales a lo que ella considera el ser peruano.

Sin embargo, Milena es el resultado de talento y un interesante uso de redes sociales, en particular del famoso TikTok. En plena pandemia, y aprovechando que la popularidad de esa red social se disparó, la talentosa Warthon ganó gran popularidad a través de los contenidos personalizados que creaba y difundía ahí. De hecho, fue su presencia tan aclamada en esa red social la que reforzó su popularidad en Chile: Milena ya era conocida por su público espectador chileno, mucho antes de ir a Viña del Mar.

El éxito de esta cantante nacional seguramente es anhelado por muchos otros talentos que indudablemente aspiran a esa resonancia internacional. ¿Hacia dónde deberían apuntar su estrategia? Si seguimos la “ruta Warthon”, habría que pensar en crearnos un espacio en las redes sociales, a fin de que nuestra propuesta llegue a un número importante de personas, pero específicamente a cualquier potencial degustador de nuestra música.

Y es que nadie puede negar que con Internet y su digitalización la producción de contenidos dejó de ser lo que era, enfrentándonos a un sinfín de opciones que compiten por nuestra atención. Esta realidad ha llevado a que los ‘mass media’, tal y como los hemos conocido tengan que adaptarse a los nuevos tiempos e incluso den paso a nuevas alternativas como las cada vez más recurridas plataformas de streaming (Netflix y las demás). De ahí que artefactos totémicos como la radio o la televisión se encuentren en fuerte amenaza ante estas opciones emergentes.

Si se acepta, como lo está haciendo medio mundo, que la radiodifusión –radial o televisiva– está entrando en una fase de replanteamiento, es justo preguntarse si estos medios son la mejor forma de promover la divulgación ‘urbi et orbi’ de nuestro acervo cultural; y, aún más, de garantizar la seguridad económica de los involucrados en ese tipo de contenidos. La pregunta resulta pertinente a propósito de una iniciativa legislativa impulsada por el parlamentario Álex Flores del partido Perú Libre que pretende ampliar de 10% a 40% la cantidad de contenidos musicales –entre otros– producidos en el Perú, que deben insertarse en las parrillas de programación de los operadores de servicios de radiodifusión.

Más allá de la idoneidad constitucional de esta iniciativa, su existencia nos permite reflexionar sobre si en verdad es la radiodifusión la mejor forma de promover nuestro acervo, considerando que ya existen normas específicas que lo vienen haciendo bajo el supuesto de que, al incluirse contenidos de este tipo en la televisión, mágicamente se incrementará la demanda de estos.

Antes he explicado aquí que, respecto de la creación, producción y distribución de contenidos culturales, artísticos o de entretención, la estrategia tiene que acercarse más a escenarios como los que proponen las llamadas “industrias creativas”, en las que se asume que cualquier creador está obligado a escoger la mejor plataforma –y eso ya implica reconocer que la radiodifusión no es la única opción y que, más bien, debería propenderse a ampliar el acceso a todas las otras alternativas– que le permita colocar su producción al público que mejor la valore –hiperpersonalización–.

En cuanto a qué implica que un contenido sea peruano o de factura nacional, no es posible desconocer que hoy, gracias a la digitalización –¡otra vez!–, la producción de contenidos multimedia puede deslocalizarse y realizarse en cualquier parte del mundo.

Por ello, es muy difícil defender iniciativas legislativas como la referida cuando esta desconoce situaciones tecnológicas fácticas que ya vienen afectando la creación de contenidos de cualquier tipo.




Cuando el deporte se vuelve vicio

Por: Carolina Avendaño
El Comercio, 22 de Marzo del 2023

Ser deportista profesional parece una actividad enfocada en lo físico; sin embargo, yo siempre he asociado el deporte profesional a una forma de superioridad espiritual. Solo quienes pueden dominar su espíritu y domar al monstruo de la indisciplina pueden vivir del deporte, que parece la forma máxima de dominio del cuerpo.

El solo hecho de tener tiempo para hacer ejercicio me parece un privilegio. Con dudosos resultados, lucho a diario para encontrar un espacio en el día a día para hacer algunos minutos de actividad física. Por todo esto, me asombra ver cómo los eventos deportivos se han convertido en una forma de incentivar una actividad casi absolutamente contraria al deporte: las apuestas.

La pandemia inventó una forma de ludopatía que la sociedad no conocía de cerca. Gracias al estricto confinamiento, desde el 2020 los juegos en línea se convirtieron en el vicio, más bien privado, de muchas personas en Colombia, especialmente jóvenes.

Apostar en línea tiene grandes ventajas para el jugador, en comparación con la modalidad presencial, pues el apostador puede perder enormes cantidades de dinero desde la comodidad de su casa, incluso desde su cama, bajo las cobijas. Además, la persona no tiene que enfrentar el desagradable estigma del ludópata, que es observado al entrar y salir del casino con preocupante frecuencia.

Lo más impactante es que ni siquiera es necesario que ocurra un suceso deportivo para apostar. Muchas personas apuestan por los resultados de ‘reality shows’, concursos de talento o movimientos de la bolsa.

A algunos incluso les gusta apostar por resultados políticos, como si estos por sí solos no fueran suficiente fuente de sufrimiento. Lo más extraño de esta modalidad de juego en línea es que gran parte de los apostadores prefiere simples simulaciones deportivas. Las simulaciones deportivas deben ser la forma más vacua del deporte, pues existen solo para que un apostador pueda jugar.

Por supuesto, no todas las personas que apuestan son ludópatas, pero hay una línea muy fácil de cruzar, especialmente para los más jóvenes, que son más propensos a generar adicciones de cualquier tipo. La ludopatía está considerada por la Organización Mundial de la Salud como una adicción, dentro de las enfermedades mentales.

Pero el tema no es sencillo. Las propias casas de apuestas están metidas dentro de la actividad deportiva y su rentabilidad se ha convertido en un modo de patrocinar el deporte, de manera que la cuerda, en lugar de desenredarse, se enreda aún más.

La empresa que se encuentra en el primer lugar de las apuestas deportivas en Colombia, BetPlay, es la patrocinadora número uno del torneo profesional de fútbol colombiano que lleva el nombre de Liga BetPlay en fútbol masculino. En noviembre del 2022, María Isabel Urrutia, exministra del Deporte, anunció que en fútbol femenino BetPlay será el patrocinador principal de la liga para el 2023.

La publicidad está en todas partes y reconocidos y admirados deportistas, como el ‘Pibe’ Valderrama o Yerry Mina, han aparecido como imagen de casas de apuestas, no invitando a la gente a mover el cuerpo, sino a mover el dinero.

La paradoja más grande es que el deporte fomenta la cultura del esfuerzo, de la constancia y de la disciplina, mientras que el juego promueve la cultura de la ganancia ocasional, porque es literalmente un hecho ocasional ganar en un juego, sin esfuerzo y sin constancia.

Es paradójico que, mientras existen en Colombia normas de juego responsable, que regulan la construcción de casinos y sitios de juego para que estén alejados de colegios y universidades, estos juegos en línea están a un clic de cualquier persona de cualquier edad. Es demasiado fácil acceder a las apuestas en línea y, para quien se convierte en adicto, es demasiado difícil salir.

–Glosado y editado–




Inteligencias artificiales y recursos naturales

Por: Rolando Arellano
El Comercio, 27 de Marzo del 2023

“Deberíamos ver en la inteligencia artificial una oportunidad”.

En el deslumbramiento por los desarrollos de software que se hacen en países desarrollados, muchos olvidamos que tenemos ventajas que difícilmente podrán ser igualadas. Este es el caso de nuestros recursos naturales, que, hasta en su nombre, son imposibles de ser remplazados por inteligencias artificiales. Veamos.

¿Cómo competirá la inteligencia artificial (IA) con los recursos naturales?, le pregunté al espectacular ChatGPT, que tiene respuestas para todo. Me contestó lo siguiente:

“Es poco probable que la inteligencia artificial compita directamente con los recursos naturales, ya que la inteligencia artificial es una herramienta creada por los humanos para ayudarnos a resolver problemas y mejorar la eficiencia en diferentes áreas. Sin embargo, la inteligencia artificial puede tener un impacto significativo en cómo utilizamos y gestionamos los recursos naturales al optimizar la producción y distribución de alimentos, al reducir el consumo de energía y al mejorar la gestión de los recursos hídricos y forestales. Además, la IA también puede ayudarnos a comprender mejor cómo los ecosistemas funcionan y cómo podemos preservarlos de manera más efectiva. Por ejemplo, los científicos pueden utilizar la IA para analizar grandes cantidades de datos ambientales y detectar patrones que pueden ayudar a predecir el impacto del cambio climático y a tomar medidas para mitigarlo. En resumen, la inteligencia artificial no compite con los recursos naturales, sino que puede ayudarnos a gestionarlos y preservarlos de manera más efectiva”.

Se puede ver, entonces, que las nuevas formas de IA que tanto asustan hoy compiten en el nivel de las ideas, pero no pueden producir maíz, carne, cobre ni cualquier otro recurso indispensable para la vida. Más aún, si bien las tecnologías digitales podrían producirse en cualquier lugar del mundo (en Suiza, en Japón, en Singapur, en Uganda o en el Perú), no es lo mismo con los arándanos, el arroz o el estaño, necesarios para alimentar a los que producen software y a los que hacen las máquinas en las que ellos trabajan.

Por ello, como lo dice el mismo ChatGPT, deberíamos ver en la inteligencia artificial una oportunidad de incrementar el valor de aquello que solo nosotros tenemos: clima, espacio y recursos para alimentar y darle herramientas al mundo. Debemos entender que, en momentos en los que la tecnología puede viajar y es cada día más accesible a todos, los que tienen la mayor ventaja son aquellos que tienen los recursos para hacer que se convierta en bienestar real. No nos asustemos y, más bien, veamos en la aplicación de la IA la oportunidad de desarrollarnos más rápidamente. Que tengan una gran semana.




El multiverso de nuestras vidas

Por: Maite Vizcarra
El Comercio, 16 de Marzo del 2023

“¿Por qué es tendencia el asunto del multiverso al punto que se le otorgan varios premios de la academia a una película con este tema?”.

A propósito de los siete premios Óscar –de las 11 nominaciones que tuvo– recibidos por la película “Todo en todas partes al mismo tiempo”, sobre una historia en torno a la posibilidad de vivir en distintos escenarios –probables– paralelos, surge la inquietud de saber por qué se ha puesto tan de moda empezar a hablar de esa posibilidad o, lo que es lo mismo, empezar a hablar más de lo que se conoce como un ‘multiverso’.

¿Por qué es tendencia el asunto del multiverso al punto que se le otorgan varios premios de la academia a una película con este tema?

Explicar qué es un multiverso exige traer a la mesa algunos conceptos de física cuántica e, incluso, de filosofía existencial, pues afirmar que existen otros universos –con sus propias leyes y complejidades– en los que cada uno de nosotros se convierte en una versión distinta de lo que es hoy –o lo que fue– hace referencia necesariamente a teorías como las del llamado Big Bang, entre otras.

Por ejemplo, si asumimos, tal y como esa teoría lo plantea –en una versión muy simplificada–, que en algún momento de la historia de nuestro planeta el universo creció de una manera exponencial hasta reventar, también podríamos asumir que algunas partes del espacio-tiempo se expandieron más rápidamente que otras y eso habría producido una especie de burbujas en las que encontramos universos paralelos al nuestro, con sus propios cánones físicos.

Siguiendo con el supuesto, en esos otros universos paralelos podríamos tener características físicas o psicológicas distintas, tal y como la película sugiere (esos dedos gigantes de las manos, por ejemplo).

En cuanto al enfoque filosófico que le podemos dar al multiverso, este definitivamente tiene que ver con la metafísica o el estudio de la naturaleza de la realidad. El multiverso se vincula con lo metafísico, pues parece abrir las puertas a una idea moderna asociada con Platón y Descartes. A saber, la idea de que nuestras experiencias sensibles son engañosas y que, en consecuencia, la realidad como la conocemos bien podría ser más cercana a un sueño o a una ilusión que a lo que percibimos.

Pero los temas vinculados con el multiverso no solo son asuntos de disciplinas humanas o científicas: el multiverso es el futuro de la digitalización.

De ello no hay grandes dudas. Por eso, los cuatro gigantes del ‘Big Tech’ (Facebook, Apple, Google y Amazon) están dirigiendo sus recursos al desarrollo de tecnologías relacionadas con esa aproximación. Es decir, la posibilidad de regalarnos la capacidad de ser otros y de interactuar en otros mundos gracias al uso de aditamentos –como lentes de realidad virtual, guantes hipersensibles, entre otros– que simulan distintas realidades en las que también podemos ‘vivir’. ¿Se acuerda de esa otra película llamada “Matrix” y del juego entre la realidad y la simulación, según tomemos una pastilla roja o una pastilla azul?

El multiverso digital está más cerca del que nos plantea la física cuántica y nos enfrenta al desafío de llevar a límites insospechados lo que conocemos como convivencia humana.

Así como unas semanas atrás planteamos aquí los desafíos que una tecnología tan disruptiva como la inteligencia artificial podría suponer para sociedades como la peruana, entender qué es el multiverso no solo es un tema de moda, sino de curiosidad tecnológica, pues, más tarde que temprano, nos vamos a enfrentar con realidades creadas en las que también tendremos cosas que hacer.

¿O ya se olvidó de esas reuniones virtuales vía Zoom en las que se puede simular estar en otro lugar cambiando la imagen de fondo de su cámara? Una precaria forma de multiverso está ahí, y se vienen más.




Teletrabajo: Retos y oportunidades

Por: Luis Vinatea
Gestión, 15 de Marzo del 2023

Puede convertirse en una nueva herramienta para la lucha contra la informalidad.

La emisión del Decreto Supremo 002-2023-TR, que reglamenta la Ley de Teletrabajo, ha dado pie a la publicación de gran cantidad de información en las que se ha explicado muy bien sus alcances.

En términos generales, se ha resaltado que el teletrabajo se puede realizar desde el domicilio del trabajador o cualquier lugar indicado por este, dentro o fuera del país; utilizando herramientas y servicios de internet y energía provistos por el empleador o por el propio trabajador y bajo un régimen de protección frente a los accidentes de trabajo que es menos complejo que el del régimen común.

Es decir, se trata de un modelo que consolida lo que ya vivimos durante la pandemia, porque el trabajo subordinado ya no es una actividad que necesariamente se realiza en un centro de trabajo físico, sino que puede realizarse desde cualquier lugar y no necesariamente para un mismo o único empleador.

El teletrabajo es un fenómeno que puede cambiar significativamente la configuración del derecho laboral tal y como lo conocemos, porque buena parte del derecho laboral se ha construido sobre la base del concepto del “centro de trabajo físico”, que es el lugar al que se va a trabajar.

Y lo que pasa con el teletrabajo es que los trabajadores que pueden acogerse a esta modalidad dejan de ir a trabajar a un lugar concreto, para hacerlo desde donde están, es decir, en un lugar distinto al tradicional centro de trabajo.

En otro artículo expliqué que lo anterior obligará a replantearse muchos derechos laborales asociados al centro de trabajo, como es el caso de los accidentes, que suelen ocurrir en el centro laboral; el despido, que se asocia al centro de trabajo; el ingreso o salida del centro de trabajo o la huelga, que implica abandonar el centro de trabajo; entre otros.

Pero lo que comienza a avizorarse con el teletrabajo es que el propio concepto de trabajador subordinado que acude a un centro de trabajo para laborar en beneficio de un empleador podría cambiar, dando paso a un trabajador que puede ser más autónomo e incluso trabajar para varios empleadores a la vez, reduciendo su dependencia económica a un empleador y aumentando así su capacidad de negociación individual.

No estoy hablando, por supuesto, de que el teletrabajo permitirá que trabajadores subordinados trabajen “fuera de planilla”, estoy hablando de un trabajador que puede preferir ser independiente o de quien puede tener más capacidad de elección del empleador con el que quiere trabajar.

Quizás el caso más llamativo sea que, geográficamente, un trabajador podría estar ubicado en un país determinado y trabajar para un empleador o para varios que están ubicados en distintos países.

Pero desde el punto de vista regulatorio hay otros retos, porque el hecho de no ir a un centro de trabajo a laborar, sino hacerlo desde otro lugar, abre la posibilidad de que el debate entre la rigidez y flexibilidad laboral siempre concentrado en aumentar o disminuir los derechos laborales asociados al centro de trabajo cambie de escenario para regular otro tipo de trabajo: el realizado en un espacio diferente al centro de trabajo físico y que demanda posiblemente derechos distintos a la permanencia en el empleo y mutar hacia otros derechos como el de multiempleo autónomo, subordinado o mixto, las jornadas reducidas, la presencialidad o no, entre otros.

Si lo pensamos bien, la estabilidad en el empleo, tan asociada al concepto de rigidez y difícilmente disociada de aquel, es un concepto vinculado a una plaza o puesto de trabajo que está ubicado en un centro de trabajo.

En un contexto de teletrabajo, tal estabilidad podría perder la relevancia que tiene actualmente, porque para un teletrabajador el tener que ir a un centro de trabajo podría ser un limite para acceder a varios empleadores a la vez desde su casa, trabajando incluso con sus propias herramientas.

Para notar la dimensión de lo señalado, piénsese en la pérdida de atractivo que tiene hoy día, gracias a la pandemia, el trabajo plenamente presencial. No solo se trata de que este puede afectar el equilibrio entre trabajo y vida personal o familiar, sino que este puede exponer al trabajador a tener que perder muchísimas horas simplemente trasladándose de su casa a su centro de trabajo y viceversa.

No es este el lugar para explorar todos los pros y contras del teletrabajo en comparación con el trabajo común para los casos en los que este se pueda llevar a cabo.

Pero quizás el teletrabajo nos dé la oportunidad de plantearnos nuevas herramientas en la lucha contra la informalidad, porque se estima que hay cerca de un millón de trabajadores fuera de planilla e informales que teletrabajan y quizá les resulte más conveniente y sea más fácil para el Estado formalizarlos como teletrabajadores, que hacerlo esperando que acudan a un centro de trabajo.




El efecto TikTok

Por: Maite Vizcarra
El Comercio, 2 de Marzo del 2023

“Estas tecnologías pueden colaborar intensamente con el fortalecimiento de los nuevos enemigos de la democracia”.

¿De verdad hay que temerle a TikTok? La pregunta resulta pertinente cuando vemos al presidente estadounidense Joe Biden prohibiendo a sus funcionarios el uso de esa aplicación ayer.

¿Exageración? ¿Teorías conspirativas? En honor a la verdad, si Biden prohíbe TikTok en EE.UU., a fin de ser equitativos, también debería prohibir el uso de otras plataformas como Facebook o Instagram que, al igual que TikTok, tienen tecnologías de rastreo que se aplican a todos los usuarios, sean o no activos.

Y es que hay que recordar que la moneda de cambio que tenemos para usar estas tecnologías de manera “gratuita” es nuestra privacidad y nuestros datos personales. Esto hay que saberlo siempre. Todas las aplicaciones que podemos descargar a nuestros celulares tienen esa facilidad, pues, si no, ¿de qué otra manera podría sostenerse comercialmente? Pues bien, les pagamos con nuestra información. Que se entienda bien.

La divergencia con el caso particular de TikTok reside en que se trata de una tecnología que no es de EE.UU. y aquí sí empiezan las teorías conspirativas –a mi juicio–. Valga decir que TikTok, según informes de la prestigiosa consultora Eurasia, incorpora un rastreador llamado píxel. El píxel recoge la dirección IP, la página en la que se encuentra un usuario y dónde está haciendo clic, escribiendo o buscando. La funcionalidad del píxel también la usa Meta –antes Facebook– y además es su “punta de lanza” comercial. Entonces, si esto es un secreto a voces, ¿por qué tanto brinco en el Gobierno Estadounidense?

Pues sucede que, además de píxel, ByteDance –propietaria de TikTok– cuenta con una función capaz de detectar los toques de teclado que efectuamos. Esto, en simple, permitiría que TikTok pudiese conocer nuestras contraseñas o información bancaria –por ejemplo–, siempre que lo hagamos a través de su navegador. Y esto último no es tan fácil.

La verdad es que detrás de la prohibición del uso de la “app de los bailes” hay una nueva guerra de colosos, y tiene que ver con lo que Eurasia ha denominado “el peor riesgo político del 2023″, haciendo alusión a que estas tecnologías pueden colaborar intensamente con el fortalecimiento de los nuevos enemigos de la democracia en el siglo XXI: las ‘fake news’ y la polarización.

Recordemos brevemente que, desde la época de Barack Obama, las suspicacias respecto de China y su expansión tecnológica empezaron a molestar: ahí están las luchas por dominar el despliegue de las frecuencias 5G, los semiconductores y ahora TikTok.

Usted se podría preguntar, ¿y por qué nos interesa este problema de blancos? ¿Influye lo que está pasando entre EE.UU. y China en el Perú?

Si consideramos lo que Eurasia Group ha llamado los enemigos de la democracia contemporánea, la respuesta es un rotundo sí. El “Digital Report 2023″ de Kepios –una fuente recurrente de los análisis sobre ‘social media’ en “The Economist”– indica que en el Perú hay 21,9 millones de personas usuarias de Internet. Además, hay 38,4 millones de ciudadanos con conexión vía teléfonos celulares. Considerando que a la fecha somos –más o menos– 33,52 millones de ciudadanos, los guarismos anteriores son reveladores. En el Perú el uso y la conexión a Internet –¡y el mundo!– se han incrementado grandemente.

Pero, según el mismo informe, cuando hablamos de redes sociales, el número de personas activas en alguna red social es de 28,1 millones. Casi cerca del 80% de la población está creando, consumiendo o compartiendo algo en las “redes”.

El mayor riesgo de TikTok para países como el Perú aún no reside en el tema de la privacidad –todavía somos un mercado pequeño–. Reside, sobre todo, en que los actores políticos utilicen estos avances tecnológicos para crear ejércitos de ‘bots’ de bajo costo para elevar a candidatos marginales al poder, vender teorías de conspiración o exacerbar el extremismo. Pero para qué le cuento esto si usted ya lo ha vivido. ¿O no?