Por: Carolina Avendaño
El Comercio, 22 de Marzo del 2023
Ser deportista profesional parece una actividad enfocada en lo físico; sin embargo, yo siempre he asociado el deporte profesional a una forma de superioridad espiritual. Solo quienes pueden dominar su espíritu y domar al monstruo de la indisciplina pueden vivir del deporte, que parece la forma máxima de dominio del cuerpo.
El solo hecho de tener tiempo para hacer ejercicio me parece un privilegio. Con dudosos resultados, lucho a diario para encontrar un espacio en el día a día para hacer algunos minutos de actividad física. Por todo esto, me asombra ver cómo los eventos deportivos se han convertido en una forma de incentivar una actividad casi absolutamente contraria al deporte: las apuestas.
La pandemia inventó una forma de ludopatía que la sociedad no conocía de cerca. Gracias al estricto confinamiento, desde el 2020 los juegos en línea se convirtieron en el vicio, más bien privado, de muchas personas en Colombia, especialmente jóvenes.
Apostar en línea tiene grandes ventajas para el jugador, en comparación con la modalidad presencial, pues el apostador puede perder enormes cantidades de dinero desde la comodidad de su casa, incluso desde su cama, bajo las cobijas. Además, la persona no tiene que enfrentar el desagradable estigma del ludópata, que es observado al entrar y salir del casino con preocupante frecuencia.
Lo más impactante es que ni siquiera es necesario que ocurra un suceso deportivo para apostar. Muchas personas apuestan por los resultados de ‘reality shows’, concursos de talento o movimientos de la bolsa.
A algunos incluso les gusta apostar por resultados políticos, como si estos por sí solos no fueran suficiente fuente de sufrimiento. Lo más extraño de esta modalidad de juego en línea es que gran parte de los apostadores prefiere simples simulaciones deportivas. Las simulaciones deportivas deben ser la forma más vacua del deporte, pues existen solo para que un apostador pueda jugar.
Por supuesto, no todas las personas que apuestan son ludópatas, pero hay una línea muy fácil de cruzar, especialmente para los más jóvenes, que son más propensos a generar adicciones de cualquier tipo. La ludopatía está considerada por la Organización Mundial de la Salud como una adicción, dentro de las enfermedades mentales.
Pero el tema no es sencillo. Las propias casas de apuestas están metidas dentro de la actividad deportiva y su rentabilidad se ha convertido en un modo de patrocinar el deporte, de manera que la cuerda, en lugar de desenredarse, se enreda aún más.
La empresa que se encuentra en el primer lugar de las apuestas deportivas en Colombia, BetPlay, es la patrocinadora número uno del torneo profesional de fútbol colombiano que lleva el nombre de Liga BetPlay en fútbol masculino. En noviembre del 2022, María Isabel Urrutia, exministra del Deporte, anunció que en fútbol femenino BetPlay será el patrocinador principal de la liga para el 2023.
La publicidad está en todas partes y reconocidos y admirados deportistas, como el ‘Pibe’ Valderrama o Yerry Mina, han aparecido como imagen de casas de apuestas, no invitando a la gente a mover el cuerpo, sino a mover el dinero.
La paradoja más grande es que el deporte fomenta la cultura del esfuerzo, de la constancia y de la disciplina, mientras que el juego promueve la cultura de la ganancia ocasional, porque es literalmente un hecho ocasional ganar en un juego, sin esfuerzo y sin constancia.
Es paradójico que, mientras existen en Colombia normas de juego responsable, que regulan la construcción de casinos y sitios de juego para que estén alejados de colegios y universidades, estos juegos en línea están a un clic de cualquier persona de cualquier edad. Es demasiado fácil acceder a las apuestas en línea y, para quien se convierte en adicto, es demasiado difícil salir.
–Glosado y editado–