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Es hora de pensar en chico

Por: Ian Vásquez
El Comercio, 6 de Junio del 2023

“Hoy, nuevas tecnologías posibilitan la colaboración entre los individuos para dar soluciones a problemas ecológicos”.

Pasado mañana es el Día Mundial de los Océanos. Ayer fue el Día Mundial del Medio Ambiente, lo que es diferente al Día de la Tierra, que se dio en abril. Todavía nos quedan días mundiales para la biodiversidad, el reciclaje, la reducción del uso de bolsas plásticas y mucho más en el resto del 2023.

Con tantas fechas que pretenden crear conciencia y acción, se le puede disculpar al lector por no estar al tanto de ellas. Se suele pensar, además, que los complejos problemas ecológicos requieren de soluciones nacionales y acuerdos y burocracias internacionales. ¿Para qué tomar acción propia, si lo que puede hacer el individuo para ofrecer remedios es muy limitado?

Lo que sí ha capturado la imaginación del público es la visión apocalíptica de cierto sector del movimiento medioambientalista que literalmente declara que se nos viene el fin del mundo si no se impone una reorganización detallada y profunda de la sociedad moderna. Pero tal extremismo solo logra dificultar el debate al no admitir que distintos puntos de vista puedan ser legítimos.

Es hora de pensar en chico. Ese es el título de un libro nuevo de Todd Myers (“Time to think small”) que destaca las crecientes oportunidades de usar nuevas tecnologías para trasladar el poder de los políticos hacia los individuos a la hora de cuidar el medio ambiente. El mundo ha cambiado desde que surgió el movimiento moderno medioambiental en los años setenta, cuando las soluciones pasaban por el intervencionismo estatal.

Nadie menos que el primer director de la Agencia de Protección Ambiental en Estados Unidos, William Ruckelshaus, lo reconoció hace más de diez años. Según él, “las soluciones de ayer funcionaron bien para los problemas de ayer, pero las soluciones que creamos en los setenta probablemente no harían mucha diferencia para los problemas ambientales que enfrentamos hoy”.

Hoy, nuevas tecnologías posibilitan la colaboración entre los individuos para dar soluciones a problemas ecológicos. Myers ofrece un sinnúmero de ejemplos. En Centroamérica, el tráfico ilegal de huevos de tortugas en peligro de extinción se ha disminuido por el uso de rastreadores que se colocan en huevos producidos por impresoras 3D y puestos junto con los huevos verdaderos que cuidan las tortugas. Así, los rastreadores ayudan a identificar a los traficantes y sus redes.

Millones de toneladas métricas de plástico se tiran al mar cada año, pero la ONG Plastic Bank está reduciendo esa contaminación en diversos países pobres pagándole a la gente a través de un sistema de teléfonos celulares por recaudar plástico del ambiente antes de que llegue al mar. Plastic Bank ha prevenido, así, que mil millones de botellas de plástico lleguen a los océanos.

Myers documenta cómo, en vez de usar autos propios, los vehículos compartidos en demanda a través de una aplicación reducen significativamente la emisión de dióxido de carbono. Aplicaciones como iNaturalist y eBird permiten al usuario identificar plantas y animales en la naturaleza y crear enormes bases de datos para la investigación académica.

En Estados Unidos, la ONG The Nature Conservancy usó la data migratoria de aves de eBird para ofrecer pagos a individuos que creen refugios en su propiedad privada y así proteger las aves. El incentivo creado es exactamente lo contrario a lo creado por la ley federal que protege especies en peligro de extinción. Bajo la ley, si se encuentra tal especie en su propiedad, el gobierno le prohíbe usar su terreno como desee y así reduce su valor. The Nature Conservancy ha convertido un pasivo en un activo, conforme cuida el ambiente.

El libro de Myers demuestra cómo la innovación y la tecnología están democratizando el cuidado del medio ambiente de una manera cada vez más eficaz.




Silicon Valley, el fin del valle ‘naif’

Por: Maite Vizcarra
El Comercio, 1 de Junio del 2023

“El mito más desarrollado ha sido aquel de que se puede atraer ingentes cantidades de dinero tan solo con una versión muy preliminar de lo que vamos a proponer al mundo”.

“Work hard, play harder” es el primer contacto que se puede tener con el llamado valle del silicio (Silicon Valley). La frase hace alusión a un estilo de trabajo que se relaciona con intensas horas de trabajo, muchas. Pero, sobre todo, con más horas de diversión. Esa frase no solo describe un estilo de trabajo, sino una forma de vida.

La influencia de ese lugar en la cultura moderna es enorme, no solo porque es la meca de los desarrollos tecnológicos más disruptivos, sino porque es un lugar en donde la posibilidad de forjar fortunas enormes a través de la mera enunciación de ideas muy locas –los llamados ‘elevator pitch’– o a través de versiones muy tempranas de las que pretenden romper el mercado –’killer application’– es muy accesible. Muy accesible si nuestra tecnología es lo suficientemente desestabilizante para lo que ya existe y si se está muy bien conectado.

En el 2015, en Lima, el gurú de la tecnología Salim Ismail –MIT, Singularity University– me describió bien el tipo de emprendimientos que Silicon Valley financiaba: “Si has descubierto cómo viajar en el tiempo, algo así como la máquina del tiempo, Silicon Valley es para ti. Si lo que tienes entre manos no es así, mejor no intentes ir para allá”.

Silicon Valley es un lugar mitificado. Esto implica reconocer que hay verdades que se engrandecen más de lo debido: que ahí es posible encontrar gente fuera del promedio, genial, es cierto. Que mucha de esta gente se convierta en multimillonaria a temprana edad –como Jobs o Gates– es relativamente cierto. Pero el mito más desarrollado ha sido aquel de que se puede atraer ingentes cantidades de dinero tan solo con una versión muy preliminar de lo que vamos a proponer al mundo, vía el llamado “Modelo Mínimamente Viable”.

Pareciese que un lugar mítico requiriese de fábulas para vivir o existiese el deseo de dejarse llevar por la expectativa. Ya antes hubo un antecedente en los años 90, cuando se produjo la caída de las empresas web (la crisis de las “punto com”), debido a la alta especulación que traían y al poco respaldo real que ofrecían a quienes las financiaron.

Y ahora, más recientemente, se corona con otra desilusión que nos lleva a pensar en el fin de la época de gloria de Silicon Valley. Porque, además de ser un caso mediático, la condena a prisión que acaba de merecer Elizabeth Holmes, otrora disruptiva emprendedora de la tecnología para la salud, nos habla del fin de una manera de hacer negocios basados básicamente en un alto optimismo, muchas promesas y pocos resultados.

Holmes les había contado a importantes inversionistas que había encontrado una tecnología “de frontera” para acabar con las pruebas de salud invasivas: a partir de la creación de su empresa, Theranos, las pruebas de sangre ya no iban a requerir de jeringa, pues con una sola gota de sangre era posible hacer complejas evaluaciones como las del cáncer y otras enfermedades mortales.

Gente como Rupert Murdoch –que llegó a invertir US$100 millones en la firma–, Henry Kissinger –el centenario exsecretario de estado de EE.UU.– y los dueños de la cadena Walmart se dejaron llevar por la narrativa mítica y creyeron que los unicornios existían solo porque les mostraron una foto de ellos. Nunca existió la tecnología que Holmes había descrito, pero todos se dejaron seducir por una expectativa.

El Caso Theranos no solo nos habla del fin de una era en la meca de la tecnología global; nos habla de cómo es que las personas actuamos la mayoría de las veces movidos por la emotividad, la simpatía y lo que queremos ver, más allá de las razones lógicas. Y eso también aplica para las expectativas que algunas ideologías prometen en un país menos sofisticado que el valle del silicio, como el Perú.




El lado de la oferta de la descarbonización

Por: Ricardo Hausmann
El Comercio, 1 de Junio del 2023

“Una estrategia para reducir las emisiones de gases de efecto invernadero que les dé el mismo peso a la oferta y a la demanda ganaría mayor respaldo político”.

Usted ya ha oído hablar de esto antes: las emisiones de gases de efecto invernadero (GEI) son demasiado altas como para impedir cambios catastróficos para nuestro clima. Es preciso concientizar a los países, a las empresas y a las familias sobre la fragilidad del planeta en el que vivimos.

Son cada vez más los economistas que quieren gravar al carbono para fomentar su sustitución. Otros se centran en garantizar que los costos del cambio a energías limpias no recaigan de manera desproporcionada en los países en desarrollo que, según se espera, renunciarán a las fuentes de energía barata a pesar de ser responsables de muchas menos emisiones de GEI –tanto históricamente como en la actualidad– que sus contrapartes desarrolladas.

La Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático (CMNUCC) les pide a los países que anuncien sus Contribuciones Determinadas a Nivel Nacional (NDC por sus siglas en inglés) y espera que la presión social los obligue a cumplir con esas promesas. Todas estas estrategias para promover la transición a energías limpias tienen algo en común: se centran en fomentar la demanda global por descarbonización.

Sin embargo, el lado de la oferta está notoriamente ausente de la conversación. Cada vez que alguien hace una compra, hay alguien que hace una venta; el gasto de una persona es el ingreso de otra. Si bien la estrategia del lado de la demanda hace hincapié en la compra y el gasto, pasa por alto la dinámica crucial de vender y ganar. Esto hace que todo el esfuerzo se vuelva ineficiente, injusto y políticamente engorroso.

Centrarse únicamente en los factores del lado de la demanda es ineficiente. Una creciente demanda de descarbonización, sin un incremento correspondiente en la oferta de las herramientas esenciales como cables, baterías, electrolizadores, vehículos eléctricos (VE), acero verde, fertilizantes y celdas eléctricas, no haría más que hacer subir los precios y enriquecer a los proveedores actuales de estos productos.

Este foco exclusivo en el lado de la demanda de la descarbonización también es financieramente ineficiente. Dirige el capital disponible hacia los grandes emisores y no hacia los potenciales proveedores de recursos de descarbonización.

Un buen ejemplo es la iniciativa “Una transición justa para todos” del Banco Mundial, que brinda financiamiento a los países que cierran las centrales eléctricas alimentadas a carbón. Las alianzas para una transición energética justa que han sido anunciadas hasta el momento han apuntado a los principales consumidores de carbón, pero no respaldan a los países que podrían contribuir del lado de la oferta.

Hasta el momento, la transición energética justa se ha centrado esencialmente en mitigar las pérdidas experimentadas por los trabajadores en la industria de los combustibles fósiles y en gestionar los costos adicionales asociados con abandonar estas fuentes de energía. Pero la transición a energías limpias, probablemente, tenga efectos distributivos significativamente más amplios.

Los países importadores de energía hoy en día incurren en costos muy elevados para comprar carbón, petróleo y gas, lo que enriquece a los exportadores de esos recursos. Un mundo verde alimentado con energía solar, eólica, de biomasa e hidráulica resultaría en una distribución más equitativa de la producción que favorecería a regiones como los trópicos y las zonas áridas.

Como el petróleo es tan barato de transportar, hizo que el mundo se volviera energéticamente plano, permitiendo que industrias de alto consumo de energía como el acero y los productos químicos puedan operar en países importadores de energía. Pero es poco probable que esto siga siendo sustentable en un mundo verde. Dado que las energías renovables son mucho más costosas de transportar que el petróleo, las industrias de alto consumo energético probablemente intenten reubicarse más cerca de zonas ricas en energías verdes.

Una estrategia que incluya tanto el lado de la demanda como el de la oferta de la descarbonización fomentaría coaliciones mucho más amplias en favor de una transición acelerada. Si los países pudieran forjarse un rol como proveedores de las herramientas de la descarbonización, tendrían un incentivo para presionar por un mundo que demande más sus nuevas exportaciones.

Comparemos ese incentivo con la noción de que instalar solamente paneles solares generaría suficientes empleos como para justificar la transición a energías limpias. Esos empleos nunca podrían convertirse en un motor de crecimiento porque la mayor parte del gasto va hacia los productores de paneles solares. Por el contrario, convertirse en los proveedores de herramientas de la descarbonización del mundo les permitiría a los países en desarrollo crear nuevos flujos de ingresos nacionales y regionales, facilitando un crecimiento generalizado del empleo en todas las actividades económicas.

La estrategia prevaleciente para reducir las emisiones de GEI amenaza con hacer que la transición a energías limpias se vuelva ineficiente, costosa, injusta y políticamente contenciosa, mientras que una estrategia que les dé igual peso a los lados de la oferta y de la demanda reduciría los costos, promovería la justicia y ganaría mayor respaldo político. Esta estrategia movilizaría el potencial creativo de los países al ampliar su foco, pasando de sus propias emisiones a satisfacer las necesidades de un mundo en proceso de descarbonización. Esa es una estrategia de crecimiento para todos y un llamado a la acción más convincente y lleno de energía.

–Glosado y editado–

Project Syndicate, 2023




¿La IA cambiará la política para siempre?

Por: Juliana Uribe, Diario “El Tiempo” de Colombia, GDA
El Comercio, 31 de Mayo del 2023

Un día vimos a Donald Trump siendo arrestado y después al papa Francisco vestido de Balenciaga, con un abrigo de plumas blanco, perfectamente combinado con el crucifijo que suele cargar en el pecho. También vimos a los más conocidos representantes republicanos de Estados Unidos maquillados como `drag queens’, en la misma semana en la que varios de ellos se mostraron a favor de crear leyes para prohibir las actuaciones `drag’.

Y aunque al final supimos que todas estas imágenes habían sido crea das por herramientas de inteligencia artificial (IA), el asombro dejó un espacio para que nos hiciéramos prelado. g untas profundas como hasta qué punto se está atenuando la línea entre la realidad y la ficción en Internet.

Aún no hemos sido testigos del primer gran golpe de opinión causado por la IA enColombia, pero sus pasos ya se sienten muy cerca, tan cerca como las elecciones locales de octubre. Entonces, cuando se miran las dos cosas juntas, aparecen más preguntas .¿ Veremos imágenes creadas para afectar la reputación de tal o cual candidato ?¿ ChatGPT, la aplicación más conocida de generación de texto con IA, será capaz de crear discursos para que cualquier aspirante conecte mejor con un determinado grupo de e lectores ?¿ Podrán las personas pedirle ala inteligencia artificial argumentos para posturas en conversaciones cotidianas? ¿Cambiará la IA la política para siempre?

No se trata de mirar la realidad venidera con ojos apocalípticos, sino de ver que la enorme cantidad de oportunidades que abre la IA puede ser directamente proporcional a los retos que implica. La IA opera con una alta capacidad para procesar datos que están `online’ y su `creación’ de productos nace de esa información disponible. Sin embargo, sería ingenuo desconocer que los datos no reposan neutrales en algún lugar de la red y que estos están a salvo de los sesgos de las personas que los han originado.

En ese sentido, para el aterrizaje de la IA deberíamos estar prestas a promover la transparencia entre quienes emiten los mensajes, pues solo así seremos capaces de saber cuándo la IA está sirviendo para ilustrar o manipular, cuándo para informar o desinformar y cuándo para manifestar o polarizar. El sentido crítico que tengamos para consumir la información servirá para que podamos establecer confianza en las reglas de juego que ofrece la democracia, ya sea para las próximas elecciones o para el ejercicio permanente de nuestros derechos.

Lo cierto es que desde ya hay un reto que parece ineludible: como sociedad debemos entender el papel prioritario que debe tener la educación mediática y digital en nuestros entornos y apuntar a que este conocimiento sea lo suficientemente capaz de trascenderlas brechas sociales, económicas y de edad.

Quizá la IA sí cambie la política para siempre y quizá no solo la política, sino la vida misma. Sin embargo, lo saludable o tóxico de este cambio, al final, dependerá de nosotros. Hace días, en un conversatorio que hicimos sobre este tema, la cien tist ad e datos argentina MaríaLas a decía que este tipo de herramientas ya está aportando para optimizar tareas diversas, pero, al final, sigue siendo la indicación humana la que las origina, la que diferencia sus productos.

Por eso, la diversidad de aproximaciones que se le puede entregar a la IA será lo que al final distinga lo humano de lo maquinal. María decía que el monopolio de la intención y las narrativas, de es oques ele entrega ala tecnología de manera personal, deberá permanecer en la sociedad civil, y que ese es un monopolio, es algo a lo que nunca deberíamos renunciar. Yo no podría estar más de acuerdo.

–Glosado y editado–




El otro Boom

Moisés Naím
El Reporte

Mientras el mundo anda preocupado por las guerras, el cambio climático y la inteligencia artificial, otro fenómeno profundamente transformador está en pleno apogeo: la exploración del espacio.

Hay aspectos de esta exploración que son de larga data. En 1957, el programa espacial de la Unión Soviética lanzó al espacio un cohete que transportaba una esfera de metal pulido de 58 centímetros de diámetro, 84 kilos de peso y tres antenas. Este primer satélite artificial, el Sputnik disparó una feroz competencia entre Estados Unidos y la Unión Soviética por alcanzar el dominio tecnológico en el espacio.

Pero desde entonces mucho ha cambiado.

Tan solo durante la semana pasada, SpaceX, la firma aeroespacial de Elon Musk, lanzó a cuatro pasajeros privados en uno de sus cohetes para ir a pasar unos días en la Estación Espacial Internacional. Al mismo tiempo que esto sucedía, Blue Origin, la empresa de Jeff Bezos, concretaba con la NASA un contrato de 3.400 millones de dólares para desarrollar una nave espacial capaz de transportar pasajeros a la luna. Y Virgin Galáctica, de Richard Branson, mandó un cohete con una tripulación de 6 empleados de la empresa al espacio suborbital.

Estos son solo tres de los audaces, costosos y continuos esfuerzos por alcanzar roles definitorios en la exploración del universo. Antes, los principales contrincantes en la carrera por el espacio eran las dos superpotencias, Estados Unidos y la URSS. Ahora son una multitud de empresas privadas. Además de la privatización y comercialización, la carrera por el espacio también está siendo influida por la militarización, la contaminación causada por los miles de satélites inoperativos que flotan en el espacio sin control, y la pasión innata del ser humano por la exploración.

Las empresas privadas están tomando la delantera en la exploración espacial y el desarrollo de las nuevas tecnologías necesarias para conquistar ese mercado. El negocio espacial ascendió a $469.000 millones en 2021. SpaceX y Blue Origin son los principales competidores en este negocio. Pero estos gigantes no están solos: se apoyan en un vasto ecosistema compuesto de unas 10.000 empresas pequeñas y medianas en lo que se conoce como el sector de «New Space». Esta constelación abarca desde la producción de componentes para satélites y sistemas de control terrestre, hasta el diseño y la fabricación de cohetes, así como la naciente promesa del turismo espacial.

Otra tendencia importante es la militarización del espacio. Las grandes potencias mundiales están desarrollando sistemas militares espaciales y, al mismo tiempo, sistemas de defensa contra ese tipo de ataque. Las armas antisatélite y los sistemas de vigilancia son sólo algunos ejemplos de cómo el espacio se está convirtiendo en un teatro de conflictos geopolíticos.

De manera incipiente, algo de esto ya está ocurriendo. El sorprendente éxito de la resistencia ucraniana ante la invasión rusa se debe mucho a su acceso a tecnologías satelitales para dominar el campo de batalla, apuntar sus armamentos con precisión milimétrica, y atacar las líneas de abastecimiento del enemigo. Y aunque aún no hemos presenciado el primer conflicto bélico a gran escala donde se ataca directamente la infraestructura orbital del adversario, es inevitable que ese día llegue. Y cuando lo haga, el sistema internacional se podría ver seriamente desestabilizado.

Un tercer elemento de este boom espacial es la creciente contaminación que se ha creado por la chatarra espacial. Estos son los desechos de lanzamientos previos de satélites que ya no cumplen función alguna, pero siguen flotando sin control en el espacio. Esto ha creado una tupida capa de escombros que nadie sabe cómo retirar. Es un problema creciente, porque muchas de las nuevas tecnologías requieren para funcionar de una gran cantidad de satélites.

Propuestas como la de la empresa OneWeb, dirigida por el emprendedor Greg Weiler, que tiene planes de lanzar 100.000 satélites al espacio antes de 2030, dan pie a grandes preocupaciones. Como la misma OneWeb ha reconocido, hay ya casi 1.000.000 de pedazos de chatarra orbital transitando a 27.000 km/hora alrededor de la Tierra, y las tecnologías para recobrar escombros están en pañales. Aunque estos satélites son pequeños, sus cantidades son enormes, y cuando salgan de servicio seguirán en órbita, poniendo en riesgo a sistemas que vendrán después.

¿Por qué está ocurriendo todo esto? Dos motivos: el lucro y la curiosidad. Muchas tecnologías, como los sistemas de posicionamiento global por satélite (GPS) y proyectos como el Starlink de Elon Musk, solo pueden comercializarse con una vasta presencia espacial. En Silicon Valley, todos intuyen que hay grandes fortunas a ser ganadas en órbita, y eso está alimentando esta fiebre del oro en el espacio.

Por otro lado, el ser humano es innatamente curioso. El espacio representa un horizonte desconocido, un desafío irresistible para nuestra especie. Nuestro deseo de descubrir, de explorar fronteras desconocidas, continuará impulsando el interés en el espacio como mercado y como campo de batalla.

Cuentan que cuando se le preguntó al gran explorador británico George Mallory por qué quería escalar el Everest, respondió “porque está ahí». Suena tonto, pero el desafío de lo que está ahí y que aún no hemos logrado conquistar siempre tendrá un encanto especial para los humanos. La sed por ser el primero en conquistar un reto nos define como especie. Y el espacio… está ahí.

* Artículo publicado en el diario El Nacional de Venezuela
Lampadia




Yo, robot

Por: Diego Macera
El Comercio, 23 de Mayo del 2023

“A diferencia de anteriores saltos tecnológicos, esta vez serían empleos profesionales los que terminarían desplazados”.

La historia real se ha perdido en el tiempo, pero cuenta la tradición que, en 1779, un trabajador británico llamado Ned Ludd destruyó dos máquinas de tejer en un arranque de ira. El cuento se esparció entre los trabajadores, de modo que, donde quiera que hubiese un sabotaje de maquinaria industrial, se decía que “Ned Ludd lo hizo”. Dos décadas más tarde, un movimiento obrero inglés opuesto al avance tecnológico que reemplazaba sus puestos de trabajo por maquinaria –y que, además, se enmarcaba en la pobreza ocasionada por las guerras napoleónicas– tomaba el nombre de ludismo. Algunos rastrean los inicios del discurso contrario a la automatización de las tareas manuales incluso hasta los inicios de la primera revolución industrial, a mediados del siglo XVIII.

El miedo a perder el empleo frente al avance tecnológico, pues, no empezó con ChatGPT, el popular ‘chatbot’ de OpenAI. Ha sido, más bien, un compañero constante de la evolución científica y de las mejoras productivas a lo largo de siglos. ¿Qué lecciones podemos sacar de los anteriores saltos tecnológicos y qué diferencias hay con el actual reto que plantean los LLM (‘modelos grandes de lenguaje’, por sus siglas en inglés) y otros de aprendizaje profundo?

Lo primero es que, si la historia rima, lo que debería esperarse es un proceso relativamente rápido de adopción tecnológica –esta vez global– que reconfigure los puestos de trabajo y a los ganadores de los próximos años. Estas disrupciones son capaces de demoler estructuras con décadas de dominancia en pocos años. Ninguna de las diez empresas más grandes cotizadas en la bolsa de valores de Nueva York, por ejemplo, estaba en esa lista hace 50 años –de hecho, la mayoría ni existía–. La masificación de los teléfonos inteligentes, por mencionar un caso emblemático, borró del mapa general la necesidad de cámaras fotográficas amateur, de reproductores de audio y otras de otros dispositivos; a la vez, sin embargo, generó un enorme ecosistema de programadores, financistas, académicos y visionarios enfocados en desarrollar la siguiente aplicación para celular revolucionaria.

Al inicio es muy difícil prever dónde estarán los siguientes trabajos luego de una gran disrupción tecnológica, pero lo usual es que estos sean de mayor productividad al tener a la máquina como complemento de la persona, no el reemplazo.

Lo segundo es que, inevitablemente, actividades de hoy resultarán obsoletas y no todos los trabajadores estarán en condiciones de adaptarse al cambio, aún con un esfuerzo serio de capacitación. En EE.UU., la evidencia del impacto negativo de la automatización (además de la migración de fábricas a países como China) sobre la población trabajadora de ciudades industriales del Medio Oeste es abundante.

En neto, los cambios tecnológicos que elevan la productividad son siempre positivos para la sociedad en su conjunto. De hecho, son nada menos que el principal motor del crecimiento económico y del desarrollo global a lo largo de los siglos. A la vez, una atención adecuada sobre la población en riesgo de vulnerabilidad por el cambio tecnológico es una política sensata. En la teoría, los beneficios que reciben los ganadores del nuevo arreglo productivo deben ser más que suficientes para compensar a los perdedores. En la práctica, implementar un acuerdo de esta naturaleza es sumamente difícil, y no siempre justo.

Finalmente, hasta dónde llegarán en los próximos años las habilidades de la inteligencia artificial es algo absolutamente imprevisible e invita a una cautela que excede por largo las preocupaciones sobre el mercado laboral. Por lo pronto, a diferencia de anteriores saltos tecnológicos, esta vez serían empleos profesionales los que terminarían desplazados: programadores, administradores, financistas, publicistas, etc. Las habilidades de los nuevos programas son impresionantes. Por otro lado, robots para tareas domésticas multifunción y de servicios –desde preparar comida hasta servir café– todavía resultan torpes y sumamente costosos. La evolución humana tiene millones de años de ventaja encima en lo que respecta a estas habilidades. Pero una inteligencia multifuncional –algo que hasta poco parecía improbable– ya no es más un escenario de la ciencia ficción.




Lecciones de ChatGPT para el desarrollo económico

Por: Ricardo Hausmann
El Comercio, 19 de Mayo del 2023

“Los responsables de las políticas públicas se han distraído con demasiados objetivos”.

Alerta de spoiler: no voy a hablar de cómo responde ChatGPT cuando se le pregunta por estrategias de desarrollo económico. Pero el diseño que le ha dado capacidades mucho mejores de lo que anticipaban sus creadores, ofrece una lección valiosa para abordar las complejidades del desarrollo económico.

Durante más de 10 años, las redes neuronales profundas (DNN, por sus siglas en inglés) han superado a todas las otras tecnologías de inteligencia artificial (IA), impulsando avances importantísimos en el campo de la visión artificial, del reconocimiento del habla y de la traducción. La aparición de los ‘chatbots’ de IA generativa como ChatGPT sigue esta tendencia.

Para aprender, los algoritmos de IA necesitan de entrenamiento, que se puede alcanzar mediante dos estrategias principales: un aprendizaje supervisado y un aprendizaje no supervisado.

El problema con la estrategia supervisada es que exige que las personas lleven a cabo el tedioso proceso de etiquetar manualmente cada imagen. Por el contrario, el aprendizaje no supervisado no depende de datos etiquetados. Pero la falta de etiquetas plantea la interrogante de qué es lo que, supuestamente, debe aprender el algoritmo. Para resolverlo, ChatGPT entrena al algoritmo simplemente para predecir la próxima palabra del texto que se usa para entrenarlo.

Predecir la próxima palabra puede parecer una tarea trivial, similar a la función de autocompletar en el buscador de Google. Pero el modelo de ChatGPT le permite realizar tareas sumamente complicadas, como aprobar el examen de abogacía con una calificación más alta de la que obtendría la mayoría de los estudiantes de derecho sobresalientes.

La clave de estas proezas reside en el poder espectacular de este simple proceso de aprendizaje. Para que pueda predecir la próxima palabra, se obliga al algoritmo a desarrollar una comprensión minuciosa del contexto, la gramática, la sintaxis, el estilo y mucho más. El nivel de sofisticación que alcanzó sorprendió a todos, inclusive a sus diseñadores. Las DNN demostraron ser capaces de funcionar mucho mejor sin intentar incorporar en los modelos de aprendizaje del lenguaje las teorías que los lingüistas venían desarrollando desde hace décadas.

Por su lado, la estrategia prevaleciente en el campo de la economía del desarrollo ha sido distinguir entre las causas inmediatas y los determinantes más profundos del crecimiento, y enfocarse en estos últimos.

En su libro “Why Nations Fail” (2012), por ejemplo, Daron Acemoglu y James A. Robinson sostienen que las instituciones, al afectar la estructura de los incentivos en la sociedad, son el máximo determinante de los resultados económicos. El economista Oded Galor, de la Universidad Brown, ha adoptado una estrategia diferente: hacer hincapié en las complejas transformaciones demográficas y tecnológicas que sacaron a la humanidad del equilibrio malthusiano y la condujeron a una expectativa de vida más larga, tasas de fertilidad más bajas y una mayor inversión en educación.

Ahora bien, ¿estas teorías se condicen con los hechos? En los últimos 40 años, el mundo en desarrollo ha experimentado muchas de las transformaciones radicales que describía Galor. Siguiendo el razonamiento de Acemoglu y Robinson, las instituciones de los países en desarrollo no pueden haber sido tan malas si lograron hacer progresos en tantos frentes.

Sin embargo, este no fue el caso. El país mediano no está más cerca de los niveles de ingresos de Estados Unidos que hace 40 años. ¿Cómo es posible que las brechas menguantes en educación, salud, urbanización y empoderamiento femenino no lograron achicar también la brecha de ingresos? ¿Por qué el progreso en los supuestos determinantes más profundos no ha cumplido con lo esperado?

Los pocos países que sí lograron equipararse comparten dos características distintivas: sus exportaciones crecieron mucho más rápido que su PBI y diversificaron sus exportaciones enfocándose en productos más complejos.

Estos países exitosos deben de haber adoptado y adaptado mejores tecnologías, ajustado la provisión de bienes públicos y sus instituciones para respaldar a las industrias emergentes, y reducido las ineficiencias y los costos aumentando la productividad y capacitando a los trabajadores. En ese proceso, pueden haber solucionado muchos otros problemas.

Una estrategia de desarrollo inspirada en ChatGPT se centraría en un objetivo simple: mejorar la competitividad, la diversidad y la complejidad de las exportaciones. Para descifrar cómo se hace esto, los responsables de las políticas tendrían que aprender a hacer cosas importantes, de la misma manera que predecir la próxima palabra le permitió a ChatGPT aprender el contexto, la gramática, la sintaxis y el estilo.

Al igual que los primeros programadores de IA a quienes los lingüistas distrajeron con sus teorías enrevesadas, los responsables de las políticas públicas se han distraído con demasiados objetivos. Pero aplicar la estrategia de ChatGPT al desarrollo económico podría simplificar las cosas: de la misma manera que el modelo del lenguaje intenta predecir solo la próxima palabra, los responsables de las políticas podrían intentar dedicarse a facilitar la próxima exportación, como parecen haber hecho los países exitosos. Si bien esto puede parecer un paso pequeño, podría conducirnos a resultados sorprendentemente relevantes.

–Glosado y editado–

Project Syndicate, 2023 




Teletransportación presidencial

Por: Maite Vizcarra
El Comercio, 18 de Mayo del 2023

“Ya es posible ‘gobernar’ de manera remota. Aunque debería ser de manera plena con todas sus funcionalidades, y no solo de modo excepcional”.

La propuesta legislativa que aboga por permitirle a la presidenta Dina Boluarte gestionar su despacho de manera remota vía tecnología digital cuando deba viajar fuera del país, teniendo en cuenta que hoy no tiene ningún vicepresidente que asuma su cargo en esa circunstancia, ha generado un debate interesante sobre vacíos en la Constitución vigente y preguntas sobre la viabilidad tecnológica de la iniciativa.

Sobre la viabilidad tecnológica de poder gobernar de manera remota, actualmente en el Perú existen los instrumentos pertinentes para aplicar esa funcionalidad: el uso de las firmas digitales y de otros medios para expresar el consenso o el disenso. O sea, técnicamente, la iniciativa va bien.

Es más, sería pertinente –en caso fuese aprobada– que se añadiera algún texto vinculado a las salvaguardas que ofrece la ciberseguridad, con más razón si se considera que, en el afán de gestionar el despacho presidencial, se suele tener acceso a documentos confidenciales, a información sensible en materia de seguridad nacional, o simplemente porque se trata de datos que involucran la toma de decisiones reservadas.

La propuesta legislativa que aboga por permitirle a la presidenta Dina Boluarte gestionar su despacho de manera remota vía tecnología digital cuando deba viajar fuera del país, teniendo en cuenta que hoy no tiene ningún vicepresidente que asuma su cargo en esa circunstancia, ha generado un debate interesante sobre vacíos en la Constitución vigente y preguntas sobre la viabilidad tecnológica de la iniciativa.

Sobre la viabilidad tecnológica de poder gobernar de manera remota, actualmente en el Perú existen los instrumentos pertinentes para aplicar esa funcionalidad: el uso de las firmas digitales y de otros medios para expresar el consenso o el disenso. O sea, técnicamente, la iniciativa va bien.

Es más, sería pertinente –en caso fuese aprobada– que se añadiera algún texto vinculado a las salvaguardas que ofrece la ciberseguridad, con más razón si se considera que, en el afán de gestionar el despacho presidencial, se suele tener acceso a documentos confidenciales, a información sensible en materia de seguridad nacional, o simplemente porque se trata de datos que involucran la toma de decisiones reservadas.




El mercado laboral y la Inteligencia Artificial

Por: Aldo Ferrini
Gestión, 17 de Mayo del 2023

A mayor velocidad de adopción, mayor será el impacto en el mercado laboral y mayor será la tentación de sobrerregulación.

La expectativa generada por el rápido avance de los usos de la inteligencia artificial desde el lanzamiento de ChatGPT a finales de 2022 no tiene límites. ChatGPT alcanzó un millón de usuarios en cinco días, mientras que a Facebook le tardó 10 meses en 2004.

Un reciente estudio de Goldman Sachs estima que el uso masivo de esta tecnología puede llegar a agregar 79% al crecimiento anual global en los próximos 10 años. Sin embargo, así como se ha generado mucho optimismo, se han generado también temores.

El miedo a que el uso de inteligencia artificial destruya cientos de millones de puestos de trabajo se ubica al tope de la lista. Razones para esto existen, sobre todo porque la inteligencia artificial se está vendiendo como una herramienta de bajo costo que puede reemplazar tareas que hoy realizan los seres humanos.

Y está claro que hay actividades que pueden ser realizadas fácilmente por la nueva tecnología. Ahora bien, esta no es la primera vez, ni será la última, que como sociedad nos enfrentamos a desarrollos innovadores y tecnológicos de gran impacto..

Desde 1990, el mundo ha asimilado cambios tan trascendentales como la incorporación de China en el comercio mundial o el uso masivo del internet y los smartphones. Todos cambios que han tenido profundo impacto en la economía y mercado laboral.

No obstante, durante este periodo de tiempo, la tasa de desempleo en los países del G7 pasó de 6.5% a un poco menos de 4%. No pretendo con esto minimizar los efectos que las nuevas tecnologías tienen en la sociedad, ya que en los grandes números se esconden a ganadores y perdedores, pero si reflexionar respecto a la magnitud fatalista que en algunos foros se propone.

Creo que hay dos factores que tienen alta correlación con el impacto que la inteligencia artificial tendrá en las dinámicas laborales. Primero, cuál será la velocidad de adopción. Es decir, qué tanto y qué tan rápida será utilizada para proveer soluciones.

A mayor velocidad, mayor disrupción, ya que el periodo de reskilling será más corto. Segundo, qué tanto y qué tan efectiva será la regulación que, sin ninguna duda, generará el uso de la inteligencia artificial. A mayor velocidad de adopción, mayor será el impacto en el mercado laboral y mayor será la tentación de sobrerregulación.

La innovación y desarrollo tecnológico han sido fundamentales para el crecimiento económico, También lo han sido, en mi opinión, claves para el progreso de la sociedad, entendiendo este como el desarrollo de ecosistemas que provean de mejores condiciones para mejorar la calidad de vida de todas las personas. La inteligencia artificial tiene todo para desarrollar estos ecosistemas.

No se debe entender como una herramienta cuyo objetivo es reemplazar la fuerza laboral para reducir costos (un bot vs. un profesor de historia), sino como una herramienta que puede ser utilizada para mejorar la calidad del servicio ofrecido (un profesor de historia más capacitado para brindar educación de calidad superior a igual o mejor costo en beneficio de los estudiantes). La coordinación y colaboración público-privada serán fundamentales para lograr una transición virtuosa.




La libertad de expresión en tiempos de la IA

Por: Maite Vizcarra
El Comercio, 4 de Mayo del 2023

“Ayer se celebró el Día Mundial de la Libertad de Prensa, piedra angular de las sociedades libres, y, si bien se suele identificar este asunto con la libertad de información –crearla–, lo cierto es que su correlato más importante es la libertad de pensar de manera amplia y libre”.

Dos tercios de los navegantes de Internet en el mundo residen, según el Open Data Institute (ODI), en países donde se censura la crítica al gobierno, y el 27% de los navegantes vive en naciones donde la publicación, difusión o apoyo de opiniones contrarias a la administración son delitos.

Estados tan distintos entre sí como Turquía, Brasil, Egipto, la India o Uganda han impedido a los usuarios la entrada a la web en alguna ocasión cuando la situación era negativa para sus mandatarios.

Es innegable que la tecnología digital ha supuesto un cambio dramático en muchas de nuestras facultades civiles, aunque la mayoría de las personas no termine de entenderlo del todo. Por ello, no es una exageración decir que saber usar la digitalización equivale a tener una suerte de superpoder. La digitalización amplía todo e Internet amplía el ancho de banda de la democracia a través de las libertades humanas redefinidas.

El ejercicio de la libertad de expresión no tiene por qué ser la excepción. Internet constituye hoy en día la fuente principal de difusión de ideas e informaciones, el mayor mercado del mundo para intercambiar ideas, opiniones y productos digitales de toda índole.

Ahora bien, este superpoder no discrimina y, por ello, también empodera a quienes buscan dañar el equilibrio y –definitivamente– lo que mejor caracteriza a las democracias modernas: el ejercicio amplio de facultades cívicas.

En esta línea, pensemos en el papel que jugó la empresa Cambridge Analytica en la victoria de Donald Trump en las elecciones estadounidenses del 2016 y que claramente limitó los derechos de muchos estadounidenses de votar libremente por su candidato a presidente. Y todo ello gracias a la información que se había recolectado a través de Facebook sobre los perfiles de millones de usuarios mediante técnicas basadas en inteligencia artificial (IA).

Conviene entonces preguntarse qué va a pasar concretamente con la libertad de expresión y con su correlato, la libertad de pensamiento, en tiempos de softwares conversacionales –como Chat GPT– y de la IA.

Una primera aproximación intuitiva nos hace pensar que esta tecnología nos puede ayudar a ‘limpiar’ mejor las redes sociales de troles y cuentas falsas usando algoritmos de identificación muy precisos con los que desenmascararemos a los manipuladores. Y eso ya lo ha hecho Elon Musk en Twitter, ahora que controla esa empresa. Sin embargo, este tipo de acciones también podrían limitar el intercambio de ideas al potenciar los sesgos, pues la presencia de falsos positivos –falsas percepciones de comentarios gravosos– es todavía una realidad en la IA.

A idénticas conclusiones llegaremos si analizamos el complejo fenómeno de las ‘fake news’, o noticias falsas, que inundan Internet y que conducen a la desinformación del individuo. O si pensamos en el poder que los robots ‘influencers’ –cuentas simuladas de personas usando inteligencia artificial– tienen entre sus seguidores quienes, según los expertos, son capaces de generar más confianza hacia ellos que hacia las personas reales.

Ayer se celebró el Día Mundial de la Libertad de Prensa, piedra angular de las sociedades libres, y, si bien se suele identificar este asunto con la libertad de información –crearla–, lo cierto es que su correlato más importante es la libertad de pensar de manera amplia y libre. Y es ahí donde aparecen las dudas sobre los modos en los que la IA puede influir en nuestra manera de pensar y ya no solo sobre lo que consumimos como información.

¿Hay alguna forma de salvarse de las manipulaciones y narrativas falsas? Pues sí. Ese es el papel de nuevos personajes en la red que poco a poco empezarán a perfilar más su contribución: personas que seleccionan, valoran o ponderan la información. Sí, personas expertas en ‘curar’ información. Y ojo que no se trata solo de periodistas, sino de especialistas en gestionar la información en la web. Búsquelos o conviértase en uno, pronto.




En la quinta revolución tecnológica

Fernando Ortega San Martín, MBA
Chair del Nodo Perú – The Millennium Project
Para Lampadia

Quizás a algunos les sorprenda el título de este artículo, e incluso piensen que hay un error, pues hablamos de la Quinta Revolución Tecnológica (5RT) cuando aún estamos viviendo, o sufriendo, la Cuarta (4RT).

En realidad, la 5RT está prácticamente a la vuelta de la esquina. El paso de la 4RT a la 5RT ocurrirá cuando se dé el fenómeno de la Singularidad Tecnológica, que será el momento en que la Inteligencia Artificial (IA) equipare las características de la mente humana. Y eso posiblemente acontecerá alrededor del año 2030, aunque algunos esperan que sea bastante antes, y no les falta razón.

Hoy en día ya se dispone de más de 2000 aplicaciones de IA vía internet, la gran mayoría de ellas en fase beta, disponibles gratuitamente para que los potenciales usuarios las conozcan y prueben. Las hay de todos los tipos, para empresas, estudiantes, diseñadores gráficos, desarrolladores de software, artistas, e incluso para simplemente entretenernos. La IA va, poco a poco, haciéndose omnipresente.

Ya nadie duda que su mayor impacto será sobre el empleo. Ya en mi anterior artículo expliqué por qué no deberíamos tener muchas esperanzas en la capacidad de las nuevas tecnologías para generar mayor número de puestos de trabajo que los que destruyan. Sorprende entonces que haya aún “opinólogos” que hablen del “bono demográfico”, es decir que es una “bendición” que una mayor parte de la población se concentre entre las edades de la PEA (15 a 59 años). Parece que no se dan cuenta que, tras la reorientación de las inversiones como resultado de la pandemia de COVID, en América Latina tenemos más de 30 millones de “ninis” (jóvenes entre 15 y 29 años que ni estudian ni trabajan), cifra que en los próximos años aumentaría significativamente si añadimos un tercer “ni”: ni cuentan con conocimientos tecnológicos mínimos para aprovechar las nuevas tecnologías.

En un mundo que se moverá impulsado por la IA y los multiversos (de los que trataré en un próximo artículo), el reto de creación de empleo para América Latina será enorme, si no logra elevar la calidad de la educación en los campos STEM (ciencia, tecnología, ingeniería y matemáticas) y en el desarrollo de la creatividad, elementos esenciales para generar innovaciones.

A inicios del presente siglo, China hizo una jugada magistral: contrató a Edward de Bono, el creador del “pensamiento lateral”, para que diseñara un modelo de enseñanza basado en el desarrollo de la creatividad, que abarcara todos los niveles educativos, desde inicial hasta la universidad. ¿El resultado? Hoy China lidera todas las estadísticas de solicitudes de patentes de invención y de modelos de utilidad, según la Organización Mundial de Propiedad Intelectual (WIPO, por sus siglas en inglés). Les tomó alrededor de 20 años, pero valió la pena el esfuerzo.

Resulta claro a estas alturas de avance del Siglo XXI, que, si el Perú quiere convertirse en un actor global y generar oportunidades para su población joven, tiene que concentrarse básicamente en tres campos:

  1. Educación tecnológica: el teléfono celular es un arma indispensable para generar dinero, y con las nuevas herramientas basadas en IA, cada vez será más sencillo montar un emprendimiento en el mundo virtual, incluso con “delivery” al mundo físico.
  2. Creatividad: La competencia es cada vez más dura y “lo novedoso” dura muy poco, pues en poco tiempo salen al mercado las imitaciones. Por lo tanto, se requiere que los jóvenes aprovechen su interacción con la IA para ir generando nuevos modelos de negocios, productos y servicios. Pero verdaderamente “nuevos”, eso significar innovar, y proteger esas innovaciones con patentes y modelos de utilidad. Tarea muy difícil, porque, según la WIPO, el Perú es uno de los países con los más bajos índices de solicitudes de patentes por cada 100,000 habitantes.
  3. Gestión del conocimiento: Desde hace ya años, todas las actividades humanas se caracterizan por generar “datos”, que bien recogidos y sistematizados se convierten en información y si son adecuadamente analizados, en conocimiento, que debe ser de acceso libre y transparente, para identificar las necesidades y cuantificar las demandas. La IA requiere ser alimentada con información, de hecho, no la llamaría “inteligencia” aún, porque está basada en el conocimiento colectivo, que es sistematizado y recombinado, y presentado como “nuevo”.

En conclusión, no tenemos muchas opciones para construir un camino capaz de llevarnos con cierto éxito a la 5RT. No quisiera estar en los zapatos de los gobernantes del Perú de la próxima década, si es que no actuamos ya, porque con millones de jóvenes “nininis”, ¿qué podrán hacer? Lampadia




El planeta de los simios

Rafael Venegas
Para Lampadia

“Más peligroso que mono con metralleta” es una frase muy utilizada en varios países y según nuestra recordada lingüista y política Martha Hildebrandt, se aplica a alguien que ataca a otros de manera irresponsable y peligrosa.

La Inteligencia Artificial (AI, por sus siglas en inglés) es uno de los avances tecnológicos de mayor relevancia de los últimos años, estando al mismo o tal vez mayor nivel disruptivo que el Internet y el Smart Phone. Sus aplicaciones son de muy amplio espectro, extensivas a casi cualquier campo incluyendo la medicina, la seguridad, las comunicaciones, la educación, la industria, el transporte, los servicios financieros, etc., etc.

Sin embargo, así como tiene enormes beneficios en todos esos campos, también tiene grandes inconvenientes, ya que no sólo generará problemas en la empleabilidad, sino que estará al alcance de personas con perversas intenciones y carentes de ética y moral, que podrán poner en serio riesgo a la humanidad. Es pues un arma muy peligrosa y de doble filo, que dará vida a muchos “monos con metralleta” globalizados.

Ante este gravísimo problema, las grandes empresas tecnológicas que vienen desarrollando aplicaciones positivas de AI, como Google, Microsoft, IBM, Amazon, etc. están muy preocupadas y trabajan con equipos multidisciplinarios, que incluyen a filósofos, psicólogos y abogados, para diseñar estrategias que eviten o al menos mitiguen este enorme peligro.

No obstante, hasta el momento y dado que el tema es casi imposible de controlar, sólo se han conseguido soluciones paliativas, como códigos de ética, declaraciones juradas y otras de similar índole, pero que al final del día siempre se apoyan en la ética y valores morales de las personas, tema que como sabemos, hay cada vez menos en el mundo.

Parecería entonces que la humanidad tendrá que aprender a vivir con la amenaza permanente del “mono con metralleta”.

Sin embargo, para los países menos desarrollados, como los de nuestra región, este será “un mono armado más”.

¿Y por qué digo un mono armado más?

Porque desde hace mucho tiempo los países de nuestra región ya convivimos con varios de estos peligrosos personajes, que además de metralleta usan todo tipo de armas, como el poder político, el mediático y el dinero sucio. Esto, por supuesto, es moderado en los países desarrollados, pero de gran trascendencia en nuestros países.

En nuestra región, la mayoría de los políticos son incapaces intelectual y moralmente y se aprovechan de la pasividad del resto de la población, así como de la reinante impunidad, para adueñarse de los estados y dar rienda suelta a la corrupción, el tráfico ilícito y el abuso de autoridad, entre otros crímenes. Estos son los “monos con poder”.

Otro tipo de simios que participan activamente apoyando a los monos con poder, son una especie a la cual le gusta mucho el dulce, sobre todo si es en mermelada. Me refiero a los malos y mercantilistas periodistas y “analistas políticos” que permanentemente envenenan a la población con sus mentiras, su cinismo y sus exageraciones, para satisfacer sus odios y falsas dignidades, así como a sus obsoletos y fracasados ideales doctrinarios, a cambio de un vergonzoso pago. Estos son los “monos con micrófono”.

También hay otra especie de macacos que utilizan a más de un arma al mismo tiempo, pero que son cobardes ya que se escudan en el anonimato. Me refiero a los trolls políticos, que utilizan las bondades de la AI a través de las redes, para manipular las mentes vulnerables y sumisas, también a cambio de un vergonzoso pago. Estos son “los monos subterráneos”.

¿Y quién es el gran financista de todos estos simios? Pues nada más y nada menos que un mono salvaje y criminal: “el narco mono”, cuyo gran objetivo es lograr convertir a estos países en narco estados.

Como se puede ver claramente, los “monos con micrófono” al igual que los “monos subterráneos” están a las órdenes de los “monos con poder” y estos a su vez son financiados por los “narco monos”. Esto no hace más que certificar que “por la plata baila el mono”.

Ante esta gran arremetida de los monos armados a nivel global, pero especialmente a nivel regional y dada la patente imposibilidad de encontrar medidas efectivas para controlarla o al menos mitigarla, parecería que lo único que nos quedaría es la resiliencia, es decir, que la humanidad se acostumbre a vivir en “EL PLANETA DE LOS SIMIOS”. Lampadia