El sistema político peruano va de mal en peor. Sin caer en la arbitrariedad, se puede sostener que el gobierno nacionalista profundiza el deterioro de la democracia. El afán del oficialismo de controlar el Tribunal Constitucional, que desencadenó la repartija en el Congreso; las investigaciones contra Nancy Obregón, que desnudan las relaciones entre poder, narcotráfico y terrorismo; el audio de Chavín de Huántar y las tropelías de algunos nacionalistas llevarían a cualquiera a sostener que el sistema democrático está con respirador artificial. Como telón de fondo, un jefe de Estado que fomenta la guerra contra los políticos y los líderes de la oposición que esperan el error palaciego para aplicar la ley de talión. ¿Adónde vamos con este escenario?
Si a la coyuntura le sumamos la desaceleración económica y el oportunismo del radicalismo que ahora pretende encabezar “las protestas” por la reducción del canon –que se explica por caída de precios y falta de proyectos- , no obstante que se opuso con uñas y dientes contra la inversión minera, cualquiera podría afirmar que se avecina la hora de otro outsider con camiseta chavista. Sin embargo, el optimismo del país le achica el espacio a la aventura.
El modelo económico que ha reducido la pobreza y la desigualdad ha creado una sociedad de empresarios, de mercados populares, de clases medias mayoritarias – “burguesa” dirían los marxistas-, que explica el porqué avanzamos hacia el cuarto proceso electoral ininterrumpido y, durante dos décadas, mantenemos la economía de mercado. Humala le hizo guiños al autoritarismo y estatismo, pero no pudo ante la clara mayoría nacional. Algunos analistas de izquierda, que suelen atribuirse lo “académico” y lo “intelectual”, pretenden negar la nueva correlación de la sociedad y combinan magia y política aseverando que las cosas siguen allí porque nunca hubo amenazas o por los “poderes fácticos”.
La emergencia de una sociedad de propietarios y empresarios, es la tierra sobre la cual crece y se fortalece la libertad. Así sucede ahora en el Perú pese a los políticos y la falta de partidos. Desde la Independencia, las ideas republicanas e, incluso, la continuidad de La República Aristocrática a inicios del siglo XX, no llegaron a buen puerto, porque la democracia nunca se funda sobre la exclusión: existía una minoría criolla con derechos, e inmensas masas andinas sin voto y propiedad.
Hoy todo eso ha cambiado. La mayoría tiene sufragio y propiedad. Ha surgido el ciudadano que empieza a cancelar los péndulos entre democracia y dictadura y todo señala que el 2016 habrá relevo democrático. Sin embargo los nubarrones ya no provienen de un eventual contraataque chavista. Demasiada fuerza de los mercados populares y de las clases medias. Los problemas surgen de un régimen que se ahoga, que le falta oxígeno para la meta, y de una oposición que cree en el golpe por golpe.
No obstante Humala y el Legislativo deben llegar a destino. Nos guste o no, Humala es nuestro Presidente, nuestro rey republicano que todos elegimos por sufragio. El Congreso, pese a sus horrores, es nuestra asamblea, el espacio de pluralidad, que todos también elegimos. Recordando los viejos debates republicanos, estas dos instituciones juntas representan la soberanía nacional. Si una colapsa se abre el abismo de los monstruos autoritarios.
Publicado en El Comercio, 12 de agosto del 2013