Uri Landman
Para Lampadia
Lo primero que me viene a la mente, cuando pienso en elecciones primarias, son las que se llevan a cabo en Estados Unidos para elegir al candidato del Partido Republicano y del Partido Demócrata que se enfrentarán en las elecciones presidenciales en ese país cada cuatro años. Mediante el proceso de elecciones primarias en los Estados Unidos, los candidatos tratan de asegurar la mayor cantidad de delegados en cada estado, los cuales a su vez darán su voto por su candidato en las convenciones nacionales que se llevan a cabo al final del ciclo de elecciones primarias. No soy un experto en el proceso electoral estadounidense ni pretendo serlo, así que solamente resumiré de manera breve la información a la que tuve acceso de diferentes fuentes como “USVOTEFOUNDATION”, “OVERSEASVOTE” y “USAGOV” entre otros.
Las elecciones primarias permiten que los estados participen en la selección de los candidatos de los partidos principales (Republicano y Demócrata) para la elección general. Las elecciones primarias están a cargo de los gobiernos estatales y locales y el voto es secreto. Los “caucus” son asambleas privadas de los partidos políticos. Se llevan a cabo a nivel del condado o distrito electoral. En la mayoría, los participantes se dividen en grupos dependiendo del candidato que apoyen. Al final, el número de votantes en cada grupo determina cuántos delegados ganó cada candidato.
En cada elección primaria están en juego cierta cantidad de delegados. Estas son personas que representan a su estado en las convencionales nacionales. El candidato que recibe la mayor cantidad de delegados del partido gana la candidatura.
Al final de las elecciones primarios o “caucus” los partidos políticos realizan una convención nacional. Es allí donde el ganador recibe la candidatura del partido.
Tradicionalmente el primer estado en elegir a sus delegados es el estado de IOWA en el interior del país. Su importancia no radica en la cantidad de delegados que pueda ganar un candidato, sino en el impulso mediático que puede darle al colocarlo en el centro de atención de los medios de comunicación y de los donantes para el proceso electoral.
Este fin de semana hemos sido testigos de otras primarias. Por primera vez en nuestra historia electoral, se realizaron primarias en el Perú para elegir candidatos subnacionales con participación obligatoria del Sistema Electoral.
El organismo electoral, la ONPE, instaló 5,912 mesas de sufragio, distribuidas en 1,052 locales para que puedan participar un aproximado de un millón seiscientos mil votantes.
La ONPE informó que por mandato de la Ley 31357, hay dos modalidades para la elección de los candidatos: directa e indirecta. En el primer caso, el voto es universal, libre, voluntario, igual, directo y secreto. Los afiliados acudieron a las urnas para elegir directamente a los candidatos. Esta modalidad fue aplicada por 5 partidos políticos, 53 movimientos regionales y 1 alianza electoral.
En el segundo caso, el voto también es universal, libre, voluntario y secreto, pero los votantes eligen a delegados, quienes en una segunda elección, el 22 de mayo, escogerán a los candidatos para los comicios de octubre. Esta modalidad fue empleada por 10 partidos políticos y 78 movimientos regionales.
Al margen de los resultados particulares en cada partido o movimiento regional, la mayor crítica que tuvo este proceso, fue la decisión de la ONPE encabezada por el funesto Piero Corvetto, de impedir que los ciudadanos puedan votar en las elecciones primarias si no acreditaban contar con las tres dosis de la vacuna contra el Covid.
Según las declaraciones del expresidente del Tribunal Constitucional, Ernesto Álvarez Miranda, el presidente de la ONPE podría ser destituido y hasta condenado por atentar contra el derecho al sufragio, consagrado en el artículo 31 de la Constitución (declaraciones en el diario “Expreso”).
Estas críticas cobran mayor relevancia por dos motivos particulares. El primero, son las declaraciones de Zamir Villaverde ante la Comisión de Fiscalización del congreso, la semana pasada, en donde afirmó que fue testigo presencial (además de asegurar contar con pruebas de audio y vídeo) de supuestas reuniones para coordinar el fraude electoral en las elecciones presidenciales del año pasado, entre el equipo de Pedro Castillo y altos funcionarios del Jurado Nacional de Elecciones para favorecer la elección de Castillo en perjuicio de los candidatos Rafael López Aliaga y Keiko Fujimori.
El segundo motivo de preocupación es que las próximas elecciones regionales y municipales estarán a cargo de las mismas personas que las elecciones presidenciales del año pasado. Con Corvetto y Salas Arenas a la cabeza de la ONPE y del JNE, respectivamente, los ciudadanos no tenemos ninguna garantía que el proceso electoral se lleve a cabo de una manera limpia y transparente. Ya tenemos la fatídica experiencia del 2021.
Peor resulta el hecho que a pesar de las graves irregularidades comprobadas en las elecciones pasadas, que a todas luces exigían una auditoría internacional (por decir lo menos) no se hizo absolutamente nada. El gobierno del entonces presidente izquierdista Sagasti se negó en todo momento a que se realice dicha auditoría. Imaginen entonces lo que dirán los comunistas en el poder el día de hoy, ante cualquier denuncia de fraude de la oposición.
Aunque para algunos suene ofensivo, quiero recordar la frase que algunos historiadores le atribuyen a Churchill: “El problema de latinoamericana es que quienes eligen a los gobernantes no son las personas que leen los periódicos, sino quienes se limpian el trasero con ellos”. Lampadia