AYNI, Y LOS PREJUICIOS DE LA MODERNIDAD….
Ricardo Ruiz Caro Villagarcia
Cusco, junio del 2020
Muchos conceptos complejos de la sabiduría ancestral como Tinkuy o Pacha, son muy poco comprendidos por los prejuicios del pensamiento moderno y su falso sentido de superioridad. Como por ejemplo las manifestaciones de lo sagrado, a las cuales califica como un ingenuo sistema de respuestas instintivas a miedos y sugestiones colectivas. Pero, la realidad podría ser exactamente lo opuesto, una clara superioridad intelectual del pasado, que es inadvertida por las anteojeras culturales actuales, que juzgan de panteísmo o animismo al pensamiento pre-renacentista (principalmente amerindio), sin percatarse que, la adoración de estos pueblos antiguos al sol, la tierra o la montaña, descansa en la capacidad que tienen estos elementos para representar ideográficamente conceptos superiores, en los que las formas importan menos en sí mismas, que en su función de receptáculos de principios mayores, homólogos en el simbolismo de todas las grandes culturas de la humanidad.
Algo así sucede con el concepto Ayni del antiguo Perú, el cual suele ser reducido en la percepción actual al simplismo utilitarista de un trabajo reciproco, cuando en realidad parece ser el eje de un elevado “pensamiento holista” que logró integrar la dimensión interior del Ser y su relación con el medio (natural, cósmico y divino) con el cual interactúa, en una unicidad total; la cual se expresa en la búsqueda permanente de equilibrio y armonía en muchas facetas culturales y sociales del mundo andino; búsqueda que siempre ha estado ligada a una ansiedad casi existencial por su restitución cuando el equilibrio se altera; pues por su fragilidad estructural, siempre tiende a quebrarse por acción del hombre, del medio que lo rodea o por una interacción entre ambos.
AYNI A LO LARGO DE 5,000 AÑOS DE CULTURA PERUANA…
En el mundo andino, cuando emprendemos un nuevo proyecto, sabemos que vamos a alterar el equilibrio prexistente y por eso ofrecemos un ritual de ofrenda a la Pachamama (madre tierra) para recomponer la armonía que nuestra acción alterará; ofrenda cuya construcción ritual es un reflejo (en modo inverso) del proceso creacional, juntando en ella los elementos dispersados por acción de la creación en una unidad conceptual y simbólica que se denomina “pago a la tierra”. Por el contrario, cuando una mamacha en el campo observa que su wawa (hijo) se cae al suelo, va corriendo a clavar una aguja en el lugar, pues en este caso es la tierra la que quiere “irrumpir” el equilibrio enfermando a la criatura; lo cual provoca la respuesta enérgica de la madre para conservar su salud (que corresponde al equilibrio).
Los juegos de los niños en el espacio andino también responden a esta búsqueda, pues siempre configuran el simbolismo de “reunir lo disperso”; lo mismo que pasa en los mitos y anhelos del agricultor que sueña con ver reunidas en una sola planta la papa, las habas y el maíz (siempre buscando restaurar un equilibrio ontológico). En el plano de las creencias, el mito del eterno retorno encarnado en el Inkari y la renovación cíclica de la tierra a través de los Pachakuti (cuando el mundo se trueca cada 500 años) nos muestran una visión del devenir de la humanidad que siempre se “restaura” a su modelo arquetípico.
AYNI EN LA MEDICINA, LA ARITMÉTICA Y LA GEOMETRÍA ANCESTRAL…
En la medicina tradicional, la enfermedad se concibe como una rotura del equilibrio (en el cuerpo y/o el alma) y la curación consiste en restituir la armonía original del Ser, mediante brebajes y una ritualidad cuidadosamente practicada por los curanderos. La propia aritmética Quechua es un exquisito juego de simetrías sobre la base del concepto arquetípico “cinco” como se expresa en la forma de contabilizar las cosas en nuestros hermanos del campo (sumando o restando sobre el módulo de cinco que corresponde a los dedos de la mano) y se demuestra el célebre estudio “la vida social de los números”; cuyo autor nos muestra también que los quipus no solo generaban una contabilidad “oficial” de existencias en el hilo central de las agrupaciones en triadas (para fines de tributos), sino también de préstamos y devoluciones estacionales entre familias que siempre se debían restituir por acción de la solidaridad recíproca (a través de los hilos exteriores de las triadas).
La concepción del espacio en Urin y Hanan (arriba y abajo) es otra demostración de este sentido de equilibrio, que toma una forma análoga y más compleja en la cuatri-partición territorial que nace de un centro generador u ombligo (Llaqta o ciudad sagrada) como el Qosqo primigenio, y se despliega en una geografía sagrada (Tawantinsuyu); guardando en todo momento analogías entre este centro con el todo; como si ese centro fuera un reflejo simbólico y espacial a pequeña escala del todo.
AYNI EN LA POLÍTICA, EL GOBIERNO Y LAS CELEBRACIONES…
Tal vez la expresión más notable de la práctica del Ayni, se exhibió en el plano político, tal como lo señala brillantemente María Rostworowski en su obra “Historia del Tahuantinsuyu”; al demostrar cómo la práctica de reciprocidades entre reinados locales junto al ejercicio de la dualidad de mando de sus gobernantes (uno en Cusco y el otro en su localidad) fue el instrumento central que permitió que un reino local en los andes del sur se expandiera hasta consolidar el proyecto político más grande y exitoso en toda la historia del lado sur del Continente.
Respecto a las celebraciones, conocemos que en el Inti Raymi tres ejes centrales de su ritualidad descansaban en el principio del Ayni: la reunión de lo diverso al congregarse en Cusco enviados de todo el Tawantinsuyu, el tributo al Sol por vencer a las tinieblas y la reverencia a los oráculos para recibir sus presagios. De otro lado, la esencia misma del Sitwa Raymi (otra de las grandes celebraciones) está basada en el Ayni, pues toda la ritualidad practicada para la sanación de las enfermedades se basa en juegos de reciprocidades entre las emanaciones del cuerpo y el medio.
AYNI, FUENTE DE ARMONÍA PARA CURAR AL MUNDO DE LA PANDEMIA…
Todos los ejemplos aludidos, muestran que el Ayni se inspira en la propia Naturaleza, que forma (y restituye) su equilibrio permanentemente mediante la interacción simbiótica de todos los agentes que participan en ella; y luego se expande a la esfera lo sagrado, social, político, territorial y todas las dimensiones de la actividad humana; siendo la base del “estado de bienestar” que reinó por siglos en el antiguo Tawantinsuyu de los Incas, por lo que no sería exagerado afirmar que es el precepto ontológico que mejor caracteriza al pensamiento del antiguo Perú.
Curiosamente, toda la complejidad del Ayni se puede expresar en una sencilla regla social y ritual:
Dar y recibir lo que sea necesario para reconstituir el equilibrio de manera cíclica y permanente
Muchos fenómenos contemporáneos globales como el cambio climático, la contaminación y los daños a la atmósfera y las fuentes de agua, son señales claras de una humanidad que parece haber olvidado como convivir en armonía con su casa mayor (la naturaleza). Por ello en estos tiempos en que la Pandemia ocasionada por el Covid-19 ha desnudado la fragilidad de los paradigmas que sostienen la civilización actual, el poderoso mensaje de equilibrio que el Ayni encarna, puede ayudar a curar al mundo y reformar muchas políticas públicas globales que han fracasado justamente por ir en contra de este sabio principio.
Cuando la naturaleza sufre una agresión, no se paraliza, responde mediante su transiliencia y resiliencia, reconstituyendo de inmediato un nuevo equilibrio. En términos de política pública el Ayni nos diría que la Pandemia es un agente externo que rompió el equilibrio y por ende nuestra respuesta debió ser la rápida (re)construcción de un nuevo equilibrio (la nueva normalidad bio-segura), en lugar de someternos a una anquilosante parálisis (que no corrigió nada y empobreció a todos).
Otro gran error fue el de considerar a cada persona únicamente como un potencial agente de contaminación (que lo mejor que puede hacer es estar recluido en su casa); y no advertir que al ser parte de un todo integrado se le debe permitir ser un “actor central”, activo y creativo para colaborar simbióticamente en la construcción de esa nueva normalidad (el nuevo equilibrio del Ayni).
Finalmente, otro grave error es seguir apologizando día a día la sugestión colectiva mediante mensajes que enfatizan el temor y la desconfianza, pues con ello debilitan el sistema inmunológico y alteran el equilibrio emocional y somático de la gente (el Ayni individual), en momentos en los que una inmunidad fuerte constituye nuestra principal barrera frente a los riesgos del contagio.