Entrevista a Moisés Naím
El Comercio, 6 de febrero del 2022
Por: Gisella López Lenci
Para el reconocido ensayista venezolano, nuestro país se ha vuelto simplemente ingobernable. En diálogo con “El Comercio”, señala que el más grave error del presidente Pedro Castillo han sido sus malas decisiones en el nombramiento de altos funcionarios. “No está calificado para ser presidente”.
Los peruanos estamos acostumbrados a las crisis políticas. Una tras otra, cada vez con más furia, nos golpean y nos remecen. En medio de ello, el país sigue sin encontrar el rumbo de un proyecto que se enfoque en lo importante.
Sobre ello, y para conocer la mirada que desde afuera tienen del Perú y de la gestión del presidente Pedro Castillo, “El Comercio” conversó con el ensayista y escritor venezolano Moisés Naím, quien señaló que nuestro país necesita de un verdadero acuerdo nacional para salir del atolladero.
—En los últimos años, el Perú ha sido conocido en el extranjero, lamentablemente, por las vacancias presidenciales, mandatarios que son encarcelados o investigados por corrupción. ¿Cuál es la percepción actual de nuestra situación política?
Ingobernable. El Perú se ha vuelto un sistema político ingobernable, que atrae cada vez personajes que no están calificados. El presidente Castillo puede dar todos los discursos que quiera, pero lo que importa son sus decisiones, y las decisiones más importantes son los nombramientos de ministros y altos cargos del Gobierno. En ese campo ha dejado una marca, pues la rotación de ministros es enorme. Y cuando uno ve las biografías, pareciera que muchos de estos altos funcionarios en vez de tener curriculum vitae tienen un prontuario policial.
En enero, el presidente Pedro Castillo dio una polémica entrevista a la cadena internacional CNN en Español.
—Los medios internacionales presentan a Castillo como el maestro rural que venció al ‘establishment’ y llegó a la presidencia. ¿Cómo se ve ahora la figura del presidente? La entrevista que dio a CNN no lo dejó bien parado…
Que no está calificado para ser presidente, que sus decisiones y nombramientos son muy sorprendentes, pues alguien como él debería rodearse de personas que están a toda prueba en términos de competencia profesional y de trayectoria. El sector público en el Perú no es nada fácil de manejar para quien no sabe de eso, pero con consignas, eslóganes o frases hechas no se resuelven los problemas. Hay que sentarse a trabajar y saber hacerlo. Quiero enfatizar que aquí no hay un problema solo de liderazgo. El Perú no solo ha tenido malos líderes sino también malos seguidores.
—¿A qué se refiere?
Son los que están más activamente comprometidos con la antipolítica, con la idea de que se vayan todos y nada funciona, que nada del pasado merece ser mantenido. Estos malos seguidores son los que están dispuestos a votar por cualquier persona sin preguntarse realmente si eso es serio, que no asumen la responsabilidad de que la democracia no consiste solamente en votar una vez cada cierto tiempo, sino que requiere informarse, entender, saber cuáles son los dilemas, que no hay soluciones fáciles y que hay que escoger la menos mala. Y esto es lo que hace que el país sea ingobernable. El Perú tiene esta cultura política donde se criminalizan las diferencias ideológicas, donde las rivalidades no se resuelven de manera democrática sino a través del Poder Judicial.
Naím señala que la democracia no consiste solamente en votar una vez cada cierto tiempo, sino que requiere informarse. REUTERS/Henry Romero
—En el Perú, los electores continuamente estamos en la disyuntiva de optar por el mal menor. ¿Eso se debe a la antipolítica a la que se refiere?
En América Latina, el mejor ejemplo también lo tenemos con Hugo Chávez en Venezuela. Con él la idea era que no puede haber nada peor. Él venía de una familia pobre, su padre era maestro rural y él era un teniente coronel del Ejército que prometió que todo iba a ser diferente y mejor, y basta ver lo que está pasando en Venezuela hoy en día para entender cuál es la magnitud de la catástrofe. Entonces, los venezolanos también fueron malos seguidores y se dejaron embaucar por un líder carismático que les vendió promesas y que destruyó básicamente el país. En toda América Latina vas a encontrar estos votantes que no se interesan en pensar en soluciones sino en cómo castigar a todos lo que han estado ahí…a veces con razón, por cierto.
—El tema de los líderes carismáticos es muy interesante, pero ya dejó de ser un fenómeno latinoamericano. Trump es un ejemplo…
Es un fenómeno mundial, y yo acabo de publicar un libro que se llama “La revancha de los poderosos”, donde explico cómo la relación del líder político con sus seguidores siempre se mezcla con el carisma de ese líder. Piensa en Italia y Berlusconi, que fue primer ministro por mucho tiempo y él venía esencialmente de la televisión y era un hombre de negocios. La antipolítica está infectando e influenciando en la política de todas partes del mundo, y esos líderes carismáticos vienen a dar soluciones, pero realmente malgobiernan.
En solo seis meses, el presidente Pedro Castillo ha realizado constantes cambios de ministros, muchos de los cuales han sido cuestionados por su hoja de vida y de servicios.
—¿Castillo es un líder carismático? ¿Incluso se le puede llamar un líder?
Él llegó a la presidencia simplemente porque una mayoría de peruanos decidió que podía ser mejor a lo que había antes. De nuevo aparece la antipolítica, y entonces los peruanos estuvieron dispuestos a correr ese riesgo. Él, a su manera, con su sombrero y su lápiz, representa la demagogia, el populismo, la política hecha farsa. Es la política de frases hechas y eslóganes vacíos.
—¿En este punto, cuál cree que puede ser una solución para el país? ¿Debería dar un paso al costado? ¿Es muy pronto para eso?
Eso supone que haya alguien a cargo, alguien que sea capaz de tomar decisiones, que esté dispuesto a ir adelante y que vaya a correr el riesgo, y eso no existe, no es evidente. El Perú en estos momentos no muestra tener una clase de líderes o estadistas, y los que hay no están dispuestos a ir al Gobierno, porque ya hemos visto que el destino natural de los presidentes del Perú es ir a la cárcel. Entonces es muy difícil para un profesional competente, decente, honesto, decir que va a abandonar todo para irse a la política, donde probablemente terminará en el fango en que se ha convertido el debate político.
—Si nos ponemos en el supuesto de que Castillo termine su mandato antes de tiempo, ¿lo que viene después no sería tampoco tan prometedor?
Aquí lo importante es entender que esto no lo soluciona una persona sola. Enderezar el Perú en estos momentos -que ya venía mal y ahora con Castillo está mucho peor- tiene que ser un proyecto nacional donde haya un esfuerzo de unir a partes que inclusive son rivales y no se llevan, pero que tienen que hacer acuerdos para poder gobernar el país y llevarlo adelante. El Perú tiene condiciones para hacer un enorme país, pero para eso hay que liberarlo de las garras de los demagogos, de los intentos de los corruptos y los incompetentes. Entonces, para relanzar al Perú, repensarlo y redefinirlo se necesita la participación de la sociedad civil, de las organizaciones, de las iglesias, empresarios, profesionales, comerciantes, todos trabajando juntos. Pero la idea de que va a venir un líder o una lideresa mesiánica que con una varita mágica resolverá los problemas es una idea muy peligrosa, porque van a volver a caer en escoger al menos malo, que dirá las cosas que la gente quiere oír y no lo que hay que hacer, que en algunos casos puede ser muy poco popular.
—Es necesario, entonces, un cambio estructural y de fondo, pero que no puede ser en un corto plazo…
Correcto. El Perú necesita un acuerdo nacional, un gobierno de amplia base donde estén representados sectores que le den solidez y que sea capaz de atraer a profesionales y técnicos competentes, y la representación política también es importante porque los políticos solos no pueden gobernar, y los tecnócratas solos tampoco; y no lo pueden hacer sin la clase media y la más pobre. Tiene que haber un acuerdo de unidad nacional alrededor de un grupo de personas comprometidas, gente decente, respetada y preparada.