Por: Marcial García, Socio de Impuestos de EY Perú
Gestión, 27 de agosto de 2020
La minería ha sido el sector de mayor controversia en el Gobierno del presidente Martín Vizcarra, al punto tal que su pésimo manejo del conflicto de Tía María e inoportuno planteamiento de una nueva ley de minería marcaron un antes y un después en la relación con los inversionistas y los gobiernos regionales.
Pero también habría sido uno de los factores que propiciaron la caída del Gabinete Cateriano e influyeron para que el liderado por Walter Martos obtenga el voto de confianza del Congreso apenas una semana después. Mientras que el primero salió a jugársela por la inversión minera para reactivar la economía, el segundo no hizo alusión al tema en su discurso de investidura, con los resultados que ya conocemos.
Cateriano pagó un precio alto por dejar en evidencia el doble estándar de quienes enarbolan una falsa bandera ambiental para oponerse a la minería formal, pero se hacen de la vista gorda frente a los estragos de la minería informal-ilegal. Esa que no solo contamina, sino que alienta el tráfico de drogas, armas y explosivos, el lavado de activos, el contrabando, la explotación y en algunos casos hasta la esclavitud de cientos de personas y es responsable de la trata de mujeres, el sicariato y la apropiación ilícita de terrenos.
En el fondo, la supuesta preocupación por el medio ambiente es solo un pretexto para frenar diversas iniciativas por algún interés particular, ya sea político o económico, como ocurrió con Tambogrande, Conga y la misma Tía María. Lo cierto es que la ausencia del Estado en las zonas mineras es aprovechada por políticos ideologizados, agitadores y oportunistas que con una agenda propia y un discurso radical antiminero buscan frustrar inversiones legítimas, aun a costa de mayor desarrollo, empleos e ingresos fiscales.
Este año la producción minera terminaría con una contracción de alrededor del 10%, debido a la suspensión de actividades durante la cuarentena, en tanto que la inversión en esta importante industria caería al menos 20%. Pero, aun así, las esperanzas de que el próximo año la economía peruana rebote entre 6% y 10%, tiene como pilar fundamental el sector minero, por el repunte de los precios de los principales minerales que exportamos y la reanudación desarrollo de proyectos mineros, como Quellaveco.
Pese a la urgencia de contar con motores fuertes de crecimiento económico, sacar adelante nuevos proyectos mineros no parece ser una de las prioridades de la actual administración. En un contexto de recesión económica de proporciones históricas, sería irresponsable renunciar a promover inversiones que tienen el potencial para darle un fuerte impulso al PBI, generar miles de puestos de trabajo e incrementar la recaudación de tributos que el país requiere para afrontar la crisis. Aún hay tiempo para enmendar el rumbo.