Hace unos meses en Chile fue aprobada la más compleja y profunda reforma tributaria de los últimos 30 años, que contempla subir gradualmente el Impuesto a la Renta (IR)a las empresas hasta un 27% desde el anterior 20%, pero que en la práctica se traducirá, tal como ha sido diseñada, en una carga efectiva para el inversionista extranjero de entre 35% y 44.45%, dependiendo del régimen que elijan y de su política de distribución de dividendos. Esto sin contar otros pagos tributarios.
Pero ese no es, por cierto, el único caso. Después de todo, en México se creó una nueva regalía minera de 7.5% sobre la utilidad operativa y un derecho de 0.5% sobre los ingresos de la venta de oro, plata y platino, aplicables desde el año pasado. Mientras que en Colombia se acaba de aprobar una reforma tributaria que busca cubrir un déficit fiscal de US$ 5,276 millones de dólares en el 2015.
¿Por qué esto sería relevante para el Perú? Pues porque competimos directamente con esos países por las mismas inversiones para la exploración y desarrollo de nuevos proyectos mineros. De hecho, nuestros “benchmarks” habituales en América Latina son los demás miembros de la Alianza del Pacífico (Chile, México y Colombia), no solo porque tienen una riqueza mineral muy similar a la nuestra, sino por la estabilidad jurídica y económica de la que hoy gozan, tal como lo hacemos nosotros.
Un estudio de EY revela que si comparamos la carga tributaria de las empresas mineras de nuestros respectivos países, expresándola como porcentaje de la utilidad, el Perú no sale del todo bien parado. La posición que reporta nuestro país mide el efecto del último paquete reactivador, que establece la reducción progresiva del IR, a costa de aumentar la retención a los dividendos, con lo que, a fin de cuentas, la tasa efectiva actual cercana al 33% queda casi intacta.
Lo primero que salta a la vista es que, a pesar de la creencia relativamente extendida de que las empresas mineras pagan pocos impuestos, lo que encontramos son tasas sumamente altas, que afectan la competitividad del sector minero de los países integrantes de este bloque económico y comercial.
Colombia aparece como el país menos atractivo en este rubro. Decimos eso porque se observa que los productores de oro soportan una carga fiscal de entre 38% y 78%. Su régimen tributario es, además, de lejos el más regresivo de todos. Esto significa que las mineras menos rentables tienen una carga impositiva mayor que las más rentables. Le sigue México, donde la presión tributaria varía entre 48% y 53%.
En tanto, la carga fiscal en el Perú (que incluye IR, retención a los dividendos, participación de los trabajadores, regalías e Impuesto Especial a la Minería) va de 42% hasta 52%. Aunque, hay que decirlo, tratándose de empresas con contratos de estabilidad puede llegar a superar el 55%.
En el caso de Chile, la historia es otra. Nuestro competidor más cercano ofrece el sistema más progresivo de la Alianza del Pacífico, con una carga escalonada que sube en función del margen operativo, fluctuando entre 38% y 49%.
Estos resultados ponen en evidencia que, pese a las intenciones del Ejecutivo, la tasa global impositiva en nuestro país sigue siendo superior a la de Chile entre 3 y 4 puntos porcentuales, incluso después de la subida de impuestos impulsada por la presidenta Bachelet, salvo en casos muy puntuales. No por nada Chile tiene una cartera de proyectos mineros para los próximos años que duplica la nuestra. Para arrebatarle el primer lugar en la región, todavía nos queda mucho por hacer.