El Comercio, 12 de febrero de 2017
Los tiempos de pesca a río revuelto en la política peruana han llegado a su fin. Los anzuelos del antiaprismo y del antifujimorismo ya no pueden tirar y jalar de la cuerda con éxito. La izquierda, como furgón de cola, puso más de una vez su canasta a la boca de la corriente con muy poca suerte.
Ahora la maquinaria de Odebrecht ha trasladado la pesca de la política en nuestro país mar adentro. Los millonarios sobornos confesados abarcan tres administraciones gubernamentales (Toledo, García y Humala), más la municipal de Susana Villarán. Se ha extendido el manto de la corrupción a personalidades otrora emblemáticas de la anticorrupción, dejando a miles de sus seguidores en la “decepción al cuadrado” de la que habla el politólogo Carlos Meléndez, “decepción al cuadrado” que, además, no tiene, como lo advierte él mismo, quien la encabece, por supuesto con las manos limpias.
La pesca mar adentro, con la corriente de Odebrecht enfriando y calentando las aguas, según las investigaciones fiscales y judiciales, no sabemos qué especies realmente nuevas, viejas conocidas o monstruosas podrá extraer. Quizás entre ellas, algún reformismo pragmático o un populismo pegado a la eficiencia, cercanos o lejanos del modelo de mercado abierto al que nadie le ha podido hacer los cambios de segunda generación y que por 25 años, con sus trabas y deformaciones, ha servido de motor y sostén del crecimiento económico (veinte años con inflación anualizada de un dígito no lo tiene cualquier país). No faltará quien, como Verónika Mendoza, pretenda, por supuesto, patear este tablero.
Si Mendoza quiere estar en la pesca mar adentro, a nombre de una izquierda reciclada de oportunismos en cadena, tendrá que hacerlo exhibiendo, en primer lugar, una estructura personal y partidaria libre del ADN de Odebrecht, ADN que cruza precisamente todos los senderos que han llevado a la ex lideresa del Frente Amplio, a estrechas complicidades con el castrismo cubano, el chavismo venezolano y el humalismo nacionalista (socialismo del siglo XXI). Ella tendrá que exhibir las manos limpias respecto de Odebrecht en todo lo que tiene que ver con las campañas electorales de Humala y Nadine Heredia, financiadas en parte por los aportes no declarados oficialmente de la empresa constructora brasileña.
Es más: Odebrecht no es sino uno de los brazos empresariales y financieros de una estrategia política a gran escala regional, promovida por los hermanos Castro en Cuba y por Luis Inacio Lula da Silva en Brasil, y destinada a allanar el camino de gobiernos de izquierda en América Latina, al puro estilo de Hugo Chávez en Venezuela, el conyugal de los Kirchner (Néstor y Cristina) en Argentina, Ortega en Nicaragua, Humala en el Perú y Correa en Ecuador.
No hay pues manera fácil de que la izquierda peruana pueda deslindar de esta estrategia, del ADN y/o de los tentáculos de Odebrecht, que colocan a la vieja y nueva izquierda, incluida la ambivalente caviar, contra ella misma y de cara a sus compromisos políticos de ayer y de hoy.