Si a la hora de pactar la gran transformación socialista con Salomón Lerner y luego la hoja de ruta liberal con Alejandro Toledo el presidente Ollanta Humala abrigaba alguna duda sobre una u otra, lo que nunca imaginó fue el alto costo político que pagaría como gobernante por ambas alianzas.
El peor legado de Lerner fue, sin duda, la paralización del proyecto minero Conga (“agua sí, oro no”), el consiguiente retroceso en las inversiones mineras y el grave deterioro de la autoridad presidencial sobre el Gobierno Regional de Cajamarca. No hay actuación política en este escenario que aún se mueva con la impunidad que rodea a Gregorio Santos.
Lejos de perder influencia dentro del gobierno, a causa del escándalo inmobiliario que lo involucra, Toledo ha tenido la suerte de ser considerado un socio indispensable por el oficialismo. Ha sabido convertir los votos de su bancada parlamentaria en el ? el de la balanza y en una factura por pagar. Y los llamados de auxilio del gobierno en cada crisis los ha vuelto una oportunidad para recuperar fuerzas propias y partidarias.
El conflicto de Lerner con Humala no acabó con Conga ni con el caballo de Troya de la vieja izquierda que introdujo temporalmente en el gobierno ni con su renuncia a la Presidencia del Consejo de Ministros. Desde fuera del poder, él y su movimiento Ciudadanos por el Cambio más el Frente Amplio de Izquierda, creado también a su sombra, han pasado a desafiar el modelo económico del gobierno, incluyendo la exigencia de salida del ministro Miguel Castilla.
Lo sorprendente es que Lerner cuestione el modelo y a Castilla. Ambos son frutos de su paso por el poder como primer ministro de Humala. A menos que en ese momento haya estado colgado de la brocha en las decisiones cruciales del gobierno, como lo está ahora, sin disimulo, Juan Jiménez.
Perú Posible y Toledo se han dado el lujo en los últimos días de prácticamente salvar a la canciller Eda Rivas de la censura del Congreso. El precio no es moco de pavo: el Partido Nacionalista y el pro pio Humala deben sentir la obligación, una vez más, de cubrir todos los flancos débiles que enfrenta el ex presidente en la investigación parlamentaria, que fuera abierta, además, a contrapelo de la presión oficialista.
No hay día en la agenda de Humala que su mayor socio de ayer (Lerner) y el otro de hoy (Toledo), ambos del firmamento VIP, influyan en el sistema nervioso central de su gobierno. El primero buscando desestabilizarlo desde fuera; el segundo amarrando su propio desastre a la desaprobación presidencial.
Probablemente el inventario político peruano y latinoamericano provea infinidad de casos de alianzas de gobierno fallidas. Lo que distingue a la relación Humala-Toledo, Perú Posible-Partido Nacionalista es la de ser una sociedad perversa, pero en la que unos y otros viven y conviven por beneficios mutuos.
Cuando Toledo y Perú Posible pensaban, ante la vía crucis investigativa en la fiscalía y en el Congreso, que el oficialismo no era más el ángel de la guarda que acompañara sus días y sus noches, la crisis diplomática que rodeó a Humala, a propósito de su descalificada escala técnica en París, hizo que nuevamente voltearan los ojos hacia el aliado supuestamente negado y despreciado.
Nunca sabremos quién vuelve como hijo pródigo de quién cada cierto tiempo. Si Toledo a los brazos de Humala. O Humala a los brazos del ex presidente Toledo.