Javier Ismodes
Para Lampadia
En la última novela de Mario Vargas Llosa, Le Dedico mi Silencio, el autor, hace referencia al origen de la palabra huachafo (a); citando varios estudios como los Peruanismos de Marta Hildebrand, que a su vez utiliza como fuente a Estuardo Núñez.
Existe referencia que el primer uso de esta palabra, tuvo lugar en la última década del siglo XIX, en Lima; mencionando a unas jóvenes alegres de origen colombiano que eran muy modestas y presuntuosas, trataban de aparentar una mejor posición de la que tenían, les decían las “guachafitas”. Pronto, la palabra adquirió relevancia para hacer referencia al mal gusto y la cursilería, es decir, se dice huachafo a la persona que pretende ser refinado y elegante sin conseguirlo, se trata de una persona de mal gusto.
La política peruana está repleta de políticos huachafos, personas pretenciosas que quieren ser refinados, con muy mal gusto; alcaldes con anillos churriguerescos, presidentes regionales que usan bandas del ancho de su pecho, otros exponiendo medallas gigantescas, bastones de mando horrorosos, otros mostrando relojes Rolex por doquier, sin que se sepa cómo los obtuvieron y con gestiones anodinas.
Tomás Abraham (filósofo argentino), tiene una frase que se relaciona mucho con los políticos huachafos peruanos: “Hay un tipo de soberbia que me provoca ira: la soberbia combinada con la ignorancia” y lamentablemente la mayoría de las autoridades peruanas son ignorantes, lo que hace que sean ridículamente huachafos y no se dan cuenta de ello.
Nuestra sociedad de políticos huachafos, además de mal gusto, cursilería y fanfarronería, evidencian un problema de autoestima, pero sobre todo de pretender mostrar distancia frente a la población a la que deben atender, como los primeros servidores públicos que son. Esa huachafería, que disfraza la soberbia, denotando necesidad de aparentar, demostrar superioridad, enrostrar al ciudadano de a pie que están por encima de él, que no hay empatía con su realidad, como los congresistas con sus bonos y gratificaciones.
Esa huachafería combinada con ignorancia, los vuelve ambiciosos y corruptos o quizá piensan que nadie se dará cuenta, que serán impunes, y felizmente eso sucede cada vez menos. El desmadre en los poderes del Estado, muestra la arrogancia huachafa de las autoridades; construir un estadio para 12 mil personas en un distrito sin agua y desagüe, edificar monumentos al sombrero, a la ojota, al pito y al camarón, o contratar a un cantante huachafo como expositor para un curso de liderazgo en un ministerio, son ejemplos de huachafería combinada con ignorancia y corrupción.
Revisemos los últimos que hicieron gala de esa combinación de huachafería e ignorancia;
el que usaba sombrero y vendía una frase de enfrentamiento con discursos en pro de la igualdad, cuando su afán personal era no ser igual a sus representados, gestionando millones en Sarratea para beneficio personal y de su parentela,
el que fue comandante sin personalidad con su esposa “fashionista” o
aquel beodo que no podía estar sin su etiqueta azul, surtido de hielo con los dedos;
lo de los Rolex es huachafería en su máxima expresión.
No es casualidad por lo tanto, que la ambición, la corrupción y la huachafería en el ejercicio de la investidura tengan una simbiótica conexión.
HUACHAFERÍA Y ADULACIÓN:
Tener asesores de asesores en el Congreso y el Ejecutivo, es una expresión de huachafería; muchos de los cuales no aportan nada a la gestión. Con tanto asesor el Congreso debería tener cuando menos algunas normas de calidad, publicaciones decentes y una actividad fiscalizadora sagaz, situación que no ocurre, porque los huachafos, solo buscan beneficios en los abonos adicionales, gastos, sueldos “mochados” y lobby para desarrollar. En el ejecutivo sucede lo mismo en los ministerios, atiborrados de huachafos que hacen la corte a los huachafos mayores.
Es decir, los poderes del Estado, han abandonado la meritocracia y calidad por la adulación, aquí podemos mencionar a Fernando Savater que dice que el problema de la soberbia es que es ignorancia que pretende mostrarse como de calidad. Los políticos construyen su corte de adulones, aprovechando su cargo para fines personales, como es el caso del congresista que utiliza a sus trabajadores y recursos públicos para formar un partido político propio.
HUACHAFERÍA Y DESCONOCIMIENTO DE LA GESTIÓN PÚBLICA:
La trilogía de huachafería, ignorancia y corrupción; han minado los cimientos del Estado, la gestión pública es mala, porque como venimos mencionando el individuo no es el centro del horizonte del Estado, las necesidades se embalsan, los recursos se desperdician por un problema de calidad en la gestión pública, de funcionarios de ejecutores.
HUACHAFERÍA Y CORRUPCIÓN:
Como ya hemos mencionado, la huachafería en la política va a acompañada de corrupción, debido a que el ánimo de sentirse superior, de mostrar poder, implica el uso de recursos que no son del político huachafo, sino del Estado osea, de los peruanos. Por ello los niveles de corrupción son enormes; nos hemos ubicado según el portal eleconomista.es, dentro de los países con mayor corrupción en el mundo (de los 180 países del ranking estamos en el último tramo – 133 de los países con la menor percepción de honestidad en la gestión estatal) y no es casualidad, la falta de liderazgo, la falta de valores de las autoridades huachafas y el dejar pasar la corrupción de la sociedad, son la base de esta ubicación.
HUACHAFERÍA Y POPULISMO:
Para ser corrupto, además de huachafo, se tiene que actuar con populismo. La forma es el dispendio del erario nacional, el dinero de los peruanos, es con populismo, es decir, con actividades y obras de poco impacto pero alta visibilidad como las vacunas compradas en la pandemia, los programas municipales y regionales, las consultorías en los ministerios, las obras paralizadas, y la contratación de miles y miles de personas en todos los sectores para engordar el gasto público corriente que es el menos eficiente, han abierto la zanja del populismo que es la perversión de la política y la función pública.
EL PERFIL DE LA AUTORIDAD HUACHAFA:
Además de las expresiones de huachafería por su mal gusto, las autoridades huachafas pertenecen a la izquierda incapaz y ladrona o a la derecha bruta y achorada (no importa la vertiente política); normalmente dicen sentirse identificados con el pueblo y representarlos, para convertir esa representación en beneficio personal defraudando y engañando al pueblo que dicen representar; son caraduras con discurso cínico regado de populismo, ignorancia e incoherencia, son incompetentes y son corruptos. Lampadia