Javier Ismodes
Para Lampadia
Hace unos días me encontraba trotando como cada domingo, en un circuito, que tiene a un costado una cancha de fútbol siete. Había dos equipos de gente adulta enfrentándose, seguramente en un típico partido de domingo. Cada vez que pasaba por el lado de la cancha, solo escuchaba gritos e insultos y las acciones estaban paralizadas, gritos y más gritos, ofensas y reclamos constantes entre los jugadores.
Pensaba, cada vez que escuchaba los gritos, durante cada vuelta, durante más de una hora; que los equipos y, además, cada jugador quería interpretar y aplicar las normas que regulan el fútbol a su manera y a su favor. También pensaba que lo práctico hubiera sido, que ambos equipos designen un árbitro que pueda facilitar el desempeño de los mismos, aplicar las normas y hacer que el partido pueda fluir, evitándose insultos, paralizaciones, imprecaciones y enemistades.
Era obvio que todos se conocían, pero que la agresividad y la violencia estaban a flor de piel, y que el afán deportivo, se había trastocado casi a un campo de batalla. Un árbitro que intervenga lo mínimo, pero que asegure que la norma deportiva se aplique sin más ni más, era lo que se necesitaba.
Les quería narrar esta breve historia, para hablar del Estado Peruano en el marco de la sociedad y nuestro país; con jugadores que tienen distintas necesidades y que hacen el esfuerzo para querer avanzar en distintos campos, pero se encuentran con situaciones como la violencia, la corrupción, la falta de reglas claras, con aplicación de normas incoherentes y muchas veces con la participación del árbitro que requiere el partido, pero que actúa con parcialidad, corrupción e indiferencia y hasta quiere ser jugador.
- Árbitro jugador: El Estado, está donde no tiene que estar, por ejemplo realizando actividad empresarial de manera incompetente, vergonzosa e inmoral por no decir corrupta; manejando una empresa como Petroperú (y otras empresas del Estado) que es una coladera financiera y cuyo mérito es gastar el dinero de los peruanos con rescates e inversiones que no tienen el mayor sentido de impacto económico positivo (por ejemplo con un régimen de escolaridad para los hijos de sus trabajadores hasta los 29 años – qué vergüenza), social o de cualquier tipo y pagando favores políticos.
- El árbitro se tapa los ojos cuando ve el partido: El país se ha vuelto una coladera de inseguridad, un árbitro de fútbol lo mínimo que puede hacer es garantizar la integridad física de los jugadores y evitar que se lesionen con golpes arteros. En el Perú, el árbitro que es el Estado, ha dejado el elemento mínimo que justifica su existencia; que es la seguridad de sus ciudadanos que viven hoy día a expensas de la delincuencia e inseguridad en cada ciudad, en cada región, sin contar con una política preventiva y reactiva a la comisión de delitos. La Constitución precisa que el Estado garantiza la seguridad nacional y el orden público.
- Hay que revisar las jugadas para sancionar: Parte del Estado Peruano, son el Poder Judicial y el Ministerio Público. ¿Cómo confiar en un árbitro cuya imagen de integridad y confiabilidad está echada a menos? Conforme la encuesta de Datum publicada en el portal Lampadia, el día 13 de marzo de 2024,
el 85% de entrevistados o encuestados no confía en el Poder Judicial y más del 70% asume que los jueces son corruptos y reciben coimas, y lo mismo sucede para el Ministerio público, ya que el 73% de los encuestados asumen que es una institución corrupta, donde se reciben coimas y promueven la liberación de delincuentes en forma indebida.
Mucho se habla de la corrupción en el gobierno central y en los gobiernos regionales y locales es escandalosa, pero igual o más peligrosa es la del Poder Judicial y el Ministerio Público, y además de la corrupción está la ineficiencia y mala calidad de las sentencias y resoluciones y poca predictibilidad en casos similares. Es decir, si hablamos de un partido de fútbol podremos decir que el árbitro está comprado, favorece al equipo que no debía ganar o simplemente sanciona el penal cuando el partido ya acabó, es decir que la justicia tardía como sucede en el Perú, es uno de los males del sistema judicial peruano.
- ¿Y qué sucede con las reglas del partido? Las reglas de un partido de fútbol, aplicables para partidos de un mundial y un partido de barrio; las ha creado alguien, pero ¿qué sucede cuando el que tiene que escribir y hacer las reglas quiere jugar el partido o quiere que gane alguien o quiere cobrar por hacer las reglas? En el Perú, esa parte del arbitraje es el Congreso de la República, que legisla pésimo, su mérito legislativo está en declarar de interés temas nacionales sin ningún tipo de vinculación entre la norma y la necesidad del tema del que se trata. O persiguen a otros que pueden competir con ellos como es el caso de la Junta Nacional de Justicia, o simplemente hacen favores a ciertos equipos para garantizar su triunfo, como es el caso de leyes proteccionistas o mercantilistas o de cartel o de simple favorecimiento. O no quieren nuevos jugadores como es querer limitar que los candidatos al senado sean ex congresistas, etc.
Es evidente que, en el país, ese árbitro que es el Estado ha abandonado a los jugadores; que marcan la cancha, y juegan en función a sus posibilidades y esfuerzo, esos jugadores llamados ciudadanos han sido dejados a su albedrío para jugar un partido en las peores condiciones. Sin seguridad, sin inversión privada que facilite el crecimiento económico, sin infraestructura y servicios adecuados, sin reglas claras, sin justicia real, etc. Se ha desentendido del ciudadano.
La reforma del Estado, su adelgazamiento y mejora de gestión en razón al impacto a favor del ciudadano, es un tema que los políticos no quieren abordar, porque quieren mantener el “statu quo”, los privilegios, los beneficios del burócrata que no se compromete con el servicio público; quieren que las cosas se queden como están para continuar con la prebenda y el favor, con las coimas al estilo Odebrecht, con los favores al estilo de “los niños”, con ministerios gobernados por los de siempre a pesar de los cambios de gobierno, con consultorías a los Richard Swing, etc.
El Estado se regodea en sí mismo, en todas sus instancias, no hay una en donde el funcionamiento sea regular, los poderes del Estado y sus instituciones (salvo escasas excepciones como el BCR), están rebasados por la corrupción y la mediocridad, han ingresado a una etapa de desquiciamiento institucional y cuando los ciudadanos, los jugadores, aquellos que sienten que la cancha no es pareja, que hay “fauls” excesivos, que el árbitro es repulsivo e indignante no nos queda otra que gritar… árbitro vendido.
Lampadia