Por: Eduardo Morón, Presidente de Apeseg
Gestión, 22 de julio de 2020
Existe la percepción que la integración vertical en salud perjudica a los ciudadanos. En esta breve nota analizamos si existen fundamentos para dicha percepción. Por integración vertical nos referimos a que una compañía de seguros (el financiador) sea del mismo dueño que una clínica (el prestador). La pregunta clave es si esta integración beneficia o perjudica a los asegurados. La respuesta correcta es: depende.
Empecemos por la versión en que se perjudica al asegurado. Para que ello ocurra, se requiere que la empresa tenga un poder monopólico. Es decir, que el asegurado no tenga ninguna otra alternativa de atención.
Algunos datos para contrastarlos con nuestros prejuicios: (1) En el Perú, el mercado privado de salud es pequeño. Solo el 5% del gasto total en salud ocurre en el mundo privado. El gran jugador es el Estado. (2) Los financiadores privados contratan con alrededor de 150 clínicas privadas, pero solo 8 de esas 150 clínicas están integradas. (3) Solo u tercio e la facturación de una aseguradora explica por las presentadoras integradas.
Entonces, algo no cierra en el argumento que asocia integración vertical a abuso sobre los clientes. En efecto, los asegurados privados siempre tienen múltiples opciones de atención. Inclusive, las redes propias no son las más baratas.
Exploremos las razones por las cuales la integración vertical puede ser beneficiosa para un asegurado privado. Hay dos razones muy potentes: la más obvia es que permite un efectivo control de costos. Lo cual se traduce en un precio más bajo para el asegurado dada la competencia existente en dicho mercado. Recordemos que existe una tensión natural entre el prestador y el financiador. El prestador quisiera dar la mejora atención sin tener ninguna preocupación de cuanto sale la cuenta. El financiador tiene la mirada puesta en el costo de la atención, y procurará que el prestador no se salga de lo previamente pactado. Existe un protocolo de atención, donde está predefinido qué procedimientos, qué pruebas de laboratorios y qué medicinas corresponden para una determinada patología. El financiador no integrado tendrá un auditorio médico que verifique que todo eso se cumplió, ese control será más cercano cuando son integradas.
Pero existe una razón menos obvia que es importante explicar. ¡A quién le interesa que el asegurado permanezca sano durante su vida? Claramente, el primer interesado es el asegurado, pero también lo es asegurador, porque tendrá menos atenciones futuras que cubrir. En cambio, el prestador deja de tener demanda con un cliente sano. Esto llama a tener una serie de servicios de atención primaria como son medicina preventiva, atención de consultas de medicina general, telemedicina, médicos a domicilio, entre otros.
Curiosamente, esta línea de negocio no es la más rentable para la clínica. Por ello, no está interesada en invertir en infraestructura que provea estos servicios. Entonces, resulta obvio que quien sí va a estar dispuesto es el financiador, integrando estos servicios a su red de prestadores propios. Como hemos dicho antes, esto beneficia al asegurado y a su financiador.
Pero hay ejemplos de integración vertical que no traen beneficios al asegurado. Un ejemplo muy claro en el Perú es el sector público y Essalud. En particular, este último, es un perfecto ejemplo de un servicio de salud 100% integrado, donde el asegurado no tiene opción. En este caso, la integración vertical completa genera un prejuicio a ese asegurado que recurre desesperado a hacerse una intervención quirúrgica en una clínica privada porque la alternativa es esperar meses, o que debiendo recibir sus medicinas gratis las compra por fuera porque para obtener una cita pueden pasar meses. El verdadero enemigo por combatir es la falta de separación de funciones, no la integración vertical.