Fernando Rospigliosi
CONTROVERSIAS
Para Lampadia
Pedro Castillo y su gavilla siguen destruyendo lo que queda del Estado peruano. El viernes pasado entregó 15 camionetas 4×4, 45 motocicletas y 3 lanchas a las rondas campesinas -organizaciones informales o semi formales- de San Martín. El valor de la “donación” con dinero del Estado es de más de tres millones de soles. Y se prepara para más entregas similares por otros diez millones de soles en las próximas semanas.
Las rondas campesinas son organizaciones que, aunque tienen reconocimiento legal, funcionan de manera informal, sin ningún control. En un contexto como el peruano es obvio que pueden ser fácilmente capturadas por el narcotráfico y el crimen organizado, que están creciendo descontroladamente en el país, gracias a la ausencia de política de seguridad o, a veces, con el apoyo y respaldo del gobierno.
De esa manera, se está brindando equipamiento a grupos que fácilmente pueden convertirse en esbirros de delincuentes. O, también, de las cada vez más numerosas autoridades corruptas -alcaldes, gobernadores- que pueden usarlas para sus fines.
Según algunas versiones, algunas de esas rondas ya están siendo usadas por bandas de malhechores para apoderarse ilegalmente de terrenos, negocio que también está proliferando hoy día.
Otra de las consecuencias de esos ilegales “regalos” de Castillo y su pandilla, es que más gente se verá atraída a las rondas, no por el interés de brindar un servicio a la comunidad, sino porque hay bienes aprovechables. Y, naturalmente, eso provocará también más disputas y enfrentamientos por el uso de ese parque automotor.
Todos esos vehículos requieren combustible y mantenimiento. ¿Quién va a costear esos gastos? Supuestamente los municipios. Ya se sabe que en el Perú los bienes estatales usualmente no son mantenidos como deberían, sean carreteras, puentes, edificios o vehículos. En este caso, la situación será probablemente peor y no será extraño ver convertidas muy pronto en chatarra las camionetas, motocicletas y lanchas. Si son de todos y de ninguno, y nadie ha pagado por ellas, no es difícil adivinar su futuro.
Por último, pero no menos importante, esta acción de Castillo y su banda puede interpretarse también como un paso más en su intento de formar una suerte de milicias que puedan servirle para atacar con violencia a los críticos y opositores. Muchos otros indicios apuntan en esa dirección, y la experiencia de sus admirados colegas de Cuba, Venezuela, Nicaragua y Bolivia deja pocas dudas al respecto.
Informales en el poder
Lo que está ocurriendo con las rondas es solo una muestra más de los efectos del asalto al gobierno de bandas informales. Toda su actuación es similar. Desde las reuniones clandestinas en la casa de Sarratea hasta el “gabinete en la sombra” que convocaba a funcionarios estatales en viviendas privadas para decidir el destino de las obras públicas.
Desde la convocatoria y movilización de supuestos “reservistas” a los que se invita constantemente en Palacio de Gobierno, hasta los presuntos pagos con dinero del servicio de inteligencia (Dini) a aliados y amigos.
Para no mencionar los ya incontables casos de corrupción, la entrega de puestos públicos a familiares y allegados sin ninguna calificación, el uso de las naves aéreas de las FFAA y PNP para viajes particulares, etc.
Así, el ya débil Estado peruano está siendo destruido sistemáticamente por Castillo y su gavilla. Eso constituye no solamente un crimen que perjudica a todos los peruanos, sino que es, obviamente una amenaza a la seguridad nacional que tendrá consecuencias gravísimas.
No obstante, los encargados por la Nación para salvaguardar los intereses del Perú, observan impasibles. O se acomodan en busca de prebendas individuales.
Se requieren soluciones radicales para impedir que se siga destruyendo el Estado. Lampadia